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FIAIZ

Dos reflexiones sobre la fraternidad en FT y tránsito de san Francisco 2021

DOS REFLEXIONES SOBRE

LA FRATERNIDAD EN FRATELLI TUTTI

Y CELEBRACIÓN DEL TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO

 

 

 

 

 

 

 

 

1

LA FIGURA DE FRANCISCO DE ASÍS

EN LA FRATELLI TUTTI 

 

La figura de san Francisco de Asís está muy presente tanto en la Laudato Si’ como en la Fratelli tutti. Todos conocemos la predilección que el Papa Francisco tiene por el santo de Asís.

En la LS’ dibujaba a Francisco de Asís como ejemplo de ecología integral, persona con mirada distinta, alguien que ha entendido que todos somos familia, hombre que no domina, místico y peregrino, persona conectada con la esencia de lo humano, buen lector del libro de la creación, etc.

En la FT vuelve a aparecer la figura de Francisco en los cuatro primeros números del documento (además del título, como en LS’). Merece la pena releer estos números.

 

  1. «Fratelli tutti» [Adm 6,1], escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él» [Adm 25]. Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.

 

  • Un estilo de vida con sabor a evangelio: Ese es el estilo de vida franciscana. ¿Cómo sabemos que nuestra vida sabe a evangelio? Si hay una experiencia personal de Jesús y si hay gozo fraterno. La experiencia personal es básica: creer por propia experiencia ayudado de los hermanos y hermanas. No se trata de “tener fe” sino, sobre todo, de estar enamorado, de vivir con mística, de mantener la ilusión por un Jesús vivo y acompañante. Y luego, tener una experiencia de gozo compartido. La fe se ahoga en las amarguras. Necesita como el aire para respirar la alegría, el amor e, incluso, un cierto buen humor.
  • Un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio: Así es el amor de Francisco de Asís. Y se demuestra al ver que, tras  tantos años, nosotros seguimos recordándole y amándole. ¿Qué nos da para que le amemos? Un amor sin condiciones, sin juicio, sin apropiación. Un amor de hermano que no juzga, que no nos quita nada, que devuelve amor aunque no se le ame. Intentar no poner límites al amor, no poner condiciones ni precio. No querer sacar provecho exclusivo del amor. Ya lo dice el Cantar 8,7: “Quien quisiera comprar el amor con todos los bienes de su casa se haría despreciable”.
  • Una fraternidad abierta: La que no se queda en: de dónde es el otro, de dónde viene, qué caudal intelectual tiene, que características conforman su carácter. Una fraternidad que ha ensanchado los límites de su tienda hasta abrazar a todos, sobre todo a los frágiles (“Ensancha los límites de tu tienda”: Is 54,2). Fraternidad abierta de mente, de corazón, de casa, de mesa, de ideología. Una comunidad flexible, acogedora, disculpadora, perdonadora.

 

  1. Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica Laudato si’, vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social. Porque san Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.

 

  • Santo que inspira: No por su sabiduría grande o por su ciencia eximia, sino por su amor fraterno, su sencillez y su alegría. Son los caminos de la mística franciscana. Otros grupos eclesiales tienen otros caminos. Los nuestros son esos: al alcance de todos, generadores de vida simple, siembra de bondad en el corazón. Una alegría que “nadie puede arrebatar” (Jn 16,22), más allá de las lágrimas e incluso aunque haya lágrimas. Al Papa le ha inspirado y a muchos de nosotros nos sigue inspirando sentido y gozo por la vida, fraternidad desde nuestras pobrezas evidentes.
  • Santo unido a los de su propia carne: Es hermosa la familiaridad que tiene Francisco con las criaturas. Pero es conmovedora la que tiene con las personas, sobre todo aquellas que sufren, aquellas que, por su pobreza, son como Jesucristo pobre. “Hablar mal de los pobres es hablar mal de Jesucristo”, decía. Uno que se conmueve y que se mueve por el otro, ese es Francisco.
  • Caminó con los descartados: Decía a sus frailes que “debían gozarse cuando conviven con personas de baja condición y despreciadas, con pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de los caminos” (1 R 9,2). Gozarse, estar contentos con ellos, disfrutar con sus disfrutes y compartir sus lágrimas y anhelos. “No te olvides de los pobres” daba como consejo único la madre del franciscano Francisco Bustillo cuando le hicieron obispo de Córcega hace poco.

