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Retiro Cuaresma 2009

 

Retiro en Cuaresma 2009

 

 

 

SOSTENER PREGUNTAS

QUE NO TIENEN RESPUESTA

La conversión entendida como trabajo por mantenerse en las preguntas

 

            Podría pensarse la que nuestra es una sociedad que no se hace preguntas. El ritmo alocado, superficial a veces, de vida podría inducirnos a pensar que ya no hay sitio para las preguntas. No es así. Los "aullidos", que diría Mestre, de las preguntas múltiples siguen escuchándose en el silencio de la noche humana. Cada mañana renacen las preguntas, tercas, más allá de las losas con que pretendemos sofocarlas.

            Hay quien dice que lo bueno de las preguntas es su capacidad de interpelación, no tanto su capacidad de respuesta. Pero, en realidad, buscamos respuestas desesperadamente y pensamos que sostener una pregunta es, simplemente, una esterilidad. La vida es como es. Y en ella, las preguntas sin respuesta vuelven a surgir imparables.

            ¿Y si hiciéramos el esfuerzo de convivir con las preguntas, de no impacientarnos porque no encontramos respuesta? ¿Y si halláramos esa tercera vía de sostener las preguntas, de mirarles a la cara, de elaborar caminos de vida a pesar y más allá de ellas? ¿Si les dijéramos a las preguntas que la vida es algo más que ellas, un camino hermoso aunque estén ellas?

            Puede parecer esto algo teórico, ingenuo y raro. Pero, miremos al fondo de la vida. Ahí están las preguntas. Por eso, ¿no sería la Cuaresma, definida clásicamente como tiempo de conversión, un tiempo bueno para sostener preguntas? Quizá nos llevaría eso a acercarnos al Dios que se revela en lo oscuro a la persona cuyos fondos son difíciles de tocar.

 

1. El Dios que, en sí mismo, es pregunta

 

            Hemos manipulado tanto a Dios que lo entendemos y vivimos como algo ajeno a las preguntas. Todo lo más, le hacemos, nos hace, preguntas ideológicas, dogmáticas pero casi nunca preguntas vitales. Y, sin embargo, bien mirado, Dios es pregunta que nos deja temblando, titubeantes, hasta que aprendamos a verle como pregunta que nos sacude, que nos hace vibrar.

            Vamos a tomar, para "calentar motores", un poema del "místico" orensano José A. Valente. Es profundo e interpelante:

 

Sentí real el pálpito

de tu oscura impresencia.

 

Supe que estabas.

                             Te busqué.

Ardía lento el fuego en los rincones

más secretos del ciego laberinto.

 

No busqué la salida, la imposible

salida.

            Te buscaba.

 

                                   Manifiéstate,

dije, sintiendo repentino

que ya lo habías hecho en el latido

de lo no manifiesto.

 

  • El pálpito de tu oscura impresencia: Quizá no sea bueno un Dios demasiado presente, demasiado claro. Tal vez sea más estimulante, más creativa, una impresencia que palpite. Porque así quedará a salvo la libertad de Dios y aumentará en nosotros/as el deseo de un Dios inmanipulable y libre.
  • Supe que estabas: Porque no hay ninguna impresencia capaz de apagar la llama de la certeza que sabe de presencias. Se sabe que está más allá de todo argumento, de todo signo; más allá de cualquier más allá.
  • Te busqué...te buscaba: No frenéticamente, perdidamente, excesivamente. Sí en modos anhelantes, infatigables, tercos. Con un amor que embriaga, que vive en las "locuras" del amor. Una búsqueda sin otra finalidad que la de ver a un Dios "oscuro".
  • Ardía un fuego en el laberinto: Un fuego inextinguible en este laberinto de vida. Más allá del hecho religioso, más allá de cualquier pertenencia creyente. Un fuego en el secreto laberinto, en los recovecos de cada caminar, en la urdimbre de cada existencia.
  • No busqué la imposible salida: La salida airosa del saber sobre Dios; la certeza de sus normas; la evidencia de sus palabras; lo indiscutible de sus mandamientos. Parecen caminos eficaces, pero llevan a una manipulación de la ausencia con la intención de hacerla presente. Entonces, nos es ya deudora.
  • Manifiéstate...ya lo habías hecho: Incapaces, como en Juan 7,13 ò 14,22, de controlar el grito ahogado que pide la presencia, que desea la respuesta porque le pesa como un muerto la pregunta. Pero ya te habías manifestado en lo inmanifiesto, en la misma pregunta, en todas las preguntas.

