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FIAIZ

Aquí, en las afueras

 

 

 

 

AQUÍ, EN LAS AFUERAS

 

 

         El programa de este curso de Fe Adulta recoge bien la intención fgeneral: «apoyados en Jesús, tratemos de ver que en una vida “en las afueras”, en la búsqueda, en la pregunta, en los modos alternativos, hay muchas posibilidades de vida». Hay muchos cristianos que no necesitan preguntarse nada; siguen el trantrán del cauce religioso y ahí se afianzan, hasta se hacen fuertes. Hay cristianos que no han incorporado el elemento de búsqueda. No lo necesitan. Hay cristianos que nada esperan, incluso que siguen creyendo y albergan una fuerte desesperanza social. Y, por supuesto, hay cristianos que ni sueñan modos alternativos para su manera de entender y vivir la fe. Por eso, para manejar otra clase de planteamientos, hay que situarse en “las afueras” de este sistema religioso que está urdido con tales mimbres.

         Dice el programa que «el mismo Evangelio es una “puerta abierta en las afueras”». Así lo creemos y a él recurriremos. Sin su luz, no sería posible soñar otras posibilidades para una fe que, de la mano del sistema eclesiástico, pasa por horas tan bajas «que debe situarse en algún lugar entre el escándalo de las emisiones de la industria de automoción y el Holocausto». De la mano del Evangelio y en las alas del anhelo es posible encontrar el modo de andar los azarosos caminos de hoy. Tiene que haber posibilidades de una manera adulta de vivir la fe que no mate la ilusión que sigue provocando en nosotros, aunque sea entre tinieblas, el Mensaje de Jesús.

 

 

 

1

AQUÍ, EN LAS AFUERAS,

VIVIR ES AMAR LA VIDA 

 

         La tradición espiritual cristiana ha echado mucho vinagre sobre las heridas de la vida. Por eso, el tema de “amar la vida” no ha entrado en el catálogo de anhelos cristiano. Todo lo más, hemos inventado el asunto de “la otra vida” y hemos anhelado y amado esa otra vida “inventada” dejando de lado la vida real, el verdadero don de Dios a las criaturas. ¿Y si planteáramos, en las afueras, porque dentro no es fácil y levanta muchos recelos, la posibilidad de amar esta vida, la limitada perfección de esta vida, que diría Francisco Brines?

 

1. Punto de partida

 

         Hay un libro a nuestro juicio estremecedor. Es de una joven historiadora norteamericana: C. NIXEY, La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico,  Ed. Taurus, Madrid 2018. Es el reverso de la medalla, la comprobación de que nos han vendido otra “moto”, el lado oscuro de la patrística y la comprobación de que el cristianismo se alejó del Evangelio hasta extremos increíbles y, con ello, echó por tierra la espiritualidad del amor a la vida que amaneció en muchos planteamientos del Jesús evangélico.

         Y todo por una razón simple, al parecer: porque el cristianismos se ancló el poder y en su razón sistémica. Y el ansia de poder está reñida con la vida verdadera, aquella que es patrimonio de toda persona. Por eso mismo, cuanto más alejados estén los planteamientos del poder, más posibilidades de vivir una vida gozosa. Y al revés.

         No pocos planteamientos de hoy van en esa dirección: el mantenimiento del anhelo de poder echa acíbar sobre la vida y la amarga. Si a eso añadimos, como luego diremos, las pegas y precios del camino histórico, el coctel de una vida de disgusto está servido.

 

2. Comilón y borracho: Mt 11,16-19

 

         «¿A quién diré que se parece esta generación? Se parece a unos niños sentados en la plaza que gritan a los otros:

         Tocamos la flauta y no bailáis,

         cantamos lamentaciones y no hacéis duelo.

         Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron que tenía un demonio dentro. Viene el Hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos!” Pero la sabiduría de Dios ha quedado justificada por sus obras».

 

  • Es la gente del descrédito y del descontento la que no acepta ni a Juan ni a Jesús. Gente de la contradicción, porque aprecian la austeridad desde el lado religioso, pero no ven en el profeta austero la propuesta de Dios. Aprecian la solidaridad con el pobre, pero no ven en la compasión cotidiana la solidaridad en la que creen. Plantear el disfrute hace saltar enseguida la oposición de quien dice que eso es hedonismo, relativismo, cuando no pecado. Luego resulta que la raza de los “puros” es pillada en fallos de tal envergadura que nos avergüenzan. Y siguen como si no fuera con ellos, adoctrinando al personal como quien tiene autoridad moral, aunque la hayan perdido. Gente desacreditada y desacreditante por no amar la vida simple y sencilla de quien intenta vivir lo más humanamente posible.
  • Se proponen aquí dos caminos, caminos que podrían coincidir siempre que se tenga claro cuál es el importante y cuál el secundario. El camino de la austeridad y el camino del disfrute. Este segundo es el importante porque lleva dentro la compasión (“amigo de recaudadores y descreídos”, los excluidos de la sociedad). Disfrutar de la vida con los de la parte baja de la pirámide no puede hacerse sino con un corazón lleno de solidaridad, compasión y dignidad para con los frágiles sociales. El camino de la austeridad es importante pero, justamente, al servicio del anterior: austeros para ser más compasivos, más humanos, más sostenibles incluso. Al derroche solamente puede frenarlo la solidaridad compasiva con los frágiles.
  • La acusación de “comilón y borracho” (¡buenos adjetivos!) afecta a la entidad y misión del “hijo del hombre”, del Hombre pleno: la gente del descrédito piensa que eso desdora la pretensión mesiánica de Jesús. Pero, justamente ahí está su valor: él es mesías de “recaudadores y descreídos”, de la gente frágil, de quienes habitan la exclusión. Por eso, queriendo deslegitimarlo, en realidad lo legitiman. No entienden que la propuesta de Jesús está en las “afueras” del hecho social, en los márgenes del sistema. Entender y vivir la propuesta de Jesús en los modos del sistema es incapacitarse para comprender su novedad. Una comunidad cristiana en el sistema se incapacita para entender lo más sugerente del Mensaje de Jesús, su mayor novedad.
  • Las obras justifican la sabiduría de Dios, la verdad y la bondad de la vida de Jesús. Son obras a favor de la persona. Por eso mismo, un tinglado sistémico asentado sobre ideas, velador de las ideas, censor de ideas, excomulgador por ideas, definido por ideas, ofertador de ideas, está aún lejos de la propuesta de Jesús. Hay que mirar las obras, los comportamientos, las maneras de entender la solidaridad, el uso de los bienes, los caminos económicos, los trabajos reales por la justicia, los posicionamientos ante los poderosos opresores, etc.

En definitiva, Jesús es uno que, con su comportamiento amparador y disfrutante con los excluidos, aprueba el curso de amor a la vida y, con ello, avala su oferta de novedad. No ha echado vinagre a la situación de los excluidos, sino amparo y disfrute, aun a costa de la incomprensión y del marcaje al que le somete el sistema establecido, la gente del descrédito y del desencanto.

 

3. Hacer y aprobar el curso de amor a la vida

 

         A los cristianos se nos une al grupo de seguidores de Jesús con requisitos rituales: estar bautizados, cumplir con las obligaciones religiosas y morales, acatar el dictado de la autoridad eclesiástica, etc. Pero el Evangelio, si seguimos el comportamiento de Jesús, demanda una trayectoria de vida similar a la suya, aprobar, como él, el curso de amor a la vida. Si no se llegara a aprobar, sería síntoma evidente de que no se vive como él. Y si no se vive como él, todo lo ritual y legal se tambalea.

         ¿Qué “asignaturas” tendría dese Curso de amor a la Vida? Algunas como estas:

  • El cuidado esencial: Aprender a cuidar al necesitado de cuidados, no solamente con actos puntuales, sino con una actitud: mentalidad de cuidador de la vida.
  • El disfrute elemental: Aprender a disfrutar con poco, con lo elemental, con lo diario, con lo compartido, con lo más popular, con la naturaleza cercana, con lo que disfrutan los niños.
  • La belleza común: Aprender a amar lo bello, lo limpio, lo bien hecho, las cosas con buen gusto, las palabras amables, la higiene y el orden, el arte popular.
  • La atención amante: Aprender a escuchar implicándose, interesándose, metiéndose en el asunto. Creer que los problemas de los demás, de alguna manera, me atañen. Mantener viva la sensibilidad por las situaciones de penuria humana, de cerca y de lejos.
  • La confianza de fondo: Aprender a no negar la confianza cuando ha habido fallo e, incluso, traición. Aprender el arte de mirar el fondo del corazón y no estrellarse en las apariencias.
  • La bondad general: No apearse de la certeza de que la bondad anida en toda la realidad, aunque, a veces, se halle muy oculta. De salida, pensar bien del otro, creer en la posibilidad de que sea alguien bueno.
  • La justicia anhelada: Aprender a estar en las “batallas” por la justicia, aunque la aportación sea minúscula. Escuchar con acogida los gritos de los injustamente tratados por la vida. Situarse de salida en el terreno de los afectados por cualquier injusticia.