 

  1. Hay un episodio de su vida que nos muestra su corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de procedencia, nacionalidad, color o religión. Es su visita al Sultán Malik-el-Kamil, en Egipto, que significó para él un gran esfuerzo debido a su pobreza, a los pocos recursos que tenía, a la distancia y a las diferencias de idioma, cultura y religión. Este viaje, en aquel momento histórico marcado por las cruzadas, mostraba aún más la grandeza del amor tan amplio que quería vivir, deseoso de abrazar a todos. La fidelidad a su Señor era proporcional a su amor a los hermanos y a las hermanas. Sin desconocer las dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios»[1R 16,3.6.]. En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe.

 

  • La visita al Sultán: Pertenece esta historia a las antiguas leyendas franciscanas, no fácil de verificar en su historicidad. Pero lo que importa es su alma. Francisco viajo a Egipto para ir a las cruzadas desde la paz. El amor desarmado. Para hacernos una idea del tema de las cruzadas, tengamos en cuenta lo siguiente: el Papa Inocencio III en 1213, poco antes del viaje de Francisco a Siria que no llegó a culminar por los malos vientos, publica la bula Quia maior. En este documento se convoca a todos los fieles a “cargar la cruz y a seguir a Jesús…en la lucha”. Porque, dice, “cuando un rey es expulsado de su reino por los enemigos, al regresar, ha de condenar a quienes lo ocuparon”. El Papa amenaza con la pérdida de la salvación a todos aquellos que no se comprometan  “a prestar ayuda al Señor desterrado de Jerusalén” y nieguen sus servicios “al Redentor que se halla en tan graves circunstancias”. La bula contiene diversas disposiciones para implicar a los fieles en la campaña militar: se deben hacer procesiones mensuales por la liberación de Tierra Santa, los predicadores han de empujar a que los fieles recen por esta intención y hagan limosnas para sufragar la campaña. En las misas, los laicos deben postrarse y lamentar con el salmo que los paganos hayan entrado en la heredad del Señor. Quien no colabore, que no se tenga por católico. Francisco, sin embargo, parece desoír totalmente el llamamiento de las autoridades eclesiásticas a la cruzada. No vocea su desacuerdo, pero su actitud de presencia pacífica en el lugar del conflicto deja ver a las claras su desacuerdo y su opción por un camino dialogado, más allá de toda violencia. Es la técnica de san Francisco de “ceder sin ceder”: él acata la autoridad del Papa pero, con libertad, elige el camino de la paz, aunque no sea comprendido. Efectivamente, hay que preguntarse si las dificultades que tuvo san Francisco para que Roma le aprobase su regla no son una revancha contra su desafección por las cruzadas y su opción por el diálogo y no por la violencia.
  • Un amor que abraza a todos: Así es el de Francisco. Un amor que no es interesado ni selectivo, sino que abraza a todos, abrazando al hermano concreto. Que se interesa por todos poniendo todo interés en la persona concreta del hermano que tiene delante. Un amor donde entran todos porque van entrando, uno a uno, los hermanos de cerca. Amor universal en el amor local.
  • Fidelidad al Señor siendo fieles a los hermanos: Porque la fidelidad al Señor se evapora cuando no hay fidelidad a la comunidad. Pocas veces se nos ha hablado de la fidelidad a la comunidad que no es otra cosa que sumarse de corazón al proyecto comunitario para vivirlo y enriquecerlo. Pensamos que eso es poco, que hay que aspirar a ser fieles a Dios no saliéndose de la VR. No habría que salirse de la comunidad porque se puede vivir en ella estando “fuera”. Una fidelidad que nos adentre en el corazón de la comunidad, en su humilde proyecto de vida.
  • Un extraño “sometimiento”: El que se hace por amor, cosa que desactiva cualquier sentimiento de opresión. Viene de la ofrenda de la persona proyecto común de humanidad o de fe. No se trata de humillarse ni de hipotecar la libertad personal. Se trata de entregarse porque se ama al oro, porque se ama a la comunidad. Entonces uno se “somete” liberándose, desarrollándose, viviendo con creciente gozo.

 

  1. Él no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había entendido que «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16). De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna, porque sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre. En aquel mundo plagado de torreones de vigilancia y de murallas protectoras, las ciudades vivían guerras sangrientas entre familias poderosas, al mismo tiempo que crecían las zonas miserables de las periferias excluidas. Allí Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos. Él ha motivado estas páginas.

