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FIAIZ

Juan 81

CVJ

Domingo, 29 de mayo de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

81. Jn 12,1-8

 

Introducción:

 

                Lo humilde, lo pobre, nos parece feo, poco atrayente, sin valores. El áspero envoltorio en que vienen las cosas, las personas humildes, nos aleja de ellas. Nos encantan las formas hermosas, los envoltorios de colores, lo que tiene luz y brillo. No sabemos descubrir los valores ocultos de lo humilde, la “belleza de la pobreza” (con perdón), el alma que late en las vidas de quienes cuentan menos. Si supiéramos mirar eso que late en el fondo de lo pequeño, de lo simple, de lo modesto, quizá descubriríamos la vida con otro gozo, con otra alegría, con otro sentido. Es preciso hacer continuas prácticas de descubrimiento de la belleza en lo sencillo: mirar de frente y con benignidad solidaria a las personas débiles, mirar los entornos simples con agradecimiento, apreciar los disfrutes simples (la convivencia, el diálogo, el estar, la risa común). Son caminos para descubrir el “alma” de lo que vive.

                El relato de la unción en Betania habla de algo de esto. El perfume que María derrama sobre Jesús es elocuente: dice que, aunque Jesús va derecho a su muerte, de hecho, es uno que está destinado a la vida. Por eso, se le unge con el perfume de la vida (nardo auténtico) y se le seca con el cabello (“en uno de tus rizos me has atrapado el corazón”, dice el Cantar). María descubre en el destinado a la muerte la belleza del resucitado. Es esa belleza a la que apunta su gesto hermoso.

                A nosotros nos resulta fácil ver a Jesús como alguien hermoso, pero María y los suyos lo veían como persona en peligro, destinada a la muerte, objeto de burla. Y así fue. Pero la mirada del amor le hizo ver más lejos, más adentro, más en la verdad. Esa mirada de amor es la que resulta precisa para poder descubrir la belleza que esconde lo débil.

 

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Texto:

12,1Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 2Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los reclinados con él a la mesa. 3María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

 

4Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dice:

5-¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?

6(Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando).

7Entonces Jesús dijo:

-Déjala: Que lo guarde para preparar mi sepultura; 8porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.

 

9Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, 11porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

 

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Ventana abierta:

 

 

                Es una de tantas de las fotos que nos han llegado (y siguen llegando) de Haití: una mujer joven, en medio de un estercolero, mira al horizonte. Se pone las manos sobre su vientre (quizá esté embarazada) y mira al horizonte, no a la basura de su derrota. Es la fuerza que surge imparable, la fe que alienta en quien ha sido destruido, la energía que sale no sabemos de dónde pero que no se podrá parar. A veces decimos que no habríamos del olvidarnos de Haití. No nos conviene: los derrotados nos enseñan esa fuerza de lo bello que anida en los pliegues de las pobrezas humanas.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes resisten en la derrota; gracias por quienes miran al horizonte más allá de su mal; gracias por quienes acarician la vida aunque ésta les sea dura.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús dice que los pobres están con nosotros siempre, cosa que es una realidad (hasta que deje de haber pobres ¿cuándo?). En ellos es preciso descubrir el mismo valor, la misma belleza, que la fe nos hace descubrir en Jesús. Es, pues, más importante creer al débil que creer en Jesús. O de otra manera: quien no cree en el débil que tiene siempre con él, tampoco puede creer en el débil Jesús. El Evangelio es realista: cuando anima a descubrir la belleza de lo oculto, anima a la solidaridad.

                Oramos: Te alabamos, Jesús, porque no te alejaste de la vida de los débiles; te bendecimos porque fuiste hermoso, aunque eras pobre; te damos gracias porque jamás se quebró tu solidaridad con los excluidos.

 

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Ahondamiento personal:

 

                La intervención de Judas, desvelada por el Evangelista, descubre esas intenciones que se cuelan en nuestra valoración de las pobrezas: hay solidaridades que no están hechas desde la benignidad y, con frecuencia, encierran el veneno de la apropiación, del querer lucrarse (en fama, brillo, poder) de la debilidad del excluido. Los humanos lo estropeamos todo. El Evangelio es una advertencia contra solidaridades que no proceden de la benignidad.

                Oramos: Que nuestra solidaridad brote siempre de la benignidad; que nuestra generosidad esté llena de afecto; que nuestro amparo al otro no pretenda lucrarse en nada.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                La comunidad virtual con sus medios sencillos (relación, oración, convivencia, contactos varios) puede ayudarnos a ir encontrando esa belleza que anida en lo débil y que no nos resulta fácil de ver. Vivir en relación de amistad y de fe es un ejercicio bueno para ir en la dirección del descubrimiento de la belleza de lo sencillo. Por eso tenemos que estar agradecidos los unos para con los otros y otras.

                Oramos: Gracias, Señor, por nuestras buenas relaciones; gracias por el interés mutuo; gracias porque nos animamos a seguir en relación.

 

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Poetización:

 

Los ojos de María

miraban a lo profundo.

Todos creían tener delante

a uno destinado a la ofensa,

a la pobreza,

a la humillación, a la muerte.

Y así era.

Pero María miraba a lo profundo.

Y allí descubrió

la hermosura del amado,

el gozo de la amistad,

la alegría de los corazones que se tocan.

Entonces, no dudó

en verter su mejor perfume,

nardo puro y carísimo.

El amor se lo merecía,

aunque no la entendieran,

aunque Judas la censurara,

aunque nadie saliera a defender.

Fue el mismo Jesús

quien tuvo que sacarle la cara.

El argumento era simple:

lo hecho por amor

tenía razón de ser

en sí mismo.

Y si, además,

lo que se hace por amor

se hace con un excluido,

el amor brilla entonces

con toda su fuerza.

Por eso todavía nos conmueve

el gesto aquel de María,

la mujer que amó

más allá de la pobreza.

 

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Para la semana:

 

                No apartes la mirada de las personas y situaciones de pobreza. Trata de ver más allá de su debilidad y descubrir algo positivo y hermoso.

 

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