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Retiro en la Pascua de 2012

 

Retiro en Pascua de 2012

 

 

“EXCEPTO EL AMOR INTENSO…

NO TENGO OTRO TRABAJO”

La Resurrección como abrazo y

valoración positiva de los “amores oscuros”

 

            Durante el tiempo de Resurrección, en muchas comunidades cristianas, se recordará la famosa “glosa de Flavio Josefa”, historiador hebreo de unos 50 años después de la muerte de Jesús que escribe en latín  y en una cuyas obras (Las antigüedades Judías, XVIII,63-64) dice esta increíble frase: "Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia Él a muchos judíos (muchos griegos además. Era el Cristo). Y cuando Pilatos, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado desde el principio no lo abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas) La tribu de los cristianos llamados así por Él no han cesado hasta este día".

            Subrayamos la relación que existe entre el amor desde el principio y el hecho de que se les apareció vivo nuevamente al tercer día. Se puede recurrir a sesudos argumentos teológicos para intentar probar la verdad de la resurrección de Jesús (?). Pero, en el fondo de todo, hay una cuestión de amor: entiende la resurrección quien ama desde el principio, en proporción al despliegue del amor. Efectivamente, el motor último de la resurrección (como ha sido el de toda la vida de Jesús) no puede ser otro que clamor. Y desde ahí habría que aproximarse al hecho resurreccional. Debajo del tema de la resurrección no está la creencia, sino el amor.

            ¿No se podría entender el tiempo de Pascua como un tiempo para el ahondamiento en el amor? Más aún: ¿no se podría verlo como el tiempo del abrazo amoroso y cálido de Jesús a esos “amores oscuros”, heridos, frágiles, poco reconocidos socialmente, poco relevantes, desconocidos, no contabilizados? ¿No será el gran y hondo amor del resucitado la esperanza final de tales amores. Dice el educador Antonio Pérez Esclarín: La plenitud humana sólo es posible en el encuentro. Uno se constituye en persona como ser de relaciones. Toda auténtica vida humana es vida con los otros, es convivencia.  La persona humana es imposible e impensable sin el otro. Lo propio del ser humano, lo que nos define como personas es la capacidad de amar, es decir, de relacionarnos con otros buscando su bien, su felicidad. Lo que nos deshumaniza  es vivir y morir sin amor. Detrás de cada tirano, cada asesino, cada malhechor, hay un déficit profundo de amor o una mala comprensión del amor”.

            El místico sufí, de origen español, Ibn ‘Arabi tiene un poemilla que se ha extendido mucho estos días por internet. Reza así:

“Excepto el Amor intenso,

excepto el Amor,

no tengo otro trabajo;

salvo el Amor tierno

no siembro otra semilla”

            Creemos que estas palabras pueden aplicarse con toda propiedad a Jesús resucitado y a su “actividad” con nosotros: su único trabajo es el amor intenso, inundar de amor el camino de esta vida, a veces tan limitado. Su siembra de resucitado no es otra que la de un amor tierno en el corazón de toda persona, de toda realidad, más allá de sus limitaciones y oscuridades. Por eso, reflexionar sobre el amor, y con más razón en los lugares oscuros donde parece que ese amor se deslíe, es una actividad espiritual bien propia de la resurrección.

 

1. Un soneto de “amor oscuro”

 

            De todos es conocida la condición homosexual de Federico García Lorca que, en gran parte, fue la causa de su ruina. Él escribió un cuaderno llamado Sonetos del amor oscuro que no se publicaron hasta 1984. Son poemas de alto vuelo lírico. Leídos desde esta perspectiva del amor derramado de Jesús (sobre todo en los amores frágiles, oscuros, cuestionables) quizá pueda servirnos de apoyo espiritual. Elegimos uno de esos sonetos:

 

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
 

 

