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Retiro en Navidad 2009

 

Retiro Navidad de 2009       

 

 

NAVIDAD: TIEMPO DE ABRAZOS

 

                En el "Libro de los abrazos" Eduardo Galeano dice que hay abrazos que se guardan toda la vida, abrazos inolvidables, sentidos y también de los otros, fríos, metálicos, abrazos que no debieron ser. Nunca olvidaremos el abrazo de una persona amiga, abrazo fuerte y contenido, un abrazo de despedida. Abrazos de pareja, de amistad, de despedidas, de reencuentros, de cariño, de protocolo. Abrazo cortos, largos, apretados, tímidos. Un abrazo es una forma de compartir alegrías, consuelo en el dolor. Un buen abrazo permite refugiamos en los brazos de otro,  aunque en ocasiones sintamos el vacío de no poder completar un abrazo, de no poder terminarlo, de dejarlo inconcluso en la memoria. Otros abrazos, fingidos, te envuelven de engaño escondiendo cuchillos. ¿Quién no necesita en algún momento de su vida guarecerse entre unos brazos llenos de ternura? Un proverbio dice que necesitamos cuatro abrazos diarios para sobrevivir, ocho para mantenernos y doce para crecer.

Y ahora resulta que una ONG catalana "vende" unas cajas sencillas, vacías, cuyos precintos dicen: 365 abrazos, 1.039 caricias, 1 kg de te quiero, etc. Con ello pretende dos cosas: decir que lo importante del regalo es el amor y que con esa "compra" se puede ayudar a niños enfermos (lo organiza el hospital S. Juan de Dios.

                Eso y aquel estribillo de una canción del grupo The Streets, que dice así: "Llegué al mundo sin nada. Me iré del mundo sin nada. Excepto amor. Todo lo demás es prestado" nos ha parecido suficiente para volver en este retiro sobre el tema de los abrazos, que es volver sobre el tema del amor.

                Puede que alguien se lo tome en plan blandengue. Pero los abrazos, sobre todo los abrazos que cuestan, no tienen nada de blandengue: tienen mucho de humano y aun de difícil. Por eso, en este retiro, mediado el Adviento pero apuntando ya a la Navidad (parece que en la calle no hay otra cosa) vamos a plantear nuestra vivencia de la Navidad como un tiempo propicio para los abrazos.

 

 

 

I. TIEMPO DE ABRAZAR

 

1. El abrazo de María

                Es abrazo propio de este tiempo de Adviento. Abrazo de mujer alegre y apurada, de mujer ilusionada y perpleja ante lo que ocurre, de creyente y de corazón que confía en un Dios que le ha llevado hasta esto. ¿Cómo prepararía paría sus brazos para acoger a lo que venía? ¿Cómo sus brazos serían la prolongación de su corazón cálido? Los brazos de María. Por qué no considerarlos, contemplarlos, amarlos. Ninguno como ellos acarició a Jesús. Ninguno con tanto amor. "Algo de Dios en ti había", solemos cantar en Misa...Y así era. Los suyos eran los brazos del mismo Dios. El calor de Dios pasaba al cuerpo de Jesús a través de ellos. Brazos de mujer humilde hechos para abrazar. Brazos que el mismo José abrazaría sabiendo bien lo que abrazaba.

                Nunca Jesús olvidaría sus abrazos. Cómo los echaría en falta en los momentos duros. Cuánto hubiera dado por sentirlos en la hora de la prueba. Abrazos de mujer creyente y buena, de madre que acompaña y alienta, de mujer que comparte, de vecina que consuela y alienta.

 

2. Los abrazos de Jesús

                Fue generoso con los abrazos. Muchos los experimentaron. Abrazó a niños, a mujeres, a viudas, a enfermos, a muertos incluso. Se prodigó en abrazos. Abrazó porque en aquel signo común se trasmitía a la persona el oculto abrazo del Padre. Cuando la gente era abrazada por Jesús sentía que algo de Dios pasaba a ellos. Por eso, cuando habló del Padre que persona siempre, habló de uno que acogió al pródigo con abrazos, besos y lágrimas.

                Nunca se avergonzó de sus abrazos. Más aún, cuando habló de la gran fiesta del cielo la entendió como una boda donde abundan los besos, abrazos y caricias. Y cuando habló del abrazo que Dios da a los pobres lo hizo abrazando a un chiquillo.

                Sin sus abrazos, su mensaje habría sido poco más que una doctrina y sus sueños poco más que una utopía inalcanzable. Pero sus brazos envolvieron todo ello de honda humanidad y por eso impactaba e impacta aún su propuesta.

 

3. Los abrazos de los pobres

                Con frecuencia no son abrazos agradables. Oprimen demasiado, huelen dudosamente, son ásperos, los rehuímos. Pero quizá sean abrazos verdaderos porque vienen del miedo, de la necesidad, del hambre. Alguna vez incluso pueden ser abrazos tramposos que ocultan su verdadera razón, que les demos algo. Pero raramente vienen de la violencia y del deseo de hacer daño sin más.

                También los abrazos de los débiles son abrazos amables, con mucho cariño, con desapego. No tienen nada que dar, más que amor. Y a veces lo dan con una generosidad de la que nosotros no somos capaces. Son abrazos, los de algunos pobres, que nos devuelven a la santidad original, a la bondad primera, a la sencillez elemental. No los despreciemos porque no vienen acompañados de un don económico valioso.