Algo así tendría que ser ese Curso de Amor a la Vida que nos acerque a la realidad de Jesús, el que entendió la vida desde esos parámetros de novedad tan elemental y tan honda a la vez. No hizo nada de extraordinario (ni siquiera sus pobres milagros, como dice Sobrino). Su valor estaba en la hondura de lo sencillo, en la profecía de cada día, en la increíble “desfachatez” de decirle al sistema que nunca tendrá el tesoro del corazón de los pobres, que nunca lo espere.

 

4. Los grandes inconvenientes

 

         Cuando se habla de esta espiritualidad del amor a la vida se aduce el gran número de pegas e inconvenientes que tiene la cosa. Y es cierto. Están ahí. Solo que quien ama la vida encuentra la forma de encajarlos mejor, en la medida que se pueda:

-         El dolor: que, muchas veces, termina por cercar y derrotar a la persona. Hay que luchar con todos los medios de que se disponga para que el lugar no ocupe todo el espacio, sino el suyo solamente.

-         La muerte: sobre todo cuando las circunstancias que la rodean son adversas. Si no lo son, hasta puede pensarse que está “bien hecha”. Pero si lo son, hay que aferrarse a lo bueno vivido, en la medida en que lo hubiere, como contrapeso de la mordedura de la muerte.

-         El desamor: Porque, más allá de quién sea el causante, esto nos acompaña a lo largo de la vida y se traduce en soledad, desamparo y desconexión social. Hay que atajarlo cultivando lo más posible las buenas relaciones de todo tipo, personal y social.

-         La pobreza: contra la que hay que luchar a brazo partido. Pero hay que aprender a ver en la pobreza aquello que no lo es, que también está ahí.

-         La exclusión: que es algo que duele mucho a quien la sufre y de fuertes consecuencias para él y su familia. Luchar contra ella en modos sencillos que, aunque no solucionen la cosa, pueden ayudar a intuir que los días de amargura de las personas excluidas no van a ser eternos.

Aun así, siempre quedará en el fondo del alma el regusto de que el disfrute total es imposible. Y quizá lo sea. Pero se podrá entender mejor que en las afueras de la vida, en los márgenes sociales, en la vida que no le baila el agua al sistema ni le ríe las gracias al poder también brilla el sol y se pueden pasar buenos ratos, ratos de humanidad.

 

5. Amor a la vida y fe religiosa

 

         Nosotros hemos de mezclar ambas realidades porque muchos de nosotros, de una u otra forma, somos personas religiosas. ¿Cómo vivir una experiencia religiosa en esta perspectiva del amor a la vida?

  • Una fe bien humorada: lejos del ceño fruncido, de la condena rápida, del mal humor ante la crítica mordaz.
  • Una fe más tolerante: sabiendo poner el acento en lo importante (la justicia) y relativizando lo menos importante (las creencias).
  • Una fe más luminosa: más sugerente, más de abrir horizontes, de innovar, de buscar caminos distintos, de experiencias nuevas, de lugares no visitados.
  • Una fe más positiva: tendente a aceptar los avances de la ciencia, los descubrimientos de la física, las sugerencias de quien investiga. No una fe por detrás, a remolque, y con la condena siempre preparada.
  • Una fe generadora de buenas relaciones: que levanta la voz cuando hay que levantarla, pero que sabe urdir en lo oculto las buenas relaciones que hacen interesante la vida.

 

Conclusión:

 

         Hay quien piensa que esta manera de entender el hecho cristiano hace perder seriedad y hondura. Todo lo contrario, porque en la profundidad del amor vivido en lo sencillo de cada día anida una verdad mayor que en la más compleja de las ideas. De cualquier manera, si uno quiere salir de dudas, que mire a Jesús “comilón y borracho, amigo de recaudadores y descreídos”.

 

 

2

AQUÍ, EN LAS AFUERAS,

NO HAY PLENITUD, PERO SÍ DESEO 

 

         Hay un obispo anglicano emérito, se llama J. Sh. SPONG, que tiene muy claro qué es esto de vivir “en las afueras”, él lo llama “en el exilio”. Copio unas frases para empezar el tema de hoy:

 

         Soy uno más de la innumerable multitud de hombres y mujeres modernos para los cuales las interpretaciones religiosas tradicionales han perdido la mayor parte de su antiguo poder. Somos esa mayoría silenciosa de creyentes que encuentran cada vez más difícil continuar siendo miembros de la Iglesia y seguir siendo personas pensantes.

 

***

 

         Cada vez me siento menos atraído por lo que la gente llama Cristianismo “ortodoxo”, porque se ha convertido en una especie de camisa de fuerza en la que todos los cristianos tienen que caber o bien ser expulsados de la comunidad de fe por aquellos que se creen los verdaderos creyentes.

 

***

         Lo único que soy capaz de hacer en este momento de la historia del cristianismo es vivir en este exilio, sentir su angustia y su malestar, pero continuando siendo creyente.

 

1. La utopía de Serrat

 

         Hace más de 30 años que Serrat cantó aquel memorable poema de Miguel Hernández: “Se echó al monte la utopía”. Y escucharlo todavía estremece:

 

Se echó al monte la utopía perseguida por lebreles que se criaron en sus rodillas y que al no poder seguir su paso, la traicionaron; y hoy, funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden son partidarios de capar al cochino para que engorde. ¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura. ¡Ay! ¡Ay, Utopía, dulce como el pan nuestro de cada día! Quieren prender a la aurora porque llena la cabeza de pajaritos; embaucadora que encandila a los ilusos y a los benditos; por hechicera que hace que el ciego vea y el mudo hable; por subversiva de lo que está mandado, mande quien mande. ¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible. ¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía! Quieren ponerle cadenas Pero, ¿quién es quién le pone puertas al monte? No pases pena, que antes que lleguen los perros, será un buen hombre el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días. Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte. ¡Ay! Utopía, cómo te quiero porque les alborotas el gallinero. ¡Ay! ¡Ay, Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!

 

Resulta cierto: “Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte”. Sin utopía el Evangelio se muere; sin utopía la fe se convierte en religión. Por eso es tan decisivo vivir en la utopía. Y estar en las afueras quizá pueda ayudar, por en los “adentros” es prácticamente imposible.

 

2. Las utopías de Jesús

 

         No son utopías preferentemente religiosas, sino humanas. Por eso conectan con el fondo de lo humano, lo iluminan y alientan:

1)    Se puede conjurar la honda soledad de lo humano: “Yo no estoy solo; el Padre siempre está conmigo” (Jn 16,32). La utopía de vivir con la soledad controlada, en la conciencia de que se hace parte de una familia, de un grupo de amparo. Contra todo sentimiento de autoexclusión.

2)    Las desdichas de los infortunados se acabarán: “Comieron todos hasta saciarse” (Mt 14,20). No siempre el futuro va a ser tan negro como lo sufren los frágiles. No siempre el pez grande se va a comer al chico. La voz que reclama justicia va a ir siendo escuchada. El irrenunciable sueño de ir a mejor.

3)    La dignidad, no la moralidad, es la mejor manera de entender a la persona: “El Padre hace salir su sol sobre buenos y malos” (Mt 5,45). Antes de la moralidad, la dignidad. La dignidad como lo innegociable de la utopía. La necesaria y terca defensa de la dignidad.

4)    Todo el mundo puede tener fe (aunque no tenga religión): “¡Qué grande es tu fe, mujer!” (Mt 15,28). Una cosa es la fe religiosa y otra la fe en el Dios de Jesús. Esta se construye con los valores del Evangelio; aquella con los valores del sistema. ¿Es posible ir construyendo una fe con la religión controlada?

5)    El sector social más frágil habría de ser privilegiado: “No he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mt 9,13). No porque sean mejores, sino porque son más frágiles. Una fe que no contempla al sector frágil no es la fe de Jesús.

6)    La vida es una oferta de dicha: “¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!” (Lc 10,24) Una fe que no lleva a la dicha no concuerda con el programa de Jesús. Una religión que atribula, atemoriza, causa perplejidad, no ayuda a elaborar los conflictos, no conecta bien con el Evangelio.

7)    La irrenunciable igualdad: “Uno es vuestro Padre y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,9). Contra la tendencia a la jerarquización, social o religiosa. Los modos alternativos de la utopía de Jesús.