  • Los amores oscuros tiene “voces secretas”, ignoradas, lugares de poco reconocimiento social. Pasan, con frecuencia, desapercibidos; también muchas veces son incomprendidos, maltratados, pisoteados. Pero son lugares de amor y el resucitado los ampara.
  • Son “corriente sin mar, ciudad sin muro”, donde todos puede entrar, donde, a veces, se entra sin cuidado, sin miramientos, avasallando, menospreciando, ridiculizando, condenando. Jesús resucitado no entra sí, sino cuidando respetando, consolando, abrazando.
  • Hay que comprender que los amores heridos sean, a veces, “aguja de hiel”, queja, desplante, palabra hiriente. Porque el amor menospreciado acumula dolor. Jesús resucitado abraza ese dolor y le quita el aguijón de su propia debilidad para volverlo un amor valioso y humano.
  • También el amor oscuro, frágil, pero generoso y entregado es “voz perseguida”, porque los amores que no cuentan, que no producen, que no son bellos ni modélicos, sufren, con frecuencia, la incomprensión y la persecución. Por eso mismo pueden encontrar en Jesús la casa amorosa que les niega la vida.
  • Quien anda en esos extremos quisiera, a veces, que ese amor “huyera de mí”, que no estuviera ahí, que sus amores fueran legales, consagrados, aceptados, comunes, acogidos socialmente. Pero Jesús les consuela diciendo: el mío también fue un amor en los márgenes, también fue incomprendido, perseguido y derrotado. Es como el vuestro.
  • El grito que merece piedad y acogida de todos los amores oscuros es “soy amor, soy naturaleza”, soy humanidad, más allá de cualquier forma discutible, empobrecida, postergada, no tenida en cuenta. La resurrección de Jesús confirma la evidencia de que eso es así. De ahí los abrazos del resucitado a tales amores.

 

2. “Mucho de le perdona porque ha amado mucho”: Lc 7,36-50

 

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.»  Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» El dijo: «Di, maestro.» Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?» Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»

 

  • El pasaje une lo “inunible”: la maldad social de una mujer considerada como pecadora y el perfume. También el malo puede perfumar; el considerado despreciable, desde el punto de vista social, es capaz de llenar la casa, la vida, del bueno olor del amor. Negar el amor al discutible es negar el amor.
  • La dinámica del amor es bañar-limpiar-besar-perfumar: una serie de acciones con el cuerpo. Los trabajos para construir un amor de honda raíz humana tienen que ver con la corporalidad. Un amor que no se asienta sobre la corporalidad es peligroso, puede convertirse no solamente en una fantasía sino, incluso, en una instancia de opresión. Eso es lo que se le reprochará a Simón: no ha tenido piedad de la corporalidad de la mujer porque no tiene piedad tampoco de la corporalidad de Jesús a quien no ha bañado-enjugado-besado-perfumado.
  • Para el mecanismo religioso el problema es si uno es “profeta”, si sabe de religión, si desvela y cataloga los planteamientos morales. No es problema si ama o no. ¿Se puede ser profeta sin un hondo amor? ¿Es profeta Elías, hombre de escaso amor y de fuerte violencia? Jesús es uno que ama; su componente profético está supeditado a su capacidad de amar. Eso es lo que no entiende Simón el fariseo.
  • La parábola o alegoría explicativa, núcleo del relato, es clara: a mayor deuda, mayor perdón. Esto es así por razones de gratuidad, ya que lo lógico habría sido: a mayor deuda, menor perdón. Pero no, el perdón le viene a la mujer no por su gran deuda, sino por su amor grande.
  • El punto que descoloca de la parábola (toda parábola tiene un componente de “despiste”, de extrañeza, de sorpresa, de desacuerdo) es el de llevar a creer erróneamente que para recibir el mucho perdón haya que pecar mucho. No quiere decir eso el pasaje. La serie mucho pecado-mucho amor-mucho perdón encuentra su correlato negativo en la serie (menos pecado)-menos amor-menos perdón. Ponemos entre paréntesis el término menos pecado porque eso cree que es el fariseo Simón. Habrá que verlo (se tiene menos pecado por su invisibilidad, pero luego resulta que no), pero aunque hubiere menos pecado, si eso conlleva la no percepción de la gratuidad del perdón es como si hubiera pecado porque, de hecho, tiene menos perdón y recibe menos amor.
  • Con la fórmula pasiva “tus pecado son perdonados” se demuestra que el sujeto agente del perdón generoso es Dios. Los fariseos ven que ese perdón se lo arroga Jesús. Y así es: el perdón que nos damos es evidencia del perdón que Dios da (“Vi tu rostro que me perdonaba y era como ver el rostro de Dios”: Gen 33,11).
  • Un perdón, el del Padre-Jesús, que proviene de la fe y engendra fe, que aumenta la paz de la persona, la reconciliación de su situación con la vida, la aceptación fácil de la honradez con lo real.