 

  • Dios es solo amor: Eso es lo que Francisco descubrió y quiso legar a la familia franciscana. Un amor sin matiz, sin límites impuestos por nuestra mentalidad humana. Un amor que, como decía el Hno Roger de Taizé, se hace visible en comunidades buenas de corazón y de vida simple. Apóstoles del Dios bueno y del amor a la vida, algo de esto habríamos de ser los seguidores de Francisco.
  • Despertar el sueño de una sociedad fraterna: Porque es un sueño que, a veces, se esconde, se esfuma, se ignora, se desoye. Los seguidores de Francisco habríamos de ser defensores de la posibilidad de una sociedad fraterna por encima de traiciones, heridas, desastres, por encima de cualquier inhumanidad. Creer que, a pesar de todo, podemos los humanos vivir como hermanos. Y eso se demuestra viviendo en nuestras comunidades un nivel de vida relacional bueno. Si nuestra relación es deficiente, hablar de fraternidad es hablar de música celestial.
  • Liberarse del deseo de dominio: Algo que llevamos inscrito en el genoma, en la última fibra de nuestro interior. Querer medrar a costal otro. Robar al otro el corazón, las opiniones, las maneras de ver las cosas, para dominarle, para hcaerlo nuestro. Camino errado que lleva a la destrucción del hermano y a la propia. Es preciso liberarse de ese veneno del dominio dejando que el otro sea lo que deba ser, caminando a su lado en respeto y colaboración, no aprovechándose jamás de sus debilidades.
  • Vivir en armonía: Lograr vivir en quietud, en interioridad, en el mayor sosiego posible, en el disfrute de lo pequeño, en vida compartida con todos y con todo. No se trata de vivir en la indiferencia y en el pasotismo. Es cuestión de ir integrando con paz nuestros valores y límites llegando a entender que la vida es un dos de amor. No es una manera tonta de vivir sino un modo de vida que cada día se profundiza y degusta.

 

2

LA VIDA SUBSISTE DONDE HAY FRATERNIDAD

(FT 87)

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 

         He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases es útil para generar espiritualidad en torno a la fraternidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto.

         Es cierto que aquí se habla de la fraternidad humana, social. Pero el cimiento es común para toda fraternidad. Dar el salto a la fraternidad religiosa sin el cimiento de la antropológica y social es un riesgo. La primera evidencia de nuestra vida fraterna es que deseemos la vida en grupo. Quien tiene problemas para la vida en grupo no es para la fraternidad religiosa.

         No hemos de subrayar sobre todo lo que nos separa de otros tipos de fraternidad, sino lo que nos une. Hermanos en lo común, en lo humano, ese es el gran cimiento de la vida fraterna.

         Comentemos, una a una, cada una de sus frases porque todas son magníficas.

 

  • «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

 

El ser humano encuentra su plenitud en la entrega, no en el individualismo. Porque hemos sido educados en ese individualismo (“el que viene atrás que arree”) creemos que eso debe estar presente si se quiere sobrevivir en la VR. Pero una comunidad egoísta tiene el horizonte muy limitado. El vigor fraterno de una comunidad no se mide por sus obras, su número o su reconocimiento social, sino por su entrega.

Esto pertenece a la hechura de lo humano. Lo que está a la base es la donación, por más que el egoísmo nos parezca una fuerza mayor (“por el interés te quiero, Andrés”). Hemos de creer en nuestra capacidad de entrega más que en nuestro egoísmo.

La entrega ha de ser sincera. Si encierra otras intenciones ocultas, si me entrego para sacar yo más partido, si me doy para hacerme un nombre y que me reconozcan, me den cargos, me aplaudan, es una entrega viciada. Pasar siempre factura es a la larga lo contrario de la fraternidad.

 

  • «Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros».

 

El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo. Por eso, quien se encierra en su egoísmo, se desconoce a sí mismo, ignora sus verdaderos valores, vive en la mayor desorientación que es la de no saber quien se es en verdad.

Los otros dicen con mayor propiedad que yo mismo quién soy. Por eso mismo, el encuentro con el otro nos abre a la propia verdad y si no hay encuentro permanecemos cerrados en nuestra ignorancia más básica.

