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FIAIZ

Apocalipsis 4

CVA 

Domingo 13 de octubre de 2013

 

BUSCAR LUZ

EN TIEMPOS OSCUROS

 Plan de oración con el Apocalipsis

 

4. Ap 20,1-3

 

Introducción:

 

                Hay mucha gente que, con sobradas razones, ha llegado a la conclusión de que cada vez vamos a peor de que nuestra sociedad no tiene remedio y se encamina hacia el caos. Hay quien hace de este postulado el principio de sus actividades inhumanas. Pero también son muy numerosas las personas que se levantan cada mañana pensando que hacer el bien es el sentido de su vida. Más aún, hay quien se levanta sin pensar en eso, pero de hecho van dejando tras de sí un rastro de hechos de bondad que reconcilia a los humanos con lo mejor de sí mismos. Derrotan al mal, aunque ellos no lo sepan; ponen cerco al espíritu del mal, aunque ellos no planteen así; arrinconan a quienes explotan a sus semejantes, aunque se extrañarían que se lo dijéramos. Por eso, se puede decir con propiedad que es cierto que el mal no tendrá la última palabra, que el amor radical triunfará por encima de todo desamor y que mantener estas certezas no es cosa de locos utópicos o de ingenuos que no viven en el mundo.

                El pasaje que proponemos esta semana habla de ese sueño, exponer a su manera tal utopía: un mundo, una historia, con el “dragón” sujetado y preso, con el mal arrinconado, con la destrucción enterrada para siempre. Es cierto que el vidente parece querer decir que esas situaciones encerramiento del mal van a durar solo “mil años”, pero que, luego, el mal volverá a las andadas. Pero el teólogo apostilla en 3c diciendo que después el mal estará suelto “por poco tiempo”. Es decir, el mal tiene sus días contados, quizá sus años o siglos contados, pero dejará de manar esa fuente de dolor porque su origen ha sido cerrado con la muerte entregada de Jesús. Vivir en esta esperanza es la que puede alejarnos de cualquier maldad que se cruce en nuestro camino y que no apartemos los ojos de la senda de la bondad, por humilde y modesta que sea.

 

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Texto:

 

                20,1Vi entonces un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano. 2Agarró al dragón; la serpiente primordial, el diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años. 3Lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes de que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelto por un poco de tiempo.

 

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La luz de la vida:

 

 

 

                Este Señor es Christian Felber. Ha escrito un libro: “La economía del bien común”. Viene a ser una alternativa a la economía capitalista de componente humanitario. Un progreso entendido de modo humano. Dice que un buen grupo de empresas están afiliándose a esa filosofía en sus procesos de producción y que los resultados son francamente positivos. Son personas que, de un modo tocable, van haciendo verdad la intuición y certeza de que el mal, la opresión económica, tiene el tiempo contado y que se puede caminar en otra dirección. Debemos mucho a personas así.

                Oramos: Gracias por quienes siembran humanidad; gracias por quienes anteponen la persona al beneficio; gracias por quienes abren vías nuevas de bondad y solidaridad.

 

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La  luz que es Jesús:

 

                Jesús ha sido uno que, con medios harto modestos, ha “encadenado” al diablo. Y no solo por los relatos evangélicos de “expulsión de demonios”, sino por toda su obra de beneficencia con los débiles. Su actividad exorcista era un símbolo de su actitud vital. Uno que ha hecho retroceder el mal. Daba igual que se le reconociera esa labor o no; daba igual que los notables de este mundo se enteraran de esta actividad o no; era igual que ese humilde trabajo estuviera enterrado en la pequeña e ignorada comarca rural de Galilea. La obra tenía valor más allá de sus límites. El bien avanzaba; el mal retrocedía.

                Oramos: Gracias, Señor, por tu lucha desigual contra toda maldad; gracias por tu siembra hermosa de bondad; gracias por tu poner un dique al poder que oprime a los débiles.

 

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La luz que viene de la sociedad:

 

                Estos momentos sociales son especialmente propicios para creer que el mal se hace fuerte y que no retrocede. Pero no es así: cuanto más arrecia la crueldad económica, tanto más brota la solidaridad; cuanto más se empeñan los poderosos en explotar a los débiles, tanto más surgen ideas pequeñas de amparo; cuanto más se menosprecia al desposeído social, tanto se más conmueve el corazón de los sencillos y se ponen en marcha mecanismos de acogida. El hecho social muestra que el embate del mal no se lleva todo por delante.                Oramos: Te alabamos, Señor, por las personas solidarias y humildes; te bendecimos por quienes se conmueven ante el sufrimiento ajeno; te damos gracias por quienes socorren de manera simple y directa a quien anda mal.

 

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La luz que aporta la comunidad virtual:

 

                Experimentamos en nuestros momentos de relación que tener a raya el mal devastador es fácil entre nosotros porque hay un cimiento de respeto y de amor. Con esos elementos el mal tiene poco que hacer. Por eso, cuanto más los cultivemos, tanto más nos inmunizamos contra la devastación del mal que afecta a toda realidad histórica. En ese sentido, como decimos muchas veces, el mayor bien que nos hace la comunidad virtual quizá no sea tanto la oración cuanto la contribución a humanizar nuestra vida.

                Oramos: Que nos respetemos con cuidado; que nos queramos con delicadeza; que nos preocupemos con sensatez.

 

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Palabras de luz:

 

JESUCRISTO asumió nuestra naturaleza 

entera, hasta el extremo: 

murió, 

antes pasó hambre, sed, perdió un amigo,

otro le traicionó dándole un beso, 

lloró, sintió cansancio, miedo, melancolía...

Una vez escribió, y lo hizo como todos, 

sobre la arena. 

 

Enrique García-Máiquez, 

 

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Para estos días:

 

                Procura durante estos días ser lo más fiel posible a los dictados del corazón cuando te pide ser bondadoso con los demás.

 

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