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Retiro en Cuaresma 2010

Retiro en la Cuaresma de 2010

 

 

EL AMOR EN EL LADO OSCURO

Convertirse al lado débil de la historia

 

            Esta reflexión para un retiro de Cuaresma proviene de dos inquietudes: la siempre presente de intentar dar un contenido al tiempo cuaresmal de cada año, ya que el ambiente no es propicio a ello y siempre se corre el riesgo de que estos "tiempos fuertes" pasen sin pena ni gloria. Por otro lado, los viejos parámetros cuaresmales de la conversión, indefinida, apuntando a comportamientos religiosos o morales, ya no sirven ni para los mismos cristianos. Es preciso intentar otra vía. Además, una serie de lecturas y de conversaciones nos han llevado a plantearnos el encaramiento del "lado oscuro" de la vida tratando de desvelar ahí alguna luz, la luz del amor incluso.

            El lado oscuro es esa realidad de la vida que duele, que hiere, que cuesta, que casi siempre es tildada de negativa, que se rehuye, que se oculta, que se desvaloriza, que se intenta socorrer desde fuera, que nos implica a la fuerza, que nos lleva a desconfiar de nuestra misma vida, que empobrece el camino humano. Es una "zona de sombras", un lugar frío, un sótano inhabitable. Pero el caso es que está ahí. Y en lugar de huir de él, quizá sea interesante tratar de encararlo, de mirarlo, de percibir si únicamente anida en su seno el desamor y el viento frío o resulta que hay algo más, algo valioso, amable incluso.

            Creemos que una "conversión" a ese lado oscuro sería altamente productiva, sosegante, humanizadora, implicativa, benigna incluso. Nos parece que nos daría una visión de la existencia menos agria, más amable, más flexible. Sería una estupenda conversión porque afectaría a niveles muy elementales del caminar humano y creyente. Dice G. Martín Garzo: "El mundo está lleno de tesoros, de frutos que crecen en la oscuridad. Parece un desierto y, cuando menos se espera, la vida regresa con sus frescos racimos" (Garzo). Quisiéramos mirar un poco a ese desierto y a esa oscuridad de nuestro propio caminar humano para tratar de descubrir ahí esos ocultos tesoros, esos frescos racimos que nos reconcilien con el fondo más difícil de nuestro caminar humano.

            Podría parecer que esto nos lleva lejos del espíritu de la Cuaresma. Pero si nos tomamos la cosa en serio no resultará difícil percibir aquí el mismo aliento de quien desea dar a su vida humana y creyente un impulso nuevo.

 

1. Asómate a mi cuerpo

 

            Quisiéramos comenzar con una letrilla de Miguel Hernández en en centenario de su nacimiento. Más allá de su sencillez, hay una profunda intuición. Nos puede ayudar a preparar el camino para la luz de la Palabra:

 

«No te asomes

a la ventana,

que no hay nada en esta casa.

Asómate a mi alma.

 

No te asomes

al cementerio,

que no hay nada en estos huesos.

Asómate a mi cuerpo».

 

(Poema 95 de Cancionero)

 

  • No te asomes a la ventana: Existe en la persona una tendencia irrefrenable a asomarse fuera, por la ventana. Es el empuje hacia lo superficial, hacia lo in-pensable. Eso la hace muy vulnerable. Encarar lo oscuro, personal y social, demanda el vigor de asomarse hacia adentro, hacia el fondo de la realidad, hacia los porqué de los comportamientos. Ese asomarse es aliado de la reflexión, del silencio, del diálogo pensado y constructivo. Si no, la reacción "normal" es huir de lo oscuro. Lógico.
  • Que no hay nada en esa casa: Por paradójico que parezca, en ese "afuera" de la superficialidad no hay nada. El vacío se hace más grande en la medida de la propia superficialidad. Para ocultar lo oscuro lo rodeamos de nada, de vaciedad. Pero, al final, lo oscuro saca a flote su presencia.
  • Asómate a mi alma: En el alma, en lo del fondo, en los estratos elementales, en lo básico, ahí está el quid. Asomarse alma es asomarse a la verdad de la realidad y de la persona. El alma es mezcla, bondad y maldad, luz y oscuridad, calor y frío, temblor y firmeza. Asomarse a toda el alma es el camino de una auténtica conversión a la realidad de la persona.
  • No te asomes al cementerio: Porque todo el mundo sabe lo que hay en un cementerio, metáfora de lo muerto, de lo aparcado, de lo que no es funcional, de los pesos que arrastramos, de los caminos que seguimos andando aunque veamos con claridad que no nos llevan a nada interesante. Mirar a lo vivo no a lo muerto. Y en lo oscuro puede habitar lo vivo.
  • Que no hay nada en estos huesos: Porque son huesos pelados, sin carne, sin calor, sin amor, sin vida. Metáfora de planes, caminos, planteamientos que han dejado de tener vigencia, pero que los seguimos mirando porque, si no, no sabemos muy bien a dónde mirar. Todas las estructuras que continúan vigentes, aunque no tienen horizonte; todos los comportamientos que van envueltos de interrogantes sin solución.
  • Asómate a mi cuerpo: A lo cálido, a lo acariciable, a lo frágil pero vivo, a lo cuestionable pero humano, a lo paradójico pero esperanzado. No se puede encarar lo oscuro desde lo inhumano, desde el alejamiento del cuerpo, de la trémula realidad de la carne. Una perspectiva corporal es la que puede "salvarnos", la que puede hacernos espirituales.

