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FIAIZ

Taller de jubilación

 

 

Instituto de Vida Religiosa de Vitoria

Taller de Jubilación 2019

 

 

EL HORIZONTE ES BRUMA,

ES CIELO Y ES ESCARCHA

La misión de la Vida Religiosa adulta

en tiempos de una Iglesia en salida

 

Cuando la persona adulta encara el tramo final de su vida quizá en su horizonte (esa línea hacia la que se camina pero nunca se alcanza) haya bruma, cielo y escarcha. Bruma en la medida en que muchas quedan en lo oscuro, en lo no explicado, en la pregunta que no ha tenido respuesta. Es preciso encajar esto con la mayor humanidad posible. También hay cielo, logros, pequeños éxitos, valores conseguidos, lugares y corazones a los que se ha llegado. Y, cómo no, hay en ese horizonte escarcha que habla de amaneceres, de posibilidades, de escalofríos que buscan soles, de caminos andados. Los poetas tienen la virtud de hacer elocuentes a sus bellas palabras, de sugerir lo que, de una u otra manera, todos sentimos. El regalo de este título viene en un poema de Elisa Martín Ortega que reza así:

 

Desierto de Judea

 

Hoy el sol de la tarde tiene un nombre escondido.
Se oculta en el abismo
de nuestras manos,
acompaña al silencio de las dunas.
El horizonte es bruma, es cielo y es escarcha,
mientras la tierra, azul y sinuosa,
acoge nuestras sombras, y las borra
entre sus pliegues.

 

            Al plantear el tema de la misión en la etapa adulta de la vida religiosa en tiempo de una Iglesia en salida estamos situándonos, lejos de lamentos y de pérdidas, en el terreno de lo realmente posible: la etapa adulta de la vida religiosa es un marco interesante para un replanteamiento de la misión cristiana, para conjurar el fantasma de que los años sean causa o excusa para apearse de la misión, para descreer de una sociedad que piensa que ser mayor y no tener nada que hacer es lo mismo.

            Un taller con este tema puede ser una pequeña ayuda para animarse a retomar las riendas de la propia vida y lanzarse a una misión fecunda o, más modestamente, para iluminar la “acción misionera” del religioso/a adulto y contribuir a darle más contenido.

 

I. REFLEXIÓN SUBRAYADA

 

  1. 1.   Caminos nuevos para la misión universal

 

            La idea de las “misiones” (los misioneros, etc.) persiste, a pesar del decreto Ad Gentes, de la llamada misión ad gentes, de la globalización, etc. Nuestra manera de enfocar los lugares eclesiales que están lejos de nuestra tierra siguen siendo conceptuados como “misiones”, aunque este vocabulario se emplee menos. Si esto es cierto, estamos queriendo decir que aquí también se puede hacer un discernimiento que nos ayude a crecer. ¿Cómo encontrar nuevos cauces para una misión cristiana en el aquí de nuestra vida religiosa?

 

a) Nuevos parámetros

 

            Como para otros aspectos de la vida eclesial y religiosa, quizá haya que ir enriqueciendo el paradigma y el imaginario para que quepan ahí nuevas posibilidad de colaboración eclesial:

  • Las Semina Verbi: Algo que pertenece a la patrística (Justino) y que el Vat.II recogió (AG 15).  En todas las culturas ha depositado Dios el sentido del bien, de la dignidad y la justicia. La espiritualidad es un bien repartido, no puede ser privatizado.
  • La gran iglesia en la gran humanidad: Se precisa abandonar el localismo secular que hace de mi estrecha cultura la cultura y de mi creencia la creencia. Las puertas de entrada son muchas y el río que fluye en el subsuelo de lo humano alimenta de muchos modos el camino humano.
  • La confluencia de tradiciones humanas y religiosas: No se puede entender la relación con otros territorios en modos de diferencia y menos aún de litigio. La identidad nos viene por la comunión.
  • Las iglesias locales: Ya no se puede hablar de misiones, sino de iglesias locales, por humildes y fronterizas que estas sean. Eso quiere decir que el viejo planteamientos misionero ha de quedar suplantado por el afán de colaborar con las iglesias locales en los modos y búsquedas de las mismas.