Encontrarse con el otro no es solo convivir físicamente. Es necesario ir saltando la cerca que envuelve el corazón ajeno e ir abriendo la propia cerca. Desechar este anhelo por excesivo será empobrecer de salida el horizonte de la VR. Porque estamos hechos para el encuentro la VR quiere hacer ver que ese anhelo radical es posible. De ahí que la razón de ser más básica e incluso el primer apostolado, antes que toda misión. Es construir el encuentro. Si eso se da, hay sentido y posibilidad de evangelización; si no se da, se oscurece el sentido y la misión entra por derroteros religiosos y de funcionariado.

 

  • ·         «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro».

 

Si no hay comunicación con el otro mi conversación interior es un soliloquio que no me lleva a buen puerto y que se presta a muchas desviaciones. Hablando con el otro se sitúan las cosas en sus justas medidas. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible. El ideal no es el silencio ante el otro sino este mezclado a la comunicación.

Estar mudo ante el otro no puede ser sino una medida temporal, terapéutica. Lo normal es hablar ante el otro. Hasta la liturgia es un hablar con otro ante Dios (una liturgia en solitario no es liturgia)

Por eso mismo, el modo más sensato de hablar de uno mismo es cuando en esa apreciación entran las valoraciones del otro. De ahí que muchas veces las formas de hablar de uno mismo, al no ser formas que cuentan con lo que dicen los otros, son un desvarío egolátrico que el grupo soporta como una cruz.

Con frecuencia no se tiene la valentía fraterna de decir a la cara del hermano lo que se piensa de él y se va diciendo a sus espaldas. No es buen proceder. Ya dice san Francisco: «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta s su hermano cuando está lejos de él que cuando está con él, y no dice a sus espaldas nada que no pueda decir con claridad delante de él».

 

  • ·         «Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar».

 

Amar sin rostros concretos, sin nombres, en general es arriesgarse a no amar. Orar con nombres es una manera muy buena de orar. Dice san Pablo en Rom 1,9: “No se me cae vuestro nombre de la boca cuando rezo”. Una vida sin rostros a los que amar es una vida en gran pobreza.

El rostro es la persona. Por él distinguimos a cada cual. Por él sabemos si estamos en su corazón o no. Por el rostro y por el nombre. Jesús devela su ser resucitado en la manera que tiene de pronunciar los nombres con amor: “¡María!” (Jn 20,16). Dice P. Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”

Mirar el rosto del hermano, estudiar su rostro es acercarse a su corazón. ¿Cómo es que vivimos tantos años juntos y casi desconocemos el rostro del hermano, de la hermana? Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de fraternidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro (Gen 33,10).

Amar rostros es compartir la vida que se refleja en ellos: el dolo, la alegría, la pena, la sorpresa, el cansancio, la terquedad, la fidelidad, la luz. A veces apelamos al corazón de la persona como la sede de sus mejores valores. Se podría apelar al rostro porque si bien, a veces, engañamos con el rostro, a la larga, el rostro desvela el alma.

 

·       «Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad».

 

El sentido de la existencia humana se percibe, a veces, oscuro y secreto. Pues bien, la fraternidad ilumina esa oscuridad: hemos sido creados para ser hermanos y hermanas. De tal manera que siendo hermanos se ilumina la senda de la vida y de lo contrario se oscurece. La gran pregunta de siempre: ¿qué hacemos aquí? Se resuelve en esa respuesta sencilla: ser hermanos. Eso es lo que en verdad tiene sentido. Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber podido tener hermanas y haber sido hermanas con ellas. Mientras haya fraternidad habrá sentido.

Los vínculos fraternos son vividos, a veces, como un peso. Pero si se vivieran gozosamente, los vínculos serían la evidencia de que la fraternidad funciona. De todos modos, si se anhela una vida sin vínculos, la fraternidad enmudece. De ahí que el gozo de ser hermanos y hermanas desplaza el precio que es preciso pagar a cualquier vínculo.

Además, que la vida es comunión es algo que se demuestra desde los tiempos ancestrales, desde la mandíbula de Dmanisi de hace más de 2 millones de años donde se demuestra que alguien ya hacía favores al débil, favores de comunidad (y eso que eran homínidos carroñeros). Por eso, y aunque Darwin dice que triunfa la especie que mejor se adapta, en realidad el triunfo está en quien más comunión crea. Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanto menos comunión, más fragilidad.

