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FIAIZ

Juan 87

CVJ

Domingo, 23 de octubre de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

87. Jn 12,44-50

 

Introducción:

 

                En alguna otra ocasión hemos tocado este tema, pero, por su importancia, volvemos sobre él: el juicio condenatorio a los demás bloquea toda relación. Si de algo huimos, es de la persona que nos juzga y nos condena (peor si se hace sin pruebas o por cuestiones meramente externas). Nadie quiere ser juzgado, todo el mundo quiere ser acogido. El juicio condenatorio a las personas es el camino para la inhumanidad. Por el contrario, la acogida de cada uno como es, sin juzgarle, es la puerta que abre el corazón de las personas. Vivir controlando el mecanismo de juicio es muy difícil, pero se pueden hacer avances. Para ello habrá que comenzar por no juzgarse a sí mismo, por tener ternura para con uno mismo. Y luego, mirar al fondo del corazón de la persona para desvelar ahí la hermosura de la más elemental dignidad. Quizá con esta “terapia” se logre algo.

                Jesús fue uno que no juzgó. Por eso se le acercaba la gente, no porque vieran en él a un representante divino. Su acogida sin condiciones, su comprensión amplia, su flexibilidad para abrazar y situarse en el lado del otro es lo que le abría las puertas del corazón de la gente. Los Evangelios se bandean entre esta certeza y el resquemor religioso de que quien rechaza a Jesús será rechazado. No han dado el paso de la acogida amplia, les cuesta desvincularse a ellos mismos del juicio. Por eso, como vemos en este pasaje,. Se dice taxativamente que Jesús no juzga, pero anuncia la presencia de otro “juez”, el Mensaje. Pues no, tampoco nos juzga la Palabra sino que nos sana (“una palabra tuya es suficiente para sanarme”). Si de algo podemos estar seguros después del paso de Jesús por este mundo, es de que no hay nadie que pueda juzgarnos, porque Dios mismo no nos juzga.

 

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Texto:

 

44Jesús dijo gritando:

-El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. 45y cuando uno me ve a mí ve al que me ha enviado.

 

46Yo he venido al mundo como luz, y el que cree en mí no quedará en tinieblas.

 

47Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día.  49Porque yo no os he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. 50Y yo sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre.

 

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Ventana abierta:

 

                En la hermosa película TIERRA DE ÁNGELES hay una escena en que el párroco, pastor protestante, discute con su mujer a quien hecha en cara que está en pecado por haber bailado descocadamente en una reunión parroquial. Cuando la mujer es instada por el pastor a que pida perdón a Dios, ésta dice con énfasis: “Dios no tiene que perdonarme porque nunca me ha condenado”. Esa certeza habría de anidar en el corazón de toda persona: Dios no condena jamás, aunque se duela de nuestro mal.

                Oramos: Gracias, Señor, por tu fidelidad que nunca juzga; gracias por tu amor que siempre acoge, gracias por tu abrazo que siempre anima.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Si algo quiere hacer Jesús es liberar, dar respiro, potenciar la dicha. Por eso dice que no ha venido para dar sentencia contra el mundo. A Jesús, como a Dios, le duele nuestro mal, pero no nos condena por eso. Jesús nos dice que aunque seamos débiles, pecadores, crueles, inhumanos, nunca seremos excluidos ni condenados. Eso tendría que provocar en nosotros/as un anhelo de humanidad y de bondad. Hay que llevar esta certeza de que Jesús no condena hasta las últimas consecuencias, hasta que la culpa quede arrinconada y los miedos a la condena desterrados para siempre.

                Oramos: Te alabamos, Señor, porque no condenas a nadie, te bendecimos porque te dueles de nuestro mal; te damos gracias porque nos tienes siempre de tu parte.

 

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Ahondamiento personal:

 

                La mejor manera de controlar el mecanismo de juicio es potenciar los actos de humanidad y solidaridad. Porque las hondas raíces del juzgar al otro no se arrancan simplemente con desearlo es preciso hacer trabajos cotidianos de humanidad y de amor. Todo lo que se haga en esa dirección, aunque sea poco, es útil. De ahí que ayudarse a vivir con humanidad, enseñarse los caminos del gozo, ser delicados en el respeto a la persona, vivir juntos la pasión por lo humano, ésas son las tareas que, si se hacen, frenan nuestra ansia (a veces irrefrenable) de juicio.

                Oramos. Que nos apasione lo humano, que nos atraiga la solidaridad; que nos entusiasme la bondad.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                En las reuniones generales de nuestra comunidad virtual hacemos, en un primer encuentro, un repaso al Directorio. Van sonando los nombres y personas de cada uno/a del grupo y, si se sabe, se dice alguna circunstancia suya. De esta clase de repaso está alejado cualquier juicio o queja de que no vengan, de que no hablen, de que no escriban, de que no se hagan presentes.  Hemos llegado a ver que la pertenencia a la comunidad es de diversos modos y, por ello, nadie tiene que sentirse juzgado por nada. Vivir sin juicio es propio de una verdadera comunidad cristiana.

                Oramos: Que toda persona tenga acogida entre nosotros; que nadie se sienta extraño; que nadie se vea juzgado.

 

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Poetización:

 

La gente acudía a él

con la confianza

de quien no se siente juzgado.

Lo leían en su mirada,

lo experimentaban en su palabras,

lo sentían en sus abrazos.

Así podían entender

algo más profundo:

que Dios no juzga a nadie,

que su infierno no existe,

que su rechazo no es cierto,

que su condena la inventamos nosotros.

Por eso mismo

se enfrentó

a quienes no pueden  entender

a un Dios sin condena

ya que ellos mismos

son jueces crueles.

Pero quienes deseaban la dicha,

quienes anhelaban la libertad,

quienes, oprimidos, querían respirar,

encontraron en su acogida

la puerta del gozo,

el horizonte soñado,

la alegría robada.

No juzgaba

porque su vida

estaba plantada

en el campo del amor,

de la ternura

y del respeto.

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Para la semana:

 

                Trata esta semana de alejar juicios negativos sobre las personas y situaciones. Sé benigno/a.

 

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