 

 

 

2. Una Palabra de aliento: 1 Pe 1,8-9

 

            "Vosotros no lo visteis, pero lo amáis; ahora, creyendo en él sin verlo, sentís un gozo indecible, radiantes de alegría, porque obtenéis el resultado de vuestra fe, la salvación personal".

 

            1 Pe es un texto para el ánimo. Sus destinatarios son cristianos que han tenido que emigrar, posiblemente por razones económicas, a lejanos países. El autor quiere decirles que, lejos de su patria, tienen en la comunidad una nueva casa en la que acoger su desamparo vital, un ámbito en que sus preguntas vitales, preguntas sin respuesta, son acogidas: ¿por qué soy pobre? ¿Por qué he tenido que emigrar? ¿Por qué me es hostil el ambiente? ¿Por qué me puede la añoranza? ¿Por qué siento que no tengo cimiento bajo mis pies? ¿Por qué me cerca la soledad? ¿Qué sentido tiene lo que vivo? ¿Para qué trabajar tanto? ¿Por qué persistir en la fe de Jesús? ¿No es mejor dejarse llevar? Etc., etc.

            Busca el autor en el fondo de su experiencia creyente razones no tanto para responder a ese cúmulo de cuestiones, sino para que la desesperanza no sea el único eco de tantas preguntas.

            Y entonces, vuelve su mirada hacia Jesús:

  • Vosotros, no lo visteis y lo amáis: Por increíble que parezca, se puede amarle sin verle. El rostro de Jesús, como dirían san Juan de la Cruz, curaría toda "dolencia de amor", toda pregunta que escuece. Pero no está a nuestro alcance "el rostro deseado". Sin embargo, sin verle, se le puede amar; su sonrisa, puede verterse luminosa sobre nosotros/as; el brillo de sus ojos puede iluminar nuestra mirada empañada tantas veces por las lágrimas. ¿Es esto creíble? Lo es, dice el autor. Todo eso puede hacerlo realidad la fuerza del amor, el dinamismo de una adhesión viva, la fe mantenida de generaciones de creyentes que no han desviado su mirada de este rostro siempre amable.
  • Creyendo en él, sin verlo, sentís un gozo indecible: No están reñidas las preguntas sin respuesta con el gozo "indecible". Se puede vivir en las preguntas sin que la luz y el brillo de la alegría se extingan. Sí,  es un gozo indecible, inexplicable, que viene no sabemos de qué fuente. Pero la evidencia de que brota pujante, la certeza de que muchas veces sobrepasa y envuelve el caudal de la tristeza es innegable. Gozo indecible, porque no tenemos palabras adecuadas. Pero gozo real, no vano anhelo.
  • Radiantes de alegría: Una alegría rutilante que se irradia, que se expande, que se contagia, que hace de contrapeso a la carga enorme de las preguntas que abruman. Una alegría liviana que hace más respirable el ambiente sofocante en el que, a veces, se mueven nuestros días. Una alegría humilde que hace más llevadero el duro camino vital que se anda bajo el peso de las preguntas sin respuesta.
  • Porque obtenéis el resultado de vuestra fe, la plenitud personal: Ya que, por extraño que parezca, el camino humano, sembrado de preguntas sin respuesta, es, por Jesús, camino de plenitud. Él ha sembrado esa capacidad (Jn 1,12) y no habrá obstáculo definitivo para que se llegue a la plenitud. Entonces, el escozor de las preguntas sin respuesta, dejará de doler, mostrará su oculto sentido. La promesa de plenitud no aminora por el peso de las preguntas. Permanece intacta y vigente porque se asienta sobre su persona, no sobre nuestra incapacidad para encontrar respuestas.