 

·       «La vida es más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad».

 

Dice el Cant 8,6 que el amor es más fuerte que la muerte. Eso mismo dice FT: si el cimiento de la vida es la fraternidad, la vida se hace fuerte más allá de la muerte y de las muertes que acompañan nuestra vida. La fortaleza no le viene a la comunidad por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión que han llevado a cabo en su vida. No, le viene por la fraternidad. Ahí está la raíz de su fortaleza. Por eso, si se quiere fortalecer a la comunidad, lo que se haga por hacer fuerte la fraternidad irán en la buena dirección.

Ahora bien, las relaciones han de ser verdaderas. Porque también puede que haya relaciones falsas no tanto de engaño, cuanto de cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro. Las relaciones verdaderas son las brotan de un amor experimentado, de un respeto cariñoso, de una colaboración generosa, etc. Son verdaderas porque están llenas de una vida verdadera, entregada.

Y luego está la fidelidad, no tanto a Dios, sino a los hermanos y hermanas. Esa fidelidad es la que Dios nos demanda y la que puede hacer verdadero el amor. No traicionar, no engañar, no tener dos caras, no hablar por detrás, no tener dos maneras de valorar a los hermanos y hermanas (una si está delante, otra si no lo está).. Fidelidad a la promesa de comunidad que se construye cada día trabajando la vida fraterna.

 

  • «No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 

La pertenencia sola a nosotros, el interés solo por mis cosas, el no haber pasado a la orilla de la comunidad (verdadero peligro de por vida), el viajar individualmente y no en el bus de la comunidad, es lo que agosta la vida, le quita sentido, le arrebata el gozo, la vuelve sosa. Mantener un conflicto prolongado entre yo y mi comunidad (mi Provincia, mi Congregación) no es buen síntoma. El plan de vida común, el proyecto comunitario, puede ser mi propio plan, me puede satisfacer. Al hacerlo mío, lo recreo.

Vivir como islas es andar el camino del empobrecimiento, de la desconexión. Estar mirándose siempre el ombligo es terminar miope y no ver la hermosura de los otros y la belleza de la vida. Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida.

Una comunidad tiene el peligro de estar muerta aunque sus miembros estén vivos. La muerte de la ilusión, del cariño, de la sensibilidad, del gozo compartido. Son caminos que nos llevan al cementerio, aunque aún no hayamos muerto. Luchar contra la muerte de la comunidad no es algo para otros, sino para cada uno de nosotros. La relación comunitaria es algo vivo; si no se lo cultiva, se agosta y se muere. Ojo.

 

Conclusión: no renunciemos a una vida en amor comunitario, no renunciemos a una relación jugosa; no renunciemos a una vida comunitaria pacífica y gozosa. Y desde ahí, trabajemos día a día por el logro hermoso de la construcción de la comunidad. Es empresa que no defrauda.

 

«BIENVENIDA SEA MI HERMANA LA MUERTE»

Celebración del tránsito de san Francisco

2021

 

  1. 0.    Ambientación:

 

(En una mesita, al pie del altar, una imagen de san Francisco, unas flores, el cirio pascual encendido y un frasquito de perfume)

 

(Una lectora: Como cada año nos reunimos en esta tarde del 3 de octubre para traer al corazón el recuerdo de la muerte de nuestro hermano Francisco. Lo hacemos de manera sencilla y entrañable. Queremos contemplar la actitud de quien acepta su muerte con paz y gozo. Solamente un corazón creyente como el suyo pudo dar la bienvenida a la hermana muerte. Aprendamos de Francisco su hondo amor a la vida y su serenidad ante la muerte).

 

  1. 1.    Canto de entrada (cantado o a dos coros)

 

La paz se ha derramado suavemente
desde Jesús sobre el llagado cuerpo;
Francisco dice adiós a sus hermanos,
los ángeles le salen al encuentro.

 

Todo está consumado. La fatiga
es ahora el cantar del gavillero;
la pobreza, la esposa engalanada,
heredera feliz del reino eterno.

 

Viene la muerte en ademán de hermana,
la recibe con cantos y con besos;
y a Cristo entona el salmo vespertino
con un coro de alondras sobre el lecho.

