Blogia
FIAIZ

PASCUA 2008

 EL OLVIDO QUE NO SEREMOS

Retiro en Pascua de 2008

 Todo el mundo reconoce la fragilidad de la memoria. Los sucesos más decisivos pasan rápidamente al olvido. Los hechos más terribles quedan cubiertos rápidamente por una recia capa de polvo. La gran parte de los seres creados y de los humanos parece que no dejan la más mínima huella en el camino de la historia. ¿Quién nos recordará dentro de cien o doscientos años? ¿Quién valorará nuestros esfuerzos, quién se percatará de nuestros anhelos, quien recordará nuestras angustias? Parece que el olvido es la única respuesta.

La memoria es frágil porque es frágil nuestro corazón. Es pequeño para albergar al otro, para albergarse a sí mismo. Esa poca capacidad cordial hace que el "archivo" donde se guardan las vidas de los otros y la propia sea muy limitado. Por eso llegamos fácilmente a la conclusión anterior: no nos esforcemos, no dejaremos huella, lo nuestro es "una sombra que pasa" (Sal 143,3-4), un paréntesis "entre dos mareas" (L. Aragon), una "sombra de un sueño" (Píndaro).

Muchas personas se resignan a esta fragilidad y aceptan la desaparición en el olvido como un componente de la existencia humana, una fatalidad que es preciso aceptar lo más estoicamente posible. Pero hay quien se resiste a esto; la sed de vida que anida en su corazón aspira a una "permanencia", no solamente a un recuerdo. Puede parecer que esto son "pajas mentales", como se suele decir. Pero, en realidad, estamos hablando del sentido de la vida, de saber qué pintamos en esta vida, de los horizontes que nos aguardan. Estamos hablando de anhelos profundos que el tráfago de los días no logra apagar.

Esta amenaza del olvido también afecta a la persona de Jesús. En la película Francesco de L. Cavani se describe la escena en que el hermano de Asís y sus compañeros recaban la aprobación y bendición de su género de vida ante el Papa Inocencio III. Él les hace un extraño interrogatorio y en un momento dado les dice: "Erais ricos y ahora sois pobres, ¿cómo resistiréis en un mundo envuelto en el pecado? Y Francico responde tartamudentante: "Las huellas...las huellas". Y el Papa con aire irónico replica: "¿Las huellas de Cristo? Están cubiertas de polvo". Esto es cierto. Pero también es cierto que cada año, al vivir la resurrección de Jesús la comunidad cristiana hace un formidable esfuerzo por quitar el polvo a las huellas de amor que fueron la vida y muerte de Jesús. Si no fuera por la celebración pascual, hace tiempo que el olvido se habría comido hasta el mínimo recuerdo de la persona y propuesta de Jesús.

Se atribuye a Borges un poema inédito cuya primera estrofa reza así:

 

Ya somos el olvido que seremos.

el polvo elemental que nos ignora

y que fue el rojo Adán y que es ahora

todos los hombres y los que seremos.

 

Nosotros nos permitimos corregir ese primer verso y decir que no seremos ese olvido, que ninguna entrega se pierde, que el fondo de la vida (el amor del Padre) recoge todas las aportaciones que las personas, por humildes que sean, hayan hecho a la vida. Esa es la manera como nosotros/as leemos la realidad. La resurrección de Jesús confirma esta intuición. De no ser así, quedaría cuestionada y sin sentido.

 

 

I

SÓLO UNA COSA NO HAY. ES EL OLVIDO

La resurrección de Jesús correctivo de toda desmemoria

 

 

Creemos que la Pascua es un formidable correctivo contra toda desmemoria. No solamente la de la vida y obra de Jesús de Nazaret, sino la de toda persona, sobre todo, la de aquellas gentes que han sido más olvidadas, más heridas, más ignoradas, más ninguneadas. La Pascua es la fiesta de los olvidados, de los invisibles, de los postergados. Al celebrar el recuerdo vivo, la presencia actuante de Jesús resucitado, se unen a esa celebración todos los que la vida, la historia y la maldad humana han pretendido sepultarlos para siempre. Por eso la resurrección es una fiesta para la memoria, para la vida. ¿Son estas palabras al aire, poesía de bajo nivel? Creemos que no. La fe en la resurrección más que una fe dogmática es una fe existencial, la actitud de quien cree que nada se pierde en el fondo de la nada sino que, de algún modo, lo hermoso, lo bello, lo santo, lo humano, lo fraterno, pasa al fondo de la vida y permanece ahí en una presencia viva y actuante.

 

 

1. Una cosa no hay: el olvido

 

                Tiene el mismo Borges un poema publicado hace años que habla sobre la imposibilidad del olvido. De él tomamos título para esta primera reflexión y puede ayudarnos a entonarnos, a ver más allá de la evidencia común de que estamos destinados al olvido, para ver que la realidad profunda nos dice que no, que la memoria, el recuerdo, la vida en fin, están en nuestro horizonte.

 

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Dios, que salva el metal, salva la escoria,

y cifra en su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido.

 

Ya todo está. Los miles de reflejos

que entre los dos crepúsculos del día

tu rostro fue dejando en los espejos

y los que irá dejando todavía

 

Y todo es una parte del diverso

cristal de esa memoria, el universo:

no tienen fin sus arduos corredores

 

y las puertas se cierran a tu paso;

sólo del otro lado del ocaso

verás los Arquetipos y Esplendores.

 

                                               (José L. Borges, El otro, el mismo,  1964)

 

  • Sólo una cosa no hay. Es el olvido: De eso estamos ciertos, más allá de las dudas sobre nuestro futuro. Creemos que el olvido no puede tener la última palabra y que el amor es lo que, de alguna forma, permanece. El amor está hecho para permanecer, para bajar al fondo de la existencia y poner allí su morada. La pervivencia del amor no depende de nuestra conciencia, ni de la aprobación de los demás. Permanece porque lo suyo es vivir, permanecer. A quien esto capta no le importan los "cómo".
  • Su profética memoria: Más bien su amorosa memoria. El amor de Dios es el archivo del amor que lucha contra el olvido. Y porque es amor generoso, no son obstáculo para ello ni el "metal" (lo duro de nuestro corazón) ni la "escoria" (nuestra estructural debilidad). Dios guarda "las lunas que serán y las que han  sido", las noches y sus luces (lunas), las debilidades y los valores.
  • Ya está todo: Nada se pierde. Todo queda en el fondo del tesoro de la vida. Lo más frágil ("reflejos entre los dos crepúsculos del día") y lo más querido ("tu rostro y sus reflejos"). Incluso lo que está por venir ("los que irá dejando todavía") también está destinado al tesoro de la memoria amorosa.
  • Esa memoria, el universo: Porque en ese universo que guarda todo en su memoria late el corazón memorioso y acogedor del Padre, el alma de la historia. Ahí cabe todo, hasta lo más insignificante, aunque lo es tanto como para ser olvidado.
  • No tienen fin sus arduos corredores: Todo tiene cabida en ese laberinto de amor, en ese formidable archivo del secreto de Dios que acoge todas las entregas, todos los amores, todas las solidaridades, todas las heridas, todas las derrotas, todas las ruinas. Un archivo no para la reconvención, para la acusación, para el recuerdo amargo. Todo lo contrario, una realidad envuelta y amasada en el amor.
  • Verás los Arquetipos y Esplendores: Porque habrá alguna clave de "comprensión", de vivencia, de gozo. Y esa clave nos será revelada, ofrecida, propiciada. Más allá de certezas dogmáticas sobre la resurrección, hay una espera, un atisbo, una alerta. Y no quedaremos defraudados/as, como lo dijo Él.