 

3. Utopías que se cumplen

 

         Influenciados por los medios de comunicación nuestra conclusión es evidente: cada vez vamos a peor. Si fuera esto así, hay que deducir que las utopías evangélicas son un fracaso o que evolucionan tan lentamente que es como si fueran un fracaso. Sin embargo, las cosas pueden leerse de otra manera. Y quien está “en las afueras” y mantiene vivo el deseo y la utopía quizá haya de leer la realidad con otra mirada.

  • La utopía de la dignidad se mantiene viva: y por eso la sociedad anula la discriminación de la ley electoral a los discapacitados mentales o la exclusión de tareas públicas a personas aquejadas de dolencias sin riesgo como diabetes, sida o celiaquía. Signos de que se apunta a la dignidad.
  • La utopía de la igualdad responde cuando la agreden: por ejemplo como argumento para rechazar la supuesta modificación de genes en bebés que ha hecho un médico chino. Más allá de la peligrosidad del asunto, el argumento de que eso generaría enormes desigualdades sociales es llamativo. O la respuesta social a condenas que no responden a parámetros de igualdad (caso de “La manada” esa).
  • La utopía de la dicha persiste: y no en modos solamente de mera diversión, sino de cultura popular, de disfrute de la naturaleza (casas rurales), de práctica deportiva popular (maratones, paseos guiados), etc.
  • La utopía de la tierra nueva deja ver signos: la erradicación de la poliomielitis y de la dracunculiasis (enfermedad parasitaria) de la que hay ya escasísimos casos. Los tuits de Trump no son las noticias verdaderas: es infinitamente más importante que en 2017 han sobrevivido 18.000 niños más que el año anterior, que cerca de 300.000 personas más contarán con electricidad, y que 300.000 saldrán de la pobreza extrema.
  • La utopía de que la suerte de los pobres acabará: se va algo en esa dirección: la mortalidad infantil ha bajado del 5% y el número de niños sin escolarizar es el más bajo de la historia con la casi superación del analfabetismo joven.
  • La utopía de una tierra ecológica no es del todo negativa: hay iniciativas reales en torno a temas de energía (energía en red), desalinización del agua (por el método del grafeno) contaminación por vehículos (2040 como fecha tope para el diesel).

 

4. ¿Colaborar con la utopía o colaborar con la religión?

 

         Creemos que es una pregunta pertinente e interesante para quien va situándose el “las afueras”. ¿Cómo hacer viable sin traumatismos innecesarios pero con decisión?

  • Primero: pensarlo muchas veces: Las certezas no brotan en un instante. Hay que darle vueltas, sin amargura, sin menosprecios, encajando las contradicciones propias y ajenas.
  • Hacer fraternas prácticas de alejamiento: Sin violencia pero que se vaya viendo que nos estamos situando en otro terreno.
  • Encajar con paz la paradoja de estar y no estar: Que posiblemente nos vaya a acompañar mucho tiempo porque, para bien o para no tan bien, las espiritualidades conviven y se superponen.
  • Ilusionarse con las utopías: Hacerlo trabajando las utopías en el pequeño ámbito donde se desarrolla la vida de uno; ver ahí que las utopías se pueden mantener en pie.
  • No sucumbir a las críticas y cuestionamientos: Que, lógicamente, las tiene que haber. Vacunarse contra el desaliento y las ganas de fastidiar que surgen cuando se sitúa uno en otro esquema.
  • No cansarse de mirar al utópico Jesús: No cansarse de ser “contemplativo”, persistente escudriñador del rostro de Jesús, de sus actitudes, bucear en el Evangelio.

 

5. Lento viene el futuro

 

         Eso dice Benedetti (ver el poema). No se puede pretender poner en pie nuevos paradigmas de fe y sociales. Estamos en un cambio de época y estos cambios son lentos. Hace falta resistencia, resiliencia y saber caminar.

  • Olfatear el futuro: Entreverlo, aguzar la mirada para intuir donde hay cosas interesantes de cara al porvenir. Tener una actitud abierta, no anclarse en lo viejo, no temer dejarlo poco a poco.
  • Acelerar el futuro: Sabiendo que el tiempo existencial es manejable, no el cronológico. Nuestra actitud puede acelerar el futuro, siquiera un poco, o, por el contrario, retrasarlo.
  • Frecuentar el futuro: Como dice Tabuchi en “Sostiene Pereira”. Habituarse a él; acercarse a quien sabe algo más de él, a quien se sitúa mejor en él.
  • Bendecir el futuro: Contra cualquier “maldición” que sostiene que lo pasado fue mejor o que más vale pájaro en mano.
  • Celebrar el futuro: Lo que se va consiguiendo en línea de una sociedad nueva o de una comunidad cristiana distinta.

 

 

Conclusión: que no falte el deseo

 

         Se dice en la presentación de este curso: “Aquí, en las afueras, no hay plenitud, pero sí deseo”. El deseo es un dinamismo muy potente. Mantenerlo alimentado, encendido, puede ayudar mucho a dar con caminos nuevos. No sucumbir a la falta de plenitud, a la escasez de la cosecha, a lo raro de los logros. Mantenerse en el anhelo, en el deseo, por encima de cualquier pérdida. Y hacerlo, a ser posible, con una sonrisa.

 

 

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme

demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada

iluminando viene
las últimas ventanas

lento pero viene
las últimas ventanas

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con ángeles maltrechos
y fieles golondrinas

despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos

los recuerdos yacentes
y los recién nacidos

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días

con una estrella pobre
sin nombre todavía

lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar

cada vez más nosotros
y menos el azar

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene

 

 

3

AQUÍ, EN LAS AFUERAS,

EL MAL ES PROFUNDO, PERO LA BONDAD LO ES MÁS

 

         Puede venir bien, a veces, recurrir a la gente que piensa para que nos ayude a entender cómo ir gestando un camino creyente en las “afueras” pero dentro de la comunidad cristiana.

         Nos parece interesante, para empezar, este pensamiento de la filósofa Victoria Camps:

         “Sigo pensando que las tres apuestas enunciadas tienen cabida en las manifestaciones religiosas más civilizadas.

Primero, un intento ecuménico que vaya más allá de las diferencias entre las iglesias y que se proponga unir en lugar de separar.

Segundo, el empeño en la búsqueda de una ética universal, aprendiendo a distinguir lo específico de la fe y lo que debe valer para todos, creyente y no-creyentes, pudiendo aportar, al mismo tiempo, motivos específicos de compromiso moral.

Finalmente, el cultivo especial de lo espiritual, propio de las religiones, las hace especialmente idóneas para ofrecer modos de vida alternativos al consumo enloquecido, al individualismo y al hedonismo que excluyen de la vida de las personas el cultivo del espíritu y la calma para la reflexión”.

 

1. El mal es profundo

 

         Quizá no sea menester insistir en ello, porque lo vemos todos los días. Pero queremos copiar unas líneas del prólogo del libro de J. A. Marina, La lucha por la dignidad:

         “En Sierra Leona, los guerrilleros cortan la mano derecha de los habitantes de una aldea antes de retirarse. Una niña, que está muy contenta porque ha aprendido a escribir, pide que le corten la izquierda para poder seguir haciéndolo. En respuesta, un guerrillero le amputa las dos. En Bosnia, unos soldados detienen a una muchacha con su hijo. La llevan al centro de un salón. Le ordenan que se desnude. ‘Puso al bebé en el suelo, a su lado. Cuatro chetniks la violaron. Ella miraba en silencio a su hijo, que lloraba. Cuando terminó la violación, la joven preguntó si podía amamantar al bebé. Entonces, un chetnik decapitó al niño con un cuchillo y dio la cabeza ensangrentada a la madre. La pobre mujer gritó. La sacaron del edificio y no se la volvió a ver más’ (The New York Times, 13-12-1992)”.

         Los interrogantes se agolpan: ¿cómo somos capaces de esto? ¿Qué anida dentro, en el fondo de lo humano? ¿Por qué creemos que son los otros los que pueden hacer estas cosas y yo no? ¿Por qué hacemos daño a quien odiamos e, incluso, a quienes decimos amar?

         Construir una fe en las “afueras” demanda mirar esto de frente y tratar de encajarlo con el mayor cuidado y humanidad. No tendría sentido verse excluido de este peligro y menos achacarlo a los demás y entenderme yo “como si no”.

 

2. ¿De dónde proceden el bien y la dulzura?

 

         Es la pregunta sobre el verdadero misterio de la persona porque, a la vez, el bien, la compasión y la ternura también anidan en la estructura de lo humano.

         Hay un poema de Gottfried Benn que lo dice muy bien:

“He encontrado a personas que,

con los padres y cuatro hermanos en una sola habitación,

crecieron, y de noche, con los dedos en los oídos,

aprendieron en el fogón,

se elevaron, exteriormente bellas, y señoriales como condesas,

e interiormente suaves y diligentes cono Nusicaa,

y tenían la frente pura de los ángeles.