 

4. Los abrazos de los creyentes

                Quizá no sean numerosos. Nos abrazamos poco por el hecho de creer juntos, lo mismo, por celebrar los mismos acontecimientos de la fe. Nos abrazamos poco, por eso nuestras celebraciones son, a veces, frías, rituales, distantes. No hemos metido el abrazo en nuestra experiencia de Jesús, en nuestras maneras de vivir la fe. Quizá no lo hemos metido porque intuimos que abrazar es como dar el corazón. y ése lo tenemos a buen recaudo, porque no queremos que nadie sea dueño de él. Pero un corazón con dueño, como el de Jesús, es mucho más interesante que un corazón que nadie ha abrazado.

                En ningún plan de pastoral estará el fomento de los abrazos. Pero habría que ver qué resultados daba la cosa. En pocas parroquias se animará al fomento generoso de los abrazos, las caricias, los te quiero, pero habría que ver. No se trata de simplezas o de sentimentalismos de tres al cuarto. Se tarta de poner a la vista nuestro mejor valor, nuestro fondo más luminoso, nuestro trasfondo que nos ennoblece.

 

5. Los abrazos de la creación

                Casi ni nos los imaginamos porque no entendemos a la creación como "madre que nos sustenta y gobierna", como decía Francisco. El abuelo de Saramago, analfabeto, antes de morir quiso que sus hijos lo bajaran al huerto y él, uno a uno, iba abrazando los árboles que había plantado para despedirse de ellos. Sería analfabeto, pero había aprendido algo fundamental: el amor está en todas partes y en todas las cosas y lo que se ama hay que abrazarlo.

                Dejarse abrazar por la creación, por el aire, el frío, la lluvia, el mal tiempo de diciembre, la soledad de los campos, el silencio de los caminos, la luminosidad de una estrella, el rostro de una llena, las humildes criaturas que son los verdaderos "labradores" de nuestra tierra, trabajan para nosotros, no es poesía barata, sino la certeza de una evidente hermandad. Y entre hermanos, ¿por qué no abrazarse, por qué no mirarse con los ojos de dentro?

 

6. El abrazo de la sociedad, del mundo

                Es el abrazo de nuestra única familia. Es cierto que sus abrazos son, con frecuencia, más que abrazos zarpazos llenos de saña. Porque aún no sabemos controlar el Caín que hay dentro de cada uno; porque aún no hemos aprendido que ser hermano es la mejor garantía de prosperidad, de amor y de disfrute.

                Pero también proliferan en la tierra muchas personas que no se cansan de abrazar a los suyos, a los que no son suyos, a los hermosos y a quienes no lo son tanto, a los que tienen suerte y a quienes no tienen ninguna suerte. Son los abrazos de los segundos, sobre todo, los que desatan la ternura del corazón de Dios. Por ellos sabemos que estamos llamados a días de disfrute y de gozo.

 

II. EN NAVIDAD, ABRAZA

 

  1. Abraza a Jesús: No solamente a esa imagencita que damos a venerar después de las Misas del tiempo de Navidad. Abrázalo en unas celebraciones sentidas, deseadas, participadas, recogidas. No trasladar el bullicio navideño comercial a nuestras celebraciones. Buscar la más adecuada para tu momento de fe.
  2. Abraza a los pobres: Y ya lo sabes cómo: no te excedas. La austeridad tiene sentido como dique contra la ofensa a los pobres, además de que es de necios el insensato despilfarro. No te canses de repetirte que el techo de la fiesta no es el mucho y selecto comer y beber, sino en el mucho amor. Controla ese mundo y el mundo de tus regalos: regala tiempo, corazón, escucha, acompañamiento, atención, servicio, generosidad.
  3. Abraza a los creyentes: Vive lo que celebras. Hazlo con gusto. Participa. Estate dispuesto a colaborar si te lo piden. Mira bien a quien celebra a tu lado. Ten por una suerte el tener una comunidad. Felicita la Navidad a los de tu parroquia como lo haces con tus familiares queridos; deséale buen año.
  4. Abraza a la creación: No es Navidad tan mal tiempo para darse un pequeño paseo por un parque o camino, en soledad, disfrutando del silencio. Disfruta y felicita a la "madre tierra" porque de ella ha nacido Jesús y nosotros. Ten sentimientos de humanidad con ella. Eso nos hace más humanos. Toca las cosas, las criaturas humildes, felicítalas.
  5. Abraza a la sociedad, al mundo: Aunque te parezca que no lo merece, que te ha hecho muchas jugarretas, que te ha traicionado. Reconcíliate con tu presente para no amargarte y, si pudieras, con tu pasado para libertarte de un gran peso. "Abraza" a tus conciudadanos que pasa por la acera; diles "gracias" en tu corazón, aunque no sea con palabras.
  6. Abraza a María: Porque por ella podemos estar diciendo todo esto. Felicítale una y mil veces por su vientre colmado de dicha, por su fe fiel y por su entrega generosota. Felicita y abraza estas navidades a las mujeres que te ayudan y te acompañan, no porque sean mejores, sino porque son del género de María y les debemos mucho.

 

Conclusión: Nada de lo dicho tendría sentido si se interpretara como un fervorín sin raíces. Quizás las raíces tengamos que ponerlas nosotros/as en el silencio, en la oración, en el vibrar del fondo del corazón. Una mañana de silencio y de oración puede ser un buen momento para ello.

 

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