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FIAIZ

Juan 64

CVJ

Domingo, 16 de enero de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

64. Jn 9,18-23

 

Introducción:

 

                Se atribuye a Thomas Hobbes aquella famosa frase: “El miedo y yo nacimos gemelos”. Es que, constitucionalmente una parte de nosotros, muy honda, está hecha de miedo, de inerradicable temor. Añadir a eso los diversos miedos que se van sumando a lo largo de la vida. Es una realidad tan compacta que tener controlado el miedo es cosa de poca gente, al menos en maneras totales. Sin embargo, es posible plantarle cara a ese fantasma, mirarle a los ojos. Lo hemos dicho en alguna otra ocasión: el miedo gana la partida porque agiganta el fantasma del temor. Si nos acercáramos a él, algunas veces lo venceríamos. Dicen algunos que David venció a Goliat porque se atrevió a acercarse a él. De cerca no parecía tan invencible.

                Es que el pasaje de esta semana describe una situación de mucho miedo: los padres del ciego curado son llamados a declarar y, por miedo al sistema sociorreligioso del judaísmo, declinan cualquier testimonio a favor de su propio hijo. Más allá de los anacronismos que el texto revela (la expulsión de los cristianos palestinos de la sinagoga no se pudo dar en tiempos de Jesús, sino mucho más tarde), el texto deja entrever a un Jesús que, al curar, al devolver la luz al interior de la persona, hace el gran milagro de eliminar miedos anclados en los pliegues del alma. Uno de los síntomas de que la Palabra va haciendo mella en nosotros/as es que los miedos, siquiera en pequeña parte, van retrocediendo. Jesús, la persona que ha controlado sus miedos, infunde valor en quien le sigue y hace camino con él. El valor que infunde Jesús no es mera temeridad, sino coraje para enfrentarse a la limitación y, desde ahí, levantar los hombros y seguir adelante.

 

***

 

Texto:

 

18Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres 19y les preguntaron:

                -¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?

                20Sus padres contestaron:

                -Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que ya tiene edad y puede explicarse.   

22Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23Por eso sus padres dijeron: “Ya tiene edad, preguntádselo a él”.

 

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Ventana abierta:

 

            Esta foto puede pertenecer a cualquier clase de manifestaciones en la calle porque el miedo inunda muchas parcelas de nuestro vivir diario. Es gente mayoritariamente joven la que porta la pancarta, porque quizá con los años uno sucumbe a los miedos aunque, por lógica humana y evangélica, cuantos más años, más valentía. Así podía ser. Además esas personas proclaman su anhelo de vivir sin miedos a cara descubierta, no se esconden. Es que la manera de hacer frente al miedo es hacerlo confrontándolos, plantándoles cara, aguantando su embate que no resulta ser tan fiero como lo pintan.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes se arman de valor ante sus miedos; gracias por quienes ayudan a encarar temores; gracias por las personas valientes que permanecen firmes ante los asaltos del temor.

 

***

 

Desde la persona de Jesús:

 

                Los dirigentes del tribunal preguntan: “¿Cómo es que ahora ve?”. Es la pregunta de quien quiere imponerse con miedo. No preguntan qué es lo que la nueva situación ha aportado al ciego, cómo ha cambiado su vida, qué beneficios le ha traído la visión, qué gozos nuevos han nacido en él. No. Lo que importa dilucidar es cómo ve para ir luego hacia quien le ha dado la visión en sábado. Es un interrogatorio para engendrar miedo, para retroceder en la dicha. No saben que detrás está uno, Jesús, que funciona sin temores y que se planta ante su inicuo tribunal. No lo saben, pero algo de eso intuyen.

                Oramos: Señor Jesús, gracias por tu vida sin temor; Señor Jesús, gracias por quitarnos los temores elementales; Señor Jesús, gracias por llenar de luz nuestros días.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Los padres del ciego curado dicen, para quitarse el marrón de encima, que “ya es mayor”. No se quiere entrar en conflicto con quien tiene poder y con quien me atemoriza. Es una manera diplomática de huir, pero es proclamar que se sigue bajo un régimen de terror. Las fugas ante los problemas que suscitan temor no arreglan nada. Creer que el temor no nos va a dar de dentelladas porque lo puenteemos, porque demos un rodeo, es una equivocación. Lo mejor es, paciente y fraternamente, tratar de darle cara. A la larga, los resultados son mucho más positivos.

                Oramos: Que nos demos coraje para afrontar algunos de nuestros miedos; que nos demos aliento para minimizar el impacto del miedo; que nos demos amparo para ser fuertes ante los miedos de la vida.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                El miedo a la exclusión, a ser expulsados del lugar social (de la sinagoga) es lo que, muchas veces, nos hace ceder a las presiones de quienes tienen poder para hacernos temer. Por eso, una manera de generar valor es incluir, no excluir. La comunidad virtual es un pequeño ejemplo de inclusión. Nada se exige ni para estar ni para no estar; no se pide ningún requisito; no hay condiciones previas. Quien quiera, puede hacer parte de este camino. Esta inclusión elemental es la que puede ayudarnos un poquito a sentirnos más incluidos, menos temerosos.

                Oramos: Gracias por la mesa común y la vida compartida; gracias por el camino común y los días disfrutados con hermanos; gracias por los anhelos comunes y los sueños compartidos.

 

***

 

Poetización:

 

Llegó a vivir sin miedos.

Era como cualquier persona

cercada de temores.

pero supo ponerles coto,

atenuarlos,

hacerlos desaparecer,

al menos muchos de ellos.

¿Cómo logró vivir sin miedos?

Anduvo dos caminos:

entendió de manera directa

que si Dios era Padre,

no podía ser sino solamente amor

y que, por lo mismo,

el temor y Dios no eran compatibles.

Además, al echarse a los caminos,

experimentó algo simple:

el corazón humano era bueno,

básicamente bueno

y anhelante de la bondad.

Y, como quien se lanza al mar,

decidió confiar en las personas.

Así, teniendo la certeza

de que un Padre bueno estaba con él

y de que las personas eran

fundamentalmente buenas,

los miedos se difuminaron

como la niebla cuando sale el sol.

Y a partir de ahí sus días,

aunque sencillos y pobres,

fueron confiados.

El temor se alejaba

y la alegría entraba a raudales en su vida.

 

***

Para la semana:

 

                Trata de vivir confiadamente; pon a raya a tus miedos de cada día. Anima a quien tenga miedo.

 

***

 

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