Mateo 154
154. Mt 27,62-66
Introducción:
Observamos en el comportamiento humano una defensa a ultranza de valores, posiciones, ideas. Cuando es “a ultranza”, mala señal. La defensa a ultranza de las ideas esconde, con frecuencia, un inmovilismo. La defensa a ultranza de una religión esconde, muchas veces, un fanatismo. La defensa a ultranza de una cultura encierra, no pocas veces, una cerrazón pueblerina. Y así sucesivamente. Defenderse con uñas y dientes es síntoma, con frecuencia, de debilidad. Sería mejor mantener una actitud de apertura, de acogida, de amplitud, de mirar en la dirección del otro.
Es que el texto que tenemos para esta semana es una especie de defensa a ultranza. Tampoco los Evangelios se ven libres de eso. Se defiende a ultranza la resurrección de Jesús. Y para ello se construye un relato imposible: que Pilato puso una guardia ante el sepulcro de Jesús, de un malhechor. Los guardias se constituyen en “argumento” de la verdad de la resurrección. Luego, en 28,11-15 se completará el asunto diciendo que los guardias fueron sobornados. Son argumentos toscos para una gran verdad. Podrían haber usado, por ejemplo, aquel argumento del Cantar de los Cantares: “el amor es más fuerte que la muerte”. Porque el amor es la mejor “defensa” de la resurrección, ya que el amor es capaz de traspasar las fronteras de la misma muerte. De hecho, el pagano Flavio Josefo lo usará cuando diga que “quienes lo habían amado desde el principio dijeron que estaba vivo”. Un amor que traspasa las fronteras de la muerte. Ese es el mejor argumento para creer que al Jesús pobre y muerto que se deposita en el sepulcro le va a acompañar la vida de manera inseparable.
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Texto:
62A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos acudieron en grupo a Pilato 63y le dijeron:
-Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor, estando en vida, anunció: “A los tres días resucitaré”. 64Por eso manda que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, roben el cuerpo y digan que ha resucitado de la muerte. La última impostura sería peor que la primera.
65Pilato contestó:
-Tomad una guardia; id y asegurad la vigilancia como ya sabéis.
66Ellos fueron, sellaron la losa y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.
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Desde un acontecimiento:
La foto recoge el momento en que un periodista de Irak ha tirado a Bush sus zapatos y le ha llamado “perro”. Es, ciertamente, una falta de respeto. Pero la escena refleja el menosprecio hondo de un país hacia el tirano insensato que ha llevado muerte y desolación a esa tierra y, encima, se presenta como líder de paz diciendo que tal guerra era necesaria, cuando todos sabemos que ha servido a sus propios intereses. Las defensas a ultranza, y más cuando esconden intereses inhumanos, siempre tendrá alguna voz que la desenmascare, que la ponga en su sitio. No se apaga en la tierra el sentido de la justicia.
Oramos: Te agradecemos, Señor, la profecía que denuncia las injusticias; te agradecemos que las defensas a ultranza no tengan la última palabra; te agradecemos que la verdad prevalezca sobre la mentira.
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Desde la persona de Jesús:
Según el relato, los sumos sacerdotes y los fariseos llaman a Jesús “impostor”. La impostura era la suya: la defensa de sus intereses religiosos y económicos a costa del sufrimiento de los pobres. El sistema vende la mentira como verdad y la verdad como mentira. Pero el sistema no tendrá la última Palabra. El silencio mortal, nunca mejor dicho, de Jesús desenmascara la impostura de quienes califican a cualquier liberador de impostor. El triunfo del mal, digan lo que digan, tiene los días (o los siglos) contados.
Oramos: Te alabamos por Jesús, “impostor” que no lo es; te damos gracias porque ha desenmascarado al poder, aun al precio de su propia vida; te bendecimos por el valor audaz de Jesús que nos alienta.
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Desde actitudes personales:
Los fariseos usan la guardia para asegurar el sepulcro. Creen que , con medios coactivos, van a terminar por imponer su voluntad. Quien se siente débil por dentro siempre estará tentado de usar la coacción para el logro de sus propósitos. Quien tiene la certeza de estar en un camino de humanidad no necesita coaccionar a nadie. Usar la coacción es la manera de decir que se andan los extraviados caminos de la defensa a ultranza. Además, la coacción es planta del jardín de la violencia y lleva a ella. Por ello, el Evangelio la cuestiona radicalmente.
Oramos: Que no coaccionemos, sino que amemos pacientemente; que no impongamos, sino que esperemos todo el tiempo necesario; que no abrumemos a nadie, sino que nuestra actuación sea libre y liberadora.
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Desde la comunidad virtual:
Donde hay fraternidad no hace falta defensa. La mejor defensa es el aprecio y el cariño del otro/a. Por eso, los sumos sacerdotes y fariseos que se defienden demuestran que están en el mayor de los desamparos. Sin hermanos. En nuestra comunidad virtual nadie tiene que defenderse porque sabe que cuenta, a priori, con el amparo del otro. Mientras este amparo esté ahí, vamos por buen camino. Habríamos de ir tejiendo una red de pequeños amparos que supondrían una preocupación más cercana y real por las personas de la comunidad que conocemos. Miremos en dirección unos de otros/as, y seguro que brotará el amparo.
Oramos: Que no cese nuestra preocupación por el otro/a; que nos acerquemos a los caminos del otro/a; que nos interesen los derroteros humanos de quienes me son cercanos/as.
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Poetización:
Quisieron defender a ultranza
el atropello que habían cometido.
Por eso,
pidieron la guardia.
Creían que aquellos hombres armados
eran la garantía de su verdad.
No se daban cuenta
de que aquel hombre,
injustamente afrentado y muerto,
que yacía en el silencio
era su mejor aliado.
Pusieron la guardia al sepulcro
cuando la tendrían que haber puesto
a su propio corazón
para percibir el camino errado
de su defensa a ultranza.
Pero también sus discípulos
que inventaron este relato
tenían que haber puesto guardia a su corazón.
tendrían que haber entendido
que construir un relato defensivo,
apologético,
no era el camino de mostrar
la verdad de la resurrección.
Si hubieran puesto el acento
en el amor
habrían acertado.
Habrían entendido
aquello del Cantar:
el amor es más fuerte que la muerte.
Habrían sabido
lo que más tarde supo
el pagano Flavio Josefo:
que el amor traspasa
las fronteras de la misma muerte.
El amor habría sido
su mejor argumento.
Y nosotros,
que leemos hoy esta historia,
tendríamos que saber
que las defensas a ultranza
son prueba de debilidad,
mientras que el amor que ampara y abraza
es prueba de verdad.
Tan simple la cosa…
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