 

b) Ecumenismo vital

 

            Para entender en maneras distintas la colaboración evangelizadora es preciso crecer en ecumenismo vital que no se refiere directamente a nada religioso sino a la capacidad para empatizar con el camino humano se sitúe este en cualquiera de los puntos del planeta. Es el tema del mestizaje, de la interculturalidad, est., con el elemento de una espiritualidad englobante. Y quizá, más a la base, es la capacidad de conectar con todo lo vivo de lo que hacemos parte. Una mentalidad de conexión estrecha y selectiva entenderá siempre la colaboración misionera bajo el peligro de la creencia de cultura superior y de la consiguiente imposición, como lo hemos indicado más arriba.

            Por el contrario quien tenga la capacidad de conexión entenderá con facilidad los modos de colaboración eclesial que puedan ayudarle, a él también, a crecer como persona y creyente. Una misión que no suscita crecimiento y disfrute personal carece de un apoyo fundamental.

 

c) A tal mentalidad, tal práctica

 

            Esto se entiende con facilidad: una determinada mentalidad origina una práctica concreta. Aplicado esto al hecho “misional”:

-          La antigua mentalidad nos llevó a creer que para ser misionero había que tener una vocación especial que no todos los hermanos tenías. Había que sentir una llamada especial. Desde ahí, se creía que misionero se era de por vida; solamente como una concesión a la edad no se cuestionaba que el viejo misionero viniera a morir a su patria. En este caso la misión era en una sola dirección: de la provincia a las Misiones. Nunca era al revés. Esta manera ha dado frutos heroicos y también opresiones (culturales, religiosa, etc.) inaceptables. En este tipo de misión el papel de los laicos era irrelevante, cuando no inexistente.

-          La nueva mentalidad entendería la cuestión de manera más transitiva: no hace falta una vocación especial, sino sencillamente querer colaborar con una iglesia local. No tiene por qué ser una colaboración de por vida, sino que puede ser temporal, puntual, o de más larga duración. No ha de ser solamente en una dirección sino que las iglesias de “aquí”, las comunidades de aquí, de alguna manera han de estar involucradas vitalmente con el camino de las de allá. En este otro tipo de misión el papel de los laicos es muy importante.

 

d) Caminos alternativos para una misión distinta

 

            Entendida la de antes como una misión religiosa, a esta otra misión se le abren otros caminos:

-          Misión de colaboración social: todo el tema de proyectos de dearrollo en el tercer mundo que, más allá de sus contradicciones y aporías siguen siendo vital para muchas personas. 

-          Misión de colaboración cultural: dado que la sensibilidad cultural llega en segundo lugar a los pueblos en necesidades más primarias. Ayudar a que la cultura del país se mantenga como un valor es una siembra de humanidad.

-          Misión de denuncia y anhelo de justicia: porque el vigor de la injusticia cobra fuerza en lugares sociológicamente desprotegidos. Tomar ese difícil testigo de la denuncia es hacer misión evangélica de la mejor calidad.

-          Misión de cuidado corporal y esencial: aunque sea en maneras precarias. Cuidar cuerpos sigue siendo algo imprescindible en cualquiera de sus fases y matices.

-          Misión de consuelo y acompañamiento: ya que puede parecer que es cosa de poco valor, pero la persona necesita esto más que religión y dársela sin darle lo otro puede provocar desajustes notables.

 

e) ¿Podríamos dar algún paso?

 

            Lo más difícil es concretar, pero podríamos aportar alguna sugerencia en esa dirección:

  1. Otra mirada: Renovar la vieja mirada al hecho misionero como algo ajeno que no me toca. Creer que eso puede hacer parte de mi vida normal sin grandes cambios personales. Crecer en benignidad con quien vive y trabaja en otros países.
  2. Espíritu de colaboración: Fomentar ese espíritu aunque se esté aquí. Estar abierto a ayudar en lo que se pueda y a quien se pueda, aunque sea en cosas sencillas. No perder el contacto con los hermanos de allá, hoy que hay tantos medios.
  3. Dar espacio aquí: Hacer sitio a los hermanos de allá en lugares de aquí, darles voz, acoger sus vidas y sus proyectos, difundirlos aquí.
  4. Destino normal: Tratar de entender que una colaboración con los hermanos de allá por el tiempo que sea puede ser un destino normal, como el ir aquí de una casa a otra.
  5. Trabajar el tema de la incorporación de laicos a las tareas misioneras: Crear mentalidad, estructura, acompañamiento.
  6. Proyectos: Apoyar de corazón y prácticamente los proyectos de mejora que se planteen desde allá. Hacer que tengan alguna incidencia en los ámbitos nuestros de aquí (colegios, parroquias, presencias).

