Retiro en Navidad 2011
MYSTERIUM HUMILITATIS
La Navidad como tiempo propicio para trabajar la humildad esencial
La palabra “misterio” nos pone ante planteamientos religiosos. Pero se puede entenderla en marcos normales de vida: es un auténtico misterio llegar a ser (es un proceso) una persona humilde, con una visión humanista y acogedora de la propia realidad y de lo que uno vive. Ser humilde es entenderse y entender la realidad desde la benignidad y la fraternidad.
Esta incompleta “definición” deja de lado la humildad entendida como virtud propia solamente de personas de alto nivel religioso o moral. Queda descartada, así mismo, la humildad entendida en esos modos empalagosos e hipócritas de las personas sistémicas que aluden a ella pero que, en el fondo, nada tienen que ver con ella. Y, claro está, queda excluida esa otra visión de la humildad que la entiende como una humillación. No tienen nada en común la humildad (camino de vida elegido y construido) con la humillación (camino impuesto por la fuerza y con dosis increíbles de inhumanidad y dolor).
Huelga decir que, desde el lado cristiano, Dios nos quiere humildes (benignos con la realidad) y no humillados (hundidos en las propia culpa). La humildad es un valor de fuertes y de hermanos. De fuertes porque es un mirar la vida de frente tratando de encajar las limitaciones; de hermanos porque la humildad está construida sobre la acogida.
La humildad, se decía, es la verdad. Y es la bondad, los modos hondamente humanos de ir entendiendo el hecho histórico. Copiamos unas frases lúcidas de García Paredes: La humildad nos permite conocer y aceptar todas las cualidades positivas del cuerpo, la mente y el espíritu de otra persona. La humildad desactiva esa voz que nos vuelve competitivos con los demás y nos quiere colocar siempre en primer lugar. La humildad es un poderoso escudo para el alma que nos defiende de la egolatría, del ansia excesiva de poder. La persona humilde no se siente amenazada por las cualidades de otra persona y, por eso, la elogia y reconoce, pero tampoco se siente sedienta de elogios y reconocimientos. La humildad es un poder. No son muchos los que tienen el poder de ser humildes. Ese poder nos concede un equilibrio vital que resulta admirable: no nos desequilibrará no ser reconocidos como quisiéramos, no ser atendidos los primeros, no formar parte de la élite… El humilde no necesita ganar siempre, ni tener la última palabra.
Corremos el riesgo de banalización al entender la Navidad como un “misterio de humildad”. Nada tiene que esto que ver con el caramelo que le hemos echado al asunto, ni con humillaciones tópicas de un Jesús en el pesebre y cosas así. Nos preguntamos si no puede ser la Navidad un momento bueno del año para adentrarnos en el misterio de humildad de la persona (de Jesús y de nosotros) y de aportar algo a ese proceso de humanización y de bondad que es el núcleo de la humildad. Quizá naufrague nuestra pretensión en el marasmo de unos días festivos finales de año que no lograr sobrevivir al follón del consumo. Pero intentarlo es ya una puerta abierta a la esperanza.
1. ¿Sólo una “victoria sobre lo que perdimos”?
Hay unos inspirados versos del argentino H. Mújica que nos hablan de la victoria perdida de eso que no somos, con lo que la persona se lanza a un camino de verdad. Eso lo requiere el proceso para construir una vida humilde. Pero ¿es solamente eso? Lo versos aludidos dicen:
Después, después de tanto,
el miedo se pierde
al renunciar a lo que jamás se tuvo:
soy mi victoria sobre lo que perdí,
soy lo que ya no espero.