Me he preguntado, muchas veces, sin encontrar respuesta,

de dónde viene lo suave y lo bueno,

tampoco hoy lo sé y me tengo que marchar”.

         Negar la existencia de lo bueno en cualquier ámbito de lo humano es una necedad y una soberbia insensata. Por eso mismo, construir una fe en las “afueras” negando el pan de la bondad a cualquier otra opción creyente no tiene ningún sentido.

         Precisamente, la verdad de valor de una opción como la de la fe en las “afueras” está en la apreciación de la bondad no solamente como una concesión de principios, sino como una realidad.

         Eso sí, una tal bondad no va aislada sino que se inserta en un paradigma y muchas veces en un sistema. Y eso es lo que provoca el desacuerdo y la disparidad de opciones.

 

3. Jesús: incansable constructor del bien: Lc 5,12-19

 

         “Estando él en uno de aquellos pueblos apareció un hombre todo lleno de lepra; al ver a Jesús se echó rostro en tierra y le rogó:

         -Señor, si quieres, puedes limpiarme.

         Jesús extendió la mano y le tocó diciendo:

         -Quiero, queda limpio.

         Y enseguida se le quitó la lepra. Él le mandó no decírselo a nadie, añadiendo:

         -Al contrario, ve a presentarte a los sacerdotes y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés como prueba contra ellos.

 

  • Sin estar descubierto el bacilo de Hansen, muchas afecciones de la piel se consideraban lepra. Algunas se curaban.
  • La Ley judía colocaba al leproso fuera de la comunidad: “Vivirá solo, fuera del campamento” (Lev 13,46).
  • Tocar al leproso contravenía directamente las normas de la pureza legal: se hacía uno con él.
  • Hay en la manera de hacer el bien de Jesús algo militante: por un lado, no quiere que se difunda lo hecho; pero, por otro lado, se manda al curado que haga lo prescrito por la ley “como prueba contra los sacerdotes”. Ellos habían hecho una ley excluyente contra los leprosos; ellos deberían modificarla en la dirección contraria: el enfermo debía ser más cuidado que el sano, por su necesidad. La ley de Lev 13 estaba mal hecha en su base.
  • Como decimos, el modo de hacer el bien de de Jesús (“Pasó haciendo el bien”: Hech 10,38) no es algo lírico, sino que tiene arraigo antropológico y social. Jesús quiere construir su comunidad como un grupo humano que se apunta al bien y lucha por él.

 

4. La Espiritualidad del Bien, espiritualidad con futuro

 

         La certeza de que la Espiritualidad del Bien (EB) es una espiritualidad con futuro queda evidenciada en la presencia constante del bien en la vida social. Aunque no esté en la primera plana del periódico, basta abrir cualquier página que, algunas veces en lo oculto, se verifique su presencia.

  1. La EB, una espiritualidad común: lo que no la empobrece sino que, al saber que toda persona está llamada a ella, hace de la empresa algo universal, válido para todos. Su mejor garantía.
  2. La EB, una espiritualidad con arraigo social: porque aunque a veces parezca ignorársela e, incluso, se haga mofa social de ella, lo cierto es que el bien siempre es agradecido por la mayoría y, cuando se habla con sinceridad, se lo agradece.
  3. La EB, una espiritualidad cuyo lenguaje se comprende: porque las ideas difíciles a veces no se entienden, pero el lenguaje del bien lo entiende todo el mundo porque es luminoso y evidente. Hablar el lenguaje del bien es la mejor manera de hacerse entender.
  4. La EB, una espiritualidad al alcance de la mano: porque la perfección (antiguo ideal de Mt 5,48) está al alcance de pocas manos, pero ser bueno es algo que uno puede vivir ahora mismo.
  5. La EB, una espiritualidad generadora de sentido: porque la necesidad de sentido se colma mejor con acciones buenas que con ideas buenas. Hacer el bien da sentido al caminar humano.
  6. La EB, una espiritualidad que construye la ciudadanía: ya que una ciudadanía bondadosa es una ciudadanía de mejor calidad. Lo que deteriora la ciudadanía es el mal; lo que la construye es el bien.
  7. La EB, una espiritualidad racional: porque los trabajos del mal son altamente irracionales, carentes de lógica, extraños en sí mismos. El bien no es algo lírico, sino profundamente racional porque se enmarca en el comportamiento más solidario.
  8. La EB, una espiritualidad evocadora y utópica: ya que el bien no solamente cree en las utopías, sino que las construye en la medida en la que puede. la capacidad evocadora del bien es inagotable.
  9. La EB, una espiritualidad evangélica: porque, como hemos dicho, Jesús pasó haciendo el bien y porque el Evangelio pierde su médula si le quitas la obra de bien de Jesús y la llamada a obrar el bien.
  10. La EB, una espiritualidad necesaria para la comunidad cristiana: ya que de aquí le vienen todos los disgustos cuando se aleja de ella y todos los gozos cuando se centra en ella. No cabe duda de que quien aspira a una fe en las “afueras” la EB se le tiene que hacer interesante y cercana.

 

5. Sencillamente, gente por el bien

 

         Creemos, a veces, que el mal devora al bien. Pero no es así; el bien es indevorable porque se propaga siempre. Hay una web interesante que recoge, una tras otra, noticias del bien, de gente e instituciones que son “gente por el bien” (https://www.revistaesfinge.com/breves/buenos-ejemplos). Cerca, en nuestro entorno encontramos a esas personas:

  • Gente pluralmente voluntaria: hacen el bien a cambio de nada, a cambio de sociedad más fraterna.
  • Gente que cuida frágiles: pequeños, mayores o personas en necesidad. Da lo mismo que lo haga por amor o por sueldo. Cuida, y eso engendra bien.
  • Gente que fomenta la convivencia vecinal: en el bloque de viviendas, en la prensa local o nacional, en la tertulia del bar. Gente de boca y corazón mesurados que engendra mesura.
  • Gente que cura con humanidad: sanitarios competentes en salud y en humanidad que se superan cuando los recursos no son los ideales.
  • Gente que abre corazones, casa y maneras de pensar: personas fáciles para la acogida, para l sintonía para el amparo de quienes vienen de lejos buscando un mejor vivir.
  • Gente que siembra ciudadanía: personas cuya opinión cuenta en la ciudadanía y se esfuerzan porque sea una opinión constructiva.
  • Gente creyente que, por encima de todo, sigue anhelando con paz el sueño de una comunidad igualitaria: y que empieza por llevar esta utopía al terreno de cada día, que le duele la desigualdad crónica de la Iglesia, y que cree posible otro tipo de relación eclesial.
  • Gente que genera relaciones saludables: y que sabe salir del cansino yo-yo-yo para ir construyendo un nosotros más jugoso y más de todos.
  • Gente del silencio humanizador: contemplativos que están vivos ante su Dios y en silencio, que ponen en la verdad de los pobres y desvalidos las oraciones que éstos no pueden hacer.

 

Conclusión:

 

         Quien va situando su vivencia de la fe en las “afueras” necesita creer en el triunfo del bien y también en la posibilidad de controlar el mal. Y todo esto comenzando por él mismo, pasando por su entorno, por su sociedad y también por su comunidad cristiana. Cree de esta manera que conecta mucho mejor con el “hombre de bien” que fue el hacedor del bien de Nazaret.

 

4

AQUÍ, EN LAS AFUERAS,

NADA TIENE MÁS SENTIDO QUE EL AMPARO

Y LA GENEROSIDAD

 

         No hace falta mucho discernimiento para percibir que, en general, el estilo de grupos cristianos es poco amparador, poco generador de comunidad, poco constructor de relaciones. Se es cristiano porque se cree en Dios y con él me relaciono. El resto queda en segundo término.

         Por otra parte, el sistema tampoco es muy cálido en sus relaciones. Es, más bien, interesado. Por eso, cuando al sistema no le interesa una persona, la desecha y fuera. No es una prioridad real en las parroquias crear una relación de comunidad.

         De ahí que haya grupos cristianos (los más conservadores) que crean comunidad con los suyos y no van más allá. La mayoría se ha acostumbrado a una vida cristiana que incluye un bajo nivel relacional. Otros, no se resignaron y como “hacía frío en esta casa…se fueron en busca de otra casa”, como cantaba la canción de Cantalapiedra allá por los años 70. Son comunidades de base algunas de las cuales ha pervivido, a pesar de que muchas de ellas “han perdido compañeros” como cantaba Labordeta.

         Pero puede haber otro camino: ir creando aquí en las afueras una mentalidad y, con ella, ir ampliando el sentido del grupo cristiano. Incluso más: habría que plantearse el amparo comunitario en la gran familia humana, no solo en los modos locales.

         Esto habría de llevar a generar un determinado tipo de espiritualidad y un determinado estilo de ética.