 

2. La luz de la Palabra:

 

                Son no pocos los pasajes donde se habla en la Escritura de la "memoria" de Dios, más allá de la limitación humana. Vamos a tomar uno que es anuncio y profecía, palabra ofrecida a quien la lee hoy como palabra de fiar. Es el capítulo 11 de Oseas:

 

Cuando Israel era niño, lo amé,

   y desde Egipto llamé a mi hijo.

Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí:

   ofrecían sacrificios a los baales

   y quemaban ofrendas a los ídolos.

Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos,

p;  y ellos sin darse cuenta de que yo los cuidaba.

Con correas de amor los atraía, con cuerdas de cariño.

   Fui para ellos como quien alza una criatura a las mejillas;

   me inclinaba y le daba de comer.

Pues volverá a Egipto, asirio será su rey,

   porque no quisieron convertirse.

Irá girando la espada por sus ciudades

   y destruirá sus cerrojos;

por sus maquinaciones devorará a mi pueblo

   propenso a la apostasía.

Aunque invoquen a su Dios, tampoco los levantará.

Pero, ¿cómo podré dejarte, Efraín; entregarte a ti, Israel?

   ¿Cómo dejarte como a Admá; tratarte como a Seboín?

Me da un vuelco el corazón, se me revuelven todas las entrañas.

   No cederé el ardor de mi cólera,

   no volveré a destruir a Efraín

que soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti

   y no enemigo devastador.

Irán detrás del Señor, que rugirá como un león;

   sí, rugirá y vendrán temblando sus hijos desde occidente,

desde Egipto vendrán temblando como pájaros,

   desde Asiria como palomas, y los haré habitar en sus casas

   -oráculo del Señor-.

 

  • Cuando Israel era niño, lo amé: Oseas, como tantos israelitas, ha querido entender la azarosa historia de Israel: ¿qué nos ha pasado que la alianza ha sido casi un fracaso? ¿Cómo reaccionará Dios ante ese fracaso? ¿Sigue Dios con ellos o sigue? ¿Olvida o no olvida? El perfil de Dios que da el profeta puede parecernos superado, y en una notable parte lo está. Pero aún puede resultarnos interesante para el tema del amor que no olvida y se mantiene por encima de cualquier debilidad. Ese amor extraño arranca de los tiempos de la niñez de Israel. Dios ha sido alguien que ha amado a Israel desde la niñez, desde los tiempos en que solo se da amor y casi nada se recibe. La persona, la historia, se le ha colado a Dios en el corazón en la ternura y debilidad de un niño. Se le ha metido tan adentro que olvidarse de este amor profundo es ya imposible. La memoria de Dios no está originada por la venganza sino por el amor. Recuerdos imborrables de amor. Así son los de Dios.
  • Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: Esto desvela la honda debilidad de la estructura histórica: más esfuerzo hace Dios por atraernos, más nos alejamos. Incomprensible, pero funciona así. El amor de Dios ha de superar la prueba dura del desaire, del enfado, de la lejanía, del distanciamiento. Si no la superara, su recuerdo sería destructivo. Tiene que pasar por todas las "perrerías" que le hacen sus criaturas para poder amarlas en su limitación. Hay que medir el esfuerzo de Dios, tal como lo pinta el profeta; su dolor superado, tragado, asumido como se puede. Su memoria es una realidad acrisolada, purificada por su propio sufrimiento, por su orgullo tragado, reconvertido en benignidad.
  • Sin darse cuenta de que yo los cuidaba: Los desvelos de Dios no fueron apreciados; su amor generoso no tuvo la recompensa del agradecimiento. Los cuidaba él, y las ofrendas e inciensos se los llevaban los ídolos. Su memoria tiene que superar la pregunta: ¿Cómo han sido tan desagradecidos? Sin Dios no halla respuesta a esto, su recordar será amargado y destructor.
  • Como quien alza una criatura a sus mejillas: Aún recuerda Dios el rostro arrebolado del "niño Israel", los primeros pasos y los cuidados más básicos. Ha criado a Israel; él ha sido su verdadero padre y madre. Y, sin embargo, no ha sido suficiente ese amor para mantenerlos en fidelidad. Dios no entiende, no comprende qué ha pasado. Si no supera este su desconcierto su recuerdo no será benigno, su memoria no será curativa.
  • Irá girando la espada: El despecho brota casi imparable. Quizá lo haga el profeta para mostrar luego el inesperado giro de un Dios que mantiene el amor por encima de todo. Tendrá que acoger también el dolor que el abandono ha traído a la misma historia de Israel, la muerte en la que se han visto amasados sus días.
  • ¿Cómo dejarte?: Imposible; sería desdecirse de su propio amor, caer en el sinsentido, quedarse sin razones de vivir. Y un Dios así no sería el Dios que ama sin poder reprimir su desbordante amor. Le "da un vuelco el corazón", se le rompe algo por dentro, se destroza todo su ser. Imposible dejarle. Por eso, su recuerdo será el amasado con el propio sufrimiento reconvertido, su memoria tendrá por ingrediente principal el incomprensible amor de quien ama aunque él mismo no sea correspondido y amado. Una memoria, la de Dios, que no anda recordando y censurando el amor que no pudo ser fiel, el cariño que no fue posible mantener vivo.
  • Soy Dios, y no hombre: Porque un hombre reaccionaría en clave de desamor, de despecho, de reproche continuo, de imposibilidad para encontrar un camino de amor tras el fracaso más rotundo. Pero el es Dios, incomprensible Dios, amoroso Dios que obra en parámetros diversos, extrañísimo Dios que no tiene reparo en andar tras la criatura aunque ésta le llene de menosprecios. ¿Cómo su memoria no va ser benéfica, cómo su recuerdo no va estar lleno de un amor probado? Su pequeña "venganza" según el profeta es que "vendrán temblando", recomidos por su culpa. Pero, en realidad, esto no es así: Dios no es memoria ni siquiera para la culpa, sino solamente para el amor; él no nos recuerda lo mal hecho sino que se regocija de lo bueno de nuestra historia; no sale un reproche de su boca, sino la sonrisa de un amor nuevo, redescubierto, purificado, libre y limpio.

 

3. Ahondamiento:

 

                Podemos consignar algunos puntos que ahonden, aún más, en la realidad de una memoria benéfica para la historia humana, de un recuerdo constructor de una nueva vida. La Palabra y la resurrección de Jesús empujan en esa dirección:

 

a)      Más allá de lo que ven nuestros ojos: Considerar la resurrección de Jesús como correctivo a la desmemoria postula una mirada profunda sobre la realidad. Profunda y espiritual, ilusionada. Si nos situamos ante las cosas con el positivismo de quien no cree más que en lo que toca, no hay nada que hacer. Los "realistas" se quedan bloqueados ante esta clase de planteamientos. Pero lo cierto es que hay realidades en la otra orilla de lo que vemos, en el otro lado de lo que aparece. Si no damos ese "salto" todo lo que decimos, no suena a nada.

b)      En el fondo de la realidad: Ahí es donde se "almacenan" todos los valores de la historia que Dios acoge. No sabemos a qué nos referimos exactamente con ese "fondo". Pero hay un "lugar", un ámbito donde como el humus de la tierra se van depositando los valores de la historia. Su conjunto es, de algún modo, eso que la piedad tradicional llama cielo o bienaventuranza y que no es otra cosa sino la suma de valores de la historia llevados a plenitud por la fuerza increíble del amor del Padre-Madre. No hay argumentos para justificar esto, pero hay anhelos, intuiciones, sueños, olfateos de esa honda realidad. ¿No es suficiente para quien cree en el valor hondo de la bondad, la belleza y el amor?