Es cierto: un paso necesario en el desvelamiento y la construcción de una vida en la humildad esencial es perder el miedo y renunciar “a lo que jamás se tuvo”. La insensata soberbia en la que está amasada nuestra vida nos quiere hacer creer que tenemos cosas que, en realidad, no poseemos. No pasa nada por aceptarse en los límites de lo que uno es que, con frecuencia, tienen el rostro de la pobreza. La humildad esencial trabaja sobre lo que hay. Es lo que Jon Sobrino llama “la honradez con lo real” que, por cierto, Jesús tuvo en grado máximo y que demostró con creces cuando se admitió a sí mismo débil y tentado y cuando no tuvo empacho en ofrecer el reino a pecadores y en sentarse con ellos a disfrutar de la mesa y la acogida.
Por eso mismo, es verdad, la persona de humildad esencial se entiende como una “victoria sobre lo que perdí”, aunque, como luego diremos, es algo más que esa victoria de ningún botín. Es verdad, sí, que ser “lo que no se espera” libra de las fantasías insensatas de la persona vanamente soberbia que lleva a una sobrevaloración que se asienta sobre nada. Este primer paso, cura de realismo total, es imprescindible para poder forjar dentro una persona humilde sobre la base de la humanidad y la acogida.
Por eso, permítasenos la licencia, queremos “completar” los versos de H. Mújica con estos otros:
Y es en esa pérdida
donde la bondad halla su casa
y la humanidad su cueva.
Ahí está el misterio de lo humilde
brillando sin que nadie
pueda empañar sus destellos.
La humildad esencial es más que la pérdida de la falsedad que somos; es el lugar de la bondad sensata y ofrecida, libre de cualquier ribete de imposición y de soberbia. Ahí está su casa, en esa cueva poco grata de los contornos reales (pobres tantas veces) de lo que uno es. Y ahí también brilla el misterio de lo humilde con destellos que nadie logra empañar y que, aunque la humildad sea poco valorada socialmente, nos atrae.
En algo de esto creemos que se asienta el misterio de humildad del Jesús histórico al que se asoma la Navidad. No es la pobreza del niño o de sus padres tantas veces cantada en la lírica navideña. Se trata de percibir los límites de lo real (la pobreza sociológica de Jesús) y la hermosura de la bondad y de la acogida que queda representada en el amor de sus padres pobres (y hasta de los animales, como cantaba la vieja antífona O magnum mysterium).
2. Humilde con un Dios humilde
El profeta Miqueas tuvo aquellas palabras inspiradas: “¿Con qué me presentaré al Señor, inclinándome al Dios del cielo? ¿Me presentaré con holocaustos, con becerros añojos? ¿Aceptará el Señor un millar de carneros o diez mil arroyos de aceite? ¿Le ofreceré mi primogénito por mi culpa o el fruto de mi vientre por mi pecado? -Hombre, ya te he explicado lo que está bien, lo que el Señor desea de ti: que defiendas el derecho y ames la lealtad, y que seas humilde con tu Dios” (Miq 6,6-8).
El profeta es lúcido: Dios no quiere sacrificios que, de acuerdo con el mecanismo religioso, pretendan hacer valer al hombre ante Dios. La cantidad de lo ofrecido, la intensidad de lo cúltico no añade nada. Ni siquiera el insensato pero tremendo sacrificio de la vida de un hijo puede hacer valer a la persona ante Dios. Lo que quiere Dios es que la persona “camine humilde” con un Dios que, él también, camina humilde al unirse por amor al camino de la historia pobre.
Dos humildes, Dios y la persona, reconociendo sus límites y construyendo la humanidad y la acogida. El horizonte de la historia está en los humildes caminantes, Dios y el hombre, capaces de encajar la debilidad de lo creado a la vez que siembran en ese terreno la humanidad y la bondad que hará distinto este mundo (el reino de Dios, que decía Jesús). La humildad esencial es, por todo ello, test real de la verdad de lo cristiano en nuestra vida. Medir por otros parámetros es siempre más arriesgado.
