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FIAIZ

ESPIRITUALIDAD PARA UN TRABAJO DECENTE

IX. ESPIRITUALIDAD PARA UN TRABAJO DECENTE

Una lectura social de 2 Tes 3

 

                ¿Le es lícito a un lector de la Palabra plantear, de salida, un tema mucho más amplio que el mismo texto bíblico que se dispone a leer? Eso ocurre con 2 Tes 3. Como diremos, el tema central de 2 Tes no es el trabajo y menos, el concepto moderno de “trabajo decente”[1], sino el retraso en la venida del Señor. Es verdad que, como una de las terapias preventivas dentro de la praxis cristiana, habla el autor del trabajo. Pero ¿tiene algo que ver con el tema del trabajo decente? Posiblemente muy poco.

                Pero una ampliación temática puede ser muy interesante para superar el estrecho margen del texto y para lanzar al mismo a una universalidad que lo enriquece. Efectivamente, los textos ampliados por la reflexión y la ideología cobran un nuevo valor y no traicionan al texto original. Se trata de leer un texto desde la racionalidad. “La racionalidad no es un hecho, sino una búsqueda, no es una tesis  a la que hay que ‘adecuarse’, sino una tensión, una pretensión que se plantea, y nace en la historia y que como todo proceso histórico, tiene que armonizar con las concretas condiciones de posibilidad que lo alimentan”[2]. En esta tensión textual es donde queremos leer las semillas del trabajo decente en el texto de 2 Tes 3.

                Pero vayamos al principio. Tras muchos dimes y diretes, con las espadas aún en alto, los investigadores más ecuánimes parecen estar bastante de acuerdo en que “habría que pensar en un autor desconocido que probablemente en los primeros años de la década de los 70 se reviste de la autoridad de Pablo para salir al paso de una renacida psicosis apocalíptica”[3]. Con lo que queda clara la relación con 1 Tes: temática más o menos común, aunque ampliada. Por eso mismo, “los destinatarios reales de la carta no serían propiamente los tesalonicenses, sino cualquier comunidad cristiana presa de agitación por la espera de un final inminente del mundo y de la historia”[4].

                Este planteamiento desvela la singularidad de 2 Tes que pone una serie  ampliada de signos precursores a la retrasada hora del final: la apostasía, la aparición del impío que se instalará en el templo de Dios[5], sus signos y portentos[6] y el misterioso obstáculo que frena la aparición del impío[7]. Entre estos signos que dilatan el final puede ser considerado el trabajo como actividad necesaria y previa a tal manifestación del final.

                Sobre el trabajo ya había hablado 1 Tes en la misma línea que 2 Te, aunque en manera más escueta: en 1 Tes 2,9 se habla de los “sudores y fatigas…para no ser una carga para nadie” (Ton kopon hêmôn kai ton mokhthon…pros to mê epibarêsai tina hymôn); en 1 Tes 4,11 se anima a “trabajar con vuestras manos según nuestras instrucciones” (Kai ergazesthai tais khersin hymôn); 1 Tes 5,14 se habla de “llamar la tención a los ociosos” (Noutheteite tous ataktous). Pero es en 2 Tes 3,6 donde, en esta línea, se aducen más datos y se le da al trabajo la categoría de “instrucción” (Parangellomen de hymin) para la correcta vivencia de la parusía. Es un salto de nivel.

                Como dijimos al principio, ¿es lícito saltar de aquí a la espiritualidad del moderno trabajo decente? La orientación paulina sigue en pie básicamente: el trabajo es un modo  para ir madurando en la configuración del mundo nuevo. Quizá lleguen  épocas de la historia en que tal actividad sea suplantada por otras. Pero, hoy por hoy, la función social e histórica del trabajo cae fuera de duda. Las semillas del texto neotestamentario pueden colaborar a tal espiritualidad[8].

 

  1. 1.       Dejación de responsabilidad (3,6)

 

Todo el pasaje está bajo el paraguas de unas “instrucciones que vienen del Señor Jesús, el Mesías” (Parangellomen de hymin en onomati tou Kyriou Iêsou Khristou: v.6b). Son instrucciones relativas al trabajo, que pueden tener raíces en el Evangelio[9] y en la misma persona de Jesús[10]. El recurso a la persona de Jesús no parece ser un mero recurso de autoridad, sino que lo que se va a decir sobre el trabajo tiene arraigo evangélico.

