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FIAIZ

Caminando tras un sueño

CAMINANDO TRAS UN SUEÑO

Una lectura social de Heb 11,1-12,13

 

 

 

Introducción

 

            ¿Resulta posible hacer una lectura social de un texto como Hebreos? Es cierto que el tema central de este texto, su peculiar tratamiento del tema del sacerdocio[1], ha de entenderse en modos existenciales y no religiosos porque “la consagración sacerdotal de Cristo consistió en la transformación íntima de su humanidad; ésta, libre de pecado, pero sujeta a las consecuencias del pecado de la raza humana, alcanzó la perfección consumada al aceptar su propia existencia, con su dolor y tragedia, y ofrecerla a Dios, transformando la naturaleza humana de rebelde en obediente”[2].

            Aun teniendo esto por cierto, habrá que decir que la cercanía del tema religioso del sacerdocio del AT, con un vocabulario similar y una confrontación para explicarlo próxima a los viejos modos cultuales religiosos, hace que, al final, siendo Jesús un laico termina siendo sacerdote y fundamentando la espiritualidad sacerdotal de una nueva religión.

            Así es, la mística sacerdotal derivada de Hebreos hace que una lectura social de la misma sea prácticamente imposible en el tema del sacerdocio. Por eso nosotros, aun a riesgo de ser parciales, tomaremos una sola sección, la cuarta, para tratar de buscar el fondo del texto de Hebreos que coincide con un anhelo y persistente desde los albores de lo humano: el sueño de que la tierra sea una casa común en la que poder vivir en paz: “A lo largo de la historia, muchos han creído en este ‘sueño’ y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable”[3].

            Creemos que Heb 11,1-12,13 se inscribe en este tremendo esfuerzo que va tras ese sueño de la tierra como casa común para los humanos. Y esos anhelos conectan con los anhelos de millones de migrantes que hoy deambulan, muchas veces perdidos, por el entramado de caminos de la tierra[4].

            Puede pensarse, y con razón, que descontextualizar un texto es anularlo. Pero en nuestro caso no hay tal descontextualización. Efectivamente, tras la primera parte en la que se establece la realidad del mediador (1,1-2,18) y una segunda en que se explica sus cualidades (3,1-5,10) se entra en la parte central en que se desarrolla la índole del sacerdocio de Cristo cima y término de todo sacerdocio (5,11-10,39). Pero, dado el desaliento que parece rondar a la comunidad destinataria del texto, cosa que dejaría en nada la hermosa espiritualidad propuesta, se quiere animar proponiendo la fe y esperanza de los antiguos (11,1-12,13). Es decir, ¿dónde está el motor de una mística como la de la entrega de Jesús? En la entrega de quienes, desde antiguo y hasta hoy, han sido capaces de dar su vida por una tierra humana. Sin esta mística histórica, la bella teoría espiritual queda sin base.

            Ahí se conecta con la trayectoria herida de todos aquellos que hoy, como los antiguos, recorren caminos no solamente por pura necesidad sino, quizá sin saberlo ellos mismos, por construir en camino de lo humano: “No llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen”[5].

            De tal manera que una lectura social de Heb 11,1-12,13 ha de terminar revirtiendo las actitudes de quienes se dicen lectores de la Palabra. De esa manera cumplirá su cometido la Palabra que “es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos” (Zôn kai energês kai tomôteros hyper pasan makhairan distomon: 4,12).

 

1. La esperanza de los albores (Heb 11,1-7)

 

            Toda la sección se abre con el famoso axioma “es la fe anticipo de lo que se espera, prueba de las realidades que no se ven” (Estin de pistis elpizomenôn hypostasis, pragmatôn elegkhos ou blepomenên: v.1). Es un texto de notable profundidad, un clásico “crux interpretum”. Hay que decir, en primer lugar, que el textoconstituye uno de los dos temas fundamentales de Hebreos (el otro es el cristológico): el modo de hacer el iter histórico desde un lado creyente[6].