 

3. La obra de amor del resucitado en los amores oscuros

 

Esta clase de perdón que abraza y que se hace desde la increíble generosidad de Dios es anuncio del perdón del resucitado a todos los “amores oscuros” en lo que con frecuencia se mueve nuestra vida. Derivemos hacia esos ámbitos para percibir mejor la hermosa obra del resucitado en nuestra vida.

  • Los amores amarrados a una presencia que ya no se ve: Todos esos amores de personas que siguen siendo fieles al recuerdo de quien les dejó, que lo sienten vivo en medio de sus caminos, que “hablan” con él, cuyo amor sigue más vivo que nunca aunque esté más herido. El resucitado acompaña ese camino que, con frecuencia, hace sufrir.
  • Los amores de quienes no logran que su sed de amor se concrete en alguien: Gente que ama y que es amada, pero que parece estar destinada a una inconcretez que les hace dudar de su amor y por lo que pasan malos ratos al no poder abrazar, tocar, hablar, concretar su amor en alguien. Jesús abraza y calienta esas vidas para decirles que, más allá de cualquier inconcretez, su amor es valiosísimo y riquísimo.
  • Los amores que luchan por vivir fuera de normas rígidas: Y que quieren sobrevivir a planteamientos legalistas consagrados pero que dejan insatisfechos los corazones. Personas que, aun con heridas, siguen buscando los caminos del amor en la maraña de disposiciones legales, morales, con las que está urdida la vida de los grupos humanos y religiosos. Jesús resucitado alienta a persistir en la búsqueda del amor sin quebrarse nunca por lo que a veces parece una compacta imposibilidad.
  • Los amores que incluyen inevitables pérdidas: Que son muchos, quizá la mayoría. Personas que siguen empeñadas en hacer de su vida un camino de amor y que no sucumben ante las pérdidas que van acumulando a lo largo de su vida. La certeza de que el resucitado Jesús les acoge es lo que, con frecuencia, les da ánimo para seguir amando.
  • Los amores soñados que se topan con una realidad áspera: Personas muy dotadas para captar e intuir los horizontes del amor, pero se topan con la cruda realidad de la dificultad para construir el amor con la persona que han elegido, en la situación laboral y social en la que viven, en el ambiente en que se desenvuelve su día a día. Aunque no lo perciban, el aliento del resucitado Jesús se mezcla con sus más limpios anhelos y los sostiene vivos.
  • Los amores que no encuentran el camino de su propia definición: Y que, con frecuencia, son considerados como amores turbios, inconfesables, inaceptables, desdeñables, pecaminosos, etc. Más allá de su componente moral o inmoral, Jesús echa su manto de amor sobre ellos y les dice que sigue a su lado y que lo suyo no es obstáculo para aspirar al horizonte de la dicha que la resurrección de Jesús tiene destinado a toda realidad.
  • Los amores sublimados pero fuertemente necesitados de “carnalidad”: Porque su sublimación es valiosa, pero una necesidad de concretez, de rostro, de carnalidad, también lo es. Jesús resucitado alienta esos amores y quiere poner pequeños gestos de “carnalidad” en la vida humilde de los propios hermanos/as, de las circunstancias concretas de cada día, de las personas que se relaciona con ellas.
  • Los amores que arrastran déficits afectivos a perpetuidad: Porque eso es una gran “cruz” que, a veces, se toma con humor, y no está mal. Pero ese buen humor no logra disipar el sufrimiento inherente. Personas que llevan con elegancia estos déficits porque hay de por medio otros logros en sus opciones afectivas. Jesús aumenta esos logros y toma como suyos esos déficits para hacerlos más sobrellevables, más humanos.
  • Los amores no colmados desde la infancia: Y, por ello, muy duros de sobrellevar en el decurso de la vida ulterior. Son los de personas que en la mirada y en los gestos demandan, desde niños, su parte justa de amor en esta vida. El resucitado Jesús suscita el amor de personas que, más allá de su profesionalidad, se hacen objeto de amor que palie un poco tan grande desamparo.
  • Los amores errantes de quienes han sido erradicados de la tierra que amaban: Todos los inmigrantes, los desplazados, los apátridas, los transeúntes de cualquier índole. Personas que son muy sensibles a los gestos de amor. El resucitado Jesús ejerce una actividad increíble para suscitar una solidaridad amorosa en torno a ellos.
  • Los amores de quienes la sociedad sigue estigmatizando: Descolocados sociales, lúmpenes raciales, reclusos, gente marcada por enfermedades estigmatizantes. Personas en quienes anida el amor a veces en formas muy evidentes  y puras, más allá de sus indudables fallos. Son, de acuerdo con la espiritualidad evangélica, los predilectos del resucitado Jesús, aquellos a quienes mira primero y con mayor ternura.
  • Los amores de quienes trabajan para suscitar otros amores oscuros: Porque, más allá, de connotaciones sociales o laborales, palian el despiste en materia de amor que conllevan muchos seres humanos. El menosprecio con que los trata la sociedad, la bienpensante y la no tanto, es acogido por el despreciado Jesús, que ahora está a su lado.
  • Los amores a los que el sistema parece que ha secado la raíz: Y por eso parece que ya no saben de amor y da la impresión de que clamor no suscita ningún eco, ningún gozo, ninguna novedad. No es así. En el último pliegue del alma habita el amor, incombustible, vivo a pesar de todo. El resucitado Jesús sopla bajo esas cenizas sin desesperar de poder reavivar ese fuego oculto bajo tantas capas sistémicas.
  • Los amores que no necesitan preguntar: Que aceptan la situación del otro como normal, que no quieren garantías de ninguna clase para ser solidarios, que hacen tabla rasa de lo cuestionable y se centran en lo positivo. Gente tenida por ingenua, por descabellada. Pero se parecen mucho al resucitado Jesús que tiene una memoria de alzheimer para nuestro mal y solamente recuerda lo bueno que todos tenemos.  
  • Los amores de enorme candidez: Que siguen mirando de maneras limpias e ingenuas, que no se quiebran ni amargan porque alguien se aproveche de ellos, que siguen pensado que la persona, toda persona, es esencialmente buena, que disfrutan con todos y de todo. Esa limpieza del amor es la que derrama en ellas el resucitado Jesús, totalmente limpio de corazón también él.