Esas instrucciones se resumen “retraerse de todo hermano que lleva una vida ociosa” (Stellesthai hymas apo pantos adelphou ataktôs peripatountos: v.6b). El término ataktôs alude a un ocio desordenado, un ocio que no es solo no trabajar, sino llevar una vida inmoderada, un ocio irresponsable e, incluso, con un cierto matiz de insubordinación[11]. Es haber hecho dejación de las responsabilidades laborales y de lo que eso lleva aparejado: una vida desestructurada, tanto desde el punto de vista personal como del familiar o social. Se quiere evitar el “contagio” que eso supone y el descrédito que conlleva.

Pero, a mayor abundamiento, otra razón que se esgrime es que “no sigue la tradición que recibió de nosotros” (Kai mê kata tên paradosin hên parelabosan par’hêmôn: v.6b). ¿A qué “tradición” se refiere? En 1 Cor 11,23 habla de lo que “entregó” Pablo (Paredôka). Pero allí, ciertamente, se refiere a la cena de Jesús. Aquí parece referirse a alguna tradición que conecta con Jesús en lo referente al trabajo, a la responsabilidad laboral y social. Eso es tan importante como la cena. De tal modo que el trabajo y su mística hacen parte del cimiento de la experiencia cristiana. Hacer dejación de esto es alejarse del mismo Evangelio.

 

Derivación: el drama del ocio obligado

 

Hay que decir, de salida, que la persona no ha sido creada para el trabajo, sino para la dicha. El Evangelio es una propuesta de dicha, no de trabajo[12]. La medida de la ciudadanía del reino es la fiesta, no el trabajo[13]. Por eso mismo, la sacralización del trabajo es algo a evitar al menos si se hace sin matices[14]. Por eso el ocio no ha de mirarse como un apéndice secundario después de realizado el trabajo. Ligado a esto va el tema del disfrute, de la belleza y de la misma lírica. Estos son elementos primordiales para la experiencia humana e, incluso, para el desarrollo de una fe saludable.

Pero, dicho esto, nosotros derivamos hacia el ocio obligado, el de aquellas personas a las que se les arrebata el trabajo y son forzadas a no trabajar. Esto, como sabemos, es la puerta a la desconexión social e, incluso, a la exclusión. Efectivamente, subirse al tren del ocio obligado es caminar en la dirección de la pérdida de visibilidad social y, en el fondo, de la negación de la propia dignidad[15]. Es cierto que el trabajo está medido en nuestra sociedad por la productividad. Y la persona que no produce pierde su condición de ciudadano, aunque legalmente lo sea, y, con ello, su conciencia de dignidad. Por eso mismo, el ocio obligado es la decapitación del alma ciudadana. En ese sentido, el texto de 2 Tes que habla de “tradición” recibida de Jesús tiene razón. De ahí que, como dicen muchos, el paro, junto con la desigualdad y la falta de vivienda, es el peor síntoma del fracaso de los Estados. Doble fracaso por no haber llegado a plena ocupación y por no haber dado alternativas de ocio que dignifiquen a quien, por la razón que sea, no puede trabajar[16].

Puede que una sociedad crecientemente técnica, como la nuestra, el nivel de ocio sea obligado sea no solamente una pérdida de laboralidad, sino también una consecuencia positiva de la misma. Pero para ello es necesario dotar a quien está en ocio obligado de medios que lo capaciten para vivir tal ocio de manera creativa y dignificadora. Es, por ejemplo, el caso de los pensionistas, obligados por ley a no trabajar a partir de una determinada edad. Ese ocio vital obligado, con todas sus derivaciones, para que sea productivo para la persona ha de contar con los medios económicos y sociales que hagan de tal ocio algo positivo. Como esto no ocurre en las pensiones más bajas, que son la mayoría, el ocio de los pensionistas es patológico, entre otras causas, por falta de medios. Un Estado que, por un lado, alarga la vida de los ciudadanos y luego no los dota de medios para vivir con dignidad su vida longeva comete una contradicción de consecuencias imprevisibles, aunque se diga que los jubilados han sido los menos afectados por la crisis[17].