            Ya hemos dicho que el sermón que es Hebreos tiene como finalidad catequética avivar una fe cansada y rutinaria, ya a finales del siglo I. Es la fe sin brío (6,11s), cobarde e inconstante (10,35-39). “La fe que ejemplifica el autor tiene muchas facetas, pero globalmente es una persuasión y una certeza que permite ver más allá de las circunstancias inmediatas, haciendo que el hombre pueda desafiarlas, en vistas a la meta futura”[7]. Esa certeza es la que mueve el caminar histórico de tantos sufrientes, ya desde los albores de la humanidad. Sin esa esperanza sus andanzas difíciles perderían sentido y la utopía de esa meta se vaciaría de contenido.

            Tal esperanza ha sido el “testimonio” (Emartyrêthêsan: v.2) de los antiguos que ha conllevado la aprobación de Dios. Dios mismo corrobora con su testimonio el testimonio de los que, desde antiguo, caminaron en la senda de una historia entregada. Esto es lo que lleva a deducir que la historia, por equívoca que se quiera, tiene un sentido, “el orden de Dios forma los mundos” (Katêrtisthai tous aiônas rêmati Theou: v.3a) y desvela un secreto que subyace en el fondo de lo que ocurre “haciendo que lo visible surja de lo que no aparece” (Eis to mê ek phainomenôn to blepomenon gegonenai: v.3b). Es el valor secreto de los caminos históricos que no quedan desautorizados por su fragilidad y su tragedia.  

            Urgando en los albores de la historia, en los balbuceos de esta historia de entrega el autor propone tres ejemplos: Abel, Henoc y Noé. Entiende el autor las ofrendas de Abel como un “sacrificio superior” (Pleiona thysian: v.4a).La fe que subyace al Dios de bondad en su sacrificio “testimonia su rectitud” (Di’hês emartyrêthê einai dikaios: v.4b). No es de extrañar que esa fe siga “hablando todavía” (Eti lalei: v.4c)[8]. Es decir, por mucho que el caminar histórico comience de la peor manera posible, con un asesinato entre hermanos, la trayectoria histórica encierra un valor que apunta a la vida, “clama” todavía. El clamor de quien camina no puede ser sofocado.

            En contraste con este comienzo oscuro, se fija el autor en la figura de Henoc. De entre la larga lista de descendientes de Adán, Gén 5,1ss de Henoc es el único del que se subraya su fidelidad (Gén 5,21-24): “fue fiel a Dios” (euêrestêsen de Enôch tô Theô). Por eso mismo, en lugar de morir, “desapareció porque se lo llevó Dios” (Ouk êurisketo dioti methêken auton ho Theos: v.5b)[9]. En los momentos más oscuros del itinerario humano brilla la fidelidad y la humanidad en personas que no se apean de la bondad por mucho que los rodee el mal.

            La tercera figura de los orígenes es Noé  que creyó el oráculo “de lo que aún no se veía” (Peri tôn mêdepô blepomenôn: v.7a), de eso que subyace a las circunstancias y que despista hasta llegar a deshumanizar. Noé prepara el arca como argumento contra “la sinrazón del mundo” (Di’hês katekrinen ton kosmon: v.7b), aquello que lleva a creer que el camino de la historia está abocado al fracaso. Con ello “adquirió derecho a la salvación” (Dikaiosynês egeneto klêronomos: v.7b). El “derecho” a la salvación se adquiere en la fe humanizadora que se tiene sobre el camino humano[10].

 

            Derivación: los duros itinerarios de las migraciones

 

            Cuando un emigrante arriba a un país trae consigo la experiencia, casi siempre traumática, de su propia migración. En el caso de las migraciones africanas hacia Europa el paso por el desierto de Libia y Argelia es paradigmático. Es un paso a través de la muerte. Si cada día muere una media de catorce personas intentando cruzar el Mediterráneo[11], las muertes de quienes cruzan el desierto por Libia, toda vez que Senegal y Mauritania están cerradas, es comparable al número de muertes en el mar. Argelia y, sobre todo, Libia son para los migrantes africanos un infierno, algo cainita. Los derechos humanos no existen en los campos de concentración de refugiados[12].