 

4. Elementos de espiritualidad para un itinerario de amor en la Pascua

 

            No se trata de consagrar ninguna anomalía, ninguna ilegalidad, ningún desajuste. Se trata de ir haciendo un itinerario de amor en esta Pascua, mirando más a ese lado de los amores “oscuros”. Vamos a proponer unos elementos de espiritualidad que, quizá, puedan ayudarnos a ello:

  • Acercamiento cuidadoso: Porque estamos trabajando con un material muy sensible, ya que el amor (con frecuencia herido) es el más sensible de los elementos de nuestra vida. No entrar en estos ámbitos como elefante en cacharrería, sino con el cuidado, de palabra-gestos-obra, que merecen las cosas delicadas. El menosprecio o el descuido hacen polvo esta clase de valoraciones.
  • Respeto exquisito: Porque es posible que en muchas cosas de las que aquí se sugieren, por formación-sensibilidad-ideas, no estemos de acuerdo. No pasa nada. No se trata de coincidir en la ideología sino en la humanidad.
  • Camino compartido: Ya que hasta que no se anda ese camino común, por modesto que sea, por incipiente que se le quiera, estaremos hablando “de teorías”. Y los caminos del amor, el oscuro y el otro, nunca pueden ser teóricos, ya que afectan a la verdad honda de la persona.
  • Espiritualidad inserta: Porque no se puede hacer espiritualidad en maneras alejadas de aquello que se quiere acoger. De ahí que sea preciso superar cualquier sentimiento de rechazo-superioridad-condena hacia cualquiera de estos planteamientos. Jesús no lo haría.
  • Fe en la presencia viva del Resucitado: Ya que los lugares que habita el Resucitado son los lugares del amor, de todo amor, máxime del amor necesitado de mayores cuidados. Por eso, no lo dudemos, en estos “amores oscuros” está la presencia sanante y humanizadora del Jesús vivo que nos acoge.

 

Conclusión

 

            ¿Se tiene todo esto en pie? Quizá haya que lograr otra perspectiva de lectura que la simplemente religiosa o moral. Tal vez haya que hacer un esfuerzo por salirse de un sistema de pensamiento en el que siempre hemos estado anclados. Desde ese otro lugar, desde el “no lugar” de la resurrección de Jesús, tal vez sea posible desvelar la siembra de amor y de ternura que, al decir de los místicos, es la gran labor de quien “resucita”, de la persona nueva, la gran tarea de Jesús. La Pascua de este año podría ser un tiempo bueno para este adensamiento espiritual.

 

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