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FIAIZ

Juan 99

CVJ

Domingo, 29 de enero de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

99. Jn 14,15-17

 

Introducción:

 

Solamente los fatuos y engreídos creen que no necesitan de ninguna clase de ayuda. La mayoría de nosotros, tarde o temprano, tenemos que tender la mano. Esto no nos empobrece como personas. Al contrario, percibirnos necesitados de ayuda es percibirnos humanos. Desechar la ayuda y cerrarse en la propia suficiencia es empobrecerse. Cada vez que una mano se nos ofrece es cuando se abre horizonte a la persona. Esa es la hermosa verdad de lo humano: al estar necesitados los unos de los otros puede surgir la fraternidad. Las necesidades nos hacen humanos, no así la autosuficiencia.

                Por todo esto, cuando Jesús promete un “valedor”, un llamado para favorecernos, no desvela únicamente nuestra necesidad. También está hablando de nuestra honda humanidad. De ahí que no deberíamos sentirnos humillados por pedir ayuda, ni engreídos por darla. Jesús mismo ha recibido el valedor del Padre; él también ha necesitado ayuda y por eso ha podido darla. Sin tal ayuda Jesús no habría podido resistir el peso de las propias opciones. Por eso, cuando quiso prometer a los suyos algo hermoso y necesario prometió un “valedor”, alguien que ayude, que eche una mano. En 1 Jn 2,1 se dirá que Jesús es “el valedor” de toda persona, dispuesto a nuestro favor en todo momento. La esencial soledad de nuestra vida queda arrinconada.

 

 

***

Texto:

 

15-Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, 17el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.

 

 

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Ventana abierta:

 

 

Esta foto alude al tema de la Ley de Dependencia, puesta ahora en cuestión, debido a la política de recortes sociales drásticos del Gobierno. Es evidente que la situación de muchas personas débiles estaría sin salida sin la ayuda de toda índole que precisan. Una sociedad que no se ayuda, no es una sociedad de humanos. Por eso mismo, para humanizar el hecho social hoy hay que pedir y exigir que el monto destinado a ayudas sociales aumente. No se trata de reivindicaciones sociales, sino humanas. La ayuda social es el rostro de nuestra humanidad.

Oramos: Que nos humanicemos ayudándonos; que hagamos una sociedad humana amparándonos; que alejemos soledades sosteniéndonos.

 

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                La soledad mina el corazón de la persona. Por eso es preciso combatirla a base de creciente amparo. Jesús dice que “el valedor estará siempre con vosotros”. El amparo del Padre, que Jesús lo siente vivamente es continuo, cotidiano. Si alguna vez dejó de sentirlo, allá en el huerto, no quiere decir que no lo tuviera. Un amparo sostenido es el que Jesús promete. La orfandad se ha alejado para siempre del camino humano. Siempre estará el Padre sosteniendo la vida hermosa, aunque frágil, de su creatura.

                Oramos: Nos adherimos a Jesús que ampara con delicadeza; nos unimos al Padre que ampra con tenacidad; nos sentimos cuidados por quien nunca nos deja solos.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Dice el texto que el mundo no percibe la presencia del valedor. Lo inhumano, el mundo y su superficialidad, consideran innecesaria la ayuda que humaniza. Por eso mismo quienes ayudan pasan desapercibidos, cuando no menospreciados. Pero eso nos los hace menos necesarios. Descubrirlos y valorarlos es algo que nos hace más humanos.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes ayudan en silencio; gracias por quienes no se constituyen en centro de las relaciones; gracias por quienes persisten en la ayuda más allá de cualquier menosprecio.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                Las ayudas que nos damos los componentes de la comunidad virtual son ayudas que pueden parecer de poca monta. Y no son ayudas llamativas. Pero escucharnos, compartir pequeños caminos, estar atentos a las situaciones en que se engarza nuestra vida, celebrar los pequeños logros y mitigar los inevitables dolores, son ayudas impagables. Desvelan la bondad del corazón, elemento imprescindible para vivir en un cierto gozo.

                Oramos: Que nos acompañemos sin exigirnos nada; que nos sostengamos para poder vivir con alegría; que nos comprendamos para acercarnos al corazón del otro.

 

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Poetización:

 

Él también tuvo que pedir ayuda,

él también necesitó amparo;

él también mendigó amor.

Por eso mismo

cuando prometía un valedor

se prometía a sí mismo,

prometía su abrazo cálido,

su sonrisa amable,

su palabra que reconforta.

Tenía claro

que la vida sin ayuda

se vuelve áspera

como un desierto

calcinado por el sol.

Había experimentado

que el abandono

es la puerta misma del abismo.

De ahí que prometiera

la compañía del valedor,

la fuerza de quien no falla

el sostén de quien no trastabilla.

Más aún, para convencernos y animarnos

se prometió a sí mismo

como el mejor valedor,

como abogado incansable,

como aquel que tiene como vocación

sostener al vacilante,

animar al temeroso,

alentar al amenazado por la oscuridad.

Así lo entendieron sus amigos;

por eso, cuando lo decía

su interior se animaba

con el íntimo fuego

de una compañía segura.

La vida era así menos dura

 

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Para la semana:

 

Estos días sé “valedor” para alguien que esté pasando un mal rato. Simplemente, acompaña un poco.

 

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