Adviento 2008
CONTRA TODO DESALIENTO
Retiro en el Adviento de 2008
El pajarraco del desaliento, siempre revoloteando sobre nuestras vidas, quizá haya alzado últimamente el vuelo, dado lo que vemos que pasa en la sociedad y en la misma Iglesia. La percepción de que la gran mayoría de los ciudadanos caminan por la senda del más indiscernido consumo (darse una vuelta por las grandes superficies comerciales), la evidencia de que nuestras asambleas cristianas están constituidas mayoritariamente por personas de alta edad con pocas posibilidades de cambio (así lo confirman las encuestas últimas, como la Bertelsman) pueden ser campo abonado para dejarse llevar por el adormeciente runrún del desaliento.
Las reacciones lógicas: cerrar los ojos y vivir “como siempre”; aferrarse a lo más tradicional como bastión de sentido; dejarse atrapar por un desasosiego que no muestra ninguna salida; quedarse perplejo ante la evidencia de “ya no nos necesitan”. Reacciones, todas ellas, del jardín del desaliento.
La fe cristiana quiere ser, entre otras cosas, una mística contra el desaliento, contando, claro está, con los datos de lo que nos ocurre. Es una mística de resistencia lúcida, de valor interno para poner la otra mejilla a la dura realidad y persistir en la búsqueda. El Evangelio quiere ayudarnos a estar ahí, en la vida, en la fe, con lucidez, sabiendo encajar lo mejor posible lo que nos cae encima, con esperanza y abiertos a las posibilidades, siempre creíbles, de un nuevo horizonte.
El Adviento, tiempo siempre de esperanza, es marco propicio para el cultivo de una espiritualidad que haga frente al desaliento. Es tiempo para volverse más sobre uno mismo, sobre las propias raíces, para renacer cada día con fuerza, sin tirar la toalla, descubriendo pequeños motivos de ánimo. Y, dado que el Adviento es tiempo que prepara la Navidad, en ella tenemos la confirmación de nuestra esperanza, la palabra de Jesús, hecho vida, que nos dice que esperar por encima de cualquier desesperanza no es un contrasentido. Que el Adviento de este año sea una ayuda, siquiera modesta, para no sucumbir a ese pájaro de mal agüero que es el desaliento.
1. Tres poemas
Vamos a comenzar, como en otras ocasiones, entonándonos recurriendo a la poesía. Ella nos ilumina no poco. Primeramente propondremos un poema de J.J.Borges, bello por cierto, que vamos a leer, reflexivamente, “contra él”, acogiendo lo que afirma pero diciendo: hay otra manera de enfocar la realidad, nuestra vida encierra, en su debilidad, posibilidades de vivir en una búsqueda sensata y razonable de la dicha, de la felicidad, del sentido. El tal poema lo titula “Remordimiento”.
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
- Ciertamente, no haber logrado la felicidad, es una pérdida, un fracaso, si se quiere, más que un pecado. Pero quizá haya todavía otro fracaso mayor: creer que esa felicidad me está ya vetada, que no hay nada que hacer, que hemos perdido toda oportunidad. La vida, la fe, muestran que hoy es nuestra hora y que siempre hay posibilidad de dar un paso en dirección de la dicha.
- Por eso, no nos sepultarán los glaciares del olvido, no nos arrastrará el vendaval de los días. Y esto lo sabemos por dos razones: porque siempre habrá algún corazón que nos acoja y, sobre todo, porque sabemos que en el corazón del Padre y de Jesús caben todos los nombres. Nunca nos perderemos en el silencio y la oscuridad.
- Es cierto que todos/as fuimos engendrados para la dicha, para el gozo. Es una verdadera blasfemia acusar a Dios de habernos puesto en un exilio, en un valle de lágrimas. Hemos sido creados para la dicha, siquiera modesta y limitada. Por eso, hay que reinventar el juego que hace aflorar la sonrisa, hay que disfrutar con la tierra y sus cambios, con el agua y su frescura, incluso con el fugo, con lo arriesgado, y su fuerza. ¿Cómo vamos a ser dichosos si no amamos esta tierra?
- Es cierto que hemos perdido mucho tiempo, que nos hemos entretenido en tejer naderías. Es cierto que miles de desvelos y de disgustos no han servido para nada. Es cierto que no podemos controlar ya nuestro pasado, pero sí nuestro futuro. Y, desde hoy en adelante, podemos orientar mejor nuestra vida a la dicha, al gozo, a la fraternidad.