Ninguna migración se ha hecho en la historia sin pagar tan alto precio. Pero ahora, en pleno siglo XXI, se tienen los medios, políticos y económicos, para poder ejercer un control más severo. Dado que los migrantes provienen de países empobrecidos y las pobrezas no cuentan en el mundo globalizado, la vigilancia es mínima y los desastres humanitarios quedan enterrados con los mismos cadáveres. Por eso mismo, para poder comprender algo de esta masacre humana que nos avergonzará en el futuro es preciso, en primer lugar, “escuchar el dolor de las víctimas desde el caos en el que todas ellas deambulan, como si sus vida y su mundo ya no formasen parte de la creación de Dios”[13].

Y luego la pregunta se vuelve contra nuestra misma sociedad porque este elemento de muerte es provocado, en parte, por ella: “Por si fuera poco, se ensaña con ellos el lenguaje periodístico, los explotan las mafias, los condenan sin juicio las opciones políticas de naciones que se dicen civilizadas; se les condena a sufrimientos –desde el abandono hasta el apaleamiento- que nadie toleraría que se infligiesen a un animal. Y para millares de esos seres humanos el castigo es la muerte”[14]

            Pero también es preciso desvelar la humanidad que late en esos duros caminos, sobre todo en el socorro que las víctimas se dan entre ellas, más allá de la consiguiente explotación que los pobres ejercen también sobre los pobres. Hay humanidad y brilla en ese escenario de manera más viva que en otros contextos. Los caminos del desierto y las aguas del mar se tragarán, junto con sus muertos, miles de gestos de ayuda que ellos mismos se han dado en su terrible desamparo. Fieles a lo humano como nuevos Henoc.

            Y luego están esos que saben ver más allá de lo que se ve, personas que tanto desde el lado humano como desde el cristiano no cejan, con la tenacidad de un nuevo Noé que construye pacientemente su arca, en soñar una sociedad nueva y una fe nueva vuelta al pobre. Lo vemos en quien como el papa Francisco sigue confiando en la posibilidad de nuevos pactos a nivel mundial para beneficio de los migrantes: “Deseo de todo corazón que este espíritu anime el proceso que, durante todo el año 2018, llevará a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados. En cuanto acuerdos adoptados a nivel mundial, estos pactos constituirán un marco de referencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Por esta razón, es importante que estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia”[15]. Y desde el lado cristiano: “¿Dirías que haces caridad si das de comer a tu hijo? Tú sabes que se lo debes, sencillamente, porque es tu hijo. Pues tampoco haces caridad cuando das de comer al hambriento, pues la fe te enseña que, en él, es a ti mismo a quien alimentas”[16].

 

2. El anhelo de otra humanidad (Heb 11,8-22)

 

            Todo texto se lee desde un paradigma ideológico, el del lector que es el “padre o la madre” del texto huérfano. Por eso mismo, aunque el autor del texto lo escribiera desde su propio paradigma, el lector puede “imponer” el suyo y eso no traiciona al hecho de lectura. Lo decimos porque el paradigma de Hebreos es, evidentemente, el dualismo cielo-tierra, este mundo vs la patria celestial. Pero ese paradigma puede ser sustituido por el de inhumanidad-humanidad, relaciones humanas deficientes vs relaciones humanas plenas. Esto no desposee de mística al texto sino que le ofrece un paradigma nuevo con una mística sugerente. Desde ahí seguimos leyendo Hebreos.