3. Iconos de humildad esencial
Vamos a leer los conocidos relatos de la infancia del Evangelio de Lucas como iconos de esta humildad esencial, hecha de verdad-humanización-bondad, de la que venimos hablando. Los relatos evangélicos son polisémicos, admiten muchas lecturas, y desde la perspectiva de la bondad esencial pueden colaborar a construir una espiritualidad cristiana atractiva y valiosa:
- El icono de la anunciación del Bautista (1,5-25): Zacarías es la figura de un culto y de una observancia que no han propiciado la fe; una relación con Dios puramente formal. Es un “mudo”. La no aceptación de los límites le bloquea para una relación humilde y agradecida con Dios más allá de los límites de la pobreza. Todavía hay mucho que purificar. Su mujer ve también que su esterilidad es una “vergüenza”. Aceptar la esterilidad de la vida es muy necesario para el caminar humilde. Dios, el más humilde y bueno, otorga el don de la vida de un hijo al que no se hacían acreedores. La vida como signo de encarnación humilde, más allá de nuestras soberbias seculares.
- El icono de la anunciación de Jesús (1,26-38): La humildad esencial de María que (más allá del asunto de la virginidad que en el relato es cosa secundaria) acepta con mucha dificultad, como es lógico, que uno nacido de hombre y mujer pueda ser “Hijo del Altísimo”, que cualquier nacido tenga acceso a ese mundo. Para aceptar esto hay que creer en la bondad radical de Dios y de la persona, en la capacidad inagotable de acogida de Dios en el anhelo de la persona por hacer de sus caminos sendas de acogida. Una encarnación sin humildad esencial, sin aceptación de los límites y de las posibilidades hermosas que Dios siembra en la vida, no es posible.
- El icono de la visita a Isabel (1,39-56): De nuevo la humildad esencial de María siempre a contrapelo de sus propios anhelos porque ella también esperaba un mesías de poder para Israel y en parte, aún persiste (“a favor de Abrahán y su descendencia”). El logro de la humildad esencial requiere un trabajo duro. Pero atisba lo hermoso de una vida en esa dirección: “Derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes”. Es el mundo nuevo, el horizonte de la humildad, la globalización de la misma. Esto solamente puede entenderse y aceptarse como noticia buena si se ha cubierto muchas etapas en el camino de la humildad.
- El icono del nacimiento del Bautista (1,57-80): Persiste la dificultad para entender la humildad esencial porque eso supone renunciar a privilegios supuestamente pertenecientes a Israel por cuestiones raciales (“la promesa que juró a nuestro padre Abrahán”). Pero va venir un “sol nacido de lo alto”, uno que no va a tener que recorrer todo el trayecto que va del oriente hasta el mediodía. Viene directamente de lo alto, el mediodía en acto. Porque este sol no mira los títulos que uno pueda aducir sino si uno está dispuesto a recibir esa luz o no. Se muestra así el trabajo grande que es la construcción de una estructura de humildad esencial.
- El icono del nacimiento de Jesús (2,1-7): La señal de la humildad histórica (pañales, pesebre, casa cueva) unida a la verdad de que el caminar de Dios (lo alto) y el humano (la tierra) se entrelazan. La humildad esencial se hace posible en la historia humana. Jesús es su desvelador, por él sabemos que esto queda al alcance de la mano de los humanos y de la creación.
- El icono de los pastores (2,8-20): Los humildes-humillados (los pastores que quedaban excluidos por oficio del ámbito de la Ley) son los que perciben esto con nitidez. Una evidencia más de que los caminos de la humildad son posibles. La meditación de María está hecha de perplejidad y de esperanza: el salvador no ha nacido como correspondía a sus títulos. El hecho de conservar la memoria de estos hechos posibilitará un día su comprensión.
- El icono de la circuncisión y presentación (2,21-40): Una espada va a truncar los anhelos de María que aún se resiste, como es lógico (como nosotros), a los caminos de la humildad esencial. Acepta bajar a Nazaret y ponerse al amparo del “favor de Dios”, de su Espíritu de humildad total para ir entendiendo el camino de Jesús y el propio camino. Trabajos y logros.
