Juan 82
CVJ
Domingo, 5 de junio de 2011
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
82. Jn 12,12-19
Introducción:
La sed de triunfo, hija de la sed de dominio, es tan abrasadora en el interior de las personas que muchas de ellas pasan por encima de todo con tal de saciarla. Triunfar (sinónimo, con frecuencia, de tener dinero y poder) es lo que da prestigio a la persona y le hace tener un lugar en el concierto social. Por más que veamos muchas veces que todo eso es frágil, falso y con frecuencia injusto, nos sigue atrayendo. No se entiende como triunfo una vida sencilla, gustosa, amable, en buena vecindad, en el anonimato y en la elemental “prosperidad” de tener una vida básicamente digna. En realidad, esto último nos da más satisfacciones reales que el oropel del éxito social. Pero somos como somos, aunque cada vez es más la gente que va entendiendo que para vivir a gusto no hay que andar perdiendo el culo tras un triunfo que deja siempre un cierto poso de amargura.
En la escena de la famosa entrada de Jesús en Jerusalén (aunque si lees bien a san Juan verás que Jesús no entra, sino que “va llegando”), el Evangelio rompe una lanza por el triunfo de lo humilde. Por eso jesús se monta en una cabalgadura de pobres, no en un caballo de guerra y de poder. El mismo tributo de alabanza que la multitud (siempre ansiosa de poder) le dedica está fuera de tono: es un canto mesiánico, de triunfo, de guerra incluso (Hosanna significa algo así como “gloria al Dios guerrero”). Ese grito de anhelo de poder queda contrarrestado con la profecía de Sofonías: montado en un borrico, un rey de nada, un rey de humildes, uno que detesta el triunfo y el escaparate, el brillo y el poder.
El Evangelio sostiene que el triunfo de la humildad es el verdadero triunfo, porque es el triunfo callado, sosegado, acaparador, solidario del amor. Hacer un camino orante con la Palabra habría de hacernos más deseable ese camino extraño, pero hermoso, de “triunfar” dentro de la sencillez, de lo cordial, de lo humano, de amable.
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Texto:
12Al día siguiente, la multitud que había llegado para la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, 13cogieron los ramos de las palmas, salieron a su encuentro y empezaron a dar gritos:
-¡Sálvanos! ¡Bendito el que llega en el nombre del Señor, el rey de Israel!
14Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito:
15No temas, hija de Sión,
mira a tu rey que llega
montado sobre una cría de borrica.
16Sus discípulos no comprendieron esto al principio, pero cuando Jesús manifestó su gloria, entonces se acordaron de que lo mismo que estaba escrito fue lo que hicieron con él.
17Daba testimonio la gente que había estado con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro levantándolo de la muerte. 18Precisamente por eso le salió al encuentro la multitud, por haberse enterado de que había realizado aquella señal.
19A esto, los fariseos se dijeron entre ellos:
-Estáis viendo que no adelantamos nada; mirad, todo el mundo ha ido detrás de él.
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Ventana abierta:
Este es un cuadro de Isabel Guerra, la monja cisterciense pintora de Zaragoza (donde desvalijaron el convento). Es una gran pintora realista. Valoremos el arte, aunque discutamos los modos económicos de la comunidad. El cuadro se titula “saciará la sed de los humildes”. Éstos tienen sed, lo digan o no: sed de respeto, de igualdad, de consideración, de justicia, de consuelo, de ser tenidos en cuenta. Se puede sentir en los propios labios, y en el corazón, la sed de los humildes. Tendríamos que animarnos a verter, si se puede, una gota de agua en esos labios.
Oramos: Que nos importe la sed de los humildes; que pongamos una gota de agua en los labios sedientos de los humildes; que no nos sea indiferente el dolor de quien anda mal en la vida.
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Desde la persona de Jesús:
Jesús es “un rey montado en un borrico”. ¡Buena definición para un catecismo o un libro de cristología! Y, sin embargo, el Evangelio dice que lo es. ¿Nos habría ido peor en la experiencia cristiana si nos hubieran orientado hacia una comprensión de Jesús como el de un humilde que se entrega a lo nuestro? ¿Le habría ido peor a una comunidad cristiana que no termina de despegarse del poder y de la fuerza? ¿Le habría ido peor a la sociedad si hubiera contando con un número mayor de humildes concienciados, anhelantes de justicia, sedientos de dignidad?
Oramos: Gracias, Señor, por tu lúcida humildad; gracias por no haber sucumbido al brillo del poder; gracias por tu cercanía incondicional a la vida de los sencillos.
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Ahondamiento personal:
El poder reconoce que “no se adelanta nada” reprimiendo al humilde. Pero sigue empeñado en ello. Un creyente no tendría que hacer parte de ninguna instancia opresora de los humildes. Al menos eso. Por lo que habrá que hacer fuertes discernimientos en temas sociales, económicos, laborales, ciudadanos. De lo contrario, y casi sin darnos cuenta, caeremos en la trampa que nos tiende el poder, porque es una trampa brillante y de reconocimiento social.
Oramos: Que seamos lúcidos para no vivir de espaldas a los sencillos; que hagamos continuos discernimientos para no caer en la trampa brillante del poder; que nos alienten y reconforten las alegrías de los pobres.
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Desde la comunidad virtual:
Nuestra comunidad virtual, lo hemos comprobado en nuestro último encuentro de Carrasquedo, es cosa muy sencilla. Pero hemos visto con claridad que en lo simple se esconden muchos valores y gozos. De lo contrario ¿cómo íbamos a disfrutar tanto con cosas y situaciones tan elementales? Un paisaje hermoso, una comida suficiente, un albergue modesto, una conversación cálida, una espiritualidad comprensible, un recuerdo disfrutante. Con cosas así se puede ver que lo simple es hondamente humano.
Oramos: Gracias, Señor, porque nos damos en modos sencillos; gracias por los gozos cotidianos; gracias por la mirada amable de quien nos aprecia.
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Poetización:
No lo entendían.
Querían un Mesías de poder,
de brillo,
de triunfo,
de humillación para los enemigos.
Querían una especie
de Dios de la guerra,
avasallador,
potente,
indiscutible,
benefactor de los suyos.
Y he aquí que se presenta
humilde y sencillo,
en cabalgadura de pobres,
en los modos de quienes no cuentan.
No le entendían.
En su grito de triunfo
se ahogaba
una profunda decepción:
un rey montado en un borrico,
en una cría de asna.
¿Ese iba a ser
el rey que los sacaría de apuros?
Y, sin embargo,
así era:
porque quería hacer ver
que el éxito de la vida
anda por los caminos de la sencillez,
que el triunfo de la verdad
va hermanado con el respeto y el cariño,
que el bienestar del alma
se logra por los caminos escondidos del abrazo.
No le entendieron,
aunque algo nos dice dentro
que el rey pobre,
el montado en un borrico,
había dado con la calve del éxito,
con la llave del sentido,
con el secreto del amor valioso.
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Para la semana:
Que durante esta semana nos tire lo humilde, como diría san Pablo.
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