Las salidas sociales para el ocio obligado pasan por unas pensiones y subsidios dignos, pero pasan también por una reconsideración del modelo productivo que valore la educación, el emprendimiento y las tecnologías. Estos valores podrían ser implantados de manera planificada a las personas obligadas al ocio, contribuyendo con ello a la aparición de horizontes nuevos y de una identidad adaptada a una situación de ocio obligado. En una sociedad productivista esto es, hoy por hoy, soñar. Pero el peso social de grandes masas obligadas al ocio sin horizonte social es algo que lastra el bienestar de un país. La solución pasa por la activación de la dignidad en cualquiera de etapas de la vida por las que pase la persona.

 

  1. 2.       El que no trabaja, que no coma (3,7-10)

 

Para contribuir a la elaboración de una espiritualidad del trabajo, y en nuestro caso decimos a un trabajo decente, el autor pone el ejemplo de Pablo. “En el judaísmo –también, pues, en el caso de Pablo- la formación teológica se simultaneaba con el aprendizaje y el ejercicio de una profesión de tipo práctico. Por Hech 18,3 sabemos que Pablo fabricaba tiendas, oficio al que hoy correspondería, más o menos, el de guarnicionero”[18]. Cuando en textos como el que nos ocupa se habla de trabajo, se está hablando del trabajo manual, cosa que no era bien vista en tiempos del imperio romano. Era cosa de esclavos. Pero el autor parece referirse a él y, en ese caso, al mismo Jesús[19].

Pablo dice que “no estuvimos ociosos” (Ouk êtaktêsamen: v.7b) quizá se refiera a que, aunque de alguna manera les asistía el título de apóstoles para no trabajar manualmente y dedicarse exclusivamente a la predicación, renunciaron a ese privilegio y trabajaron con sus manos[20]. No vivieron en “ocio irresponsable”. De alguna manera el trabajo se constituía en un signo evidente de verdad y de fraternidad. No es solamente cuestión de ganarse el pan, sino también de dar seriedad y garantías a la obra misionera.

Dice el texto que “no comimos el pan de balde” (Oude dôrean arton ephagomen para tinos: v.8a), gratuitamente, inmerecidamente, como regalo, inútilmente, sin una contraprestación. Es el pan no ganado, sino conseguido con las artimañas de quien se escaquea del trabajo. Un pan engañoso. El autor tiene a gala haber comido un pan ganado, no a costa de nadie[21]. Ese modo de estar en el hecho social es el que debe servir de modelo para situar correctamente la venida del Señor que no irrumpe sin la mediación del componente histórico. La venida del Reino es irruptora pero contando con la construcción de la justicia, no ajena a ella. Por eso este pan tiene  sus características: a) “con fatiga y cansancio” (En kopô kai mokhthô: v.8b), cosa propia de todo trabajo manual;  b) es el fruto de un “trabajo de día y de noche” (Nykta kai hêmeran ergazomenoi: v.8b), la dura tarea de quien, en aquella época, como los pobres no conocía regulaciones laborales.

No ha recurrido el autor a la autoridad del “apóstol” que, como dice 1Cor 9,7 ni un militar corre con sus gastos, ni al que planta una viña se le vedan los racimos, ni al pastor la leche del rebaño. Podría haber dejado de trabajar con su autoridad de apóstol y dedicarse únicamente a la exhortación. Pero no ha recurrido a tal autoridad para ser “modelo que imitar” (Typon: v.9b), ánimo para una tarea a cuya dificultad de sentido se le añade la supuesta venida próxima del Señor.

De ahí se deriva una norma que ha hecho época: “el que no quiera trabajar, que no coma” (Hoti ei tis ou thelei ergazesthai mêde esthietô: v.10b). Quien no contribuye con su trabajo al bien de los demás, de la sociedad, no tiene derecho a participar de los frutos del trabajo ajeno. Sería, simplemente, un robo[22]. El trabajo es necesario no solamente para la supervivencia humana, sino también para el sentido y para la correcta posición del creyente ante la historia.