 

1. Jesús, el generoso amparador y amparado

 

         Jesús es uno que también ha tenido que aprender a vivir en las afueras: en las afueras de su familia (Mc 3,31-34), en las afueras de su pueblo (Mt 4,13; Mc 2,1), en las afueras peligros del sistema (Lc 13,31).

         Pero fue una persona amparada: con casas (Jn 11), con buenas palabras (Lc 11,27), con agradecimiento (Lc 17,11-19), con consuelo.  (Lc 23,28). Fue cierto que no tenía dónde reposar la cabeza (Mt 8,20), pero muchas personas lo acogieron desde el principio hasta el final e, incluso, más allá del final (“los que lo habían amado desde el principio”, dice Flavio Josefo).

         Con lo que se muestra que vivir en las afuera y el amparo son dos realidades llamadas a relacionarse, por necesidad, y por posibilidad. El temor al desamparo que conlleva el planteamiento de una fe en las afueras es relativo: quizá en las afueras se pueda encontrar más amparo que en los adentros del sistema.

         Y todo esto ocurre en la realidad de Jesús porque fue una persona generosa: salió de su pueblo en la edad madura por los dolores ajenos, empujado por responsabilidades hacia los frágiles (Jn 10,10; Mc 2,17). Recorrió los caminos tratando de tocar el corazón de los desvalidos para decirles que aún hay esperanza (Lc 7,11-17). Compartió sus horizontes espirituales porque no se reservó nada para él solo (Mt 6,7-15).

         Un generoso amparado, ésa sería una buena forma de definir la realidad del Jesús histórico, más que muchas definiciones de la dogmática clásica. Descubrir estos fondos elementales del perfil evangélico de Jesús es muy necesario para ir construyendo una mística para las afueras.

 

2. Dos espiritualidades de ahora mismo: el amparo y la generosidad

 

         Son de ahora mismo porque nos son necesarias para la vida humana y para la espiritualidad cristiana. Son de ahora mismo como lo es el respirar: algo siempre necesario para poder subsistir con sentido y con gozo.

 

Espiritualidad del amparo

 

  • Para mitigar la soledad constituyente y las añadidas: Aquella que llevamos de fábrica y aquellas otras que se van pegando a la espalda como lapas. Dado que están ahí, dado que es casi imposible erradicarlas del todo, es preciso lograr llevarlas con elegancia, con una sonrisa si es posible. Lo bien llevado es menos pesado (Rom 15,19).
  • Para no olvidar que la casa de la persona es el corazón de otra persona: Porque andamos toda la vida buscando casas (las inmobiliarias), cuando la casa verdadera es el amparo y la comprensión que dimanan de alguien que no te juzga, no te roba, no te desprecia (inmobiliarias del corazón). Ya decía la vieja sabiduría que quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro (Eclo 6,14).
  • Para saber que el corazón hambrea casas múltiples: Porque nuestra soledad no se cura con una sola casa. El ancho corazón humano necesita casas múltiples. Y habríamos de aprender a sentirnos amparados en casas diversas, tan diversas como lo son las hondas necesidades de la persona. La casa del amparo creyente es una de esas casas (1 Pe 2,4-7).
  • Para no sucumbir al alejamiento suicida del corazón que se aleja: Ya que esa es la reacción del corazón cuando sufre una herida: alejarse totalmente, huir hasta del agua fría cuando uno ha sido escaldado. Por eso necesitamos una espiritualidad que contrarreste este movimiento del corazón y apunte a la humilde necesidad del corazón del otro por encima de decepciones e, incluso, de traiciones (Lc 22,32).
  • Para mantener siempre encendida la luz de nuestra puerta: Y no llegar a apagar, porque esa luz está alimentada por la esperanza. Hasta el punto de que no se llegue nunca a cerrar la puerta del corazón del todo, hasta el punto de salir hacia el otro “cuando aún está lejos” (Lc 15,21).
  • Para entender que la comunidad cristiana está más llamada al amparo que a la creencia: Algo a lo que no se nos ha animado ni tampoco se han creado muchas estructuras de amparo. Pero quien anda en torno a las afueras habría de rondar y participar cualquier estructura de amparo, por pequeña que sea, intentando asimilar las, a veces, contradicciones que acompañan a tales grupos amando su “limitada perfección” (Rom 14,1-12).

 

Espiritualidad de la generosidad

 

  • Espiritualidad más del darse que del dar: Porque de manera casi uniforme se traduce la generosidad en dar algo que nos sobra o que  no modifica nuestra estructura personal ni económica. Con ser cosa de indudable valor, la cuestión no está ahí: es preciso ver si uno se da de tal manera que sus estructuras vitales se modifican. Si se llega a ese dar “de lo necesario”, de lo verdadero, estamos tocando hueso (Mc 12,38-44).
  • Espiritualidad que se libera de liderazgos y medidas: Que no traduce el darse en influencias y cifras, en poder y popularidad. La generosidad exige liberarse de liderazgos interesados y cuestiona el número como argumento decisivo (Mt 20,20-28).
  • Espiritualidad que no pasa factura siempre: porque existe el riesgo de que en los últimos pliegues del alma se esconda la factura que queremos pasar. Verse libre, en parte al menos, de esa presión que demanda ser generoso por el gusto de ver que el otro crece, que sale a flote (Mt 10,7-15).
  • Espiritualidad que agradece sin servilismos: Porque una cosa es ser agradecido y otra muy distinta quedar atrapado y sometido al donante en modos de humillación. La generosidad que crea relaciones de dependencia no es de calidad humana (Col 3,15).
  • Espiritualidad que agradece multiplicando la generosidad: Y quien tiene un interior agradecido ensancha el agradecimiento hasta mucho más allá de sus límites personales. De tal manera que forma de que el agradecimiento que se instala en una comunidad es con prácticas continuas de agradecimiento (Rom 12,8).
  • Espiritualidad para una comunidad cristiana generosa: El lenguaje de la generosidad es mucho más comprensible que el lenguaje de la doctrina. Querer que este sea acogido, sin aquel, es prácticamente imposible. Una comunidad cristiana que fuera generosa aun cediendo de sus posibles derechos sociales, sería mucho más creíble. Hoy es imposible pedir eso al sistema. Va por otro camino. Por eso, quizá en las afueras sea más viable el lenguaje de la generosidad, aunque sea en pequeñas cosas. La generosidad está más allá del derecho (Mt 20,14).

 

3. Una ética de amparo y de generosidad:

 

         Al fin y al cabio, lo decimos muchas veces, el camino evangélico es más un camino ético que doctrinal o religioso. Por eso, habrá que ir construyendo una ética de amparo y de generosidad.

 

 

Ética de amparo:

 

  • Una ética de puertas abiertas: ¿Iría peor a la ciudadanía si se practicara con toda persona, los inmigrantes incluidos, una política de puertas abiertas sin más? ¿Pasaría lo mismo con las comunidades sociales, con la misma comunidad cristiana? Hemos creído que es mejor controlar y cerrar. Pero ¿los resultados han sido tan buenos? ¿Una fe en las afueras no tiene que ver con la ética de las puertas abiertas?
  • Una ética del respeto activo: Porque el respeto parece ser algo teóricamente logrado, pero luego, en la realidad, las cosas son muy diversas. ¿Una ética de respeto activo no le va bien a una vida pensada y vivida en las afueras?
  • Una ética de la razón dialógica: Porque la fe en el diálogo como vehículo de convivencia desaparece cuando surge el conflicto. Pero es entonces cuando tal fe debería brillar más. ¿Se puede vivir en las afueras sin creer en el diálogo?
  • Una ética de la igualdad vital: Porque los experimentos del médico chino con modificación genética son rechazados por su peligro de desigualdad social. Hay que ser un obseso de la igualdad para crear lo humano sobre bases nuevas (apliquemos esto al tema de la igualdad de género).
  • Una ética de ciudadanía digital: No un reducto de caverna digital como parece ser ahora. Un modo de comportamiento ético ciudadano y humanizador. Esto es aplicable también a la comunidad cristiana. Vivir en las afueras es exponerse a las duras palabras del mundo digital incontrolado.
  • Una ética de amparo en la comunidad cristiana:  Con derecho a defensa, con abogados, con luz y taquígrafos, borrando la denuncia anónima. ¿A qué se teme cuando el refugio es la oscuridad? Una vida en las afueras ha de vivir con este anhelo.

