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FIAIZ

Juan 69

CVJ

Domingo, 20 de febrero de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

69. Jn 10,1-6

 

Introducción:

 

                Reconocer la voz de las personas que se mezclan a nuestra vida es una acción mecánica en la que no reparamos. Pero es una maravilla. Sería una pérdida enorme que no reconociéramos esa voz y nos perdiéramos en un laberinto de desconocidos. Pero lo que hace el cerebro, reconocer por los matices fonéticos, lo hace el corazón de otra manera: no reconocemos la voz de quienes aman por sus peculiaridades fónicas, sino por el amor que intuimos detrás de sus palabras. Por eso mismo, si queremos que se reconozca nuestra voz, que la aprecien, que la amen, habrá que cuidar el contenido de la voz, el amor. Una voz sin amor no pasa de ser un sonido más o menos educado. Una voz con  amor reconforta el espíritu y reconcilia a la persona con sus propias dolencias.

                La voz de Jesús, de la que se habla en el pasaje de esta semana es una voz con amor. No se la reconoce por sus contenidos ideológicos o por sus supuestas prerrogativas religiosas. Se la reconoce porque se desvelan en ella altos contenidos de amor. La voz de Jesús sin amor no deja de ser, en el mejor de los casos, la de un líder religioso. Esa misma voz con amor es la de un compañero, la de una persona viva más allá de los años, la de alguien que acoge tu vida y, de alguna manera, la hace suya. Por eso la voz de Jesús resulta reconfortante, amable y animadora. Esa voz se concretiza en su Palabra, en las mediaciones históricas, sobre todo en la voz de los débiles. Porque la voz de Jesús siempre ha estado del lado de la debilidad. Nunca ha sido la voz tonante del Dios del Sinaí, sino la humilde voz que acompaña los caminos humanos, siempre tortuosos. Esa voz es la que atrae cada vez más al seguidor/a.

 

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Texto:

 

10,1Os aseguro que el que no entra por la puerta en el recinto de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; 2pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3A éste le abre el vigilante y las ovejas atienden su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: 5a un extraño no le seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

                6Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.

 

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Ventana abierta:

 

 

                Hay una enfermedad que se llama fonoagnosia. Por ella “se sufren problemas de reconocimiento de voz como consecuencia de un derrame cerebral o de haber sufrido daños en el cerebro". No reconocer la voz es como no reconocer el rostro. Se pierden los caminos que llevan al corazón. Por eso mismo, habrá que cuidar esos caminos, amar las voces y los rostros de quienes nos rodean, de quienes comparten camino con nosotros. Únicamente así podremos encontrar la senda de su corazón.

                Oramos: Gracias, Señor, por la voz de quienes nos aman; gracias por el corazón de quienes se sienten solidarios de los demás; gracias por las vidas que se entrelazan y se unen en amor.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Dice el texto evangélico que a Jesús se le sigue porque se reconoce su voz amiga. Es difícil seguir a Jesús por planteamientos religiosos, por imperativos morales o doctrinales, por costumbres heredades. Ahí el seguimiento se convierte, a lo más, en una vivencia de doctrinas y de moral. Pero en esa vivencia no late el amor. Para seguirle con amor es preciso reconocer su voz como la de una persona querida y amiga, como aquella persona ante la que somos nosotros mismos, sin necesidad de excusas, de ocultamientos ni de trampas. Alguien en quien es fácil confiar y que reconforta y alienta en el camino concreto de la vida.

                Oramos: Que reconozcamos tu voz desde el amor; que te sigamos animosos desde el amor; que estemos ante ti confiados y seguros por tu amor.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Según el texto de esta semana los que entran saltando la barda, no por la puerta, son gente ladrona y silenciosa, no tienen voz. Es inútil que hablen porque su voz no es reconocida. Hay voces mudas que pretenden dominarnos: la voz muda del poder que anida en cada esquina; la voz muda del dolor que nos fustiga cuando menos lo esperamos; la voz muda del ocultamiento que engaña a quien nos mira; la voz muda de la ambición que no duda en destrozar a quien sea. Esas voces mudas son las de quienes nos roban el alma y el sentido. Haríamos bien en escucharlas lo menos posible.

                Oramos: Que no nos robe el alma la voz muda de la ambición; que no nos robe la fraternidad la voz muda del dominio del otro; que no nos robe el corazón la voz muda del desamor.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                Una de las características de una voz humanizadora, y por lo tanto de la de Jesús, es que sea una voz acogedora, que no intuyamos que esa voz nos excluye. Nuestra comunidad virtual, de manera sencilla, puede poner en pie ese tipo de voz: acogernos como somos sin preguntar demasiado, sin escandalizarnos cuando descubrimos la debilidad, sin alejarnos cuando nos parece que lo que vemos no es de mucho nivel. Una voz acogedora genera a su vez, como los círculos en el agua, acogida en otras personas. Así se crece en humanidad.

                Oramos: Que nuestra voz sea siempre acogedora e incluyente; que nuestras palabras sean siempre amables y respetuosas; que nuestra manera de hablar engendre humanidad.

 

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Poetización:

 

¿Cómo era su voz?

posiblemente fuera como todas,

pero había algo en ella

que la hacía atractiva,

cautivadora.

No era su modulación

ni sus inflexiones,

sino, simplemente,

su capacidad de amar.

La gente percibía

en su manera de hablar

que tenía delante

a uno que los amaba.

Por eso, en el fondo,

no era su voz la que atraía,

sino su corazón de amante.

Aquella voz se grababa

en los pliegues del alma

y por eso se la reconocía

aunque no estuviera presente,

aunque volviera

del lado de la muerte.

Así la reconoció

María Magdalena

cuando resucitó.

Era una voz

que acompañaba

a quienes le amaban

aunque no estuviera presente

porque resonaba en el cerebro

y en el fondo del alma.

Voz para acompañar,

voz para consolar,

voz para animar,

voz para amar.

***

 

Para la semana:

 

                Que tu manera de hablar en esta semana sea respetuosa y acogedora. Que tu voz esté lo más llena de amor posible.

 

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