Mateo 157
Domingo, 25 de enero de 2009
EL SUEÑO QUE TOCAN NUESTRAS MANOS
Plan de oración con san Mateo
157. Mt 28,16-20
Introducción:
Una de las maneras más humanas de decir cuál es el sentido de la vida es ésta: la vida humana consiste en acompañarnos. La radical soledad que anida en el corazón de la existencia, más las soledades añadidas, muchas, pueden ser mitigadas, reorientadas, incluso en parte asumidas, mediante la honda terapia del acompañamiento. Acompañar, lo hemos dicho otras veces, no es, únicamente, dar un poco de tiempo, de alegría, de compañía, a una persona en debilidad. Es hacer caminos juntos, andar proyectos comunes, compartir el fondo de las penas y de las alegrías. Acompañar requiere tiempo, mirada compasiva, certeza de la propia y ajena dignidad, sentimientos hondos compartidos. Acompañarse es un modo de gran hondura de decirnos la más hermosa de nuestras metas históricas. Quien sabe de acompañamiento, sabe de humanidad. La persona experta en acompañamientos termina siendo experta en el sentido de la vida.
Es que cuando el texto evangélico quiere hablarnos en modos profundos de la resurrección recurre e las palabras del acompañamiento. El resucitado no podía decir a sus seguidores/as, cariacontecidos, de manera más honda y cálida que vivía con ellos que ésta: estoy con vosotros cada día. Lo que quiere decir: hago mi camino con vosotros; por eso, nunca penséis que vuestra soledad es señora de vuestra vida. Estoy con vosotros/as cada día; vuestros afanes, trabajos, sueños y búsquedas no caen nunca en el olvido. Estoy con vosotros/as cada día; podéis dar rienda suelta a vuestra alegría, por encima de penas y de congojas. ¿Comprendieron los discípulos/as lo que Jesús les quería decir? Si así fue, seguramente que su corazón se llenó de profunda paz, de aliento, de osadía incluso. Si no comprendieron, tal vez intuyeron que Jesús les llamaba a hacer camino. Con eso era suficiente.
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Texto:
16Los doce discípulos fueron a Galilea al monte donde Jesús les había citado. 17Al verlo se postraron ante él, los mismos que habían dudado. 18Jesús les habló así:
-Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra. 19Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos para vincularlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo 20y enseñadles a guardar todo lo que os mandé; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad.
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Desde un acontecimiento:
En realidad, esta foto no es ningún acontecimiento. Es algo que lo vemos cada día, cada noche, en las grandes ciudades. Personas que, por lo que sea, se han descolgado del carro de la sociedad y viven fuera de los filtros sociales. Están al margen y no hay solución para ellos. Su tremenda soledad es el rostro visible de la total soledad humana. Habría que mirarlos con benignidad, como quien se mira al propio interior y descubre la soledad que le compone. Habría que echarles una mano, si se puede. O al menos, agradecer a Dios, a quienes viven contigo, el "simple" hecho, la suerte, de tener quien acompañe y mitigue nuestra soledad.
Oración: Que miremos con benignidad las soledades humanas; que comprendamos a quienes están heridos porque no saben salir de sus soledades; que agradezcamos a quienes nos sostienen y animan en nuestras constitutivas soledades.
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Desde la persona de Jesús:
Jesús dice en este texto que estará con sus seguidores/as acompañando sus soledades cada día, día tras días, siempre. Este detalle revela la fidelidad y tenacidad de Jesús, su honda fraternidad, para no abandonar nunca, por ninguna causa, el camino humano. En esa fidelidad se basa nuestro aliento creyente. Percibir a un Jesús como acompañante tan fiel habría de sembrar equilibrio y gozo por la vida incluso en situaciones adversas. Que el sosiego envuelva nuestros días, aunque, a veces, se vean sacudidos por fuertes turbulencias.
Oramos: Gracias por Jesús, acompañante fiel; gracias por Jesús, hermano que nunca se marcha de nuestros caminos; gracias por Jesús, sabedor de cada uno de nuestros pasos.
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Desde posturas personales:
El texto afirma que el resucitado en Galilea se acercó a sus discípulos. No hay posibilidad de comprender en hondura el tema del acompañamiento si no se hace un continuo acercamiento a la realidad de las soledades históricas. Acercarse supone benignidad, mirada limpia, comprensión inagotable, deseo de verdad, afán de conectar con el subsuelo de la persona. Sin estos componentes el acercamiento es imposible. Y sin él, no hay manera de intuir la hermosa tarea de acompañar.
Oramos: Que tengamos mirada limpia cuando apuntamos al corazón de la persona; que no nos dé miedo bajar a los sótanos de lo humano; que el afán de verdad sea también camino de acompañamiento en nuestras vidas.
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Desde la comunidad virtual:
Hoy terminamos nuestro largo recorrido con Mateo. Seguramente que podemos destacar un buen número de cosas positivas. Pero una manera global de decir lo bueno que nos ha ocurrido es ésta: nos hemos acompañado. Más o menos, pero con buen corazón, con buenos deseos, nos hemos acompañado. Hemos hecho un largo trecho con Mateo, un trecho común, en gran medida compartido. Nos hemos acompañado. A lo largo de estos años nos hemos sentido comunidad, dicho, muchas cosas. Nos hemos acompañado. Un hermoso trabajo de oración con Mateo y un trabajo, no menos hermoso, de acompañamiento. Para agradecerlo en el fondo del alma.
Oramos: Gracias, Señor, por habernos dado hermanos/as que nos han acompañado; gracias por los caminos orante compartidos; gracias por los caminos de vida compartidos.
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Poetización:
No era fácil,
ni siquiera para el resucitado,
hacerles ver
qué suponía
la fuerza nueva
que brotaba
de la fuente de la resurrección.
Por eso, Jesús,
se lo dijo de forma simple:
yo os acompaño,
yo estoy con vosotros,
yo os sostengo,
yo os reconstruyo.
Más aún,
les dijo:
cada día,
todos los días,
en toda circunstancia,
por encima de avatares,
más allá de temblores,
pasando por encima del miedo.
¿Lo entendieron?
Tal vez no
porque su temor era enorme,
porque la herida de la muerte vergonzosa
estaba todavía fresca.
Pero algo les decía dentro
que su honda soledad
estaba tocada de muerte,
que había quien compartiera
sus caminos pesarosos,
que la oscuridad del alma
podía recibid una luz.
Percibieron
la resurrección
como un vigor,
como un dinamismo,
como un empuje.
No ha de extrañar que, luego,
se lanzaran al ancho mar,
al océano de las grandes ciudades,
a la cueva del lobo de un mundo extraño.
Si Él estaba con ellos,
todo terminaría bien.
Nunca les abandonó
esa convicción...
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