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Retiro en Pascua de 2013

ESE LUGAR QUE LLAMAN LA MAÑANA

Retiro en la Pascua de 2013

 

            Hablar del mañana en este agobiante hoy de la crisis puede parecer una banalidad. Cuando millones de personas viven con la espada de Damocles encima en este presente incierto, sugerir la hermosura de un mañana nuevo puede parecer hiriente. Pero, como luego diremos, no queremos situar la espiritualidad de la resurrección en el mundo de las ensoñaciones. De ahí que decir la resurrección en la metáfora del mañana incluye necesariamente el duro y lacerante hoy.

            Se puede pensar el mañana tomando en serio el hoy. Más aún, todos sabemos que la hermosura del mañana depende en gran parte del trabajo que hagamos hoy. Por eso mismo, una reflexión sobre el mañana de la resurrección ha de medir su verdad en la evidencia de un hoy más dinámico, más lleno, más trabajado, más colmado de experiencia. Un hoy empobrecido desautoriza cualquier espiritualidad sobre la resurrección. La resurrección tiene que ver con el mañana desde la experiencia del hoy.

            En este agobiante hoy del 2013 la resurrección de Jesús podría ser un lugar de respiro que plantea la posibilidad de un mañana distinto desde el realismo del hoy. El anhelo del mañana reforzaría las opciones espirituales de hoy. Hablemos, pues, del mañana que es la resurrección de Jesús y su hermoso mensaje.

 

1. ¿Dónde está ese lugar que llaman la “Mañana”?

 

            Queremos comenzar con un poema de Emily Dickinson, hermoso como todos los suyos:

 

No he visto ningún páramo,

no he visto nunca el mar,

pero sé qué aspecto tiene el brezo

y lo que son las espumas.

 

No he hablado con Dios

ni he ido a visitarlo al cielo,

pero estoy segura de dónde está

como si se entregasen mapas.

 

¿Habrá de verdad un “Mañana”?

¿Existirá eso del “Día”?

¿Podría yo verlo desde los montes

si fuese tan alta como ellos?

 

¿Tiene pies como los nenúfares?

¿Tiene plumas como un pájaro?

¿Lo traen de países famosos

de los que nunca he oído hablar?

 

A ver si un estudioso, un marinero,

algún sabio de los cielos,

le explica a esta pequeña peregrina

dónde está el lugar que llaman la “Mañana”.

 

* Sé qué aspecto tiene el brezo y lo que son las espumas: Hay signos humildes de un mañana que se desconoce: la bondad, la amabilidad, el respeto, la acogida, el abrazo cálido, el gesto volcado al otro; todo eso son signos de un mañana luminoso. Hablar del mañana no es hablar de una realidad oscura.

* Estoy segura de dónde está el cielo: No en un lugar, ni en una conversación especial con Dios, ni en ninguna clase de extraño viaje, sino en la certeza de que alguien nos acompaña, de que la soledad no es totalmente densa, impenetrable.

* ¿Habrá de verdad una “Mañana”?: Es la gran pregunta. No tanto si habrá un cielo, sino simplemente un mañana que nos conduzca hacia él. Los pequeños mañanas que son camino para la dicha plena. Es una suerte enorme tener “mañanas” cada día.

* Los nenúfares…los pájaros: El mensaje del “Mañana” viene por muchos lados, como el viento que sopla sin saber de dónde viene ni adónde va. Muchos son los caminos que nos llevan al “Mañana”.

* A ver quién explica a esta pequeña peregrina: ¿Cómo explicar, hablar, ofrecer el mensaje de un “mañana” a quien anda en la pobreza de esta historia nuestra? Muy difícil. Pero es a las pobrezas a quienes hay que decir con más fuerza que el mañana les pertenece.

 

2. La luz de la Palabra: Lc 12,35-38

 

Tened el delantal puesto y encendidos los candiles; pareceos a los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para, cuando llegue, abrirle en cuanto llame. ¡Dichosos esos siervos si el señor al llegar los encuentra despiertos! Os aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les irá sirviendo uno a uno. Si llega entrada la noche o incluso de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos!

 

* Es un texto cuyo contexto es muy querido por la espiritualidad evangélica: hay que estar vigilantes, atentos, vivos ante los signos de los tiempos, despiertos. Una fe mantuda, adormecida, narcotizada, no es la evangélica.

* Quien vigila y está despierto va a ser servido por el amo cuando vuelva. Se trastruecan los papeles: el amo tendría que ser servido. Pues no, lo será quien esté vigilante, activo, despierto, sensible, vivo.

* La imagen del amo que sirve, de Jesús que sirve es cautivadora: se pone el delantal (deja la presidencia de la mesa), hace que se recuesten (les reconoce su total libertad) y les sirve uno a uno (de manera personal e individualizada). Es decir: el “mañana” para quien viva despierto y activo es un servicio en libertad y único que Dios nos va a hacer, un servicio de amor, un cambio de situaciones profundísimo: se mostrará de manera evidente lo que era una certeza: que Dios está a nuestro servicio, que nos sirve, que se hace sirviente para nosotros, que se alegra de hacernos este servicio. Un mañana sin distinción entre nosotros y Dios, se han roto todas las barreras, la familiaridad fluye, la evidencia de que se nos ha hecho hijos se cumple.

