Apocalipsis 3
CVA
Domingo 6 de octubre de 2013
BUSCAR LUZ
EN TIEMPOS OSCUROS
Plan de oración con el Apocalipsis
3. Ap 20,4-6
Introducción:
Las religiones, y hasta la misma sociedad, han ensalzado siempre la figura de los mártires, de aquellos que se han entregado a la causa hasta el fin. Todos sabemos que eso se presta mucho a la manipulación: ¿mártires de qué, de quién, por qué? Al final, los mártires terminan siendo manipulados por el sistema más allá de sus propias opciones. Por eso, el ideal sería una sociedad, una religión, sin mártires, sin ninguna clase de víctimas. Eso supondría, lógicamente, que no habría victimarios, martirizadores. El anhelo de una sociedad sin mártires no podrá lograrse sin el cimiento de la acogida, del amparo y de la no división. Los mártires develan la herida de la división. Por eso, cuanto más se colabore a la no división, a la fraternidad social, menos mártires habrá, más cerca estaremos de la utopía de la bondad.
Es que el pasaje con el que vamos a orar deja entrever (siempre en esa lectura especular de que venimos hablando) que el Reino que viene después de los “mil años” del triunfo de los mártires al que son asociados todos los demás por otros mil años. Es una manera de decir que para todos, mártires y no mártires, habrá un reino de esperanza, de no violencia, de gozo. O sea, la meta de la vida de la vida no puede ser ningún martirio sino la total acogida, el gozo pleno, la alegría inacabable. Cuantos menos mártires tenga la sociedad, las religiones, más próximos estamos del reino de los mil años, de la felicidad tocada con la mano.
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Texto:
4Vi también tronos, donde se sentaron los encargados de pronunciar sentencia; vi también con vida a los decapitados por dar testimonio de Jesús y proclamar el mensaje de Dios, los que no habían rendido homenaje a la fiera ni a su estatua y no habían llevado su marca en la frente ni en la mano. Estos tuvieron vida y fueron reyes con el Mesías mil años.
5(El resto de los muertos no tuvo vida hasta los milo años)
6Ésta es la primera resurrección. Dichoso y santo aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder: serán sacerdotes de Dios y del Mesías y serán reyes con él los mil años.
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La luz de la vida:
Estos son los verdaderos “mártires” nuestra sociedad, los auténticos “crucificados”, ahí echados sobre la arena de la playa como unos crucificados. Son inmigrantes muertos en una playa del sur de Sicilia. La indiferencia de nuestra sociedad y sus terribles lacras les ha llevado hasta ahí. Hay que aspirar a una sociedad sin esos mártires; es preciso colaborar como se pueda a que ese martirio aminore. Si no, ¿para qué sirve el Evangelio? ¿Dónde queda nuestra humanidad?
Oramos: Que nos conmuevan las duras situaciones de los empobrecidos; que seamos generosos para imaginar acciones de socorro; que pongamos rostro y nombre a los crucificados de la sociedad.
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La luz que es Jesús:
Dar testimonio de Jesús y sufrir “decapitación” solamente puede ser comprensible desde el punto de vista evangélico si se hace por las mismas razones por las que murió Jesús: por razón de la entrega al bien del otro. Las meras razones religiosas son cuestionables si no van mezcladas a tal entrega. Por eso, es preciso mirar siempre la bondad original del Jesús que se entrega para no creer que el martirio religioso es el mismo que el de Jesús. Hay diferencia. Más aún, los martirios sociales y políticos han de sufrir el mismo discernimiento: si tienen a la base la entrega son válidos; si no, devienen cuestionables.
Oramos: Que la entrega al otro esté siempre a la base de nuestras opciones; que la entrega de Jesús anime siempre nuestra entrega; que las contrariedades de la vida no derroten a nuestra entrega.
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La luz que viene de la sociedad:
La utopía de una sociedad sin mártires es algo que se va construyendo: sin mártires excluidos del bienestar; sin mártires que no tienen derechos; sin mártires cuya voz no es tenida en cuenta; sin mártires que lloran y nadie cuenta sus lágrimas; sin mártires que se hunden en la soledad. Esa utopía de una sociedad sin mártires está cada vez más al alcance de la mano, aunque aún siga muy lejos. Hay que forzarlas situaciones para que esa aurora amanezca pronto.
Oramos: Que contribuyamos al día sin mártires en nuestra sociedad; que nuestros modos de vida no engendren ninguna clase de “mártires”; que creamos en la utopía posible de una sociedad sin mártires.
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La luz que aporta la comunidad virtual:
Para tener relación entre nosotros no necesitamos crear mártires de ninguna clase. Esto demuestra que donde están vivas las buenas relaciones queda desplazada la realidad de cualquier martirio. Por eso mismo, un modo sencillo de colaborar a la utopía de una sociedad sin mártires es, justamente, la buena convivencia. En ese sentido, algo aporta nuestra comunidad virtual, aunque sea un poquito.
Oramos: Que nos amemos para que no haya mártires; que nos amparemos para que no haya mártires; que nos alegremos para que no haya mártires.
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Palabras de luz:
Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
W.E.Henley
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Para estos días:
Mantén buen ánimo estos días ante lo difícil de la vida social. Colabora a que sea un poco menos dura la cosa.
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