 

3. Preguntas que la fe no responde, pero dice algo

 

                  La vida está trufada, desde antiguo, de preguntas que, por mucho que se intente, no hay quien les dé una respuesta satisfactoria. A veces, sería mejor el simple silencio. Pero también la espiritualidad ofrece atisbos que, sin responder, puedan iluminar. Vamos a mencionar algunas de esas preguntas que se mezclan a nuestros días:

 

  • Preguntas viejas: Son preguntas de todas las generaciones de cristianos/as, desde los días del NT hasta hoy: Se las hace la persona religiosa y la que dice no serlo (como hemos dicho con el texto de Valente):
  • - ¿Por qué Dios no habla? Bonhoeffer decía que un Dios que es, no es Dios. Menos, un Dios que habla. Su modo de hablar es su hondísimo silencio. ¿Cómo entender que ese silencio no es desentendimiento, sino donación total? ¿Cómo ver en su silencio su total cercanía?
  • - ¿Por qué tarda tanto?: En realidad viene, pero al ritmo de los procesos históricos y personales. Dios no avasalla, no pasa por encima de los procesos. Dicen que el en fondo funcionamos como los hombres de hace 50.000 años, los hombres de las cavernas. Dios espera que evolucionemos hacia parámetros de humanidad. Mientras tanto, nos anima cada día a ese camino, nos pone mediaciones que nos ayuden.
  • - ¿Por qué está Dios envuelto en tanta oscuridad?: Hay gente que no soporta eso y envuelve a Dios de enorme claridad. Es una claridad falsa. Como dice el Roto: "Si alguien dice algo de lo que yo soy, tenedlo por un farsante". Una cierta oscuridad le va bien a Dios; le protege de nuestros desatinos.
  • Preguntas de siempre: Y que por ello perviven, ya se cambie de siglo, de época o de situación social. Son preguntas que nos corroen, porque de ellas depende mucha de nuestra felicidad.

- ¿Qué sentido tiene la vida?: Lo ignoramos. Podemos intuir que un horizonte hermoso no tiene por qué sernos ajeno. Pero poco más. Tal vez el amor sea un paliativo para el sentido, una razón para la esperanza. El mismo "amor sin esperanzas" es puro amor que devuelve la esperanza.

