Apocalipsis 30
CVA
Domingo 25 de mayo de 2014
BUSCAR LUZ
EN TIEMPOS OSCUROS
Plan de oración con el Apocalipsis
30. Ap 22,10-11
Introducción:
Aprender la ciudadanía es una difícil y constante tarea. Requiere aprender la diversidad, cosa nada fácil, y ver que todos tienen una cabida en el conjunto social, más allá de sus limitaciones. Es aprender que todas las opciones pueden ser vivibles de manera coordinada, respetuosa y tolerante. Es, incluso, caer en la cuenta de que la ciudadanía tiene un precio y, a veces, ese precio es el destrozo que muchos hacen de la convivencia ciudadana, el aprovechamiento egoísta y el olvido de la mística común. También eso es necesario aprenderlo y sufrirlo. Renegar de la ciudadanía por sus limitaciones quizá sea no haber comenzando a entender cuáles son los caminos de la nueva sociedad. Aunque suene blandengue, la ciudadanía y el amor tienen mucho que ver.
Es que el texto con el que oramos hoy habla de algo de eso. Parece que el vidente quiere dejar “cerrado” el libro. Es decir: quiere dejar por zanjado el asunto del sufrimiento ciudadano: los malos serán castigados, los buenos (nosotros) seremos premiados. Y aquí no hay más. El teólogo anima a dejar el libro abierto, a dejar las posibilidades sin cerrar. Por eso su certeza de que “el que daña siga dañando, el que mancha siga manchándose, el que es honrado continúe siendo honrado, y el creyente llevando una vida de acuerdo con su fe”. Todos los extremos tienen un sitio, aunque a veces haya que sufrir. La ciudadanía no se aprende por exclusión, sino por inclusión, por abrazo, por aguante y por denuncia, nunca por abandono, rechazo, condena y marginación.
***
Texto:
10Él me dijo: “No selles el mensaje profético contenido en este libro, que el momento está cerca. 11El que daña, siga dañando; el manchado, siga manchándose; el honrado, siga portándose honradamente; el consagrado, siga llevando a término su consagración”.
***
La luz de la vida:
Esta foto es la del salón de la Asamblea de naciones Unidas en Nueva York. Una gran asamblea en la que hay de todo: gente honesta y malandrines; gente que cumple y gente que engaña; gente de buena voluntad y tiranos; gente que quiere ayudar a los pobres y gente que quiere explotar a los pobres; gente que toma en serio la fraternidad universal y gente que se ríe de eso. Y todos hacen el conjunto de las Naciones. Misterio de humanidad.
Oramos: Que no excluyamos anide; que no marginemos a nadie; que no maldigamos a nadie.
***
La luz que es Jesús:
Jesús dice claramente en aquella parábola del trigo y la cizaña: “No arranquéis la cizaña por si al arrancarla arrancáis con ella el trigo”. Jesús lucha contra esa impaciencia de los que se sienten buenos, justos y honestos y están próximos a un fanatismo excluyente. Se creen los mejores pero no lo son, porque el mejor ciudadano es aquel que se arma de paciencia para el respeto y la tolerancia y no se cansa de aportar lo que puede al conjunto social para que sea beneficioso para todos.
Oramos: Que no nos sintamos justos sino colaboradores; que no seamos impacientes, sino tolerantes; que aportemos lo que podamos al conjunto social sin desaliento.
***
La luz que viene de la sociedad:
Otras veces hemos hablado aquí de la amistad cívica, que no es irse de copas con todo el mundo. Eso se hace con los amigos. La amistad cívica es ver que por convivir en el mismo espacio social, en la misma ciudad, en el mismo país, tenemos ya un vínculo que nos une, la ciudadanía, y que ha de ser mantenido contra viento y marea. La convivencia ciudadana es una metáfora que habla no solo de estar juntos sino de ser “familia” ciudadana. Y el rechazo de un familiar nunca estará justificado.
Oramos: Que nos sintamos ciudadanos y ciudadanos colaborando; que nos respetemos como familia ciudadana; que construyamos el bien común de manera libre y gozosa.
***
La luz que aporta la comunidad virtual:
La oración en grupo, las convivencias, las pequeñas conexiones que mantenemos a lo largo de los años nos indican que la amistad es posible a nada que se la cultive. Esto tendría que librarnos de todo afán excluyente, de la intolerancia que se encierra solamente en lo suyo, de la falta de respeto que no contempla la situación del otro, de las palabras duras que no matizan al ver las situaciones de los demás. Una oración y una comunidad para crecer en tolerancia. Esa habría de ser la nuestra.
Oramos: Que en lugar de excluir, abracemos; que en lugar de herir, curemos; que en lugar rechazar, abracemos.
***
Palabras de luz:
Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste
y aquí tendrás que reconstruirla.
K. Cavafis
***
Para estos días:
Mira tu ciudad, tu pueblo, tus calles, tu país con mirada positiva. Trata de mezclar a tu crítica la comprensión.
***
0 comentarios