 

Conclusión

 

            El viejo espíritu misionero queda sobrepasado por un sentimiento global de fraternidad universal que está en el meollo de la VR. Desde ahí sería preciso enfocar las actividades en las diversas iglesias locales. Es el “llegar todos juntos y a la vez” que cantaba el poemilla de L. Felipe.

 

Para un posible diálogo en sala:

 

Subraya un aspecto de los desarrollados en este primer punto de nuestra reflexión.

 

 

  1. 2.   Espiritualidad de una “iglesia en salida”

 

 

  1. 1.      El texto

 

            El documento La alegría del Evangelio del papa Francisco acuña y propone las líneas básicas de una iglesia en salida. Es bueno que subrayemos el texto:

20. En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

  • La salida, el éxodo, la itinerancia están ya en la Palabra porque están en la misma vida. Hechos para salir.
  • Hoy hay que seguir saliendo, hay que situarse en escenarios de itinerancia, hay que luchar contra el arraigo excesivo.
  • Salir de uno mismo es lo más básico, el cemento del cimiento de la misión en salida. Mientras nos miremos tanto al ombligo, es difícil.

21. La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos.

  • Para salir sin alegría, mejor quedarse en casa. Una misión desde la frialdad de la doctrina está muy mediatizada.
  • La alegría de sembrar aunque la cosecha sea escasa.
  • Siempre mirando lejos, más allá, sin conformarse con lo ya cosechado.

22. La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (cf. Mc 4,26-29). La Iglesia debe aceptar esa libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas.

  • La Palabra tiene una potencialidad enorme, siempre que se mezcle con el campo de la vida. Lectura social de la Palabra.
  • Sembrar una Palabra de libertad, de amplitud, de horizonte ensanchado.

23. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera». Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6).

  • La misión en salida es, siempre, desde la comunidad, no mero empeño personal.
  • Sin demora, sin asco, sin miedo.
  • Alegría para todo el pueblo. Confluencia con la sociedad laica.

 

  1. 2.      Cambiar la ideología, cambiar la práctica

 

Las breves notas de estos números de EG quieren cambiar el paradigma, aunque, en realidad no lo modifican mucho. Si se trata de “salir” habría que recurrir a otros parámetros que la Palabra de Dios, porque, sí, le damos fe pero todo sigue igual. Parece que el cambio desde la ideología nos lleva a poco.

¿Y si el cambio fuera desde la práctica, desde pequeños proyectos arriesgados, desde comportamientos que coquen un poco? ¿Cómo vamos a cambiar la práctica desde la persistencia en las normas, en el Derecho, en el Catecismo, en la múltiple legalidad que atenaza al cuerpo de la Iglesia? Lo vemos muy difícil. Y si no cambia la práctica, no amanecerá la posibilidad de una misión distinta. Haremos como que cambiamos, pero en realidad no cambiamos, o hacemos pequeños cambios, que son bienvenidos, pero que no afectan al núcleo de la cuestión.

 

  1. 3.      Presupuestos para situarse en modos de salida

 

Sugerimos algunos presupuestos sin los que soñar con una misión en salida se nos antoja difícil:

  • Habría que seguir haciendo esfuerzo por mejorar el paradigma mental teológico. Esto es: no asentarse en los límites de nuestra fe religiosa sino ir dando paso hacia una espiritualidad más en conexión con la mentalidad secular de hoy.
  • Sería bueno aumentar nuestra cercanía a la vida, sin cerrarnos en nuestros búnkeres conventuales o en nuestras habitaciones donde no nos falta de nada y donde no se cuela el viento (a veces frío) de la vida.
  • Sería muy de provecho abandonar posiciones de poder o superioridad si es que estamos en ellas. No creer que dentro de la iglesia o de la sociedad somos “casta” superior.
  • Es imprescindible un diálogo con la cultura de hoy. Por eso mismo habrá que conectar con la cultura de hoy, con sus foros, sus lecturas, sus modos culturales (cine, música, etc.).
  • Hasta estar dispuestos a “otra fe y otra religión”, una manera de hoy de vivir la experiencia cristiana.