  • - ¿Por qué la soledad vital?: La estructural, la imposible de vencer, de ser transferida a otro/a, la que nos acompaña desde el nacimiento hasta la tumba. El no poder solucionarla debería desatar en nosotros/as la ternura y generar imaginativos mecanismos de amparo.
  • - ¿Qué es el más allá?: Sin respuesta. Solamente la confianza puede ser un paliativo, una luz para orientar. Si no, la negación es lo más evidente y lo más liberador.
  • Preguntas hondas: Son como aguijones porque de éstas no se libra nadie. Se concretizan en situaciones muy vivas e inmediatas. Por eso vienen cada día:
  • - ¿Por qué el dolor?: Sin respuesta. Dios es quien más sufre, a su manera, en su amplitud de Dios. Los duros precios históricos son menos que las posibilidades que se abren. Ni para Dios es posible una posibilidad sin precio porque ese precio hace parte de las leyes de la historia. Enorme respeto ante que quien sufre sin ver las posibilidades. Respeto y misterio.
  • - ¿Por qué el desamor?: Porque anida una fiera en el cañaveral del corazón. Pero esa fiera puede ser mirada, contenida. Y si se desata, siempre queda el recurso a la piedad.
  • - ¿Por qué la dura muerte?: Silencio. Pero es preciso flexibilizar el tema de las "presencias", ablandar el compacto muro que en torno a la muerte hemos construido, personal y socialmente. Quizá eso fuera bálsamo ante las muertes, ánimo para reivindicar la justicia debida a quien ha muerto llevando fuertes pesos de injusticia.
  • Preguntas de hoy: Están todos los días en la calle, las páginas de los periódicos las recogen constantemente y en mil tonos, afectan a todos/as los ciudadanos:
  • - ¿Por qué son los poderosos tan inmisericordes?: Blindan sus salarios exorbitantes; salen de cualquier crisis a costa de los débiles sociales; les importa un comino la suerte de miles de millones de pobres; no saben cómo calmar su enorme sed de ganancias. ¿Qué pintan en este mundo? No lo sabemos. Mientras tanto, es preciso, por razones de dignidad, luchar contra ellos, ser refractarios a sus propuestas, buscar denodadamente alternativas, aunque ellos se cansen de decirnos que no las hay.
  • - ¿Por qué estamos tan lejos de la realidad de la tierra?: Porque el libro de la tierra se nos ha hecho ilegible. Hemos escogido un camino divergente. Nuestra soberbia nos ha llevado a creernos lo que no somos. ¿No es hora de volver a la gran casa de la madre tierra? ¿No es hora de pensar que somos tierra?
  • - ¿Por qué la insensata centralidad del hombre? Ni siquiera de la mujer. Creerse "rey de la creación", enorme ingenuidad que da base a tremendos expolios. ¿Quién nos enseñará humildad y verdad para hacernos saber que hemos sido admitidos a una casa habitada, a un país poblado, a una familia (la de la creación) viejísima de miles de millones de años?
  • Preguntas que habría que responder: A las que la sociedad y el mismo hecho religioso responde con timidez y arbitra soluciones de poco calado, por lo que la tarea para su logro es todavía ingente:
  • - ¿Por qué aún está por darse la lucha por la dignidad?: Porque, tal vez, no sabemos mirar más allá de las apariencias. Porque los intereses nublan el sentido de lo que somos. Porque es más fácil situarse en el silencio cómplice que enarbolar la bandera de cualquier dignidad conculcada.
  • - ¿Por qué no se consideran innegociables y universales los derechos humanos?: Somos cómplices del enorme fracaso y retroceso que, a veces, percibimos en el tema de los derechos humanos. Nuestra inhibición y nuestro desentendimiento serán nuestros acusadores.
  • - ¿Por qué no se apaga la sed de trascendencia?: Porque quizá sea una sed inapagable. Una trascendencia entendida como una realidad intrahistórica, que profundiza en la historia, en lo humano, podría mitigar esa sed que abrasa a no poca gente (dígase de una manera o de otra).

 

4. Cuando las preguntas inundan la vida

 

            Hay un torrente de preguntas que circulan por nuestras calles y plazas porque somos nosotros/as quien las llevamos incorporadas. Quizá no se trate, como hemos dicho, de darles solución sino de, en primer lugar, mirarlas; luego, sintonizar con ellas; tal vez, paliarlas en alguna medida.