 

 

Derivación: fraude y trabajo

 

El axioma “el que no quiera trabajar, que no coma” ha tenido en la historia un gran predicamento[23]. Casi siempre va unido al trabajo en relación con la sociedad, no tanto como componente individual de la historia humana. Este elemento social es el que, de alguna manera se deduce del texto de 2 Tes. Incluso estaría tal componente en relación con el tema de la escatología, ya que, según el autor, trabajar para no ser gravoso a la comunidad es la manera de vivir correctamente la espera de la parusía. Individualizar el trabajo con exclusividad es quitarle el potencial de cambio social que tiene y que redunda en una nueva concepción de la persona y de la sociedad.

A causa de este componente social aparece con más claridad la relación que, con frecuencia, se establece entre trabajo y fraude. Una de las formas más habituales, vigente a tope, es el de la economía sumergida. La economía sumergida es la suma de la economía informal y la economía ilegal. La economía informal, también llamada irregular, es actividad económica legal aunque oculta a efectos registrales por razones de elusión fiscal o de control administrativo. La economía ilegal, por contra, lo es por su propia naturaleza. Ambas actividades, economía informal y economía ilegal permiten la acumulación de dinero negro que posteriormente tiene que ser lavado. Aunque perseguida por las autoridades fiscales y censurada por la misma Iglesia[24], la economía sumergía está muy presente en las economías modernas. Y esto no únicamente por razones de supervivencia económica, que podría tener alguna justificación, sino por razones de economía real, manera de vivir en modos que eluden las obligaciones fiscales. En ese sentido, la economía sumergida es un fraude de unas proporciones gigantescas[25]. Por razones de mera ciudadanía y, en el caso de los cristianos, por los mismos textos bíblicos, esta práctica resulta inaceptable.

Otro ámbito de fraude es aquel que, propio de la economía neoliberal, tiene el trabajo no como elemento de promoción social sino, por el contrario, como empobrecimiento de grandes capas de la población. La precarización del empleo lleva a la creación de una nueva figura en nuestra cultura: el trabajador empobrecido. Trabajar no le saca de su pobreza ya que la temporalidad máxima de los contratos, verdadero fraude de ley, así como su arbitrariedad debido al paro creciente hace que, aun trabajando, uno no pueda salir de su pobreza[26]. De esta manera el trabajo pierde su capacidad de integración social y el riesgo de exclusión sigue bien vivo. Este mismo problema, trasladado a los países empobrecidos cobra una dimensión cósmica. Por mucho que se creen puestos de trabajo, son tan precarios, salarial y socialmente que la pobreza sigue verdeante[27].

Otro ámbito de “fraude” es el derivado de la tecnología aplicada al mundo del trabajo. Las máquinas sustituyen a las personas[28]. Se cree que el éxito de una reconversión está en la eliminación de empleos que sanea gastos. Pero esa política produce nuevos ámbitos de precarización social. Un verdadero drama en la actualidad. Que haya que reconvertir, quizá sea necesario; que eso conlleve, sin más, la destrucción de empleo es algo que habría que revisar. La posibilidad de creación de empleo en tales circunstancias no es una utopía. Lo que realmente se necesita hacer es ayudar a las empresas a redirigirse hacia nuevos mercados centrados en los servicios humanos a la vez que adoptan nuevos modelos de negocio que permitan a los trabajadores, clientes y comunidades beneficiarse del cambio tecnológico. Es preciso creer que esto es posible. Mientras añadimos más y más tecnología a nuestras vidas, hemos de seguir invirtiendo por igual –incluso más– en nuestro potencial humano. 

Finalmente, otro fraude es el del trabajo acumulado frente al trabajo repartido, acumulado en empleos distintos o en horas fuera de horario. Es un problema viejo, pero los fraudes envejecen bien. Huelga decir que, además de inmoral, nada tiene que ver con la solidaridad social que trata de que toda persona pueda vivir con dignidad. La regulación de estos trabajos es muy difícil y muchas de las horas extras no se pagan. En sí mismo, pues, es esto un fraude. Pero si se mira al conjunto social la cosa es más grave todavía en una sociedad donde la carencia de puestos de empleo es endémica.