 

2. La luz de la Palabra: Rom 7,14-25

 

            14La Ley es espiritual, de acuerdo, pero yo soy un hombre de carne y hueso, vendido como esclavo al pecado.15Lo que realizo no lo entiendo, pues lo que yo quiero, eso no lo ejecuto y, en cambio, lo que detesto, eso lo hago. 16Ahora, si lo que hago es contra mi voluntad, estoy de acuerdo con la Ley en que ella es excelente, 17pero entonces ya no soy yo el que realiza eso, es el pecado que habita en mí.

            18Veo claro que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no anida nada bueno, porque el querer lo excelente lo tengo a mano, pero el realizarlo, no; 19no hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que ejecuto. 20Ahora, si lo que yo hago es contra mi voluntad, ya no soy yo el que lo realiza, es el pecado que habita en mí.

            20Así, cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro fatalmente con lo malo en las manos. 22En lo íntimo, cierto, me gusta la Ley de dios, 23pero en mi cuerpo percibo unos criterios diferentes que guerrean contra los criterios de mi razón y me hacen prisionero de esa ley del pecado que está en mi cuerpo. 25BEn una palabra: yo de por mí, por un lado, con mi razón, estoy sujeto a la Ley de Dios; por otro, con mis bajos instintos, a la ley del pecado.

            24¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío, instrumento de muerte? 25BPero, ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesús, Mesías, Señor nuestro!

 

            He aquí un texto desconcertante de Pablo. En Romanos Pablo desvela las bases hondas de su fe: Dios ha puesto en marcha un mecanismo de rehabilitación con la muerte de Jesús que lleva a vivir un estilo de vida inusitadamente nuevo, lejos de toda opresión (de la ley, de la muerte, del pecado). Es la maravilla de la persona nueva. Pero Pablo, en este texto, encara su lado oscuro que ni siquiera la fe (ni menos el hecho religioso) oculta: su honda debilidad que no sabe muy bien cómo entenderla. Subrayemos:

  • Vendido como esclavo al pecado: Es una manera fuerte de describir el propio lado oscuro. Pablo había visto los mercados de esclavos de todas las ciudades. Tener por amo al pecado es una tremenda metáfora de la necesaria sujección a ese lado oscuro que compone la existencia humana. Es algo innegable. No hay que poner paliativos.
  • Lo que realizo no lo entiendo: Lo cuestionable y controvertido de nuestros caminos humanos. Ni siquiera la gracia anula el sentimiento de contrariedad, paradoja e incoherencia. Es preciso encajar este "no saber" sin desconcertarse del todo.
  • Si lo hago contra mi voluntad: Ese lado oscuro es algo contra la voluntad. No lo querríamos, pero está ahí como acompañante de la posibilidad vital. El existir es una conquista. Y a toda conquista acompañan unos riesgos, unos pesos, unas luchas. No se las puede obviar, es preciso encararlas.
  • El querer lo excelente lo tengo a mano, pero el realizarlo no: Es preciso asimilar con paz la desconexión entre el querer y el hacer. Aun sin este segundo, el primero no es inútil, pero hay que relativizarlo y situarse lo mejor posible en el segundo. Lo que determina el cambio es, sin duda, el hacer.
  • No hago el bien que quiero: Realmente queremos el bien, pero no resulta fácil hacerlo, ni personal ni socialmente. Percatarse de la dificultad es ya un paso; trabajar por eliminar barreras, por quitar losas, otro mejor.
  • Me encuentro fatalmente con el mal en las manos: La dolorosa evidencia de lo que nos ocurre. El lamento de que se desea hacer otra cosa, de que se está dispuesto a mirar esa realidad desde un lado más amable. No caer en la dejadez, en la desesperación, en la tentación del mal es la buena opción.
  • Criterios diferentes que guerrean contra los criterios de la razón: Porque si hay algo insensato, irracional, es doblegarse ante lo oscuro, aceptar lo débil como necesario, situarse en la maldad por haber llegado al convencimiento de que lo bueno es imposible. Por eso, lo razonable es que lo oscuro que se ilumine, no que las tinieblas triunfen.
  • ¿Quién me librará de este ser mío?: La gran tentación: la liberación no va a venir de fuera. Es preciso encarar con humanidad el reto de lo oscuro. Jesús lo ha hecho y puede ser un ánimo para quien se anime a hacerlo a su vez.

