Juan 76
CVJ
Domingo, 24 de abril de 2011
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
76. Jn 11,7-16
Introducción:
A veces, los medios de comunicación nos sorprenden con la noticia de que tal o cual científico dice haber descubierto una vacuna, un medicamento, una terapia, capaces de curar dolencias que, hasta ahora, han sido incurables. Aunque son cosas que no llegan a la meta final, todo lo que nos acerque a ella nos alegra y anima. Son los auténticos “descubridores” porque descubren vida más allá de la limitación, de la enfermedad, de la muerte.
Este trabajo de descubrir vida más allá de cualquier limitación es algo que puede hacer toda persona, aunque no sea un científico reputado. Efectivamente, la limitación nos ronda a todos. Sucumbir a ella es normal. Pero hay personas que, incomprensiblemente, se alzan sobre la limitación, miran más lejos y terminan descubriendo signos de vida en el horizonte de la existencia. Son descubridores y descubridoras de vida, anónimos, desconocidos, poco valorados. Pero gracias a ellos se mantiene verdeante la esperanza.
Jesús fue uno de esos capaces de descubrir vida más allá del duro umbral de la muerte. Por eso dijo que se “alegraba” de no haber estado cuando Lázaro murió para que sus compañeros hicieran el tremendo y hermoso ejercicio de creer que había vida más allá de los evidentes y duros síntomas de la muerte. Él quería que quien le siguiera y apreciara fuera de esa extraña “tribu” de descubridores de vida en los ámbitos de la limitación y de la muerte, personas que apuntaran al sol y a la luz en medio de la tiniebla, gente que creyera en la posibilidad del triunfo del bien por encima de cualquier limitación. Esos descubridores son sus compañeros más queridos y aquellas personas en quienes los humanos confiamos.
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Texto:
7Sólo entonces dijo a los discípulos:
-Vamos otra vez a Judea.
8Los discípulos le replicaron:
-Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
9Jesús contestó:
-¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero si camina de noche, tropieza porque le falta la luz.
11Dicho esto añadió:
-Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
12Entonces le dijeron sus discípulos:
-Señor, si duerme, se repondrá.
13(Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural). 14Entonces Jesús les replicó claramente:
-Lázaro ha muerto, 15y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
16Entonces Tomás, apodado el Mellizo. Dijo a los demás condiscípulos:
-Vamos también nosotros y muramos con él.
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Ventana abierta:
Este señor es el conocido científico colombiano Manuel Patarroyo que ha encontrado una vacuna contra la malaria, enfermedad por la que mueren al año más de ochocientas mil personas. Es, sin duda, un benefactor de la humanidad, persona que descubre vida más allá de la muerte. Pero, además, no ha vendido su patente a las farmacéuticas, sino que la ha puesto a disposición de la OMS para que toda persona, sobre todo el débil de recursos (el más afectado por la malaria) puedan tener acceso a ella. Hacen algo parecido a lo de Jesús: descubrir la vida para que otros se beneficien de ello.
Oramos: Gracias, Señor, por quien descubre vida y la da a los demás; gracias por quienes se preocupan de las situaciones de los débiles; gracias por quienes siembran esperanza por encima de cualquier desaliento.
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Desde la persona de Jesús:
Ya lo hemos dicho: Jesús fue un descubridor de vida. No hizo otra cosa en sus andanzas por los caminos de Israel. Fue al encuentro de la muerte, de la soledad, del desaliento, del desamor, no tanto para compadecerlos (que también) sino, sobre todo, para tratar de hacer ver que no todo se acaba en la limitación, sino que, tras ella hay vida; se empeñó en sembrar esperanza y luz por encima de cualquier tiniebla. Su muerte violenta e injusta daría a pensar que fracasó en el intento; pero su resurrección confirma que no andaba descaminado. Gracias a él muchas personas se animan a continuar buscando vida.
Oramos: Te alabamos, Señor, buscador incansable de vida; te bendecimos, Señor, sembrador de esperanza a manos llenas; te damos gracias, Señor, horizonte y luz para todos.
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Ahondamiento personal:
Es cierto que Tomás el Mellizo era débil como todos, pero intuyó la propuesta de Jesús, propuesta de vida y se animó a “ir y morir con él”. Para ser descubridor de vida hace falta buen ánimo y hay que hacer también apuestas personales de entrega y de generosidad. La vida no va a brotar en los lugares difíciles por sí sola. Habrá que hacerla brotar, forzarla para que pueda ser (como decía Labordeta). Pero, eso sí, hay que tener presente que si hay entrega habrá fruto y que el mayor beneficiado será aquel mismo que se entrega. Quien descubre vida es el que más vive.
Oramos: Que descubramos vida con entregas generosas; que propongamos vida viviendo con intensidad; que cantemos a la vida con el entusiasmo de quien la ama.
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Desde la comunidad virtual:
No vamos a decir que los miembros de la comunidad nos demos vida a manos llenas, pero algo sí que nos damos. Queremos descubrir vida en cada uno de nuestros caminos personales, aunque a veces parece que estamos en silencio. Descubrimos vida en nuestros momentos de oración, en nuestras pequeñas comunicaciones, en nuestros encuentros. En realidad, orar no es tanto una actividad religiosa, sino un camino común para intentar descubrir la vida que hay detrás de cada uno de nuestros pasos. Y algo de eso sí que nos damos.
Oramos: Gracias por quienes siembran vida en nuestros caminos sencillos; gracias por quienes siembran optimismo en nuestras relaciones; gracias por quienes dan sonrisas y aliento en nuestros encuentros.
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Poetización:
No fue un sabio,
ni un científico,
ni un inquieto navegante.
Fue un descubridor de vida,
sencillo y humilde.
Descubrió vida en los ojos que lloraban,
en las manos que nadie estrechaba,
en el corazón que nadie acariciaba.
Descubrió vida
en los caminos de la soledad,
en las oscuridades del mal,
en las heridas de la injusticia.
Descubrió vida
en los caminos de los pobres,
en las casas de los olvidados,
en los perdidos y sin rumbo.
Y, más aún,
descubrió vida
en la muerte,
en la suya y en la de otros.
No volvió el rostro
a la amargura del morir
y leyó, más allá de todo daño,
la realidad hermosa
de una vida acompañada,
abrazada,
querida.
Fue un descubridor de vida.
Y algo de eso espera
de quienes decimos amarle.
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Para la semana:
Trata de descubrir una brizna de vida en situaciones de dificultad cotidiana. Levanta el ánimo. Apóyate en Jesús.
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