c)       El tesoro de las bondades sumadas: Un tesoro que crece, que aumenta, que se enriquece cada día que transcurre en la historia. Toda aportación, por sencilla que parezca, es útil para enriquece tal tesoro. Más aún, quienes la historia juzga como inútiles, productivamente hablando, Jesús entre ellos, quizá sean quienes más contribuyen a tal tesoro. Con esas "joyas" de bondad se paga el precio de la conquista de la libertad, de la fraternidad, de la dicha. Con esas "monedas", la más valiosa la de la resurrección de Jesús, se hace frente al desgaste de la debilidad y de las heridas históricas.

d)      Participación sin disolución: Caminar hacia ese fondo de recuerdos salvadores no hace que la persona se difumine en un todo impersonal. Si hemos sido llamados personalmente a la vida, de alguna manera eso tiene que quedar inserto en el fondo de bondad y de amor que Dios guarda. Pero es un fondo participado, mezclado incluso a la materia, entreverado con todos los procesos históricos que han sido desde el principio de los siglos. Esta "recapitulación" es, según Col 1,20, el secreto designio de Dios sobre la historia que hemos conocido por Jesús y por cuyo medio sabemos que es una realidad posible.

e)       Gozo por sabernos guardados: La certeza de que lo bueno de cada uno/a no se pierde habría de llenarnos de gozo al saberlo; los viejos temores al "más allá" y cosas similares tendrían que difuminarse como la niebla ante los rayos cálidos del sol. ¿Cómo, si no, poner coto a los temores que acompañan el camino humano desde sus inicios y que son tan persistentes? ¿No podría ayudarnos a desbloquearnos ante realidades tan difícilmente encajables como la misma muerte? ¿No nos haría descubrir caminos nuevos, más humanos, para afrontar los dolores que llevan consigo el final de la existencia? Creer en la memoria que suscita la resurrección generaría una nueva ética en temas relacionados con la comprensión de los límites de la vida.

f)        Confirmación de anhelos, más que verdad dogmática: Porque si enfocamos la resurrección de Jesús como una verdad dogmática hay que ir por otros caminos, es preciso hablar otros lenguajes. Pero para nosotros/as, la resurrección puede ser justamente la ayuda impagable para avivar la certeza de que esta clase de intuiciones no son fantasías estériles; tendría que confirmarnos dentro en la certeza de que lo bueno entra en el tesoro de la vida, de que el fondo de la existencia es una realidad abrazada por el Padre. ¿Nos parece esto muy "vaporoso", poco tocable, poco de fiar? ¿Son más de fiar nuestras certezas consagradas que se estrellan ante la elemental pregunta de quién lo sabe?

 

4. Actitudes personales:

 

                Quizá podamos consignar algunas actitudes personales que nos hagan más creíbles estas intuiciones espirituales.

 

a)      No se puede olvidar a quien se amó: Quizá sea esta la primera constatación: tanto Dios como las personas recuerdan porque aman. Si no se ama es cuando se pierde toda memoria. El amor habría de ser la raíz del recuerdo, la fidelidad mantenida la fuente de la memoria. Por eso, si no hay memoria, no hay amor. Y viceversa. San Jerónimo dice que el amor que se pierde no fue amor verdadero. Y así parece ser. Más que cuestión de memoria es, pues, cuestión de amor.

b)      Sanar la memoria: Porque, como todo, la memoria queda "manchada" por nuestras maneras empobrecidas y hasta raquíticas, poco generosas, de enfocar la realidad. Sanar la memoria con la mediación de la dignidad reconocida, del aprecio manifestado, del amor mantenido. Liberar la memoria de egoísmos, de intereses, de sed de venganza, de afán por mantener heridas. Si se logra esto, la memoria saneada humaniza, reconforta, devuelve la perspectiva de la dignidad, enseña el camino de lo humano.

c)       Recordar únicamente la bondad: Esto es lo que hace la memoria amorosa de Dios. Algo así habríamos de comenzar a hacer los seguidores/as de Jesús. No se trata de olvidar la limitación, el fallo, y sus inapelables lecciones. Pero archivar, solamente habría que hacerlo con la bondad en todas sus dimensiones. Hacer esto no es únicamente ser selectivo en nuestro recuerdo; es más: se trata de situarse en la perspectiva única de la bondad de Dios y de la bondad humana, lo único que de verdad puede "salvar" nuestra historia.

d)      Apóstoles de la memoria: Siempre los ha habido: las madres de la plaza de mayo, las mujeres palestinas de blanco, las familias de los múltiples desaparecidos, quienes anhelan que la memoria historia restaure la dignidad conculcada, etc. Habríamos de apoyarlos en cuanto que su causa es recordar para generar humanidad, para aprender la difícil lección de ir siendo más humanos.

e)       Algo dirán: Los débiles, los silenciados, los excluidos, algo dirán (como canta Pedro Guerra). Es su memoria y sus recuerdos los más sagrados, los que debieran ser escuchados con respeto por todos. Es cierto que sus mismas vidas son poco escuchadas; cuánto menos su memoria, sus recuerdos, sus anhelos enterrados. Pero por eso mismo, y porque Jesús los escuchó incansablemente, habría que fomentar la escucha de lo que dicen quienes nunca han sido tenidos en cuenta.

f)        Una fraternidad con memoria: Así habría de ser nuestra vivencia comunitaria: capaces de recordar que el tesoro de lo fraterno se ha enriquecido con la vida de todos/as los hermanos/as que nos han precedido. Esto no lo hacemos para anclarnos en el pasado, sino para construir con más fidelidad un futuro que nos pertenece. Saber que hay en nuestros grupos creyentes y religiosos un humus de personas que han vivido entregadas, habría de animarnos a construir hoy una entrega decidida y creativa.

 

5. Plan Pascual:

 

                Podemos sugerir un plan para esta Pascua partiendo de la memoria de la resurrección de Jesús hasta apuntar a la realidad de nuestra memoria histórica y fraterna:

 

1ª Semana: Acuérdate de Jesucristo resucitado:

 

                Con el recuerdo cercano de la celebración del comienzo de la Pascua, se trata de poner en pie el consejo de 2 Tim 2,11-13: tengamos presente el recuerdo de Jesús, su fidelidad inquebrantable, su amor sin fisuras, actuante en nuestra comunidad creyente.

 

2ª Semana: Acordaos de la Comunidad eclesial:

 

                De que es por esta comunidad, con sus luces y sombras, por la que hemos llegado y maduramos en nuestra opción por Jesús. Traemos a la mente con Heb 13,7 de todos aquellos que nos han anunciado la Palabra de Dios, de quienes construyen la fe de sus hermanos.

 

3ª Semana: Acuérdate de mí en tu Reino:

 

                Es la honda petición del crucificado con Jesús en Lc 23,42. Nos acordamos de todos los "crucificados" de la historia, de los pueblos más heridos. Los metemos en el movimiento de la Pascua sabiendo que su vida pobre entra en la memoria de amor del Padre que la acoge.

 

4ª Semana: Acordémonos con tenacidad de los empobrecidos:

 

                Porque esto fue lo que le pidieron a Pablo, como prueba de adhesión verdadera a Jesús, los dirigentes de Jerusalén, según Gal 2,10. Olvidar a los pobres, sacarlos de la memoria de la resurrección es no haber entendido el amor del Padre y de Jesús que se ha puesto en la orilla de los débiles. Son el centro de la Pascua.

 

Semana: Una oración que recuerda:

 

                Así habría de ser la oración de la Pascua, una oración llena de recuerdos, de nombres, de personas, como dice Pablo que es su oración en Rom 19. Orar recordando es orar como ora Jesús ante el Padre por nosotros.

 

 

6. Un texto final:

 

Yo sé que existo

porque tú me imaginas.

Soy alto

porque tú me crees

alto, y limpio porque tú me miras

con buenos ojos

con mirada limpia.