 

3. Ahondamiento antropológico

 

            La luz de la Palabra se vierte sobre nuestra realidad personal. Es necesario, antes que nada, mirar en esa dirección.

 

  • Como mariposas a la luz: Así nos atrae lo "luminoso": el brillo, el número, el poder, la influencia, el ser considerados socialmente. Quien dijere que no se ve afectado/a por estas variables, no se conoce bien o no habla en serio. Es normal sentir esta irresistible atracción; pero ello no quiere decir que sea una fuerza irreversible, una tendencia avasalladora, un empuje desbocado. Percatarse de ello, aceptar que, en parte, eso está ahí, es ya un primer paso.
  • Asomarse al abismo: El de nuestro lado oscuro personal. Hay personas que queremos echar tierra sobre ese "muerto" y que no sea conocido ni por nosotros mismos. Pero siempre estará ahí, por mucho que se le oculte. ¿No sería mejor, como hemos dicho, mirarlo, acogerlo como parte nuestra, tratar de iluminarlo, ser paciente cuando no se logra nada, proponerlo al otro (a la comunidad) como parte de lo que somos (porque no solamente somos lo luminoso? ¿No habría que comenzar por dejar de aplicar a todo eso el calificativo de "negativo"?
  • Honrados con lo real: No habríamos de temer ser honrados/as con lo real, aceptar sin excesiva violencia que somos como somos y que hay lo que hay. Eso puede ser encajado no como una derrota, con desaliento, con el fatalismo de quien no puede hacer nada por cambiar una variable inflexible. La honradez con lo real no está exenta de utopía, de anhelo, de sueño, de afán por mejorar. Pero lo que hay es lo que hay; no conviene dorar la píldora, empeñarse en mostrar lo que realmente no somos.
  • Hay luz en lo oscuro: Pensamos que en el frío sótano de nuestras oscuridades reina solamente la noche más lóbrega. No es totalmente así. Por paradójico que parezca, puede haber luz en lo oscuro: la luz de la piedad y del consuelo, la luz de la benignidad y del abrazo, la luz de la curación y del acompañamiento. No lograr hacer que, por arte de magia, se desvanezca lo oscuro. Pero es muy diferente si va envuelto esas humildes luces.
  • La belleza de lo oscuro: Porque, de alguna forma, hay una belleza en lo oscuro, en la limitación. Suele ser una belleza oculta, pero real. Tiene que ver casi siempre con la ternura y la piedad. Tiene que ver con la mirada acogedora a la propia y ajena debilidad. Por eso, se equivocó quien dijo que el infierno eran los otros. Lo son cuando se mira con rechazo a su oscuridad, pero son el único cielo posible cuando se les mira, incluso en su oscuridad, con humanidad y ternura. Esa mirada increíble es la que llega a mostrar que ahí existe algo bello, atractivo, reconfortante.
  • Un día vendrá: Ya lo hemos dicho: la mirada a lo oscuro no tiene porqué matar la utopía, los ideales, los anhelos, los sueños. Pueden convivir perfectamente con ella e incluso animados por ella. Por eso, si nuestros anhelos son débiles, si nuestras ilusiones se apagan, si nos amuermamos en nuestra utopía, quizá sea no por falta de sueños, sino por mirar nuestras oscuridades sin piedad. Dice un hermoso poema de Luis Aragón: "Vendrá un día color de naranja en que los humanos se amarán, un día como un pájaro sobre la mal alta rama". Lo dice cuando canta la dura realidad de la violencia humana.