 

Ética de generosidad:

 

  • Ética de la razón cordial: No de la razón agresiva ni avasalladora. No pretender vivir en las afueras con las mismas ganas de hundir al supuesto enemigo. Más aún, hay que aspirar a tener los menos enemigos posible.
  • Ética de una colaboración fiscal ciudadana: Porque la generosidad social pasa por la responsabilidad fiscal de cada uno de nosotros. Hablar de ética sin crecer en esta sensibilidad social es hablar ruso.
  • Ética de convivencia generosa: Ya que la convivencia demanda, a veces, generosidad, no solo cumplimiento de obligaciones. Sobre todo generosidad con quien está en desventaja. Vivir en las afueras es frecuentar a quien está en desventaja.
  • Ética para una comunidad cristiana de generosidad social: Más allá de lo que marque la legislación. Es lenguaje que se entiende, ya lo hemos dicho. Vivir en las afueras exige no poner los derechos en primera instancia ética, sino en segunda. La generosidad los antecede. Y esta puede ser compatible con aquellos.

 

4. Conclusión: un regalo poético:

 

         Queremos terminar con un regalo poético porque el tema tratado puede generar en nosotros una cierta pesadumbre. A ver si la poesía nos relaja un poco. Es un poema de R. Argulloll:

 

“Nunca digas que el pasado fue mejor:

no lo fue.

Nunca digas que el futuro será terrible:

no lo será.

Nunca digas que el presente es doloroso:

no lo está siendo.

Lo que atribuyes a las épocas

transcurre en tu propio interior.

Míralo con comprensión.

Si lo juzgas, te juzgas tú.    

 

5

AQUÍ, EN LAS AFUERAS,

SOMOS CAPACES DE CAMINAR HACIA LA FRATERNIDAD

 

         Estamos necesitados de generosidad para leer lo que nos va pasando de una manera amparadora. De lo contrario el juicio comienza a funcionar. Y una vida en las afueras con el juicio por compañero tal vez no merezca la pena.            

 

 

         El año 2010 se otorgó el Premio Príncipe de Asturias al sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío fallecido hoy día 9 de enero de 2017  Z. Baumann. En su breve discurso dijo algo que nos interesa: «Es en dicho mundo, en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro».

  • La posible fraternidad humana y cósmica hay que construirla en un mundo líquido, gaseoso, volátil (Heráclito decía que “solo el cambio es inmutable”).
  • Comprendernos con nuestras limitaciones e incoherencias.
  • Comprender a los demás con sus limitadas perfecciones (Brines).
  • Comunicar, relacionarse, no cerrarse de manera cabezona.
  • Vivir el uno con y para el otro: ese es el sentido de la vida humana y el quid de la fraternidad.
  • No importa que esto se haga de forma inconclusa. Lo importante es intentarlo cada día.

Todo un programa para ir construyendo en las afueras un ámbito de relación y de amparo.

 

1. “Condenados” a ser familia

 

         Quizá sea demasiado eso de decir “condenados” porque es una realidad que, en la medida en que se viva con amor, contribuye a la expansión de la persona, contribuye al amor. Si, por el contrario, se vive como una “condena”, es algo que se convierte en un peso insoportable.

         La realidad familiar es pluriforme. Los humanos podemos pertenecer a varias familias a la vez con vínculos, en una medida u otra, realmente familiares:

  • La familia cósmica: Dice el papa Francisco que «todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (LS’ 89). Esto es verdad porque como dijeron los científicos, somos polvo de estrellas (C. Sagan) y como dijeron los poetas, somos polvo enamorado (Quevedo). 
  • La familia humana: La todavía gran desconocida, pero es la base de nuestro ser familiar. Sin la pertenencia a lo humano no se entendería ningún otro tipo de familia. Desechar esta familia por potenciar otra (la biológica, por ejemplo) no tiene sentido.
  • La familia biológica: Muy importante para todos nosotros. Aguanta todos los vaivenes sociales y sigue siendo para muchos el prototipo indiscutible de familia. Hay que sortear tanto su disgregación como su consagración. Para ello, el universalismo y la mentalidad abierta son sus mejores medicinas.
  • La familia de la fe: Que también tiene su importancia, más allá de la familia de la religión. Crear una fe cálida, familiar, relacional es, todavía, uno de los grandes retos del hecho creyente.
  • La familia del compromiso social: lo que nos une a grupos sociales (de cultura, de deporte, de voluntariado, de diversión) y que genera vínculos muy familiares que, en no pocos casos, perduran durante años e, incluso, durante toda la vida.

Todas estas familias, o algunas de ellas, pueden converger y ser decisivas en la vivencia del amor. Absolutizar alguna de ellas (la biológica, por ejemplo) puede ser un desenfoque. El denominador común para conjugar familias es la apertura y, en definitiva, el amor pluriforme.

 

2. Un Jesús necesitado de familia: Mc 3,13-14:

         “Subió al monte, convocó a los que él quería y se acercaron a él. Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar demonios”.

 

  • Hay muchos indicios en los evangelios para ver que Jesús tuvo un fuerte conflicto familiar, quizá por haber empezado tarde a ir de pueblo en pueblo (33 años eran entonces tener toda la vida hecha). Su familia creía que había perdido el juicio (Mc 3,21), la figura del padre no hace parte de la promesa del reino (Mc 10,30), el ser llamado hijo de María algo indica (Mc 6,3). El que trasladara su residencia a Cafarnaún no es solo signo de conflicto con su pueblo, sino con su familia que vive en ese pueblo, su clan familiar, por modesto que fuese (Lc 4,31).
  • No ha de extrañar que Jesús se buscase una familia subrogada, la de “los que cumplen el designio” (Mc 3.35). Por eso, la elección de doce tiene como primera finalidad “que estuviesen con él” (Mc 3,14). Los necesita no tanto para la predicación sino por causa de la relación, por causa del mero amor.
  • Podría haberlos reenviado a su pueblo porque, muchas veces, más que ayuda eran un estorbo. Incluso un obstáculo serio (Mc 4,36). Pero nunca los rechazó. Los comprendió hasta mantenerles su apoyo, aunque fallasen (Lc 22,32), aunque lo dejasen solo (Jn 16,32). Los necesitaba porque los amaba y porque le amaban (“los que lo habían amado desde el principio”, dice F. Josefo).
  • La experiencia creyente de Jesús tiene como cimiento antropológico una vivencia relacional, comunitaria, de grupo al que se ama y en el que se está inserto. La pretensión de una fe cristiana comunitaria no está en la mera eficacia, sino en la certeza de que el amor relacional es la base antropológica del evangelio. Sin esa relacionalidad el evangelio carece de cimiento.

 

3. Incorporar la fraternidad a la cultura:

 

         De aquel lema de la Revolución Francesa, libertad-igualdad-fraternidad, es el tercero de esos valores el menos trabajado por el hecho social. Y ello porque hace referencia a la relacionalidad, a los valores del corazón, a las actitudes ante el otro como un yo. Por eso mismo, la incorporación de la espiritualidad de la fraternidad a la cultura es un por-hacer y, para algunos, una utopía innecesaria por imposible. Pero no.

  • ¿Sólo tiburones?: Dice Rosa Montero que «la oscuridad está en todos nosotros. En lo más profundo de nuestros corazones deambula un tiburón al que el esfuerzo ímprobo de millones de personas a lo largo de siglos ha conseguido ir encerrando en una jaula de derechos democráticos. Nos esforzamos por ser mejores de lo que somos, y eso nos honra; pero siempre, por debajo de la calma, está el abismo». Hay que esforzarse por construir de manera explícita la fraternidad social.
  • Cultura relacional: Basada nuestra percepción de la vida moderna sobre el individualismo, hay que incentivar la cultura relacional. Se trataría, como dicen los sociólogos de trabajar por lograr «unas nuevas culturas relacionales que adiestrasen en el conocimiento de las diversidades culturales y de las características de los diversos contextos, que integrasen las diferentes propuestas emergentes frente a la tendencia a la homogeneización y al dominio». Pero, yendo a lo sencillo de nuestra vida, sería cuestión de fomentar relaciones sencillas, cotidianas, que hicieran de la vida en nuestros pueblos una vida disfrutante y humanizadiora.
    • Amistad cívica: Ya lo hemos dicho, Es lo que dice Adela Cortina: «La amistad cívica sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos». Hay mucho que trabajar en este ámbito y hay que tener el ánimo para llevarlo a la vida diaria.
    • Calidad y calidez: Nuestra cultura está muy interesada por mantener y elevar, si se puede, la calidad de vida. Se habla menos de la calidez de vida, eso que hace humano nuestro buen nivel de vida. Eso es lo hace la fraternidad.  La actitud positiva y constructiva en las personas genera un ambiente y un clima favorable que facilita la confianza, la estima, el respeto y la colaboración. Eso pasa en una familia, en una empresa, en cualquier organización o grupo humano. Si somos capaces de adoptar ese camino en todas nuestras relaciones, todos los que se crucen con nosotros, saldrán ganando, también nosotros.
    • Lejos de sectarismos: Que se dan cuando queremos ser fraternos únicamente con los de nuestro grupo, con quienes piensan como nosotros, con quienes tienen idénticas tendencias religiosas o políticas. El sectarismo se define como la intolerancia, discriminación u odio que surgen de dar importancia a las diferencias percibidas entre distintos grupos sociales, políticos o religiosos, o entre las subdivisiones dentro de un grupo, como las diferentes manifestaciones de una misma religión o las facciones de un movimiento político. Habrá que tener esto controlado.