 

  1. 3.       Trabajar sosegadamente (3, 11-16)

 

De manera literariamente perfecta, describe el autor la situación de la o las comunidades a las que apunta en la paradoja “vivir en la ociosidad/ocupados en no hacer nada” (Mêden ergazomenous alla periergazomenous: v.11). El juego de palabras dibuja a unos “ocupados” que, en realidad, son unos metomentodos.  En esa actividad sin actividad se corrompe la comunidad cristiana (En hymin: v.11a) y el mismo hecho social. Si todo esto “ha llegado a sus oídos” (Akouomen: v.11a) es que ya hace parte del comportamiento habitual de algunos. Su posición es dialéctica: piensan que para qué trabajar si el fin está cerca. Con esto se desvirtúa la tesis del autor que, por un lado, posterga sine die la parusía y, por otro, quiere poner el acento en un comportamiento histórico laborioso y honesto.

Se apela a la autoridad del Señor Jesús Mesías para que “trabajen sosegadamente” (Meta hêsykhias: v.12a). Este trabajo sosegado les permitirá “ganar para comer” (Ton heautôn arton esthiôsin: v.12b) y, además, los situará correctamente ante el problema de la parusía. Incluso más, colaborará a la elaboración de una espiritualidad histórica, algo absolutamente imprescindible para la buena comprensión y vivencia del evangelio. Efectivamente,  en la ociosidad que envenena la vida social no es posible la búsqueda del “reino de Dios y su justicia” (Tên basileian tou Theou kai tên dikaiosynên: Mt 6,33), primer anhelo del seguidor de Jesús.

Como se ve que la aceptación de estos planteamientos tiene su dificultad, se insta a una disciplina fraterna que incluye el “señalar con el dedo y hacer el vacío” (Sêmeiousthe mê synanamignysthai autô: v.14b) a quien se resista a ellos. No se trata de considerarlos como “enemigos” sino es cuestión de una “fuerte llamada de atención” (Noutheteite: v.15). La comunidad cristiana siempre ha zanjado las cuestiones con excomuniones. Aquí el autor se contiene, “aunque prácticamente se les expulsa de la comunidad, pero no definitivamente”[29]. Habría que hacer más esfuerzo por seducir a quien piensa distinto.

 

Derivación: el trabajo decente como elemento de cohesión social

 

El trabajo es hoy, en las sociedades modernas, un elemento de disgregación social. La lucha por el empleo es muy parecida a la lucha por la vida. No es de extrañar que los modos sociales que engloban la mística del trabajo, los sindicatos, no solamente estén en crisis de afiliación sino, incluso, en crisis de sentido. Con una clase obrera profundamente fragmentada y dispersa, con la mayoría de los trabajadores en precario, con una patronal crecida y con los viejos partidos obreros habiendo perdido esa condición, los sindicatos están obligados a asumir funciones que van más allá de los intereses de sus afiliados y que van también más allá de concebir los centros de trabajo como el núcleo fundamental de la lucha.  Para muchos obreros, el sindicalismo está desprestigiado. Esto ha abierto la veda de un individualismo laboral que se ve corroborado por la “indecencia” del trabajo temporal. La lucha por el empleo es cruel.

Podría ser de otra manera: el trabajo decente podría ser elemento aglutinante porque con él se eleva el nivel de dignidad, verdadero pegamento de la vida en sociedad. Con claridad lo dicen quien inventó la noción de trabajo decente: “No se trata simplemente de tener un trabajo para tener un ingreso y un nivel de vida material como en la concepción tradicional del empleo. Se trata del trabajo como fuente de autoestima y de dignidad personal, de paz en la comunidad y de cohesión en la sociedad”[30]. El trabajo decente sería, pues, una de las fuentes principales de cohesión social, sabiendo que existen también otra clase de factores que cumplen esa función[31].

De ahí que este trabajo contribuiría a calmar las convulsiones sociales de las que, generalmente, nada se saca en positivo. Es cierto que las situaciones convulsión social coinciden con situaciones de precariedad laboral. Todos sabemos que las convulsiones se producen con más agudeza cuando los beneficios económicos no llegan a la gente en modos equitativos. En esas situaciones el trabajo decente puede vehicular tales beneficios. De tal manera que “el trabajo es un medio para vivir, en primera instancia, pero debería ser un medio clave para la formación de la sociedad”[32] Esta función social del trabajo decente tiene en 2 Tes un predecesor implícito porque lo que allí se propone no es solamente trabajar en paz sino crear un tipo de sociedad en la que la ocupación laboral desvele el modo sosegado de encarar la historia presente y la futura.