 

  1. 4.      ¿Es posible?

 

Llevando la “mochila” que llevamos, ¿es posible, en modos realistas, pensar en una misión propia de una iglesia en salida? Creemos que, para la mayoría, no es fácil. Pero siempre hay personas que apuntan en esa dirección. Lo interesante es que todo el grupo, la comunidad, local y provincial, apuntara en esa dirección. Algunas sugerencias que quizá puedan dar que pensar:

  • Habría que discernir muy bien el tema de nuestras “obras” (apostólicas y materiales). Lo que construimos, aquello por lo que apostamos, nos hipoteca. Por eso hay que mirarlo mucho.
  • Sería también bueno poner en puestos de responsabilidad a personas que crean en la posibilidad de una misión renovada.
  • Como el estilo de misión que se haga depende de la tarea de cada uno, sería de vital importancia que cada uno apuntara hacia ese estilo de misión nueva. Si lo que se hace es lo de siempre, sin más, la cosa no romperá. Si se “olfatean” posibilidades nuevas, caminos no hollados, experiencias que enriquezcan no por su repetición, sino por su descubrimiento, hay posibilidad.
  • No habría que desistir de intentos de una cierta novedad, aunque no estemos para muchas novedades. No se trata de grandes obras. A veces, planes de vida comunitaria humildes, pero “con mística” pueden ser interesantes.
  • Por otra parte, los grandes grupos comunitarios no caminan en modos absolutos y unívocos. Los nuestros son modos de vida “mezclados” donde confluyen diversos estilos de vida. Ninguno es mejor que otro, pero todos pueden confluir en el deseo de una cierta novedad.

 

Posible diálogo en sala:

 

Subraya uno de los puntos que hemos tratado. Haz una valoración.

 

 

II. TALLER: POSIBILIDADES REALES DE UNA MISIÓN “EN SALIDA” PARA NUESTRA VR ADULTA

 

  1. 1.      Objetivo:

 

Se trataría, tras haber reflexionado, de ver qué posibilidades reales hay para nosotros/as de ir construyendo una misión “en salida” contando con nuestra edad, nuestras limitaciones, la situación de nuestras casas y Congregaciones..

 

Lo más fácil es tirar la toalla y decir que no hay nada que hacer y seguir como siempre. Hay que preguntarse si esa no es la manera más fácil y más improductiva de proceder. Nuestra VR se nos muere por inanición.

 

Pero podríamos preguntarnos con paz qué caminos hay abiertos para nosotros, para poder “salir” de nuestro marco vital y plantear algún pequeño camino de novedad.

 

  1. 2.      Breve descripción de nuestras “misiones” actuales:

 

Además de las obligaciones que cada uno tengamos, hay alguna actividad que yo considere hoy como “misión” que yo hago (voluntariados, actividades evangelizadoras en la parroquia o similares, colaboraciones con entidades, trabajos que uno hace con ilusión)

 

  1. 3.      Posibilidades:

 

Esto es más difícil. Sería cuestión de sugerir algunas cosas sencillas y al alcance de la mano donde la VR podría hacer misión “en salida”. Sería como un abanico de posibilidades no tanto para que uno las tenga que aceptar, sino para que vea que hay caminos que se pueden andar.

 

Este tipo de posibilidades tendrían que ser: no estrictamente del mundo de lo religioso, relacionadas con temas sociales, donde el componente religioso venga en segundo lugar (por causa de la persona, por amor a la sociedad, sin el “premio” del reconocimiento).

 

Notas:

 

  1. Uno que modere: equilibrar el tiempo entre el punto 2 y el 3.
  2. Que alguien anote para la puesta en común.
  3. Trabajaremos hasta la comida.
  4. La puesta en común a primera hora de la tarde

 

III. PUESTA EN COMÚN

 

IV. REFLEXIÓN FINAL Y SUBRAYADA: LA MISIÓN EN TIEMPOS DE VOLATILIDAD

 

            Tomando como pie un artículo de Daniel Innerarity (lo ponemos al final), queremos terminar nuestro taller de Jubilación con una reflexión sobre cómo hacer misión en salida en tiempos de volatilidad social.