 

4. Ahondamiento bíblico

 

            También la Palabra nos da pie para caminar en la dirección de la asunción benigna de nuestras propias oscuridades existenciales o sociales.

 

  • Un Dios en lo oscuro: Porque es cierto que la Palabra sitúa a Dios en el brillo, al gusto de los mecanismos religiosos (recordar las visiones de Ezequiel). Pero hay también otra veta: la del Dios oculto, sencillo, en lo pobre, en lo oscuro, en la "brisa tenue" (1 Re 19,12), en la noche del sueño de Jacob, de la Pascua, de las estrellas de Abrahán, de la llamada a Samuel, del nacimiento pobre de Jesús, de su sepultura ominosa (himno: "La muerte no interrumpe"). Un Dios que no quiere, no puede, disipar las sombras, sino que las acoge, se acoge a ellas y, desde ahí, hace su obra de amor sobre la historia. Un Dios pobre y frágil, menor, pero acompañante, abrazador, curador de nuestras heridas hondas.
  • Un Dios del lado de quienes no cuentan: Ese increíble Dios parcial que tanto nos cuesta encajar. Un Dios que tiene el sueño inapagable de la fraternidad universal, lo que quiere decir que no renuncia a que los pobres ocupen un sitio en el devenir de la historia. Por eso, aunque nosotros nos empeñemos en desplazar a los oscuros (a lo oscuro), él siempre está trabajando para que esos oscuros entren, con pleno derecho, a hacer parte del sueño. Porque él no ha soñado una fraternidad para puros, sino para amados, amparados, más allá de cualquier limitación.
  • Un Dios de la dignidad y la justicia: Por encima de tantas imágenes (incluso bíblicas) de un Dios violento, lo suyo es la fe inquebrantable en la dignidad de sus humildes criaturas. Una dignidad que jamás desaparece, aunque se oscurezca, porque va ligada a su indefectible amor. Y, con ella, la justicia que es debida a toda persona, sobre todo a los oscuros porque en ellos es generalmente más conculcada. Por eso, el Dios en lo oscuro es un Dios "reivindicativo", solidario, social, por extraño que nos parezca.
  • Uno de tantos: Así es Jesús, según Filp 2,7. Uno sin brillo, en la zona social de los oscuros, en el ámbito de quienes no pueden, aunque lo quisieran, salir de su oscuridad. Nunca se quejó de una situación así; no aspiró a salir de ese marco, aunque se lo propusieron (Jn 7,-4). estar en la oscuridad no le amargó el alma. Al contrario, se alegró con los oscuros, comió con ellos, se llenaba de alegría cuando veía que Dios se revelaba a ellos (Mt 11,25)- Y luego, su terrible muerte, totalmente oscura, pero no por eso inútil. ¿Cómo amar a un Jesús oscuro? ¿Cómo sentir que las entrañas se conmueven ante su amor en lo oscuro?
  • La luz de la dignidad: Como el Padre, él mantuvo también encendida la tenue pero inapagable luz de la dignidad que le llevó a no condenar jamás a nadie, y menos a un/a oscuro/a, a un postergado (Jn 8,1-11). Precisamente porque veía esa dignidad en los más oscuros (los samaritanos, por ejemplo), no tuvo empacho en proponer a un oscuro como ejemplo del hombre cabal, porque ese oscuro se movió a misericordia. Había una estupenda luz en su oscuridad social.
  • Por encima de toda tiniebla: Eso decimos que es la resurrección: no tanto un hecho histórico de difícil prueba, sino la certeza de que el sueño de la luz sobre lo oscuro se ha cumplido. La resurrección es una manera de decir que lo oscuro puede ser encajado, envuelto, transformado cuando se lo envuelve con amor. Eso ha sido la vida y la muerte de Jesús: un trabajo increíble por envolver en amor lo oscuro. Eso es lo que podrá transformar la oscuridad histórica en luz nueva, el amor envolvente y acompañante.

