Juan 56
CVJ
Domingo, 31 de octubre de 2010
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
56. Jn 8,33-38
Introducción:
Siempre, pero quizá más en estos tiempos nuestro de fuertes cambios, se apela al “orgullo nacional” para cohesionar a una sociedad: el orgullo de que España está entre los países poderosos, el orgullo de que el español se hable en tantos países, el orgullo de que “La Roja” que ha ganado un campeonato del mundo. Parece que un colectivo no puede adquirir identidad sin ese orgullo nacional, ancestral, primario. Fenómenos como el de la globalización nos dicen que son orgullos muy cuestionables, que en todas partes hay gente maravillosa (y no tanto), que todas las lenguas son hermosas (y no tanto), que en cualquier rincón del mundo se hacen hazañas (y crueldades). Por eso, fundamentar identidades sobre orgullos (nacionales, económicos, religiosos) es absurdo.
Jesús viene a decir en el pasaje de esta semana en contraposición con el judaísmo que cifra su orgullo en ser hijos de Abrahán, que su orgullo es hacer lo que ha aprendido del Padre, es decir, amar. Ahí es, justamente, donde él se enorgullece: ni en sus milagros, ni en sus palabras atinadas, ni en su don de gentes, ni en sus noches de oración, ni en su generosidad para dejar su casa y su oficio. Su orgullo está en amar. El orgullo de amar es, paradójicamente, humilde, servicial, acompañante. No levanta en cuello en actitud arrogante sino, que mira con amor sencillo a aquel a quien ama. El orgullo de amar es tan limpio como el mismo amor. A ese orgullo, callado y humilde, empuja el seguimiento de Jesús.
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Texto:
33Le replicaron otros:
-Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: seréis libres?
34Jesús les contestó:
-Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. 35El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. 36Y si el Hijo os hace libres seréis realmente libres. 37Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme porque no dais cabida a mis palabras. 38Hablo de lo que yo mismo he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.
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Ventana abierta:
Este señor es Fernando Cardenal, jesuita. Fue ministro de educación en Nicaragua cuando la revolución sandinista. Expulsado de la Compañía, posteriormente fue readmitido. Ahora acaba de publicar sus memorias. Las va leyendo uno y queda admirado de cómo una persona puede permanecer fiel “Junto a mi pueblo, con su revolución” (así se titula el libro). Aunque parece que todo ha fracasado en la actual Nicaragua, él sigue creyendo en el pueblo. Un amor fiel y humilde. Está orgulloso de amar, aunque parece que todo se ha venido abajo.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes se mantienen en un amor fiel; gracias por quienes tienen por orgullo amar de verdad a su pueblo; gracias por quienes siguen siempre con los humildes.
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Desde la persona de Jesús:
Jesús dice que él hace lo que ha visto junto al Padre. Él ha comprendido que la gran labor de Dios y su enorme aportación a la historia ha sido un callado, fiel y humilde amor. Él ha creído que eso era importante para el mundo y para su vida personal. Y, lo que es más, él se ha decidido a repetir eso mismo en su vida, a poner carne al amor del Padre, a intentar hacer ver que el Padre es solo y únicamente amor asentado su vida únicamente sobre el amor. Quizá por eso los sencillos se acercaron a él. Uno que amaba así no podía hacerles daño.
Oramos. Gracias, Señor, por reproducir en la historia el amor del Padre; gracias por amarnos con el corazón amoroso del Padre; gracias por hacernos ver que el Padre es amor y únicamente amor.
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Ahondamiento personal:
Dice Jesús a sus replicantes que el orgullo de amar, el ver que el Padre es solo amor y que se puede asentar la vida propia en el ese tipo de amor es un mensaje “que no les cabe en la cabeza”. Es que, tal vez, la cabeza no es el mejor sitio para ese tipo de mensajes. Por eso Jesús quiere dirigirse al corazón, a lo vivo de la persona. Si se racionaliza el orgullo de amar, fácilmente se cae en el sinsentido. Pero si se lo sitúa en la entraña de la persona quizá la cosa cambie.
Oramos: Que amemos desde el corazón, más que desde las ideas; que amemos desde la entraña, más que desde los planes y estrategias; que amemos desde la vida más que desde la teoría.
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Desde la comunidad virtual:
Quizá sea excesivo decir que el orgullo de la comunidad es amarse. Pero, en realidad, ese es nuestro mejor tesoro: nuestra relación, nuestro mirarnos con aprecio, nuestro escucharnos con respeto, nuestro compartir pequeñas vivencias, nuestro deseo común de mezclar Evangelio y vida corriente. Esos son nuestros grandes valores. Más que un grupo de oración somos, en realidad, un grupo humano que pretende ayudarse a amar y que quiere entender la vida desde el simple afecto y amor. No es poco.
Oramos. Que valoremos nuestros gestos de cercanía; que apreciemos las palabras que suscitan amor; que nos demos lo mejor para recibir lo mejor.
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Poetización:
Lo había aprendido del Padre.
En las largas noches de oración
llegó a una conclusión muy simple:
el Padre era amor y solamente amor.
Desde ahí se entendía lo que era Dios
y lo que podría ser él.
Por eso, se decidió a reproducir en su vida
el mismo camino de amor del Padre.
Acogió como él acogía,
perdonó como él perdonaba,
esperó como él esperaba,
fue generoso como el Padre lo era,
consoló con su mismo consuelo
y liberó con su mismo aire de libertad.
Sus contemporáneos quedaron prendados de él
no por sus palabras vigorosas
ni por sus gestos milagrosos.
Era la manera de amar lo que les atraía.
Descubrían en sus comportamientos
no solo un modo maravilloso de amor
sino el perfil de un Dios distinto, un Dios de amor.
No sabrían cómo decirlo,
pero viéndole amar
ellos mismos se animaban a amar.
Y su vida cobraba otra luz.
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Para la semana:
Que el orgullo de amar a los que amas cobre el rostro de la sencillez y el humilde cariño.
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