 

Se han abierto las puertas de la gloria,
se apresuran celestes mensajeros:
«¡Francisco, ven, hermano, con nosotros,
junto al Señor guardado está tu puesto!»

 

Llegó la noche plácida a la tierra,
mientras Francisco amaneció en el cielo;
era por fuera el muerto del Calvario,
era por dentro el que surgió en el Huerto.

 

¡Oh Padre, cuyo pecho es nuestro hogar,
hoy arriba Francisco del destierro;
a tu divino pecho llamaremos
cuando un día nosotros arribemos! Amén.

 

  1. 2.    Oración

 

Que la contemplación de la muerte de san Francisco nos aliente a seguir su camino con alegría y entrega. Que sean entre nosotros bienvenidas tanto la muerte como la vida para poder alabarte, en una y en otra, con gozo y paz. Te lo pedimos…

 

  1. 3.    Lectura de LP 100

 

(Una lectora: Vamos a leer un pasaje de la Leyenda de Perusa en que Francisco se enfrenta con apertura  y fe a la realidad de su muerte. Que su recuerdo sea alimento para nuestra espiritualidad franciscana).

 

         «En otra ocasión y por aquellos días, vino al mismo palacio para visitar al bienaventurado Francisco un conocido y amigo, médico de Arezzo, llamado Buen Juan. El Santo le preguntó sobre su enfermedad: «¿Qué opinas, hermano Juan, de mi hidropesía?» El bienaventurado Francisco no quería designar por su nombre a los que se llamaban Bueno, por respeto al Señor, que dijo: Nadie es bueno, sino sólo Dios (Lc 18,19). Asimismo, ni de palabra ni por escrito quería llamar a persona alguna «padre» o «maestro», por respeto al Señor, que dijo: A nadie deis en este mundo el nombre de padre, ni permitáis que os llamen maestros, etc. (Mt 23,1-10).

El médico le respondió: «Hermano, con la gracia de Dios te irá bien». No quería decirle que pronto iba a morir.

El bienaventurado Francisco insistió: «Hermano, dime la verdad; yo no soy un cobarde que teme a la muerte. El Señor, por su gracia y misericordia, me ha unido tan estrechamente a Él, que me siento tan feliz para vivir como para morir».

Entonces, el médico le dijo claramente: «Padre, según nuestros conocimientos médicos, tu mal es incurable, y morirás a fines de septiembre o el 4 de octubre». El bienaventurado Francisco, que yacía enfermo, extendió los brazos y levantó sus manos hacia el cielo con gran devoción y reverencia, y exclamó con gozo inmenso interior y exterior: «Bienvenida sea mi hermana la muerte» (LP 100)».

 

***

 

 

Escuchemos un breve comentario:

 

Es una escena cargada de honda humanidad. Un enfermo grave pregunta el médico que le diga su diagnóstico sobre su situación. El médico da una respuesta de compromiso (“Te irá bien”) e instado de nuevo a ser más exacto, pronostica la muerte, lo da por desahuciado. Francisco se autocalifica como alguien “que no es un cobarde que teme a la muerte”. Es alguien que afronta la realidad. Tiene la suficiente serenidad interior como para poder encajar un diagnóstico adverso. Se mezclan en él la paz y el temor, la capacidad de asumir su situación y el miedo a un final fatídico. Es el hombre que se enfrenta a la muerte con toda su compleja problemática.

         Y hay una segunda razón, la más importante además de la no cobardía, para poder encajar un diagnóstico adverso: su unión con Jesús es tan estrecha que “me siento tan feliz para vivir como para morir”. Ahí radica parte de su serenidad espiritual y psicológica. Un hombre que acepta su miedo desde su fe y desde su interior controlado.

                   Ante el diagnóstico negativo, la increíble reacción de Francisco: “Bienvenida sea la hermana muerte”. Hacer que la muerte entre en el coro de la fraternidad es, justamente, destruir su poder, desposeerla del aguijón con el que hiere la entraña de lo humano y amarga la vida.

 

***

 

  1. 4.    Breve exhortación

 

¿Cómo fue capaz Francisco de dar a la muerte la bienvenida? ¿Cómo es posible recibir a la muerte cantando? Solamente si se ha vivido en paz, en armonía, en conexión con lo profundo de la existencia.

         Francisco, a tenor de la LS’, lo ha logrado. Su muerte ha sido hermosa porque su vida ha sido hermosa. En él se cumple el adagio de que la muerte es reflejo de la vida.