 

4. Incorporar la fraternidad a la Iglesia:

 

         Una de las utopías de Jesús, siempre entre ceja y ceja, era la de la simple igualdad (Mt 18,4-6; Lc 22,26). Que a estas alturas los cristianos anhelemos que, al menos la comunidad cristiana, viva en esa igual no lograda tiene lo suyo. Pero si hay que recordarlo constantemente, se la recuerda.

  • La jerarquización, el poder: Son, no cabe duda, los grandes enemigos de la fraternidad: la jerarquización que se convierte en casta y el ansia de dominio de esta. Todo lo que haga por frenar esos impulsos cavernícolas será muy beneficioso para la comunidad cristiana.
  • ¿Cómo poder amar al distinto?: Pues no hay más que una manera: sin juicio. No juzgar no quiere decir no valorar, no discernir; quiere decir no condenar. Si hay condena, la fraternidad se hace imposible. Ya lo dice claramente san Pablo: Rom 14,10: “¿Por qué juzgas tu hermano?”.
  • Fomentar lo común: Aun dentro de la comunidad cristiana las identidades se construyen por la diferencia no por lo común. El fomento de lo común no puede debilitar una identidad, sino que ayudará a crear lazos de relación sin debilitar lo específico de la propia opción.
  • Fraternos con los más frágiles: Mientras los frágiles sean los menos considerados, la fraternidad cristiana está todavía en pañales. No hay más que mirar el comportamiento de Jesús: ¿de quién se hizo hermano ¿De quién se hizo prójimo? La deuda de la comunidad cristiana con los frágiles sociales es una deuda de justicia y también de fraternidad.
  • No descreer de la posibilidad: Porque dado que acumulamos muchas experiencias personales de carencia de fraternidad, llegamos fácilmente a la conclusión de que todo esto de la fraternidad en la Iglesia es música celestial. Ninguna decepción habría de ser suficientemente fuerte como para descabalgarnos del sueño de la fraternidad.
  • Amar la limitada perfección del otro: Así lo dice el poeta F. Brines. No hay que esperar a que la fraternidad brote cuando todo el mundo, uno mismo incluido, sea coherente. Es preciso construir la fraternidad contando con la incoherencia. El enemigo mayor de lo fraterno no es la incoherencia sino la desilusión, el desinfle de quien descree de la posibilidad de una relación humana potable. A eso habrá que temer.

 

5. La fraternidad en las afueras:

 

         Precisamente porque en las afueras hace más frío, o eso nos parece, habrá que intensificar la relación entre quienes andan por ahí. Por eso mismo habrá que cuidar más el gozo de las relaciones.

  • Nadie es más que nadie, nadie es menos que nadie: Este es el principio elemental del que no habría que apearse. Una relación lo más igualitaria posible es el cimiento de la vida cristiana en las afueras, porque si volvemos a los viejos parámetros desigualadores, jerárquicos, no hemos dado ningún paso.
  • La relación en los márgenes puede ser gozosa: No tiene porqué ser amargada, resentida, siempre a la greña. Alejados del juicio, la relación puede ser benigna sin renunciar a los propios anhelos.
  • Una fraternidad cuidadosa: Ya que la espiritualidad del cuidado resulta esencial para el logro de la fraternidad. Cuanto más se cuiden los detalles, tanto más se abrirán caminos a la relación fraterna.
  • Crecer en una fraternidad en red: Porque los grupos de las afueras, que los hay, están atomizados, generalmente enmarcados en su propio ámbito. Tal vez haya llegado el tiempo de mirar un poco más en derredor para generar una fraternidad en red que nos haga no solamente más fuertes sino mejores caminantes en una línea cristiana algo alternativa.

 

Conclusión

 

         El camino hacia la fraternidad es tan largo como el mismo caminar humano. Cansarse de él es como cansarse de ser humano. Una pérdida. De ahí que siempre que se reflexiona sobre este tema haya que concluir reafirmando la fe en el camino de la fraternidad. Nos va en ello el gozo y el sentido de la vida. Y también el del Evangelio.

 

 

La verdad de mi amor sabedla ahora:
la materia y el soplo se unieron en su vida
como la luz que posa en el espejo
(era pequeña luz, espejo diminuto);
era azarosa creación perfecta.
Un ser en orden crecía junto a mí,
y mi desorden serenaba.
Amé su limitada perfección.

 

(F. Brines)

 

 

6

AQUÍ, EN LAS AFUERAS, CAMINAMOS HACIA

UN HORIZONTE MEJOR

 

         Se cumplen más de 80 años de la publicación de un librito que tuvo mucho predicamento: V. FRANKL, El hombre en busca de sentido. El autor sufrió los campos de concentración alemanes donde pereció toda su familia. Tras la contienda, se dedicó a explorar el comportamiento para hallar sentido a una vida marcada por la limitación.

¿Qué nos sostiene ante la adversidad? La respuesta del doctor Frankl es que, en esencia, la salvación del hombre está en el amor y se produce a través del amor. El amor a un ser amado o incluso el amor a una tarea (amor y creatividad, en definitiva) son los pilares sobre los que se construye la esperanza y el sentido de la vida; son las respuestas al "¿por qué vivir?".

Por ello, "quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo", solía decir Frankl. Pero para el alcance de ese sentido hay que ser capaz de trascender los estrechos límites de la existencia centrada en uno mismo, y creer que uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en el futuro, sostenía. Esta sensación es necesaria si una persona quiere estar satisfecha consigo misma y con lo que está haciendo. Quizá ahí reside el verdadero concepto de cumplimiento y de realización.

Puede ser interesante esta síntesis del libro como pórtico a nuestro tema de hoy.

 

  1. 1.    El sentido de la vida como trabajo necesario y útil

 

Puede parecer que el tema del sentido de la vida nos suene algo filosófico y como de pasatiempo. Pero siempre le estamos dando vueltas a eso, sobre todo en épocas adultas de la vida. En el fondo, se trata de tener lo más claro posible qué es lo que uno pinta aquí, con lo que hace y lo que vive. ¿Dónde encontrar el sentido?

  • En el no pensar: Por paradójico que nos parezca, del no pensar, del desechar por inútiles estas cuestiones, del dejarse llevar, del “ahogar las penas”, del “que nos quiten lo bailao”, de la pequeña distracción, del vivir en la mera superficie, en cosas así encontramos apoyo, por más que sea apoyo frágil.
  • En lo que hacemos: Y, ciertamente, de ahí nos viene sentido: en nuestro trabajo, en nuestras actividades, en nuestras ocupaciones, en la rutina de nuestras tareas. Quizá más que sentido lo que nos viene de ahí es un soporte, nada despreciable, para ir tirando en nuestro caminar personal, que no es poco.
  • En la espiritualidad: Entendida en sentido amplio. Muchas personas encuentran ahí un sentido, un amparo, un apoyo. En la belleza, en la cultura, en la religión, en lo que ni se toca ni se ve, en la reflexión, en la mirada hacia dentro, en el autoconocimiento, en el trabajo por elaborar un interior sosegado, en la meditación. Caminos muy diversos que apuntan a eso de dentro conde, creemos, se alberga el sentido.
  • En la entrega a los otros: Quizá sea esta una de las mayores fuentes de sentido: en  lo que hacemos por los demás (y más cuando no hay recompensa inmediata); en el vivir con y para el otro, como decía Baumann, en aquello que sostiene de la manera que sea a los frágiles, en nuestras responsabilidades adquiridas, como aseguraba W. Benjamin.

 

Hay quien asegura que los animales nos aleccionan en esto, concretamente el escarabajo pelotero y la rana hervida. El primero es una animal peculiar: transforma porciones de estiércol en bolas rodantes que con la ayuda de las feromonas con que las rocía atraen a las hembras para aparearse y depositan los huevos en su interior. O sea, transforma la mierda en algo atractivo y motivador. El sentido se halla también en lo que llamamos negatividad.

     Y el experimento de la rana es que si la metes a una olla con agua hirviendo pega un salto y huye, pero si la sumerges en una olla de agua tibia se adormece, vas subiendo la temperatura y ya no se despierta terminando cocida. Alecciona sobre la rutina como vía extraña para encontrar sentido: nos adormece, nos instala y nos lleva a justificar las anomalías de un sistema que nos roba el sentido. 

