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FIAIZ

Apocalipsis 22

CVA 

Domingo, 16 de febrero de 2014

 

BUSCAR LUZ

EN TIEMPOS OSCUROS

 Plan de oración con el Apocalipsis

 

22. Ap 1,4-8

 

Introducción:

 

                El trajín y follón que es, a veces, nuestra vida puede llevarnos a olvidar la perspectiva principal de la existencia humana: estamos hechos para amarnos. Hay a quien esto les resulta, por principio, inaceptable, visto el daño enorme que nos hacemos los humanos. Y quizá sea, en parte, así. Pero, vueltas las aguas al cauces de la sensatez, y mirando al fondo del corazón, algo nos dice que en, en realidad, estamos hechos para amar y que el horizonte de la historia no es otro que el amor. Desposeer a la existencia de esta perspectiva es reducirla a sus mínimas posibilidades, empobrecerla sin más. Por eso, conviene repetirse frecuentemente, sobre todo cuando las cosas vienen mal dadas: la persona, toda persona, está hecha para amar. Si ese pensamiento penetra al subsuelo de nuestra vida, el fruto será un fruto de humanidad y de gozo.

                Es que en el prólogo del Apocalipsis que leemos esta semana, se califica a Jesús como “el que nos ama”. Esa habría de ser la perspectiva de lectura de lo que ocurre, aunque sea doloroso: hay alguien que nos ama. El autor del libro abandonará muchas veces esa perspectiva para tomar la de la ira, la venganza, la destrucción amparándose, incluso, en Dios. Pero esa no será la perspectiva de lectura correcta: tendría que ser la del amor, la comprensión, la fraternidad, la benignidad. Desde ahí se podría entender muy bien el sentido de la vida y harían menos daño las circunstancias adversas. Al amor está llamada la historia y la creación.

 

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Texto:

 

                4Juan, a las siete iglesias de la provincia de Asia.

                Gracia y paz a vosotros de parte del que es y que era y que viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono 5y de parte de Jesús Mesías, el testigo fidedigno, el primero en nacer de la muerte y el soberano de los reyes de la tierra.

                Al que nos ama y con su sangre nos rescató de nuestros pecados, 6al que hizo de nosotros linaje real y sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos, amén.

                7Mirad, viene entre las nubes: todos lo verán con sus ojos, también aquellos que lo traspasaron, y plañirán por él todas las razas de la tierra. Así es. Amén (Dn 7,13; Zac 12,10-14).

                8Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es y que era y que viene, el soberano de todo.

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La luz de la vida:

 

 

 

            Este esquema sobre la evolución del cosmos descubierto estos días habla de que, en as primeras milésimas de segundo hubo una explosión expansiva. Estamos hablando de 13.800 millones de años. Ningún científico dice que en esa explosión inicial, tan decisiva, estaba ya la orientación del cosmos hacia el amor pleno. Sería risible plantearlo así. Pero, en realidad, eso era lo que latía en aquel primero y formidable estallido: la vocación a amar y ser amado.

                Oramos: Gracias por nuestra vocación a amar y ser amados; gracias por el amor que subyace a todo; gracias porque todo ser está inmerso en una dinámica de amor.

 

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La  luz que es Jesús:

 

                Cuando dice el texto que a Jesús han de darse “gloria y poder” es preciso salirse de la mera fórmula ritual: hay que darle la gloria del amor que es un brillo íntimo y humano y el poder del amor que es debilidad que ampara, abrazo que sostiene, mano tendida al que anda flojo. No se trata de meras epifanías religiosas. Es del amor humilde del que hablamos, el amor que tuvo y mantuvo el mismo Jesús. Un amor a Jesús desposeído de cordialidad, en ternura, de regocijo no es el amor que él tuvo y nos tuvo.

                Oramos: Gracias, Señor, por tu amor tierno; gracias, Señor, por tu amor vivo; gracias, Señor, por tu amor compasivo.

 

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La luz que viene de la sociedad:

 

                Es difícil mantener el amor en la debilidad, en el fracaso, en la persecución, en la tormenta. Pero lo que se mantenga ahí, aunque fueren unas briznas, es el amor verdadero. Porque vivir el amor cuando las cosas van bien es bueno y hermoso; pero el banco de pruebas del amor es cuando las cosas se tuercen, cuando el dolor acogota, cuando la depresión ronda, cuando el desaliento hinca los dientes en nosotros. Si en esas circunstancias el amor sigue vivo, aunque se tambalee, estamos en el buen camino.

                Oramos: Que mantengamos el amor cuando las cosas no van bien; que mantengamos el amor cuando nos muerda el desaliento; que mantengamos el amor humilde cuando no brille el sol.

               

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La luz que aporta la comunidad virtual:

 

                En nuestra comunidad hay una especie de amor, el amor que proviene del hecho de estar creyendo juntos, que tiene su valor. Es cierto que no es el amor de todos los días, de todas las horas. Eso es otra cosa. Pero no cabe duda de que la buena relación, el trabajo orante, la fe puesta en común, la pequeña ayuda en un momento puntual son el lenguaje del amor. Por eso, orar y amar son dos realidades que siempre van juntas.

                Oramos: Que oremos y que amemos; que leamos la Palabra y que amemos; que compartamos la fe y amemos.

 

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Palabras de luz:

 

No los viajes. No el sexo. 

No aventura ninguna. No el deporte.

No los libros. Ni el arte. Ni la música. 

¿Quién nos redime

de la totalidad de la melancolía,

de la totalidad de la tristeza,

de la totalidad

del dolor en el alma, sino Tú, 

tu delicada perpendicular

hecha sólo de amor?

 

                           Juan Antonio González Iglesias

 

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Para estos días:

 

                Ten viva estos días la conciencia de que estás hecho/a para amar y que tus días tienen un sentido desde ahí.

 

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