Tu pensamiento me hace

inteligente, y en tu sencilla

ternura, yo soy también sencillo

y bondadoso.

Pero si tú me olvidas

quedaré muerto sin que nadie

lo sepa. Verán viva

mi carne, pero seré otro hombre

-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

 

                               (Ángel González)

 

 

 

 

II

ALGO DIRÁN

La memoria de la resurrección de Jesús, memoria de los empobrecidos

 

                Puede que parezca que hablar de los empobrecidos no es "tema espiritual" y, menos, pascual. Pero sí lo es, porque si ellos no entran en la dinámica re-creadora de la resurrección, ésta resulta estéril. Es para ellos, para quienes sienten más el peso de la historia, para quienes corren más peligro de que el perfil de lo humano se desdibuje en sus vidas, para quien sufre hoy las verdaderas crucifixiones de la pobreza para quienes la resurrección puede significar más, lo sepan o no, lo conozcan o no. SU empobrecimiento es el que les hace acreedores de los beneficios de la resurrección, no su conciencia creyente si es que la tienen. No nos salimos del tema poniendo en relación la memoria del Resucitado con la memoria de los empobrecidos.

                Por otra parte, cuando torcemos el gesto ante las pobrezas se nos olvida que nosotros también fuimos pobres, que nuestra historia social está amasada en las pobrezas. Se nos olvida que la pobreza, como dice Gamoneda, no solamente es un mal sino, que encajada de la forma que sea, engendra una determinada espiritualidad, la espiritualidad de quienes anhelan la liberación, no la de los que se someten a ella como mansos corderos. Ahí es donde la resurrección conecta con las pobrezas: en su demanda incansable de justicia, en su anhelo imparable de dicha, en su constante búsqueda de un mejor equilibrio social.

                Por otra parte, el coro de los empobrecidos de la tierra, cerca y lejos, no deja de aumentar. No solamente por razones demográficas, sino por las actuaciones sociales, económicas y políticas de los humanos, de los países desarrollados, de nosotros. Tenemos que ver en el hecho de que el coro no disminuye. ¿Cómo, luego, no queremos escuchar sus voces que demandan justicia? ¿Cómo es que no queremos que fuerzas liberadoras, la resurrección de Jesús entre otras, no actúen benéficamente sobre esas demandas de justicia? ¿Es que vemos peligran nuestro "desarrollo sostenible", nuestro tren de vida, nuestros privilegios? Si despojamos a la resurrección de sus componentes sociales corremos el riesgo de construir un angelismo inservible.

                Por eso, es preciso hacer un esfuerzo para escuchar lo que canta ese grandísimo y exigen te coro. Nuestra fe en la resurrección (fe más vital que dogmática) habría de empujarnos en esa dirección y nosotros/as habríamos de ser dóciles para aceptar ese empuje. Si nos resistimos, ¿para qué nos sirve creer en el Resucitado? Hay que sacudir la desgana que, a veces, es la cortina de humo que oculta nuestro afán por anular los efectos liberadores de la resurrección de Jesús, pon intentar, vanamente, que eso se quede meramente en cuestiones religiosas, cuando su influencia apunta a lo vivo de la historia, a lo más necesitado de ella.

 

1. Algo dirán:

 

                Vamos a mirar, contemplar, primeramente al coro de los desposeídos. Lo vamos a hacer con el texto de una canción de Pedro Guerra:

 

ALGO DIRÁN

 

Los expulsados, los excluidos,

los explotados, los exhibidos,

los no explicados, los extinguidos,

los no explorados, los exprimidos,

 

los penetrados, los perseguidos,

los postergados y los perdidos,

los pateados, prostituidos,

los persignados y prohibidos.

 

Las amarradas y adormecidas,

las afectadas, las absorbidas,

las apagadas, las abstraídas,

las abusadas y aborrecidas,

 

las rematadas, las retenidas,

las repudiadas, restituidas,

las reservadas, retransmitidas,

las refugiadas y reabsorbidas.

 

Algo dirán.

 

Los desollados, los deprimidos,

los descalzados, los divididos,

los derrotados, desatendidos,

los derramados, los detenidos,

 

los anegados, los abducidos,

abaratados y no atendidos,

los no apañados, los adheridos,

anestesiados y no asumidos.

 

Algo dirán

 

Las ignoradas, las invadidas,

las iletradas, las inhibidas,

las incendiadas, las impedidas,

las infectadas, las influidas,

 

las desechadas, desinstruidas,

despilfarradas y decaídas,

desenraizadas y descosidas,

desesperadas y desnutridas.

 

Algo dirán.

 

  • Coro inmenso: Cuando se desglosa el tema "pobres" el resultado es estremecedor. El coro es inmenso. Quedar insensibles sería un crimen. Es preciso arbitrar socorros reales. Por eso, la resurrección es la fuente para la solidaridad, el triunfo de Jesús el ánimo para que alguien de estos/as pueda triunfar escapando a su situación de inferioridad, de menosprecio, de herida.
  • Los "ex": Es decir, los que han sigo marginados y excluidos del banquete de la vida. La resurrección de Jesús se empeña en decir, tercamente, que toda persona tiene derecho a sentarse en esa mesa y que si alguien ha sido excluido es porque los humanos lo hemos excluido. La resurrección es memorial que defiende el derecho básico a vivir con dignidad.
  • Los "post": Con todo lo que eso conlleva de marginación, de postergación, de decir que quien no produce no cuenta en la sociedad. Jesús quiere que se pongan "en el centro", que se sepan parte de la corriente de la historia y, por cierto, parte central.
  • Las "i": Quienes no cuentan, ignorantes, iletrados/as. En situación de desventaja por el mero hecho de nacer en un lugar del mapa. La injusticia que conlleva el mero nacer. La resurrección quiere borrar ese estigma y pide colaboración, solidaridad, ternura de los pueblos, para que las "i" mengüen.
  • Los "des": Que es la forma del robo, del latrocinio, del despojo. La resurrección quiere restituir a los pobres lo que se les arrancó, lo que se les robó. Celebrar la resurrección sin caer en la cuenta de esta formidable obra de expolio es edulcorarla.
  • Las maltratadas en su corporalidad: Sobre todo las mujeres, en lo más suyo, en lo intransferible, en su cuerpo. La resurrección pretende devolver la dignidad a la corporalidad, el disfrute a lo corporal, el derecho a decidir, la dignidad a aquello más ofendido. Una resurrección para el cuerpo, para lo más inmediato.
  • Los sin dignidad: No porque dejen de tenerla, ya que esa nunca se pierde, sino porque no les es reconocida. La resurrección apunta a un nuevo y total reconocimiento de la dignidad. Mientras eso no exista, hablar del triunfo de Jesús es todavía hablar de realidades incompletas.
  • Algo dirán: Porque tienen algo, mucho, que decir, aunque no se les conceda la voz. La resurrección quiere devolver la voz a quienes quieren gritar su injusticia. No es voz de nadie porque proclama que todos tienen voz. La Pascua sería tiempo bueno para devolver la voz a quien las circunstancias históricas, nosotros, se la han arrebatado.

 

2. Jesús y los excluidos en el Evangelio de Juan

 

                Puede pasar que para hablar de la exclusión en los Evangelios, sea más útil mirar en la dirección de los sinópticos que en la de Juan. Pero también de este último se puede sacar mucha luz.