 

3. El “mañana” que ofrece Jesús

 

            El “mañana” que ofrece Jesús en su resurrección no es otro sino el que ha ofrecido a lo largo de su vida y que queda reflejado en los Evangelios. Anotemos algunos rasgos:

* El mañana de que toda persona tiene derecho a sentarse en el banquete de la vida: Y por ello, quien hoy está expulsado de ese banquete (de lo básico para llevar una vida digna) no pierde el derecho que le asiste. Por eso es lícito aspirar a un mañana donde todo lo creado tenga un sitio en la mesa común de la historia (“Vendrán a sentarse de oriente y occidente en el banquete del reino”: Lc 13,29).

* El mañana de que las desventuras de los pobres tendrán un fin: Porque puede pensarse que las desventuras de los débiles son para siempre. Pues no; es posible un mañana sin pobreza, sin que los pobres “estén ahí” (Jn 12,8) porque ha llegado el tiempo en que los opresores han sido desplazados para siempre.

* El mañana de que las personas sean valoradas desde el corazón: No desde las apariencias sociales, culturales o religiosas. Por eso Jesús ha comenzado a valorar así a las personas (“No te fijas en las apariencias”: Mt 22,16).

* El mañana de que el mundo es casa común y nadie se la puede apropiar: Una casa donde el sol sale “para buenos y malos”, donde toda persona puede tener su sitio porque adueñarse de esa casa es destruirla ya que está destinada a ser casa de acogida y de amparo (Mt 5,45).

* El mañana de una sociedad asentada sobre la bondad y no sobre la fuerza: Porque la bondad es la que va a triunfar y por eso anima a Jesús a “ser buenos del todo como el Padre es bueno del todo” (Mt 5,48). Un mañana basado en la bondad es lo que da fuerza para resistir, para creer en la esperanza.

* El mañana de la dignidad, por encima de la moralidad: Porque la dignidad es el último recurso de la persona, su bastión inexpugnable, su mayor seguridad ya que viene del amor creacional de Dios. En la medida en que la dignidad sea tenida en cuenta, hay mañana, nadie será condenado (“Yo tampoco te condeno”: Jn 8,11).

 

4. Ahondamiento reflexivo

 

            Vamos a proponer algunos puntos de ahondamiento reflexivo que nos adentren más en esa espiritualidad del mañana que es la propia de la resurrección:

1)      Jesús, hombre del mañana: Por su tenacidad utópica, por mantener vivo el sueño del Reino, por no desistir de valorar a la persona desde la dignidad, por no caer víctima del desaliento al comprobar la fragilidad humana, por haber sabido hacer frente a crisis internas y externas, por haber mezclado los sueños con el realismo más cotidiano sin que se murieran aquellos y mejorando éste, por su anhelo inapagado aunque algo equivocado de que los sueños grandes se iban a cumplir ya, por todo este cúmulo de dinamismos activos y latientes, se puede decir que Jesús es un hombre del mañana. No ha quedado atrapado en un hoy duro y ramplón, no ha acrecentado la lista de los “realistas” desalentados, no ha perecido a la amargura de las vidas pobres, ha hecho frente a la desilusión con la fuerza renovada cada día de un amor vivo. Hombre del mañana desde un presente hondamente humano.

2)      Hacia una teología de un mañana humano: Porque no interesa tanto elaborar una teología de componente religioso que desvincula la pregunta por el mañana desde el hoy más concreto. Porque no interesa una elaboración teológica despreocupada del mañana y desconectada del duro presente de la más cruda realidad. ¿Cómo ir elaborando una teología de un mañana humano? Dando cancha a los anhelos hondos de los sencillos humanos, respondiendo a las preguntas elementales de quien se debate en este hoy interrogando al futuro: ¿Dónde dormirán los pobres? ¿A qué tribunal acudirán para que sean acogidas sus demandas que nadie quiere escuchar? ¿Quién hará justicia a quienes la justicia maltrata? ¿Quién se ocupará de la suerte de los perdedores? ¿En qué casa serán acogidos los errantes, los excluidos, los peregrinos, los desplazados, los apátridas, los sin techo? ¿Hasta cuándo pagarán los débiles los platos rotos de los desaguisados de los poderosos? Estas son las preguntas de la “teología del mañana” que los pobres quisieran que fueran respondidas. Porque la teología del mañana es vital para los débiles, mientras que los poderosos la posponen sine die, no les interesa para nada.

3)      Una espiritualidad de un mañana que se cuece en el hoy de las relaciones nuevas: Ya que hablar del mañana sin trabajar el tema de las relaciones nuevas es música celestial. La posibilidad de un mañana distinto se cuece en el trabajo de hoy por dar cuerpo al sueño primordial del Jesús, el reinado de Dios, la sociedad nueva, las relaciones distintas, los caminos humanos amparados y abrazados. De ahí que todo lo que contribuya a dar un nivel mayor de humanidad a nuestras relaciones despeja las incógnitas del mañana. Éste será mucho mejor en la medida en que mejoren las relaciones de  hoy y se entenebrecerá en la medida en que se deteriore la relación de hoy.

