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FIAIZ

Juan 51

CVJ

Domingo, 26 de setiembre de 2010

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

51. Jn 8,19-20

 

Introducción:

 

                Decir que, a veces, parece que tenemos “problemas de identidad” es, quizá, algo demasiado raro y hasta filosófico. Pero, en realidad, muchas veces tenemos la sensación de vivir un poco perdidos, de que la niebla nos coge y no sabemos dónde están las cosas, de que nuestros sentimientos se enturbian. Tal vez no nos pasa esto porque no nos paramos a pensarlo, pero si lo hiciéramos, las cosas no estarían muy claras. ¿Y es tan necesario saber quién es uno para vivir feliz? La respuesta es obvia: si no sabemos quienes somos, si andamos más o menos perdidos en la vida, nuestros caminos humanos se oscurecen y la vida comienza a tomar ese color de gris sobre gris en lo que todo da igual. Por el contrario, quien sabe cada día más quién es traduce esa sensación en ánimo, deseo de vivir, gozo, sentido de la realidad.

                Es que el Evangelio de Juan dice algo profundo e interesante: dice que Jesús sabe quién es y qué pinta en esta vida porque sabe quien es el Padre. Eso quiere decir que Jesús ha aprendido quién es el Padre, su honda humanidad, su amor vertido al camino humano, su generosidad imparable con lo creado, su amor al débil y, desde ahí, ha entendido que también ese era el sentido de su vida. El teólogo Torres Queiruga lo ha dicho muy bien: “En la compasión de Jesús  por todo el dolor, en su alienarse al lado de los pobres, en su defensa de los maltratados, marginados y oprimidos, se nos abre la actitud definitiva de Dios para  el hombre y su intención al ponerlo en el mundo”. O sea, cuando uno quiera saber quién es que piense: Como Jesús, el sentido de mi vida viene dado por mi entrega a los demás. Ahí está la medida.

 

***

 

Texto:

 

                        19Ellos le preguntaban:

                -¿Dónde está tu Padre?

                Jesús les contestó:

                -Ni me conocéis a mí ni a mi Padre: si me conocierais a mí,    conoceríais también a mi Padre.

                        20Jesús tuvo esta conversación junto al Tesoro, cuando enseñaba en el templo.

                Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

 

 

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Ventana abierta:

 

 

                La foto es un poco tópica: una familia española recibe a unas niñas saharauis para pasar el verano.  La dicha que aparece en el rostro de se señor y de la señora que está arrodillada muestra un indicio de la dicha con que hacen ese gesto de humanidad. Es como si dijeran: el favor nos lo hacen ellos a nosotros. Han encontrado sentido en la generosidad con los pequeños. La conclusión es clara: de los gestos de entrega brota el sentido. No se trata de magnificar ningún gesto de generosidad ni de ponerse medallas. Lo bueno es saber que si me entrego al otro, el sentido de mi vida se aclara. Nada más que eso y todo eso.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes acogen; gracias por quienes son generosos sin reparar en gastos; gracias por quienes se apuntan a la generosidad y se desapuntan al egoísmo.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús es uno que ha aprendido quién es el Padre. No lo ha hecho por vía intelectual sino, seguramente, por caminos de profundización. Es muy posible que en las largas noches de oración, tanto le gustaban, se preguntara: ¿Quién eres Tú? Y llegó a saber que el Padre era simplemente amor, entrega, compañía, abrazo, calidez total. Y de ahí se le aclaró el sentido de su vida y, sabiendo quién era el Padre, llegó a saber con más claridad quién era él, qué pintaba en este mundo, qué sentido tenía su oscura y pobre vida.  Ése gozo le acompañó siempre, aunque alguna vez, como allá en el huerto, se le oscureciera.

                Oramos: Te admiramos, Señor, porque aprendiste cómo era el Padre; te admiramos porque de ese saber hiciste tu sentido; te admiramos porque tradujiste ese sentido en cercanía y amparo.

 

 

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Ahondamiento personal:

 

                Dice el texto que Jesús habló de su conocer al padre y, desde ahí, conocerse a sí mismo ante el “tesoro” del templo. El peor lugar, a primera vista. Pues no, eso significaba que para hacer de la entrega el sentido de la propia vida es preciso ponerse frente a frente de cualquier lucro, deseo de gloria, anhelo de poder, intento de construir la vida a costa de los demás. Todo eso impide el sentido que brota de la entrega y, por ello, es requisito para adquirir la luz interior que haga gozosos los días.

                Oramos: Que no nos pueda el deseo de gloria; que no nos pueda el deseo de poder; que no nos pueda el deseo de lucro.

 

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                La comunidad virtual, por raro que parezca, pue3de ayudarnos, poco a poco, a responder con más precisión que muchos libros de teología a la gran pregunta de ¿dónde está Dios? En realidad, quizá la misma pregunta sea innecesaria. La buena pregunta es: ¿qué hace Dios? Y quizá veamos que lo que hace es acompañar, sostener, dolerse con nuestro mal, multiplicar nuestro gozo, ponerse a nuestra disposición, servirnos sin vergüenza, abrazarnos sin rechazo, sumarse a nuestra causa. Quien sabe algo de eso, sabe algo de Dios. Y si él hace lo mismo, el Evangelio le garantiza, por Jesús, el éxito, la luz, el sentido y el gozo.

                Oramos: Que creamos al Evangelio que dice que el Padre es entrega; que creamos al Evangelio entregándonos como Jesús; que creamos al Evangelio disfrutando de un Dios a nuestros lado.

 

***

 

Poetización:

 

Aprendió lo más difícil,

quién era el Padre.

Lo hizo por un camino simple,

lejos de teorías y de dogmas:

vio que el Padre era donación,

generosidad total,

amor sin fronteras,

y se dijo:

ése es justamente

el sentido de mi vida.

Nunca se apeó de esta convicción.

Por eso, crecían que,

cuando se daba al débil,

lo hacía por caridad,

por tendencia natural,

por gusto,

quizá por lucro.

Pero se equivocaban.

Lo hacía porque era lo que hacía su Padre

y eso generaba en él

tanta luz,

tanta alegría,

tanto sentido,

que los días cobraban

un color nuevo,

un frescor nuevo,

un perfume nuevo.

Ninguna tentación fue suficiente

para apartarle de esta senda.

Por eso mismo

no temía proclamar esta convicción

ni ante el “tesoro” del Templo.

La ambición y la gloria

jamás le procurarían

la satisfacción de su entrega.

Hasta el final.

***

 

Para la semana:

 

         Que tus gestos de entrega sean sencillos, silenciosos, amables, cotidianos. De ellos te viene la luz.

 

***

 

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