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FIAIZ

Juan 111

CVJ

Domingo, 29 de abril de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

111. Jn 16,8-11

 

Introducción:

 

                Aunque solemos decir que las apariencias engañan, de hecho, funcionamos mucho por las apariencias, por la buena presencia, por los tópicos sociales, por ropajes, por estatus, por títulos, por consideraciones no discernidas. ¿Cómo ir más allá de las apariencias? ¿Cómo vamos a ser considerados con la persona en situación de debilidad, con quien no cuenta demasiado, con los frágiles, si no miramos más allá de las apariencias? Acostumbrarse a mirar al fondo de las personas es un ejercicio de tremenda humanidad. Podría darnos una visión nueva de la vida, una percepción revolucionaria del hecho social.

                Es que Jesús habla en este complicado pasaje del evangelio de san Juan (el más complicado de todos) de algo de eso: Jesús ha sido uno que ha sido juzgado, desacreditado, condenado por apariencias. Era un pobre y, como tal, no iba a ser considerado por un estatus manejado por los poderosos. Era un desarmado, un insignificante económico, un sin poder. Tenía todos los números para que no se viera lo que había dentro. Se le miraba por fuera, por su origen, por su humilde pueblo, por su economía de pobre, por sus palabras sencillas. No se percibía en él ningún dato por los que los poderes suelen reaccionar, considerar, doblar el espinazo. Por eso mismo, cuando lo condenaron nadie se inquietó (más allá de la mujer de Pilato, si hemos de dar crédito a Mt 27,19). Nadie se marchó aquella noche a casa desazonado por haber puesto en el patíbulo a un justo. Era pobre, y esa era su peor maldición. Sin embargo, anidaba en su interior el amor más humano, la solidaridad más cabal, la ternura más limpia. Juzgado, condenado, desacreditado, pero amante de la vida, hermano de la persona, solidario con la causa de los humildes.

               

***

 

Texto:

 

8Y cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevo razón y que se ha dado sentencia. 9Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión; 10luego, que llevo razón, y la prueba es que marcho al Padre y que dejaréis de verme; 11por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe de este mundo está ya condenado.

 

 

Ventana abierta:

 

 

                No tiene nombre y es el rostro de muchas personas que hoy, obligadamente, calladamente, sufren las consecuencias de una política europea de recortes insensible a la necesidad social. Son personas con nombre y apellidos, con historia, con sentimientos, con cuerpos. Pero son tratados como números de estadísticas, como sujetos de análisis sociológico. Hay que tener el valor de mirar a esos ojos para percibir la dignidad que se oculta detrás de ellos. Si no miramos más allá, no nos enganchará esa mirada que pregunta ¿por qué no ves lo que realmente soy?

                Oramos: Que miremos más allá de cualquier apariencia; que veamos el valor oculto de la dignidad del débil; que sintamos sobre nosotros/as la mirada de quien no es considerado en su valor de persona.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Dice Jesús que el desvelamiento de esa realidad oculta que es la verdad hermosa de su dignidad y de la de cualquier persona lo va a hacer “el valedor”, que no es otro que el Padre y Jesús trabajando por nuestra historia. Ellos, a través de nuestros trabajos de justicia y de bondad, están diciendo, quedamente pero firmemente, que tras las apariencias (sobre todo las de quienes son más frágiles) anida el bien, la dignidad y una cierta belleza. No es “poesía barata”. Se trata de adquirir otro ángulo de visión sobre las personas, no el que nos vende, nos inyecta la sociedad y sus mecanismos cuestionables.

                Oramos. Gracias, Señor, por seguir amándonos aunque te condenaran; gracias por seguir con nosotros aunque te desacreditaran; gracias por mantenerte solidario con nuestra causa aunque te excluyeran.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Situarnos en las apariencias nos hace muy vulnerables; situarnos en la dignidad honda nos hace más fuertes. Por eso mismo hemos de intentar saltar la valla con la que rodeamos a las personas y mirar en la dirección de su honda humanidad. Nos haría mucho bien huir de ese tipo de información que banaliza la vida de las personas, que lo reduce a sus apariencias sociales. ¿Qué hay detrás de eso, que hay más allá de lo que se ve, qué fondo tiene esta persona? No habríamos de cansarnos de este tipo de planteamientos.

                Oramos: Que no nos cansemos de apuntar en dirección al corazón de la persona; que no nos enredemos en cuestiones externas cuando valoramos a una persona; que seamos capaces de ver con la mirada profunda del mismo Jesús cuando alguien se nos pone delante.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                Cuanto más caminamos juntos/as en estos trabajos orantes de la comunidad virtual, cuanto más nos reunimos, cuanto más nos comunicamos, mejor podemos conocernos. O si se quiere: mejor podemos valorarnos desde ese otro lado de nuestras apariencias. Si nos apreciáramos por ellas, si pusiéramos nuestros valores en lo que aparentamos, no habríamos entendido nada del Evangelio. Éste nos va haciendo más verdaderos no porque nos enseñe una ciencia que otros no poseen, sino porque nos va animando, paso a paso, a mirar en la dirección correcta: el interior valioso de toda persona.

Oramos: Que nos dejemos conducir por el Evangelio en la dirección del corazón del otro; que apreciemos a quien es sencillo y profundo; que valoremos los esfuerzos por acercarnos a los demás.

               

***

 

Poetización:

 

Lo miraban por fuera,

como se mira a los pobres.

Su origen oscuro,

su economía fragilísima,

su poder negado,

su formación inexistente,

su carencia de apoyos,

su no tener donde caerse muerto

condicionó

la manera de mirarlo.

No supieron sobrepasar

la dura costra

de la pobreza amarga.

Por eso lo juzgaron con injusticia,

lo desacreditaron con mentiras,

lo excluyeron sin remordimientos.

A él y a tantos como él.

Decía a los suyos

que las cosas no iban a quedar así,

que el descrédito

se transformaría en aprecio,

que las condenas

terminarían en abrazo,

que las exclusiones

acabarían en corazones tocados.

Les decía también

que esa obra gigantesca

la iba a ir haciendo

Él a través de los siglos.

Pero añadía que ellos eran

los brazos de su espíritu,

la mediación necesaria.

Les estaba empujando

a mirar en la dirección buena,

la del interior de la persona,

lejos de cualquier apariencia.

 

***

 

Para la semana:

 

                Haz estos días un esfuerzo por mirar a alguna persona frágil “de otra manera”.

 

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