            No es lo mismo hacer misión en una época o en otra. Y hay que tener cuenta que ahora las “épocas” son cuestión de unos pocos años.  Si no queremos que la misión quede desfasada antes de iniciarla, hay que mirar mucho al momento en el que vivmos.

 

  1. 1.      La volatilidad es una situación

 

Es una situación en la no hay nada estable, ni arriba ni abajo, ni centro o periferia, y la distinción entre unos y otros se torna borrosa.

 

En ese mundo “borroso” hay que hacer misión, no tanto como propuesta de claridad sino como acompañamiento en la borrosidad y en la duda.

 

  1. 2.      Procesos de desvitalización

 

Las transformaciones sociales en tiempos de volatilidad no son la consecuencia de acciones intencionales, planificadas o gobernadas y las degradaciones son más bien procesos de desvitalización.

 

¿Cómo entender la misión no tanto como un adoctrinamiento sino como una ayuda, siquiera pequeña, por dar más sentido a la vida, por revitalizarla? Esa es una buena cuestión.

 

  1. 3.      Un mundo gaseoso

 

Estamos en un mundo gaseoso, más que líquido. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y volátiles, muy alejados de eso que nostálgicamente llamamos lo de siempre.

 

Hacer una misión desde lo de siempre corre un riesgo de enorme desconexión. Es el gran reto de la iglesia en salida: hacer misión distinta. La misma de siempre ya sabemos lo que da, o lo que no puede dar.

 

  1. 4.      Información gaseosa

 

Todo el mundo financiero e informativo se hace más sobre una información “gaseosa” que sobre la comprobación de hechos.

 

Una misión que plantea una ideología sólida ¿tiene futuro? ¿No convendría hacer una propuesta de fe desde lo gaseoso de la experiencia personal, mística, interior, ahondada más que sobre un constructo teológico o legal?

 

  1. 5.      Sobrecarga de datos informativos

 

La desintermediación produce una sobrecarga informativa en la medida en que el aumento de datos disponible no es compensado con una correspondiente capacidad de comprenderlos.

 

¿No habría que hacer la misión en el molde de lo simple, de lo humilde, de lo más vale poco asimilado que mucho sin asimilar? ¿No nos damos cuenta de que muchos de los conceptos religiosos no ha sido asimilados porque les falta arraigo antropológico y sociológico?

 

  1. 6.      Más allá de los monopolios de la información

 

Cualquiera tiene acceso a la información. Ello puede llevarnos a la perplejidad o a la grata confirmación de los prejuicios.

 

¿Cómo ayudarnos a procesar la información de la fe? Una misión que no depende tanto de los conceptos cuanto de las experiencias y de las posicionamientos sociales.

 

  1. 7.      El origen de la propuesta de misión

 

En épocas de volatilidad los mismos partidos son arrollados. Los votantes se sienten mal representados porque ya no son representables desde un mundo estable. Sus señales no las identifica el sistema político. Por eso los partidos quedan fuera de juego.

 

Algo parecido pasa en el tema de la misión: si viene de una entidad, una iglesia, sólidamente establecida, la de siempre, no pueden conectar con la volatilidad ciudadana. Su mensaje se vuelve mudo antes de nacer. Tiene que venir la misión desde otra entidad, desde foros más democráticos, constituidos en base al espíritu del Evangelio, no en base a la legalidad del Código.

 

 

 

 

 

  1. 8.      Algo que se desgasta

 

Lo volátil se desgasta rápidamente. Y desaparece. Hasta la ira social se aplaca antes de que haya habido soluciones. Si persiste, nos cansa (lucha por las pensiones, por ejemplo).

 

La misión ha de aprender la tenacidad, la resistencia, la resiliencia, el estar ahí aunque vengan mal dadas.  Y la de ser tenaz en las propuestas entrevistas para que no quede todo en agua de borrajas.

 

  1. 9.      Misión en instituciones debilitadas

 

Porque la volatilidad pone en evidencia la debilidad de las instituciones. Detrás de muchos fenómenos de indignación y protesta hay estimulaciones que irritan pero no movilizan de manera organizada.