 

                a) Ante la exclusión económica del sistema: Jn 2,9:

 

                               En el texto joánico denominado "bodas de Caná" hay unos actantes que, aun estando en la sombra, son muy significativos: nos referimos a los sirvientes del v.9. Dice el texto que ellos sí sabían de dónde venía el vino nuevo que habían sacado. Los sirvientes son los excluidos del sistema económico, aquellos que generan una indudable riqueza pero, excluidos del reparto de beneficios, no perciben ninguna ganancia por su trabajo. Ellos sí saben de dónde viene el vino nuevo: viene de la dignidad que Jesús percibe en toda persona y de la correspondiente evidencia de que las ganancias del Reino son para todos/as. Así, el milagro no es tanto sacar vino del agua, sino romper el mecanismo social secular (aún vigente) de que coexistan excluyentes y exclusotes. Esto es lo que aporta el vino nuevo de la libertad, la alegría y la igualdad, guardadas hasta ahora. La resurrección de Jesús alienta a quebrar este círculo vicioso de la exclusión social con el correctivo de la dignidad reconocida.

 

                b) Una solución utópica para toda exclusión: Jn 6,1-13:

 

                               Es la que viene en este texto y que hará sonreír a cualquiera que no profundiza en la espiritualidad evangélica: Jesús cree que la solución a la exclusión económica está en el compartir sobre la base del todo, no siendo obstáculo la pobreza. El verdadero milagro aquí narrado no es que salgan panes del cesto, sino que uno/a crea a Jesús que mantiene esta ingenua utopía del compartir como solución a la exclusión económica, a toda exclusión. Pero, ¿funciona o funciona este mecanismo? Tanto los datos de la macroeconomía, como los de la relación económica más sencilla demuestran que funciona. El problema de los bienes no está tanto en la producción cuanto en el reparto. El Evangelio quiere modificar el reparto. La fuerza de la resurrección de Jesús quiere empujar al creyente en esa dirección.

 

                c) Ante la exclusión del sistema religioso: Jn 5,19ª:

 

                               El paralítico de la piscina de Betesda es un excluido del sistema religioso. Llevaba treinta y ocho años con su enfermedad, toda la vida, a las puertas del Templo (la piscina está colindante con él) y ésta institución no había hecho nada por su salud, no tenía ninguna salida para su situación. Jesús le propone una salida que viene descrita en la prescripción del v.8: "Levántate, carga con tu camilla y echa a andar". Es decir: si entras por el camino del seguimiento (echa a andar), encarando las normas que te deshumanizan (carga con tu camilla) serás persona nueva (levántate). El seguimiento con Jesús, la vida según los valores del Evangelio, son, junto con el ánimo para superar normativas opresoras, la solución que Jesús propone a cualquier marginación religiosa. En el fondo, no es sino poner en práctica la libertad de los hijos de Dios que desencadena la resurrección de Jesús.

 

                d) Ante la exclusión de sentido: Jn 9,1-7:

 

                               Todos sabemos que uno de los más esforzados trabajos de la existencia humana es la búsqueda de sentido, el ver la razón y los por qué-para qué del camino humano, de la historia. Privar del sentido, oscurecerlo, ocultarlo, es una de las más inicuas exclusiones. Los sistemas imperantes quieren hacer creer a muchas personas que su vida carece de valor, que no tiene sentido. Al excluirlos del sentido se les hace más manipulables, más explotadas. Por eso, devolver el sentido es una gran batalla contra le exclusión. La obra de iluminación que relata Jn 9,1-7ss es un trabajo de restauración del sentido. Al estar iluminada, curada, la ceguera interior, el hombre aquel descubre su inalienable dignidad que tenía cuando era ciego. Al poner delante el valor de la dignidad por encima de toda limitación, la resurrección cuestiona toda tendencia opresora e interesa en manipular el sentido de la vida.

 

                e) Ante la exclusión de la vida: Jn 11,1ss:

 

                               En el relato de la resurrección de Lázaro, Jesús da gracias al Padre antes que por la salida de Lázaro de la tumba, porque los judíos que rodean a Jesús echan mano de la losa, como queda de manifiesto en el v.41. El verdadero milagro no es ver salir a un muerto de la tumba, sino que los vivos quiten las losas, personales y sociales, ejerzan una obra de liberación generando vida. La exclusión de la vida, en cualquiera de sus formas, es la peor losa que deben soportar quienes tienen como vocación vivir y dar vida, quienes están llamados a la santidad de vivir. Por eso, quien engendra vida en torno a sí, como Jesús, se convierte en el mejor luchador/a contra toda exclusión de vida. Si el misterio de la resurrección es misterio de vida plena encierra en sí mismo la fuerza contra cualquier exclusión de la vida porque el ella late la semilla de lo que vive.

 

3. Ahondamiento:

 

                Podemos ahondar en esta clase de planteamientos mediante la reflexión y el silencio, estupendas herramientas para profundizar:

 

                a) Cuando recordar es amar:

 

                               Se puede decir de forma genérica que la razón primordial de todo olvido es el desamor. Recordar no es cuestión de buena memoria, sino de buen amor. Lo que hace que los otros y lo otro pase al olvido es nuestra desvinculación cordial, el que tales realidades no tengan lugar en el horizonte del corazón. Por eso mismo, la resurrección de Jesús es una fuerza que pretende ablandar el corazón de la persona. Si esto no ocurre, hablar de la memoria como dinamismo de transformación social es hablar de imposibles.

 

                b) Cuando recordar es reinsertar:

 

                               Quizá el olvido del otro/a, más que menosprecio es mero desentendimiento, dejar a cada uno abandonado a su suerte, desligarse de los caminos problemáticos de la persona como si, al no ser nuestros, no nos incumbieran. Por eso mismo, activar el recuerdo lleva a intentar colaborar con la reinserción social de quien tiene problemas, ya que esa es la manera eficaz de participar en los caminos difíciles de quien anda en necesidad. Recordar se convierte así en una obra de profunda solidaridad, de esencial fraternidad. La resurrección de Jesús no es un planteamiento ideológico, sino un dinamismo de corresponsabilidad social, por extraño que nos parezca.

 

                c) Cuando recordar es interesarse por el futuro del otro:

 

                               Ya que la desmemoria nos lleva a un profundo desentendimiento del futuro del otro/a. Bastante tenemos con el propio, argüimos. Pero, en realidad, cuando el futuro de los demás se oscurece, también lo hace el propio. Es que el futuro común iluminado es el que de verdad puede aportar luz al futuro personal. De ahí que la resurrección empuja en la dirección de los futuros comunes y anima a interesarse por ellos y no sólo por los pequeños futuros personales en que, normalmente, se resuelven nuestros días. Los grandes futuros (el de la humanidad, el del cosmos, el de la Iglesia, el de los pueblos empobrecidos, etc.) están unidos a nuestro más personal porvenir.

 

                d) Cuando recordar es respetar la pluralidad:

 

                               Porque hay un recuerdo que avasalla, que sojuzga, que uniforma. No es tal el que proviene del dinamismo de la resurrección. Éste es un recuerdo que respeta la pluralidad, la diversidad, la diferencia. No es un recuerdo que no contempla lo personal, sino que lo integra, lo asimila sin difuminarlo. Por lo que quien aprecia la resurrección crece en pluralismo, en convergencia, en sinergia. Quedan excluidos todos los liderazgos que pasan sobre el otro como un rodillo, incluso los que "solamente" intentan imponerse a través del pensamiento único.

 

                e) Cuando recordar engendra abrazos:

 

                               Con lo que se está queriendo decir que el absoluto que es "lo mío" queda cuestionado, ya que el abrazo lleva a creer en proyectos comunes, a colaborar en empresas fraternas, a sumar sendas creyendo que el ancho camino común es beneficioso para el personal. Y todo ello con cordialidad, sabiendo que la persona está llamad al horizonte, por lejano que parezca, de entrecruzar corazones, de urdir interiores. Quitar esto del horizonte de la vida es empobrecerla. La resurrección de Jesús apunta a una vida abrazada con el cosmos, con la persona, con el Padre.

