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FIAIZ

Juan 65

CVJ

Domingo, 23 de enero de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

65. Jn 9,24-28

 

Introducción:

 

                La sociedad, sus leyes, la justicia, la misma economía, están siempre más preocupadas por buscar los culpables de las situaciones anómalas de vida que por la felicidad de las personas. Se gasta mucho dinero en que no haya delitos, en perseguir a los delincuentes, en arrestarlos y tenerlos a buen recaudo, que en posibilitar la felicidad. Más aún, cuando la sociedad se pregunta por el grado de felicidad de sus ciudadanos, casi siempre pone el acento en los bienes materiales que poseen, deduciendo que de ellos depende directamente la felicidad. Sin embargo, no se apaga en la sociedad el simple anhelo quizá no tanto de ser felices, sino, al menos, de caminar en la dirección de la felicidad. “Sea moderadamente feliz” solía decir un locutor al despedirse de su programa. Ese anhelo está inscrito en el fondo de la persona.

                Por raro que nos parezca, el Jesús de los Evangelios está mucho más preocupado por la felicidad de las personas que por sus pecados. El sistema religioso ha acentuado todo lo relativo al pecado, pero la intención de Jesús es hacer ver a la persona que, sea como sea, ha sido llamada a la dicha. El ciego del relato lo muestra claramente: si Jesús se hubiera preocupado de sus pecados (o de los de sus padres) le habría impuesto una penitencia para provocar la conversión. Pero no fue ese el camino: se preocupó de darle luz, de iluminar su sendero vital para hacerle comprender que su vida, por pobre que fuera, tenía sentido y valor y que, por lo mismo, no debía renunciar jamás a una parcela de dicha. Eso demuestra la evidencia de los hechos: “una cosa sé, que yo era ciego y ahora veo”. La certeza de que la dicha ha ocupado el primer plano de la vida.

 

***

 

Texto:

 

24Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

                -Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.

                25Contestó él:

                -Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.        

26Le preguntan de nuevo:

                -¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

                27Les contestó:

                -Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?  

28Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

                -Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.

 

***

 

Ventana abierta:

 

                Aunque no lo parezca, esto es un hospital, el “Sister Philomena Cólera Center Daily Report” de Haití: 16 tiendas de campaña donde, con muy pocos medios (sin rayos x, sin laboratorio) un puñado de médicos, enfermas y voluntarios tratan de arrebatar el mayor número de personas (niños, sobre todo) al cólera. Y parece que lo consiguen. Puede entenderse que luchan por una causa médica, pero, en realidad, luchan por la felicidad que les es debida a los pobres y que la pobreza y el olvido les arrebatan. Son como Jesús.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes se preocupan por la suerte de los olvidados; gracias por quienes aportan felicidad al caminar humano, gracias por quienes luchan por restituir a los débiles la felicidad que el olvido les arrebata.

 

***

 

Desde la persona de Jesús:

 

                El ciego curado da una soberbia lección de teología: no hay que mirar si Jesús es pecador o no (quizá el pecado hizo también mella en él), sino si está preocupado por aportar luz al camino humano. “Si es pecador o no, yo no lo sé”. No debería importarnos mucho eso, sino percibir con claridad que el sentido de la vida de Jesús ha sido colaborar un poco a la dicha del duro caminar humano y sembrar la certeza de que hemos nacido para la felicidad, no para el trabajo ni para la condena.

                Oramos: Tú, Señor, nos haces felices sembrando amor en nuestro camino; tú nos haces felices suscitando ilusión en el corazón; tú nos haces felices amándonos sin ninguna desconfianza.

 

***

 

Ahondamiento personal:

 

                Quien no está ilusionado por la felicidad se convierte automáticamente en uno que fustiga el pecado, la conculcación de lo establecido, las costumbres. Más aún, se hace juez implacable y seguro: “A nosotros nos consta que ese hombre es pecador”. La única manera de romper ese maleficio es ponerse a nivel de quien anhela felicidad y no la puede tener por imposición de los demás. Se trata de hacer causa cada vez más con quienes no reciben en esta vida su cupo de felicidad al que tienen derecho como criaturas. Alineándose con ellos se puede vislumbrar la orientación básica del hecho humano al horizonte de la felicidad.

                Oramos: Que bajemos al camino de los despojados de felicidad para colaborar a su gozo; que aprendamos que la felicidad deriva del compartir el corazón; que nos animemos a construir la senda de la felicidad enturbiando lo menos posible el gozo de las personas.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                Al ciego le espetan las autoridades: “Discípulo de ese lo serás tú”. Para ellos, ser discípulo es tener connivencia con el pecado. Pues bien, que no nos importe ser discípulos (aunque no tengamos resuelto el tema del pecado en nuestra vida, por nuestra debilidad o incoherencia), porque siendo discípulos hacemos una apuesta por la felicidad. Por lo mismo, la comunidad virtual puede darnos y nos da algunas pequeñas dichas, personales y comunes, que nos acercan al horizonte soñado de la felicidad. Contribuyen a iluminar la vida como lo hizo Jesús.

                Oramos: Que más allá de nuestra debilidad nos animemos a la dicha; que por encima de nuestros pecados creamos en nuestra felicidad; que aunque tengamos incoherencias sigamos anhelando el gozo.

 

 

***

 

Poetización:

 

Quizá fuera pecador,

no lo sabemos,

aunque no tenía reparos

en situarse al lado del pecado

cuando estaba en juego

la dicha de la persona

(como en el asunto del sábado).

No sabemos si fue pecador,

aunque les constara que sí a las autoridades.

Pero sí sabemos que anheló la dicha,

que sembró la felicidad,

que nunca se cansó de decir a los débiles:

tenéis derecho al gozo,

al amor,

a la risa,

al disfrute.

Más aún, vieron en él un peligro

porque intuían que, al decir eso,

establecía un ineludible derecho

ya que la dicha que sembró en las personas

no era ninguna limosna ni un regalo

sino una cuestión

de estricta justicia.

Esto fue lo que hizo que las autoridades

lo vieran como un peligro.

por eso fue perseguido,

porque sabía que el anhelo de felicidad

es peligroso:

deriva de la justicia y de la dignidad.

Por eso fue acosado,

aunque ningún tribunal lograr

apagar el fuego encendido

del derecho a la felicidad.

 

***

 

Para la semana:

 

                Trata de ser moderadamente feliz con las personas y situaciones que vives cada día.

 

***

 

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