            Resulta prototípica la figura de Abrahán, el migrante por antonomasia en el AT. Es el que “sale…sin saber a dónde va” (Exêlthen mê epistamenos pou erkhetai: v.8c). En ese salir sin la concreción de la llegada queda dibujada perfectamente la actitud de quien tiene horizontes más amplios que su propia situación. La inconcreción de “la herencia” (Klêronomian: v.8b) admite una lectura amplia: una tierra de humanidad porque tierra física ya la tenía Abrahán en su Ur de Caldea. Es la ciudad de los “cimientos” (Tous themelious: v.10a) verdaderos porque son los cimientos del “constructor” (Technitês: v.10 b) que es Dios. La ciudad de Dios es la que concita el deseo humanizador de Dios, la ciudad donde las relaciones entre humanos son posibles. La salida de Abrahán resulta así paradigmática para la búsqueda de quien migra en pos de un horizonte más humano.

            Su misma descendencia se inscribe en ese anhelo. Para tener hijos no hacía falta salir; para tener hijos de honda humanidad, descendencia humanizadora, sí. Su mujer Sara recibe ese “poder de asentamiento de semilla” (Dynamin eis katabolên spermatos: v.11a). Ya que la humanización de la progenie humana es un “poder” y ha de hacerse con el poder del anhelo de lo humano. Por eso los “hijos numerosos” (Tô plêthei: v.12c) son el sueño de una humanidad fraterna, el verdadero sueño de la humanidad reconciliada[17].

            Esta es la condición humana: ser “extranjeros y peregrinos en la tierra” (Xenoi kai parepidêmoi: v.13c) andar tras ese sueño de la ciudad de relaciones humanas. Tras ese sueño han andado todos estos padres del caminar humano y lo han “saludado de lejos” (Alla porrôthen autas idontes: v.13b). Su “búsqueda de la patria” (Hoti patrida epizêtousin: v.14b) los ha definido a ellos y a todos los humanos: buscadores de la patria de la igualdad y la fraternidad. No eran apátridas, pero buscaban “otra patria mejor” (Kreittonos oregontai: v.16a), esa donde la persona llega a tocar el corazón de la otra persona, la casa del corazón, la verdadera casa. De ahí que la patria “celeste” (Epouraniou: v.16b) haya de entenderse como la patria que contiene los valores del cielo, los valores de Dios. Esos valores no son otros sino aquellos que conforman la honda humanidad que anhela la persona. No es la patria celestial un lugar, sino una relación de amor[18].

            Quien camina con estos anhelos, tarde o temprano, ha de afrontar la realidad de la muerte, no solo para luchar contra ella y sortearla en la medida en que se pueda, sino, yendo más al fondo, para entenderla en su enorme paradoja. Eso es lo que, en realidad, ha ocurrido con el caso de Isaac. Abrahán lo ofreció “estimando que Dios tiene poder para levantar de la muerte” (Logisamenos hoti kai ek nekrôn egeirein dynatos: v.19a)[19]. Es decir, en el itinerario abrahámico la amenaza de la muerte es leída como posibilidad de vida. De ahí la paradoja: “exponiéndolo…lo recobró” (Othen auton kai en parabolê ekomisato: v.19b). La grave exposición a la muerte que conlleva la itinerancia es, cuando se la mira de frente, una manera de recobrar la vida, un abrirse a dimensiones nuevas del vivir.

            La dura itinerancia no está exenta de “bendiciones” ya que, en sí misma, puede ser considerada como una enorme maldición tener que abandonar la propia tierra. Las bendiciones de Isaac y de Jacob, paradigmáticas, logran que la itinerante familia patriarcal vaya dando cauce y asilo a la promesa de la alianza con Dios. E, incluso, no quedan totalmente al margen las posibilidades de un retorno a la patria originaria. De ahí las promesas de José a Jacob[20] y las del mismo José[21].