  • ¿Dónde apoyar y sostener nuestras ruinas interiores?: No lo sabemos. Pero si no es en otro corazón, posiblemente no encontremos un apoyo eficaz. Por eso, "tocar corazones", entrar en el secreto de la buena relación es, entre otras cosas, el mejor preventivo contra cualquier clase de ruinas.
  • ¿Por qué no se caldean los fríos abismos de las separaciones, de los olvidos, de las divisiones? Porque, incomprensiblemente, no sabemos inventar caminos de acercamiento; porque preferimos sufrir el frío viento del desamor antes que encender una llamita que lo disipe. Por eso, encender esos fuegos, por modestísimos que sean, es acorralar un poco al desamor, de inmenso poder.
  • ¿Por qué no nos cansamos de juzgar condenando?: Porque tenemos dentro un juez implacable. Porque nuestra mirada está embadurnada de inmisericordia. Porque quisiéramos que los demás fueran lo que, en realidad, no somos nosotros/as. Por eso, controlar a ese juez únicamente puede hacerse desde la más elemental misericordia, desde la certeza de que el débil (miser) puede habitarme dentro (cordia).
  • ¿Por qué está tan vigente el afán de apropiarse del otro/a?: Porque queremos autoafirmarnos a costa de quien sea, cuando, en realidad, el camino de la no apropiación, del servicio sencillo, es mejor garantía de autoafirmación.
  • ¿Cuándo encontraremos el camino de nuestro yo interior?: Cuando nos demos cuenta de las enormes posibilidades de fraternidad encierra la historia. Cuando sintamos  vivamente que, con todas las limitaciones, es una suerte haber pertenecido a la aventura de la vida.
  • ¿Por qué nos abandona el vigor vital?: No solamente porque los años acarrean pesos y enfermedades, sino porque se nos nubla el horizonte. ¿Se puede en esa situación mantener luminoso el horizonte? Se puede intentarlo. Siempre en el marco del amparo común, del ánimo compartido, de los apoyos mezclados.
  • ¿Cuándo controlaremos nuestros miedos? Los congénitos y los adquiridos. Posiblemente nunca. Pero tal vez podamos convivir con ellos sin desestabilizarnos del todo. Para ello, habrá que mirarse no solamente en las limitaciones, sino en la elemental limitación de existir y descubrir ahí el gozo de ser uno con otros.
  • ¿Por qué no brota pujante la confianza?: Porque eso supone una entrega de lo más valioso de uno/a mismo. Y somos celosos guardianes de tal realidad. El día que nos decidamos a compartirla, quizá florezca la increíble planta de la confianza.
  • ¿Cuándo entenderemos que el corazón del otro/a es nuestra mejor casa?: Cuando nos asomemos a sus abismos, a los de amor y a los de la debilidad. Entonces nos veremos reflejados y capaces de compartir caminos hasta sabernos en el mundo como la más elemental de las casas comunes, en la familia humana como en la familia primordial, la más verdadera.

 

5. Conclusión

 

            ¿Puede ser la Cuaresma un tiempo propicio para esta clase de planteamientos? Todos/as reconocemos la necesidad de llenar de sentido el tiempo fuerte de la Cuaresma. Hacerlo de esta manera, reflexionar y plantearse lo elemental de lo que nos ocurre, leerlo a la luz de la palabra e imbuirlo de contemplación (entendida ésta como ahondamiento) quizá pueda ser un camino. Desde esta convicción podría hacerse un itinerario cuaresmal:

 

1ª semana: contemplar a Dios que se revela en la impresencia, el Dios ausente que brilla en su ausencia y desde ahí se hace presente.

2º semana: recabar textos bíblicos que hablen de preguntas no respondidas (¿Está Dios con nosotros o no está? ¿Cuándo me consolarás?. Etc.). Preguntar a Dios desde la Palabra.

3ª semana: hacerse las grandes preguntas de la vida, tener presentes en la oración a quienes más se preguntan.

4ª semana: fijarse en la calle, en las preguntas que andan por ahí, en los modos como se preguntan las personas de hoy.

5ª semana: celebrar por anticipado al Jesús que es para los creyentes respuesta confiada a muchas preguntas. Prepararse a la celebración de la muerte-resurrección de Jesús.

 

            Si cualesquiera de estas sugerencias ayudan a vivenciar de manera más vibrante la Cuaresma y la Pascua habrán logrado su objetivo. El Dios de amor que subyace a nuestras preguntas nos vaya mostrando su rostro y si no, como se le dice a Moisés, que nos muestra su bondad.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño

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