Todo es según el color...
TODO ES SEGÚN EL COLOR
DEL DOLOR CON QUE SE MIRA
¿Cómo iluminar el espacio oscuro que es el mal?
1. Iluminar, no explicar
Cuando nos sacude una catástrofe, personal o humanitaria, brota enseguida nuestra pregunta por el mal: ¿por qué ocurre esto? ¿Quién es el causante? Quizá haya que comenzar una reflexión serena con humildad: es imposible explicar claramente el mal, su origen, su razón. Hay gente que trata de hacerlo, pero sus argumentos no terminan nunca de convencernos. Nos enrrabietamos, pero eso tampoco explica nada. Quizá haya que renunciar a una explicación que nos satisfaga y desear hacer luz en este espacio oscuro de nuestra vida que es el mal.
2. Una pregunta entendible, pero "primitiva"
En momentos de gran sufrimiento (Auswitz, Haití, Madeira, Chile, tsunamis, enfermedades incurables, etc.) brota una pregunta comprensible por varias razones: porque nos desborda, porque no entendemos, porque queremos que otro sea el culpable, porque queremos exigir cuentas. Esa pregunta es siempre la misma: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué permite esto? ¿Qué clase de Dios es éste que permite el sufrimiento a gran escala? ¿No es un Dios cruel en extremo? Son preguntas entendibles, pero "primitivas". Se las hace la persona desde siempre. No tienen respuesta satisfactoria. Derivan de una imagen de Dios cuestionable: un gran mago que tiene el poder de hacer que las cosas sean de otra manera. No es así. No nos conviene que sea así, porque entonces seríamos marionetas en manos de un Dios mago.
3. Una posibilidad que hay que conquistar
No obstante, algo nos dice que Dios tiene mucho que ver en esto. ¿Por qué nos ha creado así, limitados, pequeños, dependientes, frágiles, expuestos a mil calamidades? Hay que entender la creación como una posibilidad que hay que conquistar. Es una posibilidad abierta a la dicha, a la libertad, al disfrute incluso. Pero hay que conquistarla. Eso quiere decir que, tanto a nivel personal como cósmico, hay que luchar contra nuestra limitación para superarla. ¿Nos podría haber creado de otra manera? No lo sabemos, pero es claro que si se nos da una posibilidad se dé con ella nuestra colaboración. Y esa colaboración es la lucha denodada contra toda limitación.
4. Amor a la vida
Por extraño que parezca, quizá esté aquí el quid de la cuestión. Mientras no se entienda esta vida, con todas sus limitaciones (algunas de ellas tremendas), como una suerte, como no se la ame profundamente, aunque sea una vida limitada, herida, desconcertante, es muy difícil situarse bien en sus lados oscuros. Efectivamente, ¿cómo se va a entender lo débil, el mal, si menospreciamos esta vida, si la expoliamos, si la maltratamos, si la despreciamos? Nuestra pregunta por el mal, sin respuesta casi siempre, está hablando de nuestro deficiente amor a la vida.
5. Un Dios menor que sufre
Se nos ha hecho creer que Dios era omnipotente, que podía evitar nuestra enfermedad o nuestras catástrofes. Pero el Dios de Jesús no es así: es un Dios menor, a nuestro servicio, que sufre con lo nuestro, que se conduele de nuestro mal, que no puede mover ni una paja a nuestro favor porque somos nosotros quienes tenemos que apañárnoslas para ir saliendo adelante. Podemos preguntarnos de nuevo: ¿entonces, para qué nos ha creado? Por extraño que parezca, hay que responder: para que seamos dichos, luchando y por encima de nuestras limitaciones. ¿Es sensato creer en un Dios así, menor, que sufre con nosotros (más que nosotros), que se conduele, que no puede cambiar las cosas, que espera que seamos nosotros quienes luchemos por la vida? ¿Sirve para algo un Dios así? Sirve en la medida en que se cree que el amor, el acompañamiento, el consuelo, el ánimo, la luz, el abrazo sirven. Si se espera otra cosa de Dios, quizá no venga.
6. Lo decisivo: en qué lado estás
La pregunta verdadera de quien hace este tipo de reflexión tendría que ser esta: no es importante saber de dónde viene el mal (cosa, por otra parte, prácticamente imposible) sino en qué lado te vas situando, en el bien o en el mal, en la lucha con los débiles o en meros lamentos. Si una reflexión de este tipo no nos lleva a irnos situando en la orilla de quienes luchan contra el mal, hemos perdido el tiempo. Hay que tener siempre aquel famoso proverbio chino o árabe: "Quien quiere hacer algo, encuentra el medio; quien no quiere hacer nada, encuentra una excusa".
7. El dolor con que se mira
Un poeta (Benedetti) dice (parodiando aquel dicho de que todo es del color del cristal con que se mira) que la realidad es del color con el dolor con que se mira. Si se mira a la realidad sin dolor, como si el dolor de los demás no me incumbiera, como algo que está fuera mientras no me toque a mí, no estamos comportándonos como humanos ni como creyentes. El dolor ajeno nos hace sujetos morales porque nos hace ver si estamos siendo humanos o no.
8. Conclusión: opciones y signos
Interesarse por el dolo conlleva unas opciones y unos signos. Unas opciones: tratar de situarse lo más cerca posible de quienes sufren para que su dura situación sea más llevadera y humana. Unos signos, unos modos concretos de comportarse, de ser solidarios, de condolerse. Lo importante de los signos no es lo que contabilizan, sino el deseo que hay detrás de ellos: que las cosas puedan ser de otra forma, más humana, más gozosa.
Nota: Dos artículos interesantes sobre el tema en relación con Haití: http://www.redescristianas.net/2010/01/19/mala-teologia-ante-el-terremotojuan-masia-clavel-teologo/ y sanjose-articulos.blogspot.com/.../esta-dios-en-haiti-por-juan-antonio.html.
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