         Que el hermano Francisco logre para nosotros no solamente una muerte hermosa, sino, sobre todo, una vida hermosa.

 

  1. 5.    Salmo 141 (a dos coros)

 

(Recitamos el mismo salmo que Francisco cantó la tarde de su muerte)

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

 

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

 

Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

 

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida.»

 

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

 

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

 

Gloria al Padre…

 

  1. 6.    Signo Franciscano

 

(Otra lectora: Como Bernardo de Quintaval, el primer compañero de Francisco, nosotros también nos sentimos atraídos por el perfume de su vida. Por eso ahora, al poner un poco de perfume en nuestras manos lo estamos poniendo en realidad en nuestro corazón. Que Francisco siempre perfume nuestras vidas)

 

(Se pasa ante la imagen de Francisco y se pone un poco de perfume en las manos del frasquito que está en la mesa. Mientras tanto se canta)

 

PON TU PERFUME EN NUESTRAS MANOS

Y EN EL CORAZÓN.

1. Tú conoces, Señor, mi corazón,
tú conoces todos mis caminos.

2. El orgullo no reina sobre mí,
ni mis ojos son altaneros.

3. He guardado mi alma en la paz,
sin buscar honores ni grandezas.

4. En silencio la tengo sobre mí
como un niño en brazos de su madre.

5. Israel confía en el Señor,
él será tu fuerza para siempre.

 

  1. 7.    Oración final:

 

Señor Dios, que en el pobre y humilde Francisco de Asís has dado a tu Iglesia una imagen viva de Jesucristo, haz que nosotros, siguiendo su ejemplo, imitemos a tu Hijo y vivamos unidos a ti en el perfumado gozo del amor. Por nuestro Señor Jesucristo…

 

  1. 8.    Bendición:

 

  1. 9.    Canto Final

 

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO.
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO DE AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN.

Sembrando la paz y el bien caminas,
y yo, sembrador, iré a tu lado.
En ti el Evangelio es carne viva,
y Cristo otra vez crucificado

 

 

6 comentarios

Teresa -

Me gustaría llegar a llamar hermana a la muerte, considerarla así y recibirla así. También me gustaría que, al llegar, me encuentre bien viva, como a Clara de Asís.

“Aprendamos de Francisco su hondo amor a la vida y su serenidad ante la muerte”. Parece fácil… o debería serlo. Pero no lo es, alcanzar ese hondo amor a la vida.

“Que sean entre nosotros bienvenidas tanto la muerte como la vida para poder alabarte, en una y otra, con gozo y paz”. Bellísima oración.

“El Señor, por su gracia y misericordia, me ha unido tan estrechamente a Él, que me siento tan feliz para vivir como para morir”. ¿Quién no desea hacer suya esta vivencia?

“Es el hombre que se enfrenta a la muerte con toda su compleja problemática… Que acepta su miedo desde su fe y desde su interior controlado”. Un hermoso espejo en que mirarse.

“Hacer que la muerte entre en el coro de la fraternidad es, justamente, destruir su poder, desposeerla del aguijón con el que hiere la entraña de lo humano y amarga la vida”. Mucho mejor, evidentemente, que considerarla una enemiga, o la enemiga por antonomasia.

“Que el hermano Francisco logre para nosotros no solamente una muerte hermosa, sino, sobre todo, una vida hermosa”. Sí.

Teresa -

“Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber tenido hermanas y haber sido hermanas con ellas. Mientras haya fraternidad habrá sentido”. Sí, es una respuesta tranquilizadora y gozosa. Eso quiere decir que ninguna otra cosa y ningún otro logro personal dejan esa huella.

“Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanta menos comunión, más fragilidad”. Cuántas veces hemos experimentado que esto es así…

“La fortaleza no le viene a la comunidad por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión… No, le viene por la fraternidad”. ¿Lo creemos de verdad?

Ahora hay en las comunidades, mucho “cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro”, pero sigue siendo el mejor momento para “construir relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Porque son más necesarias que nunca.

“Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida”. No se puede decir mejor.

Maravillosa conclusión y hermoso proyecto de vida: “No renunciemos a una vida en amor comunitario, no renunciemos a una relación jugosa; no renunciemos a una vida comunitaria pacífica y gozosa. Y desde ahí, trabajemos día a día por el logro hermoso de la construcción de la comunidad”. Una verdadera y auténtica evangelización. El mejor y mayor testimonio cristiano.