Por lo demás, el trabajo decente no puede cumplir su función de cohesión social en un ambiente de desigualdad económica. Por ello, si se quiere incidir en el valor dignificador del trabajo esto tiene que ir acompañado de una lucha a brazo partido contra la desigualdad que ha asentado sus reales en la sociedad neoliberal desde hace siglos y que esa desigualdad tiene cada vez más hondura. Como decimos, pretender un trabajo decente que cohesione la sociedad en una sociedad fragmentada por la desigualdad es imposible. Pero también hay que decir que “la desigualdad no está en los genes, no es una fuerza telúrica irresistible ni una maldición de los dioses: es producto de decisiones políticas. Y las decisiones políticas puede y deben cambiarse, también con la política”[33].  Estamos lejos del pensamiento explícito de 2 Tes pero su autor no vería con malos ojos esta clase de derivaciones.

 

Conclusiones

 

Como dijimos en la introducción, la lectura ampliada de un texto no es traicionarlo, aunque es preciso reconocer que tal texto, como es en este caso, no es más que semillas que posibilitan lecturas ulteriores. Señalamos como conclusiones:

  • 2 Tes 3 es un texto en el que se incide poco. Casi siempre se hace desde el lado biográfico paulino, en fácil concordancia con 1 y 2 Cor, la misma 1 Tes e, incluso, Hechos. Pero puede ser ampliado.
  • El tema del trabajo manual no está muy presente en el NT, siendo así que, probablemente, en la composición sociológica de las primeras comunidades primaría la clase trabajadora, incluso esclava. Pero, debido, quizá, al poco aprecio de ese trabajo, no hay muchos textos que hablen de él. Eso hace de 2 Tes 3 un texto de más valor, si cabe.
  • Por ese mismo patrón sociológico, los “ociosos” a los que ataca 2 Tes 3 han de ser, por fuerza, gentes de clases altas. Eso da al texto una militancia social añadida.
  • El entronque de la ideología con “la tradición” le da un valor añadido. Y puesto como medida de comprensión y de comportamiento ante la parusía retardada elevan el nivel ideológico de la, aparentemente, sencilla propuesta.
  • La popularidad de axiomas tan claros como 2 Tes 3,10 sacados del contexto quedan muy reducidos, aunque hagan escuela. Es preciso situarlos mejor en el conjunto del pensamiento del texto.
  • El trabajo “con sosiego” puede ser idea sugerente en una sociedad como la nuestras de grandes transformaciones en el campo laboral.

No queremos atribuir a 2 Tes 3 lo que no tiene, ya que es un texto menor, se mire como se mire. Pero tampoco se puede pasar por alto el texto del NT donde la espiritualidad del trabajo está más presente. Por eso, puede ser trampolín para colaborar a una espiritualidad social del trabajo.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar



[1] El término lo acuñó J. SOMAVÍA, director general de la OIT en junio de 1999 y entiende por tal  “la promoción de los derechos fundamentales en el trabajo; el empleo; la protección social y el diálogo social”: http://www.ilo.org/public/spanish/standards/relm/ilc/ilc87/rep-i.htm (26-2-18). 

[2] E. LLEDÓ, El silencio de la escritura,  Ed. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 19922, 32-33.

[3] AA.VV., Comentario al Nuevo Testamento,  Ed. La Casa de la Biblia, Madrid 19953, 576.

[4] Ibid., 576.

[5] Cf 2 Tes 2,3-4.

[6] Cf 2 Tes 2,9-10.

[7] Cf 2,6.

[8] El salto generacional en la concepción del ocio apunta hacia valoraciones de otra índole que hoy no son más que atisbos. De poder elegir, los jóvenes optarían por no trabajar, valorando el tiempo libre como un aspecto fundamental en la vida, por encima del trabajo, en función del tiempo libre que se nos permita disfrutar. Si a esto añadimos la irrupción de la robótica, podemos estar en otro contexto.

[9] Cf Lc 10,7.

[10] Ho tektôn: Cf Mt 13,55 y Mc 6,3.

[11] Cf Ataktôs en: H. BALZ-G. SCHNEIDER, Diccionario exegético del NT, I, Ed. Sígueme, Salamanca 1996, 531.