 

  1. 2.    Jesús, buscador arduo de sentido

 

Todavía hay quien cree, ingenuamente, que como Jesús era hijo de Dios, tenía su misión clara y no necesitaba recorrer los arduos y, a veces, poco productivos caminos del sentido. Nada de eso:

  • Noches de oración (“Fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios”: Lc 6,12): Orar el noche, como estar en el hospital en la noche, es algo pesado, duro, áspero. Hacerlo en modos solitarios, más aún. Jesús ora en la noche porque necesita saber los caminos que tiene que andar. Nada está claro, hay que buscar la luz, el sentido, como sea.
  • Vida tentada (“Estuvo en el desierto cuarenta día, tentado por Satanás, entre las fieras”: Mc 1,12): No solo durante cuarenta días, sino que toda la vida de Jesús es una vida tentada: tentada de desrresponsabilizarse de los sufrimientos de los demás, tentada de hacer una oferta de vida solo para pobres, tentada de no reaccionar ante las lágrimas y el desamparo de quienes no cuentan, tentada de no creer en un Dios de desvalidos.
  • En la encrucijada del camino (“Hablaban de su éxodo, que iba a consumar en Jerusalén”: Lc 9,29): En el monte Tabor, entre Galilea y Judea, entre el abandono o el continuar adelante, Jesús repiensa el sentido de su vida. En la oración, en el silencio, en el diálogo con la Palabra (Moisés y Elías) encuentra sentido a su “éxodo”, a su entrega. Una luz sea bre paso desde dentro hasta “transfigurarlo”.
  • Recuperar el sentido perdido (“Venid a un lugar desierto y parad un poco”: Mc 6,30): No se trata tanto de un desierto para la tranquilidad o la oración, sino un lugar donde recuperar el sentido perdido, ya que Jesús les envió a curar y expulsar demonios y ellos han aprovechado para “enseñar”, para hacer catequesis judía. En el desierto se recupera el sentido perdido, tarea que habrá que hacer muchas veces en la vida.
  • Cuando se nubla sentido (“Dejó ver su enorme desconcierto y angustia”: Mc 13,33): Es la hora del sentido nublado, de las luces desaparecidas, de la tiniebla que envuelve. Jesús ha pasado por ello con toda intensidad. Las circunstancias adversas velaban el sentido que en otros momentos se veía más claro. Andar en las tinieblas del sentido es algo prácticamente imposible de evitar. Las certezas siguen vivas, aunque sea de noche.

 

En resumen: Jesús luchó, como todos, por el sentido de su vida. Y lo encontró en caminos de espiritualidad y, sobre todo, en el camino de entrega. Que, en ocasiones, estuviera velado, no quiere decir que lo perdiera. Al fin, la suya fue, ciertamente, por su amor, una vida con sentido.

  1. 3.    Una sociedad con sentido

 

La búsqueda de sentido tiene, lógicamente, una vertiente social tan importante, o más, que la personal.

  • Fácil despiste: Hay mil y una maneras de vivir despistados, sin ninguna inquietud por el sentido, ni cosas por el estilo. El ruido enorme que aturde, las múltiples técnicas que hacen innecesario el pensar (consumo, herramientas de comunicación que incomunican, las mil y una fugas que eluden la profundidad) todo contribuye, aunque no lo consigue del todo, a desplazar el sentido. Se vive como si la pregunta por el sentido no estuviera ahí. Pero está.
  • Cuando los sectores sociales van siendo cubiertos: Entonces, brilla más el sentido y ello porque si un sector social frágil (dependientes, ancianos, enfermos, niños con dificultad, personas amenazas de riesgo de pobreza) es atendido, el sentido de humanidad aparece con más claridad. Si queremos que nuestra sociedad tenga sentido hay que mirar incansablemente sobre todo por los colectivos frágiles. Del interés por ellos recibe la sociedad sentido.
  • Cuando el sentido se consolida: Hay movimientos sociales que persisten (voluntariados, ongs, asociaciones de ayuda), que siguen estando ahí con fuerza, aunque no estén en las primeras páginas del periódico. El que sigan ahí habla de la consolidación del sentido, porque éste no es una cosa de un día, sino algo que ha de tender a que siempre esté ahí, para evitar deslizarse hacia el retroceso del sentido.
  • Nuevos sentidos sociales que emergen: Y emergen con una fuerza inesperada: el feminismo, el ecologismo. La potencia social y el sentido que se deriva a la igualdad de géneros y de las exigencias de la justicia nunca cumplida con las mujeres. El “huracán” del ecologismo cuando lo lideran los jóvenes (movimiento de Greta Thunberg) pone de manifiesto la posibilidad de que la ecología vivida pueda dar un nuevo sentido al modo de caminar humano sobre la tierra.
  • El sentido que viene de lejos: Es el que pueden aportar quienes vienen de otros países al nuestro. Un sentido de humanidad porque lo vierten en nuestros colectivos más frágiles: ancianos, niños. No solo lo hacen por dinero, por sobrevivir; hay algo más en esos trabajos que se constituye en profecía de sentido.

 

  1. 4.    Una experiencia espiritual con sentido

 

Porque también al modo de vivir la experiencia creyente le afecta el tema del sentido:

  • Cuestión poco planteada: El cristiano de a pie raramente se plantea la fe como una cuestión de sentido. Para él, es más una práctica religiosa que, todo lo más, sitúa el sentido en el más allá, en los límites (la muerte sobre todo), pero no en el centro de la vida. Raramente la vida cristiana se entiende como una luz para encontrar sentido a lo que se vive. Sin embargo, existiría la posibilidad de que la fe contribuyera al sentido, sobre todo si la fe tiene un componente social, si se plantea la vida cristiana más como un camino ético que como algo religioso.
  • Ensanchando el espacio interior: Porque no se nace con interioridad, sino que ésta se va construyendo. La interioridad es la capacidad de mirar la vida desde planteamientos de profundidad, de amor, de solidaridad. La fe puede ayudar a construir esa interioridad si se sobrepasa el mero estadio religioso y se entiende el Evangelio como una luz para construir criterios éticos.
  • Una experiencia que humanice: Esa es la manera como la fe puede ayudar al sentido: si ayuda a humanizar. Si  con el tiempo se descubren actitudes más humanizadoras podemos pensar que el Evangelio va haciendo su obra. Si, por el contrario, persiste uno en sus componentes inhumanos, se puede decir que el Evangelio no está tocando lo vivo de la persona.
  • El sentido que viene de la fe vivida en comunidad: Porque no cabe duda de que la experiencia de fe es algo personal. Pero tiene una parte comunitaria de la que depende mucho la búsqueda de sentido ya que gran parte de la vida y de la fe lo recibimos por aprendizajes sociales: las personas nos ayudamos en la búsqueda de sentido porque todos estamos necesitados de él.

 

  1. 5.    El sentido en las afueras

 

No es mal sitio para este tema, ya que la pertenencia a modos de vida creyente masificado no se plantea, como hemos dicho, el tema del sentido.

  • Una búsqueda y un camino: Y situar la fe en las afueras es ya andar el camino de un sentido nuevo, la búsqueda de algo que se anhela. Por eso, como decimos, no es mal lugar para ir dando con un sentido renovado de la experiencia creyente.
  • Posibilidad de una fe alternativa: La búsqueda de sentido en las afueras habla de que una manera algo distinta de que vivir la fe es posible, de que los sistemas religiosos no son tan compactos, de que puede haber un modo que compagine maneras de vivir lo cristiano heredadas de las que nos es difícil desprendernos y modos de vida creyente de componente renovado.
  • Preguntas nuevas: Esas son las que nos va abriendo la vivencia de una fe en las afueras: si hemos de modificar maneras económicas de vida, si hemos de ir conformando otro tipo de comunidad, si es compatible nuestro modo de sentir la fe con los cristianos que no la viven así, si hemos de dar con maneras relacionales nuevas de entender el Evangelio, si ha de tener más peso en nuestra vida la vivencia de una fe enmarcada en la historia. Son cuestiones que si se van desarrollando con paz puede ser muy valiosas.

 

Conclusión

 

Hemos llegado al final de este ciclo sobre la fe en las afueras. Podría parecer que no hemos avanzado mucho. No es fácil si se quieren hacer las cosas de modo realista y a la vez buscador.

Pero una cosa quizá quede clara: que se hace camino al andar y que si no se andan, paso a paso, todas las etapas del camino no es fácil dar con algo medianamente claro.

La suerte de poder hacer este itinerario en grupo es garantía de que llegaremos a algo.

 

 

 

 

1 comentario

Teresa -

Bienvenida, y mucho, esa llamada a la resistencia y la resiliencia, a la espera de un futuro lejano, pero deseado, sin desmayos ni amargura, y con una sonrisa.

Bienvenida la invitación a situarse en las afueras con claves concretas, evangélicas, en modo Jesús. Otra forma de vivir el camino cristiano, con otra exigencia, otra esperanza, otra mirada. Mil gracias.