 

La debilidad de la institución eclesial es manifiesta. ¿Cómo hacer misión desde ahí? ¿Cómo situarse bien en las afueras? ¿Cómo superar la irritación con un itinerario vital de construcción de una fe distinta?

 

10.  Una misión de confianza

 

Ya que la pregunta por la confianza es muy propia en épocas de volatilidad. Hay que ver si es posible construir acuerdos en entornos de fragmentación política y radicalización.

 

Mientras no se ablande la desconfianza en las instituciones que representan a los cristianos, la misión en salida será siempre complicada.

 

 

EL AÑO DE LA VOLATILIDAD

DANIEL INNERARITY

 

Sugiero que la palabra del año 2018 sea “volatilidad”, y su metáfora las revueltas de los chalecos amarillos, tras las que no había ningún sindicato ni coherencia reivindicativa y que tiene a su vez que ser gestionada por un presidente de la República, Emmanuel Macron, que no representa propiamente a un partido político sino a algo que prefiere denominarse a sí mismo como un movimiento.

La volatilidad se manifiesta en impredecibilidad que hace fracasar a las encuestas, inestabilidad permanente, turbulencias políticas, histeria y viralidad. Desde Trump, el Brexit y Vox parece que estamos condenados a las sorpresas políticas, esos “accidentes normales (Charles Perow) que no obedecen ni a la causalidad ni a la casualidad sino que forman parte de una nueva lógica que está todavía por explorar. El resultado de todo ello es la constitución de un público con la atención dispersa, la confianza dañada y en continua excitación.

Cuando Marx y Engels formularon aquella famosa sentencia de que “todo lo sólido se evapora” estaban refiriéndose a un paisaje cultural y político mucho más estable que el actual. Diagnosticaban un conflicto entre dos fuerzas identificables como el capital y el trabajo, unas contradicciones cuya resolución parecía apuntar en un sentido que era posible anticipar. Comparado con el mundo descrito por la idea de volatilidad, el vocablo “revolución” es un término conservador pues presupone un orden que solo habría que subvertir. En una situación de volatilidad, por el contrario, no hay nada estable arriba o abajo, ni centro o periferia, y la distinción entre nosotros y ellos se torna borrosa. Esta es la razón por la que, hablando con propiedad, ya no hay revoluciones sino algo menos visible, menos épico, rotundo y puntual; las transformaciones sociales no son la consecuencia de acciones intencionales, planificadas o gobernadas y las degradaciones de la democracia son más bien procesos de desvitalización; se parecen más al resultado azaroso de la simple agregación de voluntades, donde hay menos perversión que estupidez colectiva.

Nos encontramos en un mundo gaseoso y no en el mundo líquido que Bauman contraponía a la geografía sólida de la modernidad. La idea de liquidez no es suficientemente dinámica para explicar el paso de los flujos a las burbujas. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y volátiles, muy alejados de las realidades sólidas de eso que nostálgicamente denominamos economía real. El mundo gaseoso, una imagen muy apropiada también para describir la naturaleza cada vez más incontrolable de determinados procesos sociales, el hecho de que todo el mundo financiero y comunicativo se base más sobre la información “gaseosa” que sobre la comprobación de hechos.

La primera manifestación de la volatilidad es de orden cognitivo. La explosión de posibilidades informativas, el acceso generalizado a la información o la profusión de datos son, al mismo tiempo y por los mismos motivos, una liberación y una saturación. La desintermediación produce una sobrecarga informativa en la medida en que el aumento de los datos disponibles no es compensado con una correspondiente capacidad de comprenderlos. Se podría hablar de una “uberización de la verdad”, en el sentido de que cualquiera tiene acceso a todo, una desprofesionalización del trabajo de la información. Se debilitan los clásicos monopolios de la información, desde la universidad hasta la prensa, en beneficio de las redes sociales, pero en la medida en que no mejora nuestro control de la explosión informativa el resultado es un individuo que puede caer en la perplejidad o en la grata confirmación de sus prejuicios.

