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Los valores de la utopía evangélica

LOS VALORES DE LA UTOPÍA EVANGÉLICA

 

            Puede pensarse, a priori, que los valores del Evangelio son valores religiosos. Pero cuanto más se frecuentan sus páginas, tanto más se llega al convencimiento de que los valores de la utopía evangélica son valores “sociales”, relacionales, humanos. A muchos lectores de la Palabra esto les produce una desazón, ya que esperan del Mensaje algo “más” que unos “meros” valores humanos. Pero esos valores primordiales que conforman el cimiento de la vida, son también el cimiento de la fe. ¿Dónde se asentaría la fe si esos valores no existieran?

            En artículos sucesivos analizaremos los contenidos de la gran catequesis que, según Mc 9,30-10,31, Jesús dirigió a sus discípulos, a la comunidad. Nos sorprenderá comprobar que los temas son acerca de valores sociales: la entrega, el servicio, la liberación, la generosidad, la confianza, etc. Vamos a decir ahora, de manera sintética, cuáles son los valores que subyacen a la utopía evangélica:

 

  • La fe inquebrantable en la posibilidad de un mundo nuevo: El tiempo de Jesús, como cualquier otra época de la antigüedad, no fue tiempo especialmente cargado de esperanzas para los pobres, que eran la mayoría (no existía la clase media). Soñar con un mundo nuevo, lo que se llamaba (incluso en el lenguaje pagano) el “Reinado de Dios”, la época de un sociedad justa, era sueño de difícil mantenimiento. Jesús creyó en esa posibilidad y expresó su fe hablando del sueño como de una realidad de pronta realización y expresándose en un tipo de lenguaje (parábolas, actitudes) comprensible para los sencillos. Así alimentó la fe en ese sueño de la humanidad nueva.
  • La fe, no menos inquebrantable, en las posibilidades de toda persona: Porque lo que realmente demanda el Evangelio, el mismo comportamiento de Jesús, no es tanto una cierta fe en Dios sino una muy concreta fe en el valor de la persona. Para él, así queda mostrado en relatos como Jn 8,1-11, toda persona, incluso la moralmente cuestionable, es sujeto apto para el Reinado de Dios. Por eso dijo con taxatividad que había venido a buscar a “quienes se encuentran mal” (Mt 9,12-13), es decir, a toda persona, más allá de su indudable limitación.
  • La certeza del valor de los pobres y de la capacidad civilizadora de las pobrezas: Porque él no confió en la fuerza del poder para proponer el cambio de la sociedad nueva sino en el valor de los pobres, en sus ansias de justicia, en su demanda de solidaridad, en su capacidad de perdón, en su poder para empujar a la coherencia. Como dicen ciertos teólogos contemporáneos (I. Ellacuría, J. Sobrino), Jesús creyó en la capacidad civilizadora de las pobrezas, ya que las riquezas alejaban del sueño del Reino a pasos agigantados. Por eso no dudó en presentar como modelos a personas fuertemente marcadas por la necesidad (Mc 12,41-44).
  • La intuición de un mundo universalizado: O, como diríamos ahora, intercultural. Aun siendo judío, parte de un pueblo muy marcado en la época por un nacionalismo extremo, Jesús intuyó que los pueblos estaban llamados a una interconexión, a una pertenencia familiar. Así se entienden sus viajes “al extranjero” (Tiro y Sidón, Decápolis: Lc 7,24-30), sus tratos con gente pagana (Mt 8,27). El universalismo fue un caballo de batalla de la nueva comunidad. Pero la semilla sembrada por Jesús terminó por fructificar.
  • El sueño de un horizonte de dicha para la persona y para los pueblos: Porque él percibió que la historia está destinada a la dicha y que, aunque aún sea necesario el trabajo y sus sufrimientos, la alegría y la fiesta son la patria de la vida. Por eso, entendió el Reino como una fiesta, como una mesa compartida, como un banquete de igualdad (Lc 14,15-24).
  • La seguridad de un mundo donde los poderes opresores no tendrán la última palabra: Porque así es preciso leer las profecías del final de los Evangelios: los astros caerán del cielo, es decir, los poderosos no dictarán su ley de manera definitiva (Mt 24,29-31). Jesús ha creído en la fragilidad de los imperios y en la fuerza de la solidaridad. Por eso, como se ve ya en el Apocalipsis y en los escritos tardíos del NT, el recuerdo de Jesús es visto como un peligro por los poderes opresores.
  • La fe en la fuerza política del amor: Porque acaso fue tentado por quienes, como el Bautista (heredero de la espiritualidad del violento Elías), creían que son la fuerza y la coacción las que impondrían la fe y la centralidad de Israel. Él llegó a pensar que es el amor y la entrega los que pueden cambiar el rumbo del mundo. Por eso habló de un rey que no se lucra de sus vasallos (Jn 18,36), de un pastor que no vive del rebaño (Jn 10,11), de una fe y un amor que pueden mover montañas (Lc 17,6).

He aquí un elenco no cerrado de valores que subyacen a la gran utopía del reinado de Dios. Las páginas del Evangelio ofrecen una base hermosa para configurar una catequesis a quien anhele el seguimiento de Jesús asentada sobre valores sociales, relacionales.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

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