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FIAIZ

Juan 104

CVJ

Domingo, 4 de marzo de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

104. Jn 15,1-6

 

Introducción:

 

                Los antiguos monjes del desierto, allá por los siglos III-IV, se retiraban a lugares apartados, decían, para construir “la ciudad de los seres humanos”. Porque una ciudad de personas no es solamente un conglomerado de viviendas, de comercios, de fábricas o de personas. Es una reunión de humanos que ponen en común su humanidad. Esto, a decir de muchos, dista mucho de lo que ocurre hoy en nuestras ciudades que parecen ser muy inhumanas. Pero es preciso descubrir el componente humano de nuestro ser ciudadano para potenciarlo, para resistir, para no dar por perdida la batalla de lo humano, sabiendo que esa lucha se hace en las distancias cortas, en el día a día, en lo que yo puedo hoy aportar al caudal de la vida

                Jesús dice en este evangelio que “el que sigue conmigo, produce mucho fruto”. ¿A qué fruto se refiere? Viendo si vida podemos responder con seguridad: el fruto es la humanidad. Cuanta más humanidad, más frutos. Es que el Evangelio no pretende lograr, en primera instancia, frutos religiosos, sino frutos de humanidad. De ahí que para medir el calado real que el Evangelio va teniendo en nuestra vida haya que valorar el nivel de humanidad que posee. A más humanidad, más Evangelio; a más Evangelio, más humanidad. Si el sabio dijo que “nada de lo humano me es ajeno”, con más razón ha de decirlo el seguidor/a de Jesús.

 

 

 

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Texto:

 

15,1-Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

2A todo sarmiento mío que no da fruto lo quita, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he comunicado; 4permaneced en mí y yo permaneceré en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

 6Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

 

 

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Ventana abierta:

 

 

                Esta es la entrada al parque José Antonio Labordeta de Zaragoza (antiguo Primo de Rivera). Un parque es un lugar de disfrute, de sola, de silencio, de naturaleza, de encuentro y, por lo mismo, de humanidad. El que esté dedicado a Labordeta, una persona de probada humanidad, es signo de mayor contenido aún. Los parques son uno de esos signos “inútiles, improductivos” que hay en las ciudades, pero que son imprescindibles. Quizá nos estén diciendo que, aunque poco productivos, aunque haya que cuidarlos, son lenguaje de la necesaria humanidad para la vida.

                Oramos: Gracias, Señor, por tener espacios de humanidad; gracias por quienes siembran lo humano; gracias por animarnos a vivir en creciente humanidad.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Dice el texto evangélico que para dar frutos de humanidad hay que “seguir con Jesús”. Es decir, es preciso adherirse a quien es humano. Jesús lo fue. Por eso, estar pegado a él, copiar en nuestro hoy sus criterios y modos de comportamiento, es la manera segura de producir frutos de humanidad. Si despojáramos a Jesús de su honda humanidad, su pretendida divinidad se esfumaría, ya que aquella es la que constituye el núcleo de su verdad.

                Oramos: Te alabamos, Señor, por ser hondamente humano; te bendecimos por sembrar humanidad en los caminos de tu vida; te damos gracias por habernos llamado al camino de lo humano.

 

 

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Ahondamiento personal:

 

                El Evangelio anima a “dar más fruto” cada vez. ¿De qué se trata? De ahondar en lo humano. La vida, con su desgaste, nos empuja a creciente superficialidad donde el ahondamiento en lo humano se hace poco menos que imposible. Es preciso contrarrestar esas fuerzas personales y sociales que nos empujan a la superficialidad transformándolas en un dinamismo de ahondamiento, de profundización, de contemplación. Es precio, como decía Tillich a quienes hemos citado en otras ocasiones, recuperar la dimensión perdida de la profundidad porque en ella descubriremos el sentido de lo humano y, a la vez, el sentido mismo de la realidad de Jesús y del Padre.

                Oramos: Que huyamos cada vez más de un estilo de vida superficial; que nos tiente el silencio, el ahondamiento, la contemplación; que superemos la barrera de lo externo para situarnos en la verdad de las personas y cosas.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                Podríamos decir, y tendríamos razón, que orar nos hace más cristianos, más religiosos, en el buen sentido de la palabra. Pero, sobre todo, no lo dudemos, nos hace más humanos. Una de las evidencias de que este camino orante, largo de años, va siendo positivo para nosotros/as es vernos cada vez más humanos, más respetuosos, más comprensivos, más pacientes, más hermanos de todos y de todo. Si eso se palpa, la cosa va bien.

                Oramos: Que nos tire lo humano; que nos enriquezcamos sembrando humanidad; que disfrutemos de la humanidad de los demás.

 

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Poetización:

 

Había bajado

al fondo de lo humano.

Nunca se marchó de allí,

quedó profundamente enamorado,

de nuestra pobre humanidad,

de la suya también.

Por eso llegó a la conclusión

de que ser humano,

profundamente humano,

era el fruto de la verdadera vid.

Percibió con claridad

que los frutos de la vieja vid de Israel,

la religión,

la norma,

la rectitud,

el mérito,

no eran los frutos verdaderos.

Cuando pasaba entre la viñas,

cuando tomaba en sus manos

el goloso racimo de uvas,

cuando bebía el vino agradable

de sus tierras de Galilea

llegaba siempre

a la misma conclusión:

el mejor fruto es la humanidad,

el mejor racimo

las personas que se abrazan,

el mejor vino

la alegría de quienes se aman.

Por eso mismo,

hambriento de humanidad,

decía de era preciso

que sus seguidores/as

dieran mucho fruto,

para que lo humano abundara,

se derramara,

sobrara por todos lados,

hasta hacer de esta vida

una ciudad,

una historia,

de seres humanos.

La ciudad de sus sueños.

 

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Para la semana:

 

                Trata de mirar las situaciones difíciles con las que te encuentres estos días con ojos de humanidad.

 

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