Juan 28
CVJ
Domingo, 10 de enero de 2010
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
28. Jn 6,22-27
Cuando se escucha la palabra "generosidad" todos echamos la mano a la cartera, para ponerla a buen recaudo. Porque no es fácil que este valor encaje bien con los planteamientos economicistas de nuestra sociedad. Pero la generosidad no es sólo cuestión de dinero: es cuestión de tiempo, de prestar atención, de acompañar, de interesarse, de acercarse, de compartir, de caminar juntos, de hacer propio el dolor ajeno, de imaginar a la vez, de valorar como propias las situaciones ajenas. En definitiva, la generosidad es una manera distinta de mirar a la realidad y a las personas, aquella que las ve en honda relación con lo que yo soy. Es ingenuo decirlo: pero muchas de las situaciones que afligen el camino humano se suavizarían muchísimo con el lubricante de la generosidad. Más aún: los comportamientos generosos abren la puerta del corazón de muchas personas.
No ha de extrañar que el Evangelio apele muchas veces a la generosidad como remedio para las duras situaciones de la vida. La multiplicación de los panes había sido más que una invitación un desafío de generosidad. Según el texto que leemos hoy, la gente no lo ha entendido así: buscan a Jesús porque su propuesta les ha llenado el estómago y quieren seguir gozando de ese privilegio sin tener que poner nada de lo suyo, de sus cosas y actitudes. Jesús les quiere hacer ver que "la vida definitiva" que él da pasa por el cambio de estructuras personales y sociales. Y éstas, según él, difícilmente se darán si no funciona el dinamismo de la generosidad. Así es, ésta es más que una virtud, es una fuerza, un empuje, un valor básico. Volver sobre la generosidad es volver sobre las raíces del Evangelio y sobre los trasfondos del sueño de Jesús. Éste, la fraternidad ente las personas y con las cosas, nunca podrá lograrse si la generosidad no impulsa los caminos humanos. Pretender ser seguidor/a de Jesús sin generosidad es prácticamente imposible.
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Texto:
22Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una barquilla y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. 23Entre tanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan (sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias). 24Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
25Al encontrarlo en la otra orilla del lago le preguntaron:
-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
26Jesús les contestó:
-Os lo aseguro: me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido pan hasta saciaros. 27Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura dando vida definitiva, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el padre Dios.
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Ventana abierta:
En la foto una madre mira a su hija enferma con trastorno bipolar. Es el vivo reflejo de tantas madres que, desbordadas y acongojadas, se hacen cargo de los enfermos, dejan sus trabajos para dedicarse a cuidarlos, se encierran de por vida con el hijo en el domicilio familiar, lugar con frecuencia de muy difícil convivencia. Son imagen de la generosidad oculta, la más dura y la más hermosa de todas las generosidades. Sin ellas, la sociedad se colapsaría y no habría manera de salir adelante. Posiblemente poca gente les reconoce su aportación, pero son decisivas.
Oramos: Gracias por toda persona que es generosa en lo oculto; gracias por quienes siguen en la brecha de la entrega; gracias por quienes andan los caminos difíciles de los débiles.
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Desde la persona de Jesús:
Dice el texto que el Padre ha marcado a Jesús con su sello. ¿Qué dice el sello de Dios? Según Jn 3,33, la inscripción de sello de Dios reza: "Dios es leal", que es lo mismo que decir: Dios es siempre generoso, por encima de cualquier debilidad histórica. Una generosidad, la de Dios, terca, entregada, más allá de agradecimientos o desdenes. Esta generosidad increíble es la que hace que Jesús pueda dar vida definitiva. Esta clase de generosidad sin espera de premio, aplauso o recompensa es con la que el seguidor/a de Jesús puede hacer algo en el ambiente en que se mueve. Por eso, la generosidad no es solamente una virtud, sino una fuerza y la señal de que se va entendiendo el planteamiento de Jesús. Creer en él siendo tacaño no es posible.
Oramos: Te damos gracias, Señor, por Jesús, generoso incansable con el camino humano; te damos gracias por su estar de nuestro lado, más allá de nuestra incomprensión; te damos gracias por su generosidad derramada sin mirar a quién.
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Ahondamiento personal:
El problema de la multitud, según este pasaje, es saciarse. Para saciarse emplea el camino de comer: comer mucho, siempre, tener asegurada la comida, lo que nos mantiene en pie en nuestro lado físico. Eso, evidentemente, es necesario. Pero no es suficiente. Hay "otras necesidades", como decía Ellacuría: la necesidad de respetarnos en nuestros derechos humanos, la necesidad de la libertad, de las nuevas relaciones con la naturaleza, la necesidad de ser amados-abrazados-amparados. No son necesidades menores. La vida sin ellas se vería abocada al fracaso. Cualquier cosa que se haga por colmar esas hondas necesidades nos coloca en la línea del Evangelio.
Oramos: Que colmemos la necesidad de amparo y ternura; que colmemos la necesidad de dignidad; que colemos la necesidad de silencio y contemplación.
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Desde la comunidad virtual:
En nuestro grupo virtual podemos enseñarnos la generosidad en maneras sencillas: estando ahí, aun en la distancia; orando juntos, o separados, en una comunión de Evangelio que traspasa fronteras; en los pequeños momentos de cercanía y de interés por la situación de vida de los demás; en el disfrute de los gozos pequeños de la vida y de la fe; en las convivencias que hacemos y que nos acercan los unos a los otros. Cualquier manera es buena para ser generosos. Si las ponemos en práctica seremos los primeros beneficiados. Es así: la generosidad engendra generosidad con todos y también con el donante.
Oramos: Que creamos en la importancia de los detalles generosos; que nos acerquemos con gusto a la vida de los demás; que nos ayudemos en cosas sencillas que confortan el alma.
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Para orar:
Señor, ayúdame a buscar en primer lugar tu voluntad. Libérame de las preocupaciones sofocantes de la vida cotidiana. Concédeme la serenidad de los lirios del campo y de los pajarillos, que no se angustian por su supervivencia.
Hazme generoso, Señor. Haz que piense antes en los otros que en mí mismo. Concédeme el discernimiento necesario para realizar cada vez elecciones justas.
Señor, me gustaría ser capaz de dar testimonio de ti, de llevar tu Palabra a los hombres en el mundo en el que vivo. Pero me atosigan las dificultades, tengo demasiado miedo a no salir bien del envite, soy tímido y me falta seguridad. Hazme comprender que el éxito no depende de mis capacidades, sino de tu voluntad.
Concédeme el don de la sencillez, Señor, para que sepa encontrar lo esencial y no me disperse en mil revuelos de actividades superfluas.
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