La volatilidad afecta muy especialmente a la política. Venimos de una democracia de partidos, que era la forma adecuada a una sociedad estructurada establemente en clases sociales, destinadas a encontrar una correspondencia en términos de representación. Al igual que otras organizaciones sociales, los partidos eran organizaciones pesadas que no se limitaban a gestionar los procesos institucionales de la representación, sino que también incorporaban a sus estructuras áreas enteras de la sociedad, orientando su cultura y sus valores de modo que pudieran asegurarse la previsibilidad de su comportamiento político y electoral. Hoy tenemos una “democracia de las audiencias” (Manin), es decir, una democracia en la que los partidos han sido de alguna manera arrollados por esta volatilidad y actúan con oportunismo en vez de estrategia, en correspondencia con un comportamiento de los electores sin compromisos estables. Esos individuos se sienten mal representados porque de hecho ya no son representables a la vieja manera de un mundo estable; emiten señales difusas que el sistema político no consigue identificar, elaborar y representar adecuadamente. Por eso los partidos tienen grandes dificultades para escuchar a sus votantes y entender, agregar o procesar sus demandas.

No estaríamos en un entorno de tal volatilidad si no fuera porque el tiempo se ha acelerado vertiginosamente. Vivimos en lo que Paul Valéry llamaba un “régimen de sustituciones rápidas”. Qué poco duran las promesas, el apoyo popular, las esperanzas colectivas e incluso la ira, que se aplaca antes de que se hayan solucionado los problemas que la causaban. En el carrusel político las cosas “irrumpen”, pero también se desgastan rápidamente y desaparecen.

En un panorama acelerado se pierde, paradójicamente, la lógica de la acción política, su capacidad de gobernar el cambio social. El desconcierto puede dar lugar a la agitación improductiva o a la indiferencia apática, nada que se parezca a la voluntad política clásica. Se han debilitado las instituciones que otorgaban estabilidad a la sociedad y que al mismo tiempo articulaban el cambio político. Por eso puede darse la extraña situación de que en el régimen de la volatilidad convivan la aceleración y el estancamiento. Tanto las convulsiones emocionales como la indecisión obedecen a una psicología sobrecargada de excitaciones y coinciden también en no dar lugar a ninguna transformación efectiva de nuestras democracias. Detrás de muchos fenómenos de indignación y protesta hay estimulaciones que irritan pero no movilizan de manera organizada.

El gran problema político del mundo contemporáneo es cómo organizar lo inestable sin renunciar a las ventajas de su indeterminación y apertura. Tendremos que aprender a vivir con menos certezas, itinerarios vitales menos lineales, electorados imprevisibles, representaciones contestadas y futuros más abiertos que nunca. No creo que haya una posibilidad de revertir esta situación, que se ha convertido en aquello que tenemos que gobernar. En el célebre lamento del Manifiesto comunista se percibe un tono de nostalgia hacia un mundo más estructurado y ese mundo, entonces y ahora, ha quedado atrás. La gran tarea de la inteligencia colectiva consiste hoy en explorar las posibilidades de producir equilibrio en un mundo más cercano al caos que al orden. Hemos de preguntarnos de qué modo podemos regular esos nuevos espacios, hasta qué punto está en nuestras manos proporcionar una cierta estabilidad, si podemos corregir nuestra fijación en el presente y hacer del futuro el verdadero foco de la acción política, cómo generamos confianza cuando los otros son tan imprevisibles como nosotros, si es posible construir los acuerdos necesarios en entornos de fragmentación política y radicalización, en qué medida podemos mitigar el impacto social de lo inevitable. De lo único que podemos estar ciertos es de que se equivocan quienes aseguran que la política es una tarea simple o fácil.

Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco. Acaba de publicar Política para perplejos (Galaxia) y Comprender la democracia(Gedisa). @daniInnerarity

 

CONCLUSIÓN

 

  • Valoración para el ITV
  • Valoración o sugerencias en sala

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño

1 comentario

Teresa -

He aprendido que hemos pasado ya de la modernidad líquida a la gaseosa, y ahora la palabra clave es "volatilidad". Sigue siendo, el nuestro, tiempo de misión, una misión nueva, distinta, universal, tarea de todos. Desde la pobreza, la pequeñez y la limitación y fragilidad personales. Una misión apasionada y apasionante; esperanzada. Mil gracias