Juan 132
CVJ
Domingo, 3 de febrero de 2013
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
132. Jn 19,25-27
Introducción:
La palabra integración hace ya parte del vocabulario habitual de la ciudadanía: integración escolar, integración cultural, integración social, etc. Otra cosa es que los hechos se correspondan con la realidad. Pero una gran parte de la sociedad ve con claridad que el camino de la integración, por difícil que sea, resulta ineludible. Y, a la vez, percibe que para integrar es imprescindible dialogar, ceder, repartir el poder, estar dispuestos a ver en la realidad del otro algo más que su diferencia, algo que nos asemeja en el fondo. Sin esta visión más allá de meros condicionantes externos, la integración, cualquiera que sea, se hace casi imposible.
Es que el texto de esta semana habla, justamente, de integrar. Una lectura piadosa, superficial, ha querido ver aquí la acogida de María anciana en casa del discípulo, Juan, joven. No es ese el trasfondo: el discípulo y lo que representa (la nueva comunidad) acoge a María y lo que representa (la antigua comunidad de creyentes judíos). Cuando los paganos acogieron a los judíos, comenzó el milagro de la primera misión cristiana. Esto es el mundo al revés porque acoge quien debiera ser acogido y es acogido quien hubiera debido de acoger. Pero es que, como decimos, la integración se hace cediendo todos: el pagano que acoge cede al prestar su vigor de fe nueva y no hace remilgos ante el judío de colmillo retorcido; el judío que se sabe acogido, mira con agradecimiento a quien le acoge pasando por alto su disgustante (para él) paganismo. Cediendo todos se da el misterio de la acogida. Este es uno de los mayores frutos de la entrega de Jesús, de su vida y de su muerte generosa.
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Texto:
25Enfrente de la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena.
26Jesús, pues, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27Luego dijo al discípulo:
-Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como suya.
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Ventana abierta:
Estos son los niños de una clase del colegio de Camposoto de San Fernando de Cádiz. En el centro, abajo, un niño con parálisis cerebral, Antonio, al que sus compañeros llaman “Super Antonio”. Unas maestras que alcanzan el rango de heroínas hicieron posible lo imposible: que ese niño estudie con sus compañeros “normales”, quienes recurren a él para preguntarle cosas que no entienden, para jugar y que lloran cuando “Súper Antonio” falta a clase. “Si Antonio se va, yo me voy”, dice un niño en un video hecho por la escuela. Este es uno de esos pequeños pero impactantes bocados de realidad que saltan a la palestra y nos arrancan a todos una sonrisa, ejemplo de esa alegría que a veces, afortunadamente, trae vivir en este mundo y en este tiempo.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes acogen si fijarse en la diferencia externa; gracias por quienes sonríen con quien sonríe; gracias por quienes se apoyan mirando solamente a la bondad del corazón.
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Desde la persona de Jesús:
Jesús tiene “enfrente de la cruz” a la comunidad integrada. Es su gran triunfo, hacer de los diversos y dispersos un solo pueblo, como dirá luego san Pablo. Su gran sueño era la fraternidad. A ello se entregó con alma y cuerpo. Y lo logró por encima de dificultades. Y ahí estaban ellos: los paganos de la nueva comunidad que el discípulo representa y los creyentes de la vieja comunidad judía que María representa. Juntos ante la cruz, misterio de integración de todo lo disperso.
Oramos: Gracias, Señor, por tu formidable obra de fraternidad humana; gracias por amar y unir lo diverso; gracias por mirar al fondo del corazón de todos.
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Ahondamiento personal:
El discípulo recibe a la madre “como suya”. Es decir, los asuntos de la madre pasan a ser asuntos que importan al discípulo. No hay manera de crear honda fraternidad humana sin que los intereses de los demás entren en el campo de preocupaciones de la vida del otro. Mientras solo me interese lo que me pasa y no lo que nos pasa, aún nos quedará camino por recorrer.
Oramos: Que nos preocupe lo que nos pasa a todos; que caminemos en la senda común del nosotros; que nuestros intereses sean comunes y amplios.
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Desde la comunidad virtual:
No nos cabe duda que nuestro estar en torno a la Palabra tiene, como uno de sus mejores frutos, la conexión de intereses, la preocupación por lo del otro, el sencillo acompañamiento a los caminos de los demás. La oración con la Palabra te hace salir de ti mismo y te planta ante la realidad ajena para hacer la pregunta por el “nosotros”. Es, como decimos, uno de sus mejores frutos.
Oramos: Que nos preocupe y nos preocupemos del otro; que nos acompañemos con sencillez y fidelidad; que la realidad ajena nos conmueva.
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Poetización:
Creían que era un fracasado,
allí, colgado en el palo;
pensaban que su sueño de fraternidad
había sido un quimera
y su anhelo de sociedad nueva
una falsedad.
Pero no fue así:
allí, ante su cruz,
ante la derrota más dura
estaba su mejor triunfo:
la mujer y el discípulo,
las raíces viejas y la nueva savia,
los anhelos casi apagados y el viento de la mañana
unidos y juntos,
en comunidad de vida,
en mezcla de intereses,
en acompañamiento de amor.
Era poco,
pero constituía la evidencia
de que su sueño no había sido vano.
Tan duro como haber muerto solo,
habría sido ver que nadie acogía a nadie,
que cada uno se iba a sus asuntos
despreocupándose del otro.
Pero no:
la nueva comunidad acogió
y la vieja comunidad se dejó acoger.
Podía Jesús cerrar los ojos,
su sueño comenzaba a cumplirse.
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Para esta semana:
Intenta ser acogedor y amable con las personas que se tropiezan contigo estos días.
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Hno Javier Guillen -