(Continuará...)







Teresa -

“El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo”. Si no se experimenta es más fácil creer que en el encuentro uno/una pierde en vez de ganar. ¿Será porque confundimos la verdadera naturaleza del encuentro?

“Hablando con el otro se sitúan las cosas en su justa medida. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible”. Es verdad.

“Dichoso el siervo que tanto ama y respeta a su hermano cuando está lejos de él como cuando está con él”. Precioso.

Una maravilla, la frase de P. Casaldáliga sobre el corazón lleno de nombres…

“Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de fraternidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro”. Bellísima manera de expresarlo. Y es que, ¿si no vemos en el rostro del otro el de Dios, dónde esperamos verlo?

(Continuará...)





Teresa -

“Apóstoles del Dios bueno y del amor a la vida”. Cuando lo seamos, el seguimiento de Jesús, para cualquier cristiano, resultará apasionante y apasionado. Y la existencia de cada uno, fascinante.

“Creer que, a pesar de todo, podemos los humanos vivir como hermanos”. Hace falta mucha fe, pero perseguir ese sueño da color y belleza a un proyecto de vida.

“Es preciso liberarse de ese veneno del dominio dejando que el otro sea lo que debe ser, caminando a su lado en respeto y colaboración, no aprovechándose jamás de sus debilidades”. Quien tal halla, encuentra en verdad “un tesoro”.

“Vivir en armonía: un modo de vida que cada día se profundiza y degusta”. El único modo de vivir de verdad. ¿Acaso no merece la pena más que nada?

“La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad… Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer solo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte”. Qué bien se percibe que esto es así cuando hay experiencia de vida comunitaria.

“Quien tiene problemas para la vida en grupo no es para la fraternidad religiosa”. También tenemos de estos…

(Continuará...)





Teresa -

Bendita técnica franciscana, la del “ceder sin ceder”. Triste, de verdad, si “las dificultades que tuvo Francisco para que Roma le aprobase su Regla son una revancha contra su desafección por las cruzadas y su opción por el diálogo y la no violencia”. Pero sería mucho peor si estas actitudes, por parte de la jerarquía, persistieran…

“Amor universal en el amor local”. Porque sin amor local no puede darse el otro.

“La fidelidad a la comunidad no es otra cosa que sumarse de corazón al proyecto comunitario para enriquecerlo y vivirlo”. ¿Y cuando no hay tal proyecto?

“Uno se somete liberándose, desarrollándose, viviendo con creciente gozo”. Es verdad, “extraño sometimiento” este. Pero sus frutos no pueden ser mejores, ni se consiguen por otras vías.

“Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos”. Toda una opción de despojo, ¿asumible en una sociedad como la nuestra? Tampoco en la suya lo era. Todo un signo y un espejo para quien quiere seguir a Jesús.

(Continuará...)

Teresa -

“… una fraternidad abierta que permite reconocer, valorar y amar a cada persona…”: o el Reino de Dios entre nosotros. Así la tierra sería, de verdad, la Casa Común. ¿No tendría que ser la vida religiosa el lugar por excelencia de esa fraternidad, espejo para todos?

“Un estilo de vida con sabor a evangelio”: o el sueño dorado de quienes apostamos por la vida comunitaria. Y la mayor frustración que arrastramos después de muchos años en ella. Será mejor entender que, más que una consecución, se trata de un empeño de por vida, una apuesta firme y constante.

“Un amor sin condiciones, sin juicio, sin apropiación … de hermano que no juzga, que no nos quita nada, que devuelve amor aunque no se le ame…” El auténtico amor cristiano.

“Una comunidad flexible, acogedora, disculpadora, perdonadora”. Cuánto sufrimiento se ahorra en una comunidad así…

“Uno que se conmueve y se mueve por el otro, ese es Francisco”. Porque ese es Jesús. Y con él y Francisco, todo cristiano. Pero hemos perdido y perdemos mucho tiempo fijando la mirada en otras cosas.

“Caminar con los descartados”. Incluso con los de la propia comunidad: asignatura pendiente.

Hermoso episodio, es verdad, el de la visita de Francisco al Sultán. Todo un precursor del diálogo con otras religiones.

(Continuará...)