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FIAIZ

Juan 59

CVJ

Domingo, 21 de noviembre de 2010

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

59. Jn 8,54-59

Introducción:

 

                Podríamos decir que nuestra vida está envuelta en velos: los velos con que tejemos nuestras relaciones con los demás y con la naturaleza que nos impiden ver qué es lo que hay dentro; los velos con que envolvemos nuestra persona y que generan mil excusas, mil escapatorias, mil fugas; los velos con que envolvemos las cosas que no nos gustan, la pobreza, la soledad, el dolor, la tristeza y no nos animamos a afrontarlas. ¿Cómo rasgar esos velos y ver lo que hay detrás y que no es sino la certeza de que estamos hechos para vivir con y en los otros? ¿Cómo romper esa “ceguera” que dice ver pero no ve? ¿Cómo iluminar la mirada personal para ver la realidad desde la benignidad y la fraternidad?

                El difícil pasaje evangélico con que oramos esta semana pensamos que quiere decir algo de esto. Dice Jesús que él “sabe quién es el Padre”. Eso no puede ser un saber raro, esotérico, espiritual. Alude a una manera de saber la realidad distinta, espiritual, profunda, un conocer la realidad sin velos. La mirada de Jesús ha sido distinta porque su corazón ha sido distinto. No ha sabido ver sin velos porque era Dios, sino que por mirar la realidad, el corazón, directamente, sin velos, se ha ido pareciendo al Dios que nos comprende de manera honda, total, fraterna. Saber del Padre fue para Jesús el logro de una manera nueva de mirar a las personas y a las cosas. Por eso mismo, el corazón de la realidad se le abrió ya que comprendimos que nada teníamos que temer de quien nos mira y ama como somos, sin ninguna clase de velos ni ocultamientos.

 

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Texto:

 

                54Jesús contestó:

                -Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", 55aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera "no lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. 56Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensado ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría.

                        57Los judíos le dijeron:

                -No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?

                        58Jesús les dijo:

                -Os aseguro que antes que naciera Abrahán yo soy.

                        59Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

 

 

 

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Ventana abierta:

 

 

            Esta es la carátula de la última película del iraní Abbas Kiarostami. Puede parecer un poco rollo, como todas las suyas, pero es una gran parábola sobre la cantidad de velos, ocultamientos, maneras escondidas que tenemos para no afrontar la relación de un modo directo y sencillo. Hacemos mil “copias” de la realidad abandonando el “original”, la vida simple y directa. Con ello, nuestros caminos se oscurecen y entenebrecen perdiendo su brillo y su atractivo. Es preciso recuperar lo directo, lo sencillo, lo elemental para no caer prisioneros de ningún velo.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes viven en modos sencillos y directos; gracias por quienes van quitando velos de su vida y así viven con más gozo; gracias por quienes caminan con verdad y sencillez en los caminos diarios.

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Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús dice que desde antes de que existiera Abrahán, desde siempre, el “es lo que es”. La expresión bíblica quiere decir que Jesús desvela hoy en nuestra vida la verdad del Padre. ¿Cuál es esa verdad? Que el Padre nos mira sin velos, nos comprende como somos, nos acompaña cualesquiera que sean los derroteros de nuestra vida, nos acoge más allá de nuestros males y pecados, nos aguarda incansable a que le abramos la puerta del corazón, ha apostado por nosotros y no nos va a abandonar nunca (aunque nosotros no lo sintamos cerca, él está ahí). Esa es su “verdad”. Jesús nos lo ha hecho ver.

                Oramos: Gracias, Jesús, por hacernos ver al Padre que nos acoge; gracias, Jesús, por habernos enseñado la certeza del Padre que nunca dejará de acompañarnos; gracias, Jesús, por animarnos a vivir la realidad de un Dios siempre de nuestro lado.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Mirando nuestros caminos humanos nos quedamos atónitos: nos damos cuenta de que nos enredamos, nos “envelamos”, nos ocultamos, trampeamos, mentimos y nos mentimos, y, sin embargo, persistimos en ese camino que no lleva a nada. Somos como aquellos compatriotas de Jesús que en lugar de animarse a una vida abierta y luminosa, cogieron piedras para tirárselas a quien les empujaba en la dirección de la luz. Un raro misterio de terquedad y de destrucción. Nos vemos reflejados y avisados en ellos.

                Oramos: Que tengamos valor para no ir en la senda de lo negativo y viremos a la luz; que no nos ciegue el mal y nos atraiga el bien; que nos bajemos del burro de nuestra terquedad y nos apeemos de los caminos que llevan al egoísmo.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                El trabajo orante que vamos haciendo, la comunicación, las convivencias, los encuentros personales, las pequeñas noticias que nos damos, el ánimo que nos transmitimos para la vida y para la fe son maneras sencillas de ir quitando los “velos” de la vida, haciendo así nuestra existencia más luminosa y gozosa. Son los indudables beneficios de la comunidad virtual, más allá del cultivo explícito de la espiritualidad.

                Oramos: Que nos ayudemos de maneras sencillas; que nos acompañemos en modos cotidianos; que no menospreciemos los pequeños gestos que nos llevan a la luz.

 

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Poetización:

 

Logró vivir sin velos,

sin trampas,

sin ocultamientos,

sin razones falsas,

sin prejuicios,

sin máscaras,

sin mitos.

La luz anidó en él

y la simple verdad.

cuando decía

que “sabía de Dios”,

eso quería decir

que la luz del Padre

se había instalado en su vida;

que la comprensión del Padre

era la suya

y  que la apuesta del Padre

era su misma apuesta

por nosotros.

Vio con claridad,

iluminó con la luz de su corazón,

alumbró caminos nuevos,

aclaró dudas que corroen,

buscó la lucidez y la contagió,

fue clarividente porque amó a tope,

resultó ser amigo de toda luz.

Por eso hoy,

cuando nos envuelven los velos

él nos ayuda a rasgarlos

para animarnos

al esforzado,

continuado,

y apasionado esfuerzo

por comprender la realidad,

las personas,

desde el simple amor.

 

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Para la semana:

 

                Procurar vivir en una sinceridad elemental sin enredarse en velos que no llevan a nada.

 

 

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