 

                f) Cuando recordar es preguntarse por las causas:

 

                               Ya que los cristianos estamos acostumbrados a trabajar con los efectos de la exclusión pero poco con sus causas. Y, sin embargo, es sobre todo en las causas donde está el quid y adonde principalmente apunta la resurrección. Preguntarse por las causas demanda un sentido crítico de la vida, un alejamiento explícito de los sistemas y del pensamiento único, una continua vigilancia de nuestro consumo y de nuestro honor social. Si no, la pregunta por las causas se esfuma. Y son las causas, lo repetimos, la diana a la que apunta la fuerza curativa de la resurrección de Jesús.

 

4. Resonancias:

 

                Puede ser que esta clase de reflexiones nos lleven a motivar actitudes personales nuevas más en consonancia con una vivencia activada de la resurrección.

 

                a) Benignidad, acercamiento, reconciliación:

 

                               Creemos que son actitudes imprescindibles para acercarnos de manera viva y creyente al tema de la exclusión. Sin un lenguaje benigno, sin un acercamiento continuado, sin una reconciliación explícita no resulta fácil reorientar, desde la resurrección, el tema de la exclusión. Porque, en definitiva, no se trata de grandes ideas sino, sobre todo, de planteamientos decididos. Y estos hay que hacerlos surgir en los ambientes modestos y cotidianos de cada uno/a. La resurrección nos vacuna contra el desaliento que nos producen nuestros pocos avances y nos previene contra la instalación en una inútil ideología que no hace sino reflejarse a sí misma pero que no produce frutos.

 

                b) Asumir causas perdidas:

 

                               Porque nadie quiere meterse a abogado de pobres. A todos/as nos encantan las causas de los vencedores y nunca las de los perdedores. Pero, desde el hecho de la resurrección del gran "perdedor" que es Jesús, son justamente los perdedores quienes nos demandan solidaridad. Las causas de los perdedores parece que no llevan a nada. Pero, en realidad, aunque perdidas, sus demandas de justicia se van sumando y pesan en la historia, sus utopías no son estériles y sus sueños están preñados de futuro. Por lo que ir en esta dirección no es perder el tiempo, sino hacer la mejor siembra. La resurrección de Jesús es su incremento.

 

                c) Sentirse afectados/as:

 

                               Porque cuando se habla de exclusión social parece que uno/a no se sintiera tocado por ella sino muy de lejos. Pero la cruda realidad cotidiana evidencia que no es así: la sombra de la exclusión nos cubre a todos como afectados y a no pocos como causantes. Esto habría de motivar más en nosotros/as el deseo de encarar el problema. Y para hacerlo con profundidad creyente necesitamos una mística, una manera nueva de enfocar la realidad. La resurrección de Jesús nos puede ayudar a ello porque tiene su origen en un "afectado" por la exclusión, uno que amasó su vida en los márgenes.

 

                d) En el lenguaje de los gestos:

 

                               Porque es un lenguaje a mano de cualquiera y, a la vez, está cargado de futuro. Incidir en el mundo de la exclusión es tan difícil que es preciso aferrarse a los sencillos gestos cotidianos. Por raro que parezca, ellos ponen rostro a la pretensión de la resurrección de Jesús de llegar a un cielo nuevo y a una tierra nueva. Por eso decimos que es el lenguaje del futuro. Desde ahí se pueden entender que toda colaboración al tema de la justicia, por humilde que sea, hace visible hoy la verdad de la resurrección de Jesús.

 

                e) Paciencia histórica:

 

                               Como decían los teólogos de la liberación. Paciencia para no creer que la obra de la resurrección es cosa de cuatro días. Los procesos históricos son largos y a ellos, evidentemente, se pliega la evolución del Evangelio, aunque la irrupción del Mensaje pueda, ya desde ahora, hacer que la persona viva en clave resurreccional. Por otra parte, esa paciente y animada tarea que apunta a la transformación de la exclusión con la más inmediata realidad. Una fe en la resurrección que no cuenta con la cruda realidad termina siendo estéril.

 

Conclusión:

 

                Una lectura "social" del dato creyente de la resurrección de Jesús confirma la evidencia de Jn 12,23-24 de que esta hermosa "semilla" está destinada, para que dé fruto, al campo de la vida. Distanciarla, desconectarla de él es condenarla al fracaso y a la esterilidad. Mezclarlos es posibilitar una realidad social nueva y, con ella, la persona nueva, resucitada, que desde ahora podemos construir, Solamente así la exclusión quedará cuestionada: únicamente desde esta manera la memoria de los excluidos no será vana sino que, unida a la de Jesús, será una memoria fecunda, llena de vida.

5. Luz que vence a la sombra

Como el grano de trigo, que al morir da mil frutos,

resucitó el Señor.

Como el ramo de olivo, que venció a la inclemencia,

resucitó el Señor.

Como el sol que se esconde, y revive en el alba,

resucitó el Señor.

Como pena que muere, y se vuelve alegría,

resucitó el Señor.

El amor vence al odio, y el sencillo al soberbio,

resucitó el Señor.

La luz vence a la sombra, y la paz a la guerra,

resucitó el Señor.

 

1. Resucitó el Señor y vive en la palabra

de aquel que lucha y muere gritando la verdad.

Resucitó el Señor y vive en el empeño

de todos los que empuñan las armas de la paz.

Resucitó el Señor y está en la fortaleza

del triste que se alegra del pobre que da pan.

Resucitó el Señor y vive en la esperanza

del hombre que camina creyendo en los demás.

Resucitó el Señor y vive en cada paso

del hombre que se acerca sembrando libertad.

Resucitó el Señor y vive en el que muere

surcando los peligros que acechan a la paz.

 

2. Resucitó el Señor y manda a los creyentes

crecerse ante el acoso que sufre la verdad.

Resucitó el Señor y vive en el esfuerzo

del hombre que sin fuerzas quedó por los demás.

Resucitó el Señor y está en la encrucijada

de todos los caminos que llevan a la paz.

Resucitó el Señor y llama ante la puerta

de todos los que olvidan lo urgente que es amar.

Resucitó el Señor y vive en el que queda

cautivo por lograrle al hombre libertad.

Resucitó el Señor su gloria está en la tierra

en todos los que viven su fe de par en par.

 

 

 

III

LENTO, PERO VIENE

La resurrección, fuerza que engendra futuro

 

                Por razones muy diversas razones, aunque casi siempre relacionadas con el tema vocacional, hablamos mucho del futuro, pero casi nunca se pone en relación con la resurrección de Jesús. Ambas realidades, futuro y resurrección (como economía y Evangelio, honor y fe, cosmos y espiritualidad, etc.) se tratan y, sobre todo, se viven en modos paralelos que raramente llegan a tocarse.

                Pero, en realidad, la resurrección nos confirma en que la historia tiene futuro. Hay mil razones para pensar que este camino humano está destinado al desastre. La resurrección de Jesús, tercamente, se empeña en decirnos, que más allá de toda limitación, el futuro es nuestra herencia y que la plenitud nos está reservada desde el primer vagido de la creación.

                Y, por eso mismo, la resurrección es ánimo para el futuro cuando tanto nos desalienta lo incierto del mismo. No es un ánimo cualquiera, fácil, superficial. Sino el ánimo que proviene de la entrega de Jesús, un ánimo avalado con toda una vida, con toda una muerte. Éste ánimo que brota de un entregado profundamente a la vida no puede ser sino un ánimo bueno, útil, verdadero.

                Trabajando el futuro es como contrarrestamos todo olvido y, como creyentes en Jesús, haremos creíble la resurrección de Jesús al ciudadano/a de hoy que, hace ya mucho tiempo, desconfía del mero discurso religioso.