[12] Cf Mt 5,1-12.

[13] Cf Lc 14,15-24.

[14] El mismo papa Francisco tiene esa clase de expresiones: “El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia": “Catequesis del miércoles 19 de agosto de 2015 realizada en el Aula Pablo VI”: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2015/documents/papa-francesco_20150819_udienza-generale.html (28-2-18).

[15] Lo dice muy bien la película de F. León de Aranoa Los lunes al sol.

[16] Cf L. ABELLÁN, “La falta de vivienda y el paro son un fracaso para la democracia”, en: https://elpais.com/sociedad/2013/03/24/actualidad/1364145815_084033.html (28-2-18).

[17] Según UGT, entre 2010 y 2017 los pensionistas españoles han perdido una media de 670 euros al año en capacidad adquisitiva.

[18] G. BORNKAMM, Pablo de Tarso, Ed. Sígueme, Salamanca 1979, 43.

[19] Celso recurría este asunto para denigrar a Jesús y Orígenes le respondía que en ninguna parte de los Evangelios se dice que Jesús trabajara con sus manos: Cf ORÍGENES, Cels VI,34.36. “En el ámbito judío no se sentía como un oprobio, ni mucho menos, el ejercer un trabajo manual; antes bien, uno de los deberes del padre era el de enseñar a su hijo un oficio manual (TosQid 1,11¸ Billerbeck II,10s; sobre Mt 13,55 cf bSan 106ª.b)”: H: BALZ-G. SCHNEIDER, Diccionario exegético del NT, II, Ed. Sígueme, Salamanca 1998, 1706.

[20] Cf 1 Cor 9,7.

[21] Hay quien ve aquí indicios de una colectividad de bienes en las comunidades de Tesalónica. Quizá demasiado.

[22] Algo de esto aparece ya en el antiguo texto legislativo romano Lex duodecim tabularum o Duodecim tabularum leges del siglo V a.C.

[23] Quizá uno de los más famosos es el reiterado uso que Lenin hace de este dicho aplicado al socialismo soviético de principios del XX: Cf El Estado y la revolución, Ed. De Barris, Barcelona 2001 (la cita viene en el Capítulo 5, Sección 3, "La primera fase de la sociedad comunista").

[24] EG 56.

[25]  La economía no declarada en España en el año 2016 fue del 28,7%% del PIB español lo que genera unas pérdidas de recaudación fiscal próximas al 8% del PIB, unos 80.000 millones de euros anuales.

[26] El 13% de los empleados en España están por debajo del umbral de la pobreza: Cf L. DONCEL, “Cuando trabajar ya no salva de la pobreza”, en: https://elpais.com/economia/2017/11/10/actualidad/1510331929_272813.html (1-3-18).

[27] Hay quien sostiene, creemos que con un cierto cinismo por mucho que le avalen grandes universidades, que las multinacionales ayudan a salir de la pobreza en los países del tercer mundo, ya que sin estas las alternativas de la gente son las de una mayor pobreza. Es decir: sigamos creando pobres un poco menos pobres que los miserables.: Cf B. POWELL, Out of Poverty: Sweatshops in the Global Economy (Cambridge Studies in Economics, Choice, and Society) Cambridge, 2014.

[28] Esto es llamativo, por ejemplo, en la agricultura: D. ROTMAN, “De cómo la tecnología está destruyendo empleo”: en https://www.technologyreview.es/s/3615/de-como-la-tecnologia-esta-destruyendo-el-empleo (1-3-18).

[29] NUEVO TESTAMENTO, J. MATEOS  (ed.), 1007.

[30] Cf J. SOMAVÍA, El trabajo decente. Una lucha por la dignidad humana,  Ed. OIT, Santiago 2014 (texto íntegro en: http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@americas/@ro-lima/@sro-santiago/documents/publication/wcms_380833.pdf) (2-3-18).

[31] El factor cultural y el mismo factor espiritual.

[32] F. TOXO en: https://www.elconfidencialdigital.com/dinero/convulsiones-sociales-producen-beneficios-economico_0_2671532842.html (2-3-18).

[33] G. PONTÓN, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII,  Ed. Pasado y Presente, Barcelona 2016, 24.

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