- Por eso, podemos alejarnos de esa sombra, pertinaz, pesada, gris, triste, de que hemos sido unos desdichados, cuando, en realidad, hemos sido, somos, unos afortunados, aunque nuestra fortuna sea más la de un corazón que ama que la de muchos bienes acumulados.
El otro poema es un conocido texto de Casaldáliga que tiene un aliento distinto, que, partiendo, de la evidente pequeña y pobre realidad, no cede, resiste y cree que hoy mismo podemos encontrar motivos para el aliento. Se titula “Nuestra hora”:
Es tarde
pero es nuestra hora.
Es tarde
pero es todo el tiempo
que tenemos a mano
para hacer futuro.
Es tarde
pero somos nosotros
esta hora tardía.
Es tarde
pero es madrugada
si insistimos un poco.
- No podemos evitar la certeza de que “es tarde” para muchas cosas, que han pasado muchos trenes por el andén de nuestra vida. Pero singuen pasando: siempre hay pequeñas oportunidades. La cuestión está en animarse a aprovecharlas.
- Puede parecer que tenemos ya, por nuestra edad o situación vital, pocas oportunidades. Pero con ellas podemos construir un futuro mejor, distinto, algo nuevo. Además, seamos realistas, es todo el tiempo que tenemos a la mano. Es cuestión de aprovecharlo.
- Por otra parte, somos los que somos, en la sociedad, en la Iglesia. No podemos pretender ni rabiar porque no todos son como nosotros, porque nos veamos en minoría, porque nos encontremos “siempre los mismos”. El éxito de la vida y del seguimiento de Jesús no estriba, por suerte, en el número, sino en el amor.
- Puede ser “madrugada”, puede haber siempre pequeñas oportunidades, si “insistimos un poco”, si no cejamos en el empeño de lograr una vida más fraterna y más evangélica. Adviento es una llamada a este afán; la Navidad la confirmación real de que los caminos pobres que construyen la vida (como el de Jesús) tienen sentido.
Y terminamos con el tercer poema, verdadero regalo, de Silvio Rodríguez que se titula “Sólo el amor”. Ahí está el quid, el motor de toda espera, la fuerza para alejar de manera determinante el desaliento en nuestra vida:
Debes amar la arcilla que va en tus manos
debes amar su arena hasta la locura
y si no, no la emprendas que será en vano
sólo el amor alumbra lo que perdura
sólo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos
debes amar la hora que nunca brilla
y si no, no pretendas tocar lo yerto
sólo el amor engendra la maravilla
sólo el amor consigue encender lo muerto.
· Amar la arcilla, he ahí el trabajo y la clave del éxito. No despreciar la vida por ser tan poca cosa, no menospreciar las pequeñas aportaciones, creer en la fuerza de los pocos. Sólo el amor convierte en milagro el barro.
- Amar los intentos, porque tienen un valor en sí mismos, aunque parezca que se pierden. Es la única manera de que “lo yerto”, lo pobre, lo desconocido, lo irrelevante, se encienda, tenga un valor.
2. La luz de la Palabra: Jn 1,1-18:
El texto que proponemos para la oración y la reflexión es un texto más “navideño” que de Adviento (de hecho, se lee el día de Navidad y su octava”. Pero puede sernos útil para construir una mística contra todo desaliento.
1En el principio y existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
3Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
4En la Palabra había vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
6Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
7éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
8No era él la luz,
sino testigo de la luz.
9La Palabra era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre.
10Al mundo vino y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
11Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.
12Pero a cuantos la recibieron,
les da capacidad para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre.
13Éstos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal,
ni de amor humano,
sino de Dios.
14Y la Palabra se hizo carne,
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
15Juan da testimonio de él y grita diciendo:
- Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo».
16Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia: 17porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
18A Dios nadie lo ha visto jamás:
El Hijo único, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer.
- Normalmente en este texto, por eso es “navideño” se subraya el v.14: la Palabra ha acampado entre nosotros. La liturgia de Navidad celebra esta presencia de Dios, a través de Jesús, en la historia. Esto, claro está, es cierto. Es el gran motor de nuestra mística cristiana. Pero existe el peligro de alabr a Dios por ello, de celebrar la gloria de Jesús, de admirar los mecanismos de amor del Padre y quedarse ahí. Hay que pensar que el Evangelio no pide aplausos, sino seguimiento; no pide alabanzas, sino maneras concretas de seguir a Jesús.