 

1. Lento, pero viene:

 

                Esta tercera reflexión toma pie de un viejo poema de M. Benedetti que puede sernos inicialmente de utilidad para entonarnos en nuestra reflexión.

 

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ahora está más allá
de las nubes ramplonas
y de unas cimas ágiles
que aún no se distinguen
y mas allá del trueno
y de la araña

demorándose viene
como una flor porfiada
que vigilara al sol

a lo mejor es eso
la vida cotidiana
prepara bienvenidas
cierra saldos de usura
abre memorias vírgenes

pero él
no tiene prisa
lento
viene
por fin como su respuesta
su pan para la hambruna
sus magullados ángeles
sus fieles golondrinas

lento
pero no lánguido

ni ufano
ni aguafiestas
sencillamente
viene
con su afilada hoja
y su balanza
preguntando ante todo
por los sueños
y luego por las patrias
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos

lento
viene el futuro
con sus lunes y sus marzos
con sus puños y ojeras y propuestas
lento y no obstante raudo
como estrella pobre
sin nombre todavía
convaleciente y lento
remordido
soberbio
modestísimo
ese experto futuro que nos inventamos
nosotros
y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar.

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene

 

  • Aún está lejos: No hay que hacerse ilusiones. Está lejos por nuestra ramplonería (nubes ramplonas), nuestro afán d encumbramiento (cimas ágiles), nuestras voces huecas (truenos), nuestras astucias (araña). De lejos viene y está lejos.
  • Hay que llamarlo: Porque es como una "flor porfiada", demandada, requerida, buscada. No viene por su propio pie; hay que hacerlo venir apuntándose a la justicia, de la que está preñado.
  • Sin prisa, pero sin pausa: Puede parecer que viene cargado de pocas cosas: de alguna respuesta, cubriendo alguna necesidad (pan para la hambruna), sanando alguna herida (magullados ángeles), con alguna pequeña belleza (sus fieles golondrinas). Poca carga, pero no de vacío.
  • Incisivo y demandante: Porque no es tirano ni exigente, pero inquiere y cuestiona sobre todo en materia de sueños, de anhelos, de búsquedas. Luego preguntará por otras cosas (las patrias, los recuerdos, los niños). Es preciso encajar sus preguntas.
  • Modestísimo, pero no inútil: Porque el futuro no alardea, no presume de nada. Es pura modestia, monotonía (con sus lunes y marzos), pobreza (estrella pobre), debilidad (convaleciente).
  • Cada vez más nosotros: Así es el futuro: cada vez menos dejado al azar y más con nosotros; cada vez más posibilitador de dicha para la persona; cada vez más acompañante de los caminos humanos. En esta misma línea se sitúa el dinamismo de la resurrección de Jesús.

 

2. Soñando el futuro: Ap 21-22,5:

 

                El Apocalipsis es un libro que intenta mantener vivo el sueño de un mundo distinto, un mundo nuevo por la fraternidad y la justicia. Vamos a tomar un pasaje culminante que puede iluminar nuestra reflexión pascual.

 

                a) Un futuro sin muerte:

 

                               Así lo sueña Ap 21,4: "Ya no habrá más muerte ni luto ni llanto, pues lo de antes ha pasado". ¿Es posible soñar un futuro sin muerte? En noviembre de 2007 se aprobó en la ONU una moratoria de la pena de muerte como paso previo a su anulación. Si llegara a darse, se suprimiría una de las causas de muerte que hemos generado los humanos (la muerte por ley). Y si se suprimiera una, ¿no se puede aspirar a suprimir todas? Es un sueño, pero Ap sueña con él. Y, de alguna manera, la resurrección lo confirma.

 

                b) Un futuro de novedad:

 

                               Porque la aspiración a lo nuevo está sembrada en el corazón de la persona. Y Ap 21,5 se hace eco de ello: "Todo lo hago nuevo". Aspirar a la novedad es lícito. Aunque en tiempos de involución (como los nuestros) suene mal, esta aspiración la confirman la vida y la fe. Hablar de la resurrección es hablar de novedad. Hacerlo en parámetros establecidos, consagrados, marcados de antemano es quitarle la frescura y el brillo a la fuerza del Resucitado.

 

                c) Un futuro sin templo:

 

                               Hay en este cap.21 algo sorprendente: cuando el autor, en un alarde de imaginación y en un afán por animar a una vida resistente, describe cómo será la ciudad nueva y soñada, dice que en tal ciudad "templo no vi ninguno, su templo es el Señor Dios, soberano de todo, y el Cordero" (Ap 21,22). Resulta increíble para la mentalidad de entonces (y en parte para la de ahora) pensar en una ciudad sin templo, sin referencias religiosas. Pero la ciudad nueva de Ap lo ve así. La fe nueva tendrá como única referencia "al Cordero", al Jesús entregado, a la mística de la entrega. Nos viene bien esto en una época secular como la nuestra. En una ciudad "sin templo", no religiosa, se puede tener como lámpara al Cordero, a los valores relacionales del Evangelio. ¿No anima algo de esto la resurrección de Jesús?

 

                d) Un futuro de democracia cósmica:

 

                               Puede parecernos exagerado hablar de democracia cósmica. Todo lo más, quizá podamos hablar de respeto a las criaturas, de relación fraternal con ellas. Pero, ¿pueden las criaturas participar en el "gobierno", en el destino del mundo? Ap 22,3 dice que en la ciudad nueva no habrá ya nada maldito. Es decir, toda realidad creada entrará en el paradigma de la bondad, por lo que podrá participar en la orientación del mundo. Esto habría de llevar a vivir en la globalidad del ser, en esa expectación positiva que está dispuesta dejar sitio a lo creado en el interior mismo de la persona, hasta saberse uno con todos. El designio de Dios ha quedado claro, según Col 1,20: reconciliar todo el universo. Éste es el gran trabajo que hace cada día el dinamismo de la resurrección de Jesús.

 

3. Ahondamiento:

 

                Aunque el tema del futuro, desde un lado cristiano, parece que se nos escapa de las manos, puede sernos de utilidad intentar una reflexión desde esa perspectiva.

 

                a) Por qué nos cuesta tanto pensar el futuro:

 

                               Quizá porque estamos demasiado embarrados en el presente, en las cosas pequeñas de la cotidianeidad que nos impiden pensar sen horizontes más amplios. Tal vez, también, porque nuestra espiritualidad es modesta y aun "casera" y creemos que pensar-hablar de futuros es perder el tiempo. O puede que porque nuestros anhelos, sueños, deseos, sean de bajo vuelo y nos parezca inútil e inalcanzable andar pensando en grandes sueños. Pero lo cierto es que el futuro está ahí siempre como una posibilidad mayor, como un horizonte más humano. Generar futuro, lo sabemos, del modo que sea es generar vida, aunque sean otros/as los beneficiarios/as. De todos modos, la resurrección de Jesús, no lo dudemos, empuja en la dirección del futuro.

 

                b) Dinamismos necesarios:

 

                               Para poder pensar el futuro es necesario tener activados una serie de dinamismos que la espiritualidad tradicional ha considerado poco, pero que para este asunto (y para otros) son imprescindibles: la utopía, el sueño, el anhelo, la pasión, etc. En realidad, nuestra vida se mueve mucho más por esta clase de fuerzas (dynamis) que por nuestras ideas. Por eso, si se quiere pensar de un modo vivencial en el futuro es preciso activar esta clase de dinamismos. Si no, todo queda inatrapable y diluido. ¿No es la resurrección de Jesús algo que está urdido en tales dinamismos? ¿Cómo podemos reducirla a una idea dogmática?

