Juan 78
CVJ
Domingo, 8 de mayo de 2011
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
78. Jn 11,28-38a
Introducción:
Corremos el peligro de perder nuestra capacidad de estremecernos. Acostumbrados a que las grandes calamidades nos las sirva la TV en tiempo real y a que en tres días “pasen de moda”, nos acostumbramos a todo y el interior se nos hace seco como el corcho, insensible a la desgracia y también al gozo. ¿Cómo mantener viva la capacidad de sorpresa y de estremecimiento? ¿Cómo no tener vergüenza de los estremecimientos del alma y del llanto de los ojos? ¿Por qué hemos de tener reprimidas nuestras reacciones más vivas por temor a parecer personas de poca densidad. Hay escritos que reivindican la indignación (¡Indignaos!) o la reacción ante lo que nos ocurre (Reacciona). Podríamos inventar otro título en esta lista: ¡Estremécete! Hazlo sin pudor, sin vergüenza. Los movimientos del corazón es lo que nos hacen más humanos. ¿Por qué no compartirlos?
Presenta este texto del Evangelio de Juan a un Jesús que, por dos veces, se estremece ante las lágrimas y ante la incomprensión de quienes le rodean para intuir que hay vida más allá de la dura muerte. El estremecimiento de Jesús no es de mera amistad. Es como si dijera: ¿Cómo es posible que no entiendan ni se fíen de mi palabra de que más allá de la dura muerte puede amanecer la vida? Jesús no condena ni maldice a nadie por la dureza de entendederas y de sensibilidad. Se estremece. En ese estremecimiento se encierra mucha extrañeza, mucho contrariedad y un cierto desamparo. Pero no tiene reparo en que le vean estremecido, con el corazón a las claras, en toda su desnudez. Quizá esté queriendo indicar que comprender los mecanismos elementales de la fe demanda un corazón al descubierto, sin ases en la manga, simple y claro.
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Texto:
28Y dicho esto fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
-El Maestro está ahí y te llama.
29Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él: 30porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado.
31Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí.
32Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
-Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
33Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, mostró su enfado interior y, muy conmovido, 34preguntó:
-¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
-Señor, ven a verlo:
35Jesús rompió a llorar. 36Los judíos comentaban:
-¡Mirad cómo lo quería!
37Pero algunos dijeron:
-Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
38Jesús, mostrando de nuevo su enfado, llegó a la tumba.
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Ventana abierta:
Este es el libro que han escrito varios autores (Sampedro y Garzón entre otros) para animar a una respuesta ante la crisis económica y social. Porque sufriendo tal crisis, nos quedamos agazapados, como insensibles, con nuestros dolores sociales y económicos guardados bajo llave. Los autores animan a sacar afuera la indignación, el anhelo de justicia y las ganas de implicarse personalmente en algo que nos atañe a todos. Son personas que animan al estremecimiento social. Nos hacen un bien.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes vigilan el camino humano para humanizarlo; gracias por los profetas que nos despiertan de nuestros letargos; gracias por quienes se apuntan a los caminos activos de humanización.
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Desde la persona de Jesús:
Los paisanos de Jesús ven sus lágrimas y comentan su mucho amor o recaban su intervención para arreglar lo que no debía haber ocurrido, la muerte de Lázaro. Jesús se estremece de nuevo porque no se le entiende, porque sus lágrimas son por toda muerte y su duro rostro y porque no se le ve capaz de una propuesta de vida en esta historia nuestra amasada en la muerte. Se estremece por la dificultad de conectar con el alma humana y poder ofrecerle un respiro. Él también tiene profundas limitaciones, como toda persona.
Oramos: Te alabamos, Señor, porque tú también tuviste limitaciones; te bendecimos porque no nos abandonaste aunque no te entendiéramos; te damos gracias porque seguiste ofreciendo vida aunque nos costara tomarla en el marco de la dura muerte.
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Ahondamiento personal:
¿Cómo vivir con humanidad las lágrimas y los estremecimientos? Solamente de una manera: tratando de llenarlas de humanidad y paz. La histeria hace que desenfoquemos el problema de la limitación y de la muerte. La insensibilidad y la banalización empobrecen la “hermosura” del morir como parte de la vida. Necesitamos ahondar con paz, mirar con sosiego, tratar de encajar lo más difícil del caminar humano como una parte importante y hermosa de él.
Oramos: Que aprendamos a morir viviendo con hondura; que la muerte pueda encontrarnos lo más vivos posible por dentro; que nos animemos a encarar lo duro de la existencia con la mayor paz y sosiego posibles.
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Desde la comunidad virtual:
Podemos ayudarnos, y de hecho nos ayudamos, a enfocar los asuntos de la vida, incluso los difíciles, con matiz, con valoración, con hondura. La difícil tarea de estremecerse y superar esos estremecimientos con paz es algo que se puede conseguir mejor cuando son estremecimientos compartidos. Por eso, el camino orante se convierte en camino de fraternidad y de amparo.
Oramos: Que disfrutemos de lo bueno y nos ayudemos en lo difícil; que nos acompañemos con paz cuando nada más podamos hacer; que nos respetemos con una delicadeza que cure nuestras heridas.
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Poetización:
Se estremecía
y no le entendían.
Creían que lloraba con desconsuelo
o que no tenía poder
para sacar de las garras de la muerte.
Pero su estremecimiento era
por los vivos,
porque no se le entendía
como posibilidad,
como horizonte,
como sosiego.
Se estremecía
porque era muy difícil
escapar de los viejos esquemas
de la desesperación,
de la histeria,
del arrebato loco.
Él animaba a mirar adelante,
a intuir vida,
a olfatear amor
más allá de la dura muerte,
del muro de acabarse.
No era fácil escapar
al acogote de la muerte,
al ahogo de la impotencia.
Pero él no cedería:
seguiría ofreciendo vida y amparo,
posibilidad y dicha,
aunque se estremeciera.
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Para la semana:
Sé sensible a la debilidad que te rodea. Trata de ofrecer un poquito de amparo.
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