- El icono de Jesús que se queda en el templo (2,41-52): Jesús se queda en el templo porque le quema la realidad del Padre. Él quiere hacer de su vida un camino de humildad esencial que no le va a ser fácil, pero que le dará sentido a su existencia, más allá de sus duros riesgos. Se ha producido la ruptura con aquellos caminos del viejo testamento que bloqueaban el camino de la humildad. La senda está abierta.
4. Caminos de humildad esencial hoy
Vamos a sugerir algunos caminos por los que hoy puede transitar la humildad esencial. Quizá lo más interesante sea sugerir. Luego, concretar será otra cosa:
1) El camino humilde de un Dios echado fuera de la aldea: Porque, tal como lo predijo Bonhoeffer, Dios es cada vez más echado fuera de la aldea, cada vez se prescinde más de él, aunque cada vez estemos más necesitados de ese horizonte. Él camina humilde con nosotros más allá de nuestro rechazo.
2) El camino humilde de un Jesús deshumanizado y deformado: Ya que ahondar en la humanidad de Jesús sigue siendo asignatura pendiente de la espiritualidad cristiana. Los mecanismos religiosos siguen imponiendo su ley que envuelve en brillo y poder todo lo cristiano. Jesús camina humilde en la dirección del no-poder, del no-brillo, de la profundidad, de ese sótano de lo humano donde está nuestro frío y también nuestro posible amor.
3) El camino humildísimo y silencioso de los millones de humillados: Los que soportan el tren de vida de quienes se han llevado la mayor parte de la tarta. Los que ignoran que sus derechos siguen intactos aunque hayan sido unos expoliados. Los que nunca pensarán que tenía derecho a sentarse en el banquete de la vida. Su caminar humildísimo vale tanto que, aunque casi nadie se lo reconozca, el futuro del mundo se asienta en él.
4) El camino humilde de las entregas sin ecos: Propio de quienes creen que las entregas nunca se pierden, independientemente del aplauso y del premio. Gente de los silencios y del amor que raramente salen a la luz pública. Personas de extraño amor que no pide nada a cambio.
5) El camino humilde de las vidas que abrazan el don: Caminos de contemplación entendida como ahondamiento, como sosiego compartido, como estar-con, como quedar atrapados en el torbellino del deseo. Todo el mundo de quienes contemplan la creación, la bondad de los humanos, los movimientos sociales que liberan de verdad. El mundo de quienes “oran” en modos no específicamente religiosos.
6) El camino humilde las vidas que se abren sin temor: Porque no han perdido la confianza básica, porque saben mirar al corazón saltándose el muro de las duras apariencias, porque siguen creyendo que en el fondo de la realidad se esconde el amor y a él apunta. Gentes de valor porque confían.
7) El camino humilde de quien tiene sed de humanidad y de profecía: Las dos cosas juntas porque la profecía sin humanidad es el anuncio de una tiranía y porque la humanidad sin profecía es el preludio de la banalidad. Humildes que saben mezclar profecía y humanidad, visión de futuro y equilibro, horizontes hermosos nunca logrados y compasión por la pobreza que es nuestra acompañante.
8) El camino humilde de quien mira y ama desde las soledades: Y lo hace queriendo ser amparo desde su propio desamparo. Gente que no se amarga por su tremenda soledad (aunque tendría motivos para ello), sino que la convierte en mirada de amor, en amparo eficaz, en esa sabiduría que entiende que un amparo es mucho aunque cuantitativamente parezca poco.
9) El camino humilde de quien aprende a acompañar las pobrezas: No solamente a remediarlas según sus posibilidades sino a acompasar su pasos con aquellos que han sido despojados de sus inalienables derechos, aquellos que no han tenido la cuota de dicha que les corresponde. Con esa compañía se mantienen más vivos sus sueños de justicia.
