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FIAIZ

Marcos 25

CVMc

Domingo, 8 de mayo de 2015

 

 

VIDA Y EVANGELIO:

UN MISMO CAMINO

Plan de oración con el Evangelio de Marcos

 

25. Mc 4,10-12

 

Una reflexión inicial:

 

            Ante problemas o situaciones arduas de la vida escuchamos con frecuencia: yo, de eso no entiendo. De política, no entiendo; de economía, no entiendo; de justicia, no entiendo; de pobrezas, no entiendo. Pero, ¿no se entiende o no se quiere entender?

                La vida muestra que cuando nos toca de cerca un problema (de tribunales, de hipotecas, de relaciones difíciles) se puede entender aunque uno no sea experto en leyes.

                Para entender es necesario, en primer lugar, tener deseo de entender, querer mezclarse a eso, a ese problema, aunque la cosa me complique la vida. Además, hay que acercarse, porque de lejos las cosas se ven siempre mal. Incluso habrá que informarse y preguntar a quien ha pasado por ahí, porque los otros nos pueden enseñar muchas cosas. Y, claro está, habrá que estar dispuesto a tomar postura. Esto último es lo que más nos enseña.

                La vida ciudadana y la vida cristiana queda siempre en el aire si no hay implicación. Mientras lo cristiano no toque la realidad de nuestra casa, de nuestra persona, de nuestros componentes sociales, siempre será una bella teoría, bella, pero teoría.

                El Evangelio no quiere tanto admiradores de sus enseñanzas, sino seguidores/as que estén dispuestos a remangarse.

El texto:

 

            10Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a él le preguntaron con los Doce la razón de usar parábolas. 11Él les dijo: -A vosotros se os ha comunicado el secreto del reinado de Dios; ellos, en cambio, los de fuera, todo eso lo van teniendo en parábolas, 12para que por más que vean no perciban y por más que escuchen no entiendan, a menos que se conviertan y se les perdone (Is 6,9-10).

 

  • Las parábolas son muy poco habituales en el Antiguo Testamento. Sin embargo, Jesús las usa mucho. Es un modo popular de explicar algo. De manera que son parábolas que la gente sencilla las entendía. Quizá no sacaran las consecuencias que Jesús pretendía. Por eso dice “ven sin percibir”.
  • A los discípulos se les revela “el secreto del reino” porque están con Jesús y entienden a qué va. Ese “secreto” es muy sencillo: Dios quiere hacer de la historia una sola familia, la de los hermanos que se respetan y aman. Esta “reconciliación” de fondo es el secreto designio de Dios (así lo dice san Pablo), la razón del reino.
  • Esa cita de Isaías es una cita de “despecho profético”. El profeta quiere que se le entienda y acepta. Pero si no aceptan, ¡que les zurzan!. Algo parecido ocurre con Jesús: explica el reino, lo entienden, pero no aceptan. Pues ¡que les den! En realidad es un grito de dolor ante la incomprensión de los planteamientos de Jesús.

Para orar o pensar:

  • ¿Entendemos el Evangelio pero nos implicamos?
  • Profundizar en el Evangelio puede ser una buena ayuda para entender el “secreto”.
  • Ser hermano/a es el secreto. Así de sencillo.

 

 

 

Un valor: Sentirse concernido

 

            Alguna otra vez hemos hablado de la amenaza de la indiferencia: mientras algo no me pase a mí, si les pasa a los demás allá penas. La indiferencia es uno de los peores azotes morales de la sociedad de hoy (esto lo dice en todos los tonos el papa Francisco).

                El antídoto contra esta “enfermedad” es llegar a sentirse concernido. No puede por ello sernos indiferente la situación de quien lo pasa mal.

                Para sentirse concernido hay que:

  • Percibir que todo está unido, que estamos más cerca de las situaciones de los demás que lo que nos parece.
  • Hay que darse cuenta también de que tengo parte en las situaciones de los frágiles. Ellos no tienen toda la culpa de sus desgracias. Yo, nuestra sociedad está también ahí con sus maneras de pensar, vivir, gastar, relacionarse, etc.
  • También será bueno caer en la cuenta de que mis comportamientos no son inocuos. Si no son justos, en otra parte del mundo, en otras personas, recae mi injusticia. Esto es verdad, por lejano que parezca.
  • En definitiva, no cabe eludir la responsabilidad de que una parte de la situación de los débiles se debe a nosotros. Como decía Rosa Montero, uno de esos ahogados en el mediterráneo, al menos, me toca a mí. Y esto no es lírica, es verdad de algún modo. Decir que yo no tengo parte en nada de eso es cerrar los ojos a la realidad.

 

Una foto:

 

                Miremos bien a este señor: es Mohamed Wasim Maaz, médico sirio. El único médico pediatra de un gran barrio de Alepo (Siria). El día 29 murió bajo las bombas. Su familia había huido. Él se quedó para atender a los niños en el hospital. Tenía 36 años. Iba a casarse. ¿Pensamos que no tenemos nada que ver cuando no hay manera de acoger a alguno de los sirios que huyen de este infierno? ¿Y aún tenemos el valor de decir que no tenemos que acogerles para que no se cuelen yihadistas? ¿Quién se acusa de este horrendo crimen”? ¿Quién tiene que hacer “penitencia”?

 

Un poema

 

Mira, ha entrado mayo,
Ha extendido su párpado azul sobre el puerto.
Ven, hace tiempo que no sé de ti,
Se te ve tembloroso, como esos gatitos que ahogamos siendo niños.
Ven, y hablaremos de las cosas de siempre,
Del valor que tiene ser amable,
De la necesidad de arreglárselas con las dudas,
De cómo llenar los huecos que tenemos dentro.
Ven, siente en tu rostro la mañana,
Cuando estamos tristes, todo nos parece oscuro;
Cuando estamos fuertes, el mundo se desmigaja.
Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas,
Sea un secreto, un error o un gesto.
Ven y pondremos verdes a los vencedores,
Saltaremos desde el puente riéndonos de nosotros mismos.
Contemplaremos en silencio las grúas del puerto,
Porque estar juntos en silencio es
La mejor prueba de la amistad.
Vente conmigo, quiero cambiar de país,
Dejar este cuerpo mío a un lado
Y meterme contigo en una concha,
Con nuestra pequeñez, como los bígaros.
Ven, te espero,
Continuaremos la historia interrumpida hace un año,
Como si no tuvieran un círculo más
los abedules blancos de la ribera. 

Kirmen Uribe

 

 

 

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