4)      Una sociedad del mañana cálida y familiar: Hace demasiado frío en nuestra historia cotidiana. De tal manera que hay quien dice que nuestras ciudades no tienen alma, que son aglomeraciones de humanos sin alma. ¿Cómo vamos a pensar en una ciudad nueva, en un mundo nuevo, desde el frío de una relación que no incluye la evidencia de que somos familia? ¿Cómo el mañana va a tener otro tono si no logramos ver y vivir la evidencia creacional de que somos familia cósmica, por raro que nos parezca? Cuando algunos santos, como Francisco de Asís, dicen que las criaturas son “hermanas”, así lo creen, así lo viven. Ha llegado a la misma conclusión que va llegando la ciencia de hoy: que nuestro componente genético nos hermana en modos interrelacionados. Más calidez, más familiaridad, si queremos un mañana más luminoso.

 

5. Hacia una espiritualidad cotidiana del mañana

 

            Tratando de poner “carne” a la espiritualidad, vamos a proponer algunos caminos cotidianos para construir una espiritualidad del mañana inserta en la vida, mezclada a nuestros caminos en los que se vierte la fuerza del resucitado:

  • Mirar con brillo en la mirada: Puede parecer vulgarmente poético, pero el brillo en la mirada es la persistencia de lo nuevo, el anhelo nunca agostado, la ilusión mantenida, la búsqueda nunca cerrada. Esta manera de mirar apunta a un mañana distinto y se percibe en los ojos de quien mira con “brillo”.
  • Levantar los hombros con facilidad: Que es lo mismo que no caer en la pesadumbre, en la rutina, en la desgana continuada. Tener facilidad para echarse a espaldas las contrariedades de la vida y seguir adelante con lo que tiene de positivo. Levantar los hombros y seguir adelante: ese es, muchas veces, el camino del mañana.
  • Hablar con la calidez que acoge: Ya que la frialdad de las palabras nos lleva a la noche del pasado, mientras que la calidez y la comprensión en la manera de hablar es lenguaje de un mañana distinto. Las palabras buenas están orientadas al futuro, a un mañana más luminoso.
  • Interesarse por horizontes distintos: Salir de los entornos conocidos, siempre amenazados de desgaste y de rutina. Estar abiertos a interrogantes que pueden hacernos crecer, así se puede construir una espiritualidad del mañana. No cerrarse en lo pequeño del propio entorno; ensanchar los límites de la tienda, que diría el profeta.
  • Implicarse en luchas humildes: En las luchas de los humildes que solamente salen a la luz cuando constituyen un auténtico escándalo público. Tomar partido por ellos, porque, más allá de sus contradicciones, les asiste el derecho de la justicia.
  • Colaborar quien tiene muy duro el hoy: Para que se vea que el mañana les pertenece, y que se llegue a la conclusión de que ese mañana suyo ha de comenzarse a disfrutar hoy. Colaborar en sus inquietudes humildes, en sus anhelos inmediatos, en sus reivindicaciones pobres. Estar ahí, donde están quienes lo pasan mal.
  • No hundirse en las aguas turbias de la desesperanza: Turbias y enajenantes, paralizantes. No darse como excusa para el abandono la conclusión de la desesperanza, del tirar la toalla, del aquí me paro. Buscar caminos para la pequeña esperanza, para la sencilla posibilidad, para el gesto sencillo que hable el lenguaje del mañana y nos diga que las cosas puede ser de otra manera, si nos damos a la tarea.
  • Ser especialistas en sortear desalientos: Porque abundan los desalientos y está convirtiéndose en una carrera de obstáculos el trabajo por sortearlos. Porque los desalientos nos vuelven al ayer y bloquean el mañana. Y parece que son una razón para detenerse, para abandonar, para dejarlo todo, pero es preciso agarrarse a lo que sea para creer en la posibilidad de un mañana otro.
  • Afiliarse al grupo del disfrute posible: Ya que tener fe en el mañana sin disfrute resulta poco menos que imposible. Por eso mismo, procurar pequeños disfrutes a los débiles y disfrutar con ellos es hablar el lenguaje del mañana de Jesús, ya que ha prometido un mañana disfrute, de banquete, de dicha, de inclusión.
  • Amar sin esperanza: Por difícil que parezca. Porque si se ama siempre con esperanza de recibir correspondencia, muchos amores quedan fuera. Y el amor del mañana se forja, en ocasiones, en la generosidad de quien ama sin esperanza de recibir amor a cambio.

 

Conclusión

 

            Puede que estas reflexiones no sean más que balbuceos. Pero quieren contribuir a poner “carne” una verdad como la de la resurrección de Jesús. Quizá si se logra sugerir que esa resurrección tiene que ver con el mañana de nuestra vida pobre hayamos apuntado a algo interesante. Si a los “pequeños peregrinos”, como decía Dickinson, se nos dice que el “mañana” está en el Resucitado, nos hacen un favor, porque hambreamos ese mañana.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

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