 

                c) Un futuro que irrumpe en la vida:

 

                               En su decurso histórico, la fe cristiana se ha echado en brazos de una especie de evolucionismo mecánico que la ha privado del aguijón del Reino: creemos que el Reino y el futuro irán viniendo por su pie, casi independientemente de lo que yo haga o deje de hacer. Según la mentalidad de Jesús esto no es así. Para él, al Reino (el futuro) se le hace venir o se le retrasa en la medida en que uno/a se apunta a la justicia o no. Por eso mismo, entender la resurrección como algo estático, no como algo irruptor, es desactivarla, quitarle su fuerza explosiva.

 

                d) Los grandes futuros:

 

                               Sumidos/as en la inmediatez cotidiana y agobiados por los problemas de cada día, creemos que pensar en los grandes futuros (el de la humanidad, el del cosmos, el de la Iglesia, el de los pueblos empobrecidos, etc.) es perder el tiempo. Pero no lo es. La preocupación por los grandes futuros puede englobar la preocupación por los pequeños, pero no al revés. En realidad, esos grandes futuros son el horizonte de la humanidad, la razón de la muerte de Jesús y el ánimo que la resurrección vierte sobre ellos. Quien los comprende, comienza a formularse en su interior la pregunta por tales futuros y, más aún, comienza a percatarse que, más allá de su pequeñez, puede colaborar a solucionar algo el interrogante que los rodea.

 

                e) Apóstoles de un futuro mejor:

 

                               Tal habría de ser uno de los apostolados preferidos del creyente en Jesús resucitado. Ante la sempiterna tentación de negativizar la vida y la sociedad, el seguidor/a de Jesús habría de mantener la fe, más allá de todo retroceso, en un futuro mejor. Y, desde esa convicción, tendría que hacer campaña a una contribución tangible para que tal futuro sea efectivamente mejor. Para ello habría de deshacer el interesado equívoco de que uno/a, debido a su irrelevancia, no puede hacer nada. Y, además, no habría de cansarse de seguir caminos para que todos estos trabajos por el futuro se concreten en algo. Esto es, de alguna manera, hacer vida la fuerza de la resurrección de Jesús, fuerza para la construcción de un futuro mejor.

 

4. Resonancias:

 

                Toda esta espiritualidad puede suscitar en nosotros/as algunas resonancias que nos ayuden a conectarla más con la vida.

 

                a) Más que optimismo:

 

                               Hablar de futuro no es sólo una cuestión de optimismo (que también), sino de auténtica fe en la fuerza de la resurrección, realidad de futuro. Al hacer de la resurrección una fe de componente religioso, la hemos hecho compatible con cualquier negativismo. No puede ser: una fe pesimista, realista sin vuelo, no puede conectar con el dinamismo de la resurrección. Por eso, más que optimistas, la resurrección nos demanda ser confiados/as, esperanzados/as, animosos/as. Si no, ¿cómo vivir y hacer ver el dinamismo que late en el hecho resurreccional?

 

                b) Las cosas pueden cambiar:

 

                               Esta convicción es absolutamente necesaria para asumir el dinamismo de la resurrección. Mientras anide en mí la certeza de que esto, la vida concreta, no hay quien la cambie, no se puede dar un paso de novedad en el tema de la resurrección (y en otros). Y, además, lógicamente no cambiaremos la vida si personalmente no cambiamos de vida. Esta certeza también ha de estar ahí: puedo ir cambiando, no estoy tan hecho/a que ya nada puede cambiar. Es preciso remover estos cimientos de la vida para dejar que el dinamismo de la resurrección funciones.

 

                c) El futuro de cada día:

 

                               Hablar del futuro, lejano o cercano, implica encarar la construcción del mismo cada día. La batalla por el futuro mejor se libra, como suele decirse, a un kilómetro de casa. Porque la espiritualidad del futuro no es hablar de las calendas griegas, sino de cuestiones que nos afectan cada mañana. ¿Es posible vivir de cara al futuro en lo que uno hace en su vida diaria? Lo es. No se trata de cosas raras, sino de tener la certeza de que el paso de uno/a por la historia no es estéril. Hay gentes encilla que, a su manera, lo vive así. En ellos cobra cuerpo la resurrección de Jesús.

 

                d) La necesaria resistencia:

 

                                Podría parecer que todos estos planteamientos son una nueva ideología. Pero no se pretende tal cosa. Quieren ser una perspectiva nueva de vida, otra manera de enfocar el camino humano (la manera del Resucitado). Precisamente porque no es una nueva ideología ni un lirismo vacío, se precisa un talante resistente que no se quiebre a la primera. Si en la resistencia habita la esperanza, como diría Sábato, la esperanza que emana de la resurrección está en su núcleo. De ahí que quien entendiera esto convertiría su fe en la resurrección en ánimo continuado, en fidelidad probada, en tarea que se lleva hasta el final.

 

                e) Déficit de bondad:

 

                               Quizá sea esa la razón por la que nos cuesta orientar la existencia hacia el futuro y la anclamos en el pasado. Plantear la espiritualidad cristiana de cara al futuro demanda un talante bondadoso y benigno ante la historia, ante el  mundo. Un déficit de bondad y de amor es lo que nos hace tomar todo esto por algo teórico e inservible. Si el amor y la bondad se avivaran, si se creyera que estos eran los valores primordiales de la existencia, veríamos cómo la vida cobraba una dimensión de futuro nuevo y valioso. De ahí que antes de hablar del futuro (en cualquiera de sus manifestaciones) es preciso hablar del amor.

 

                f) Asumir la lentitud:

 

                               Decimos que el futuro viene lento, y así lo parece. Asumir esta lentitud es imprescindible. Eso no quiere decir que hayamos de languidecer en nuestras tareas o que lo mejor sea cultivar una actitud pasota, insensible. Todo lo contrario. Asumir la lentitud es no querer imponer ritmos frenéticos ni metas imposibles. Pero es también vivir con acicate, con pasión, con dinamismo las realidades más elementales que urden la existencia cotidiana. La resurrección de Jesús asume nuestras lentitudes, pero siembra pasión. Una cosa no excluye la otra.

 

                g) Fidelidad a lo prometido:

 

                               Esto es más importante que la fidelidad al pasado, tan en boga en estos tiempos nuestros. Jesús nos ha prometido un reino de igualdad y fraternidad reales. Vivir de cara a esa promesa, tratando de serle lo más fieles posible es más importante que mantener tradiciones para que se conserven intocables. La resurrección de Jesús es la evidencia de su fidelidad al designio de amor del Padre, designio que quiere que la promesa del Reino llegue a madurez y nazca así la historia nueva.

 

Conclusión:

 

                La fuerza de la resurrección de Jesús habría de ser un apoyo real para ir construyendo un futuro (personal, fraterno y social) de aliento nuevo. Habría, además, de alejar lo más posible los temores que se ciernen como nubarrones sobre futuros que nos parezcan inciertos. Un futuro nuevo no es alfo fácil de lograr; pero el trabajo por construir una mística en torno a él y unos intentos que pongan rostro a esa espiritualidad sí está al alcance de nuestra mano.

 

5. Para orar (cantar): 

 


Mi fuerza y mi fracaso eres tú.

Mi herencia y mi pobreza.

Tú, mi justicia, Jesús.

 

Mi guerra y mi paz.

¡Mi libre libertad!

Mi muerte y mi vida, tú.

 

Palabra de mis gritos.

Silencio de mi espera.

Testigo de mis sueños.

¡Cruz de mi cruz!

 

Causa de mi amargura.

Perdón de mi egoísmo.

Crimen de mi proceso.

Juez de mi pobre llanto

Razón de mi esperanza.

¡Tú!

 

Mi tierra prometida eres tú.

La pascua de mi pascua

¡Nuestra gloria por siempre

Señor Jesús.                        

 

Pedro Casaldáliga

 

 

 

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño

 

               

 

 

 

 

0 comentarios