 

5. Ahondamiento social

 

            Ojalá todo esto no fuera una vana ideología. La única manera de escapar de ello es ir poniéndole carne y rostro en los comportamientos relacionales, sociales.

 

  • La luz de los valores oscuros: Que son los valores de los empobrecidos. Una mentalidad economicista nos dice que los empobrecidos carecen de valores porque no tienen bienes económicos. Éstos, aunque necesarios, no son los únicos bienes. Hay otros que sí son patrimonio de los oscuros sociales: la piedad, el perdón, la sencilla generosidad, el aguante, la resistencia, el anhelo de justicia, la verdad no lograda de una sociedad igualitaria, su tenacidad por buscar una existencia digna. Son valores que palpitan en la oscuridad. Quien no los ve es porque, tal vez, está ciego/a de engreimiento. "Son millones los que están resistiendo, tú mismo lo puedes comprobar cuando ves a esos hombres y mujeres que se levantan a altas horas de la madrugada y salen a buscar un empleo, trabajando en lo que pueden para alimentar a sus hijos y mantener honradamente al hogar, por modesto que sea. ¿Te detuviste a pensar cuántos en todo el país comparten esta hambre por la dignidad y la justicia?" (Sábato).
  • Los pobres nos han salvado: Porque aún seguimos creyendo (con lo que ha caído) que el futuro de un país está en manos de los fuertes, de los brillantes, de los líderes. No es así. Tiene razón Sábato cuando dice que "cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad". Nos salvan sin saberlo, sin exigir homenajes, sin enfadarse porque nadie les hace un monumento. Pero su herida humanidad nos salva. En su vida oscura late un heroísmo mayor que el de los héroes convencionales. Es el heroísmo del afán por vivir y dar vida, aunque fuere en modos simples. Por eso es preciso estar cerca de ellos: no por misericordia ni compasión, sino por mera necesidad, porque sin ellos naufragaríamos de verdad.
  • Caminar en la luz: Dice el NT que el creyente ha de caminar en la luz (1 Jn 1,5ss). Pero para esto hay un camino seguro: caminar con los oscuros. Ellos tienen una luz dentro; ir con ellos, estar con ellos, ampararlos, respetarlos, considerarlos, secundar sus anhelos, facilitarles el acceso a los bienes básicos, todo eso es caminar en la luz. Si en algo se aparte el camino evangélico de la mecánica religiosa es que pone carne y sangre a los grandes ideales de trascendencia. Y una realidad con carne y sangre es un cuerpo. Por eso, de los cuerpos de los oscuros brota la mejor luz, aunque las tinieblas de lo inhumano la quieran olvidar, ningunear, sofocar.
  • Significativos, no relevantes: Porque la relevancia es el escaparate, la foto, el show, el brillo, mientras que la relevancia es el sentido, la tarea hecha con amor, el trabajo sencillo y generoso. Muchos oscuros/as viven significativamente, pero no relevantemente. Su no relevancia no los hace menos valiosos. Que se los coma el olvido no quiere decir que sus vidas fueron sin valor. Por eso, quien quiera caminar con los oscuros, quien anhele encajar sus propias oscuridades tiene en la significatividad, en las cosas hechas con amor, creyendo en ellas, por modestas que sean, un buen camino.
  • Los oscuros cercanos: La propia oscuridad, como la mayor cercanía; la de quienes se cruzan en el entramado de nuestros días. Ahí se torea principalmente la espiritualidad de una oscuridad con luz. Ahí se verifica la verdadera conversión a una oscuridad luminosa. Luego se puede ir ampliando, en círculos crecientes, la mística de esta singular conversión a toda persona, a toda realidad.

 

Conclusión

 

            ¿No podría ser el tiempo de Cuaresma de 2010 un momento bueno para apuntar a una conversión al amor que late en lo oscuro? ¿Es algo demasiado forzado? ¿Sería mejor quedarse en la apelación de siempre a la conversión que no se concreta en nada? No. la conversión al amor de lo oscuro ha de llevarnos a mejorar el lenguaje con y sobre los empobrecidos, a intentar acercarnos alo, con respeto y amor, a su duro camino, a implicarnos en algo que les ayude al logro de tener cubiertas sus necesidades básicas, a unir nuestra voz para reivindicar su dignidad conculcada y sus sueños de justicia. Una cuaresma viva. ¿No era algo de esto de lo que hablaba la vieja profecía? (Is 58,69).

 

 

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