- Por eso creemos (y de alguna manera esto se puede sostener hasta desde el punto de vista textual) que el acento real de la mística de este prólogo joánico recae sobre el v.12: Dios ha dado a la persona la capacidad para ser hijo de Dios, para llegar a la plenitud, para anhelar la dicha, para soñar con la fraternidad. Esa capacidad está sembrada en el corazón de cada persona, de cada realidad creada. Por la encarnación de Jesús sabemos que esto es así, que es más que un mero deseo, que es una verdadera realidad. Por eso toda persona, toda realidad creada, es digna, lleva el sello del padre que le ha destinado a la filiación, a la plenitud.
- Si alguien dijera: Sí, esto es hermoso, pero ¿cómo acercarse a horizonte, cómo conseguir tocar la dicha con nuestras manos? La respuesta de san Juan es clara: lee lo que sigue, acoge la propuesta de seguimiento que se te hace en el Evangelio, apúntate a una vida adherida a Jesús, creyente en el Evangelio, y las posibilidades de vivir en dicha, lejos del desaliento son reales. Por eso, de alguna forma, el desaliento es el rostro de la no fe, de la increencia, de la no adhesión. Por el contrario, el coraje, la resistencia, la esperanza mantenida por encima de debilidad, la tenacidad sosegada, el vigor, el tono vital positivo, son síntomas de adhesión a Jesús, de fe.
- Dios ha sembrado en nosotros la capacidad para la dicha; tenemos la posibilidad de construir un camino humano; toda realidad creada tiene dentro el germen de Dios que se traduce en la divinidad; esta historia nuestra no puede quedar en el desamparo; siempre existen posibilidades de crecer en dicha, sentido, gozo y comunión. Así podríamos formula las certezas que se desprenden del aserto joánico: les dio capacidad de ser hijos de Dios.
4. Ahondamiento:
Podemos proponer como temas de reflexión y de ahondamiento algunos puntos en conexión con esta espiritualidad:
- Jesús sigue atrayendo: Quizá el desaliento nos viene porque percibimos la pérdida de atracción de la Iglesia, de lo religioso en modos oficiales, de la práctica religiosa. Pero el hecho es que Jesús, su persona y sus valores, siguen atrayendo. No pasa de moda la persona de Jesús. Siempre mantiene un verdor, una novedad. Hay muchos indicios (libro de Pagola).
- El Evangelio sigue hablando a nuestra sociedad: Aunque emplee lenguajes no religiosos: la bondad de muchas personas, la entrega de misioneros/as, la tenacidad de quienes están en las trincheras de las pobrezas.
- Las comunidades cristianas siguen animosas, aunque, a veces, en modos ocultos: Nadie se entera, pero en cualquier parte de la ciudad, en cualquier asa, en lugares del campo, muchos fines de semana, cristianos de toda índole se vuelcan al Evangelio, intentan beber las aguas de Jesús. A veces salen algo a la superficie (forum de jóvenes), las más se mantienen en lo oculto.
- No mueren los anhelos de una fe distinta: Porque es cierto que los caminos nuevos de experiencia cristiana arrastran sus contradicciones, pero ese deseo de algo más próximo a lo de Jesús, más simple, más fraterno, más tocando la vida, no muere en muchos cristianos/as.
- No se apaga tampoco el anhelo de una Navidad distinta: No sobre todo distinta en las formas religiosas, sino en los contenidos sociales. La pregunta por las situaciones del débil rebrota en Navidad. Y hay quien le hace un sitio, experimentando, con sorpresa, que eso le reporta más sentido y alegría que las prácticas (religiosas o sociales) de una Navidad al uso.
5. Derivaciones:
Tratando de tocar lo concreto, terminamos con una serie de derivaciones que pueden enriquecer la reflexión personal:
- Es necesario encajar con sosiego la realidad de una sociedad que necesita cada día menos a los cristianos: Porque quizá no nos necesita en nuestros caminos meramente religiosos, pero se mantiene la necesidad del sentido, de la acogida, del amparo, del corazón sostenido. Y ahí tal vez sí se puede hacer camino.
- Es verdad que hay una iglesia oficial encastillada, involucionista y con peligros fuertes de un cierto fanatismo religioso, pero también es cierto (todos somos iglesia) que no se agostan los veneros de una experiencia creyente más libre, más aireada, más gozosa, más en contacto con una sociedad secular a la que se mira con amabilidad.
- Puede parecer que la comunidad cristiana es, simplemente, un supermercado de lo religioso, pero hay personas (sacerdotes, laicos/as) que intentan pequeñas experiencias cristianas algo alternativas, que apuntan más al fondo que a las formas, que miran al corazón más que al mero cumplimiento.