10) El camino humilde de quienes van sintiéndose tierra: No solamente miran y respetan a la tierra, sino que se saben parte de esta tierra, de este cosmos, de este inmenso coro en el que nadie debe dominar ni apropiarse. Ser tierra para ser persona hermana. Camino humilde, camino de mera tierra.
11) El caminar humilde de quienes regresan a la senda de lo humano: De quienes regresan al perdón y la compasión. Camino humilde y doloroso que implica, muchas veces, el decir “lo siento” desde lo hondo del corazón, el rectificar los locos pasos del desamor, el volverse de las palabras que abrieron profundas heridas. Camino humilde pero imprescindible para crear humanidad.
12) El camino humilde de quienes andan sobre el saberse perdido: De quienes viven sin tener todo atado y bien atado, de quienes vislumbran luz por encima de la dura tiniebla, de quienes levantan los hombros con facilidad y siguen adelante viviendo y dando vida.
13) El camino humilde quienes van unificando todas sus orillas: De quienes ya no piensan ni viven en modos tan dualistas, tan dispersos, tan atomizados. Gentes que tienen a unificar lo que viven, lo que siente, lo que son, lo que creen y no hacen mundos separados, caminos distintos para cada actividad humana. Personas que van centrando todo sobre la simple bondad del corazón y sobre la vida simple y solidaria.
5. Un itinerario espìritual navideño para trabajar la humildad esencial
Se podría meditar, en el tiempo litúrgico de la Navidad, los ocho iconos de humildad esencial del Evangelio de Lucas, tal como antes han sido descritos, uno o dos cada día. Repasar el texto de cada uno de ellos. Buscar en Internet algún icono o dibujo que represente la idea. Imprimirlo y tenerlo delante.
- Ante el icono de la anunciación del Bautista (1,5-25) poner delante los límites no aceptados de la persona con paz. No pedir que desaparezcan, sino que los asumamos con la mayor paz posible. Que la paz de la Navidad toque nuestros límites.
- Ante el icono de la anunciación de Jesús (1,26-38) disfrutar de la posibilidad que abre a la vida el que seamos “hijos e hijas del Altísimo”. Intuir el concepto “revolucionario” de un planteamiento así. Asentar ahí la alegría navideña, no en otras cosas más externas.
- Ante el icono de la visita a Isabel (1,39-56) animarse porque un camino de humildad esencial es posible incluso para todo el hecho social. Alegrarse por la globalización de la posibilidad de la humildad.
- Ante el icono del nacimiento del Bautista (1,57-80) anhelar despojarse cada día más de cualquier privilegio, título o merecimiento de los que uno se crea acreedor para dar salida a la bondad común, a la cogida a todos, a la universalidad de la familia humana. Anchos horizontes.
- Ante el icono del nacimiento de Jesús (2,1-7) alegrarse de la posibilidad de la hermosa humildad en medio de las limitaciones históricas. Dar gracias simplemente por haber sido creados.
- Ante el icono de los pastores (2,8-20) mirar en la dirección de los humildes y humillados. Establecer una sintonía interior y poner carne a esa sintonía en gestos tocables.
- Ante el icono de la circuncisión y presentación (2,21-40) saber que se puede vivir a gusto sin dar pábulo a falsas expectativas sobre nuestra vida, esas que entienden nuestro camino como un medre, como un ser más, como un litigio con la persona para ver quien “triunfa” en la vida.
- Y ante el icono de Jesús que se queda en el templo (2,41-52) animarse a ir rompiendo con estilos de vida que nos impiden y bloquean la humildad esencial, la humanización, la dicha elemental.
Conclusión
Es posible que todo esto no toque el núcleo de la realidad, que sean balbuceos que no llegan a decir lo que realmente se intuye. Pero en el misterio de humildad que es la navidad hay algo hermoso, algo que se ofrece a nuestra vida. Sería bueno, por el camino que fuere, que pudiésemos siquiera tocarlo con nuestros dedos o, al menos, que viéramos la puerta entreabierta.
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