- Puede llegar el desaliento por el envejecimiento del laicado e, incluso, porque algunas personas se anclan en un cierto fanatismo religioso, pero también es cierto que en los creyentes de edad descubrimos mucha generosidad, mucho deseo de hacer caminos en la novedad que se pueda, mucha fidelidad y acompañamiento a quien intenta otras sendas.
- Hay quien se desalienta por la lejanía enorme de los jóvenes al hecho religioso, como lo muestra la realidad y las encuestas. Pero no se puede ignorar que hay un laicado cristiano juvenil, minoritario, pero activo, anhelante de una Iglesia distinta, horizontal, fraterna, en igualdad y comunión.
- Existen muchos sacerdotes y cristianos/as tocados por el desaliento de las ocasiones perdidas para la revitalización de la vida cristiana, del perdón, por ejemplo. Pero siguen en la brecha de la búsqueda, intentando llenar de mayor sentido ciertas actuaciones con los que llamamos “alejados”, queriendo hacer conectar la cultura de hoy con el Evangelio, paliando los efectos devastadores del inmovilismo.
- Puede uno/a desalentarse porque la Eucaristía se mantiene renovada en el rito pero es poco efectiva en la causa de la justicia. Pero hay brotes de que esto pueda ser de otra manera. Las mismas eucaristías parroquiales insertan cada vez más el componente de la justicia en su discurso, en el apoyo a proyectos sociales, en la acogida a los interrogantes que nos vienen desde las pobrezas. El camino es aún largo.
- Hay quien se desalienta porque la doctrina social de la Iglesia, valiosa en muchos aspectos, no termina por ser eficaz, ya que carece de conexión cultural con el mundo de hoy. Sin embargo, y en no pocos casos, es de los pocos centinelas en esta sociedad de poderosos y de señores del dinero. No se acaban ni la lucidez crítica ni el sentido común, aunque ahora sea una hora “de invierno”.
- Hay creyentes que, tenaces, intentan generar experiencias nuevas de fe que tienen que ver con lo social, con los débiles, con los barrios periféricos de las ciudades. Hay mucho sembrador de humanidad desde el descubrimiento simple de que Jesús ha estado más preocupado por el sufrimiento humano que por el pecado.
- No pocos cristianos/as adultos sufren crisis de desaliento al ver que se van quedando “solos” en la práctica religiosa dentro de su propia familia. Pero también se percibe que muchos familiares, jóvenes y no tanto, se decantan hacia valores auténticamente evangélicos de solidaridad, amor, compromiso, generosidad con los débiles. El Evangelio vive de otra forma.
Conclusión:
Cuando se anima en este Adviento a no ceder ante el desaliento no se está empujado a un absurdo optimismo, sino a mantener viva la certeza de que la bondad sigue surgiendo en nuestra sociedad e incluso la misma fe, con otros rostros, está actuante también en el fondo de la vida de muchas personas. Si a ello se añade la certeza cristiana de que la Navidad confirma nuestro ánimo y lo sostiene, se puede entender que el Adviento sea un tiempo propicio para superar desalientos, para situarse en el terreno de lo posible, para no abandonar el horizonte de los sueños.
***
Oración:
1. Canto: Audición de la canción de S. Rodríguez
2. Oramos juntos:
Sé para nosotros, Señor, aliento ánimo, esperanza y cobijo, empuje y fortaleza, amparo y horizonte. Que nuestra necesidad te conmueva. Ayúdanos a ser, los unos para los otros, brazo en que apoyarse y palabra animosa. Te lo pedimos por JSCNS. Amén.
3. Reflexionamos:
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo comprenderás que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen, ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta, de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas …decir que extrañas, Decir que necesitas … decir que quieres ser amigo, Ante una tumba … ya no tiene sentido. Y uno aprende y aprende Y con cada día uno aprende.
(Silencio)
Jesús dice: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón: y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
4. Pedimos: (Pausadamente)
- Queremos confiar en tu Palabra…
- Sabemos que tú nos acompañas siempre…
- Has sembrado tu capacidad en las criaturas
- Nos llamas a la dicha de ser hijos e hijas tuyos…
- Nos llevas en tus manos…
- Queremos descansar en ti…
5. Canto final:
Oh, Señor, delante de Ti,
mis manos abiertas reciben tu pan.
Oh, Señor, espiga de amor,
llena mi corazón.
Y ENTRE TUS MANOS, OH, SEÑOR,
GUÁRDANOS, GUÁRDANOS,
DINOS LO QUE ES AMOR. (BIS)
Oh, Señor, sendero de amor,
mi alma en silencio escucha tu voz.
Oh, Señor, Maestro y Pastor,
dinos lo que es amor.
Fidel Aizpurúa Donazar
(Logroño)
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