 

            Derivación: el horizonte de unas relaciones humanas nuevas

 

            Posiblemente, la gran aporía de lo humano, su más profundo interrogante se resuelve en el éxito o fracaso de las relaciones. Estas son el rostro y el contenido de verdad. Las relaciones humanas satisfactorias llevan a niveles más altos de felicidad. En ese sentido, las migraciones necesitan clarificar lo más posible la distinción entre prosperidad y felicidad. La prosperidad económica es, en cierto modo, necesaria para una felicidad básica. Pero prosperar no es lo mismo que ser feliz. “Sociedades como la nuestra, movidas por millones de hombres y mujeres que buscan la felicidad, se vuelven más prósperas, pero no está nada claro que se vuelvan más felices”[22]. Buscar únicamente la prosperidad puede llevar a una nueva infelicidad. De ahí la necesidad de poner el acento principal en el logro de unas buenas relaciones humanas como horizonte de la vida y de cualquier migración. Puede sonar esto a ironía ante la vida de extrema pobreza de muchos emigrantes, pero si en ellos anida únicamente la búsqueda de prosperidad, las disfunciones pueden surgir a borbotones.

            El logro y la mejora en las relaciones pasa por concreciones sociales como los trabajos por lograr ciudades más humanas, tanto en su hábitat como en su mística de convivencia. El papa Francisco exclama: «¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!»[23]. Es decir, el gran valor de las ciudades no es su diseño arquitectónico, sino las buenas relaciones de sus habitantes. En ese sentido, las migraciones puede ser un factor de crecimiento en las relaciones humanas tanto para quien acoge como para quien es acogido. Frente a políticas de expulsión y exclusión se levanta la voz de una ciudadanía que considera a los migrantes como una riqueza para la construcción de las relaciones humanas[24].

            Este anhelo de las buenas relaciones tiene, al decir del papa Francisco, cuatro piedras angulares que es preciso conjugar: a) Acoger: aumentar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los migrantes a los infiernos de los que vienen, la continua vigilancia sobre los derechos fundamentales; b) Proteger: mantener viva la dignidad inviolable de los que vienen, en particular de mujeres y niños, más allá de riesgos de auténtica esclavitud; c) Promover: apoyar el desarrollo humano e integral de los migrantes sobre todo a través de una educación integradora; d) Integrar: participación en la sociedad que acoge a los migrantes y dinámica de enriquecimiento mutuo[25].

            La itinerancia puede conllevar también una serie de auténticas bendiciones para quien acoge y para quien es acogido. Efectivamente, más allá de la “bendición económica”, indudable, hay otras bendiciones de componente más humano que vienen a nosotros en la persona de quienes anda caminos de lejanía de su patria[26]. Nos referimos a bendiciones como: a) la bendición de lo mezclado, de la pluralidad, de lo variado, de los esquemas múltiples; todo esto aleja de pensamientos únicos desenfocados, de percepciones de la vida de una sola perspectiva con su inherente riesgo de engaño; b) la bendición de la mirada ampliada, ya que el localismo tiende a una mirada reducida y, con ello, a una estrechez manifiesta en la comprensión de la realidad; c) el beneficio de las lenguas enriquecidas, que, aunque sea de forma deficiente, facilita la honda comunión humana que se construye a través del lenguaje; d) el beneficio del agradecimiento que despierta el corazón, ya que agradecer lo que se da y lo que se recibe construye una red de buenas relaciones que descubre el otro lado más allá de la pobreza y la diferencia; d) el beneficio de las creencias que pulen en la relación, ya que la fe tiende a creerse unívoca y de valor exclusivo; percibir el valor de las otras fes no lleva a la pérdida de valor en la propia sino al enriquecimiento mutuo. Puede parecer que estas “bendiciones” son muy fluctuantes, pero con ellas se construye el misterio de la relación humana nueva.

 

3. Itinerarios liberadores (Heb 11,23-31)

 

            Toda la epopeya de Moisés es leída en hebreos desde la perspectiva de “la recompensa” (Misthaposdosian: v.26c). Este término, que solamente aparece en Hebreos[27], se entiende, en el paradigma del autor, como la recompensa final que Dios da a quienes practican la justicia. Desde ahí se lee el hecho inicial de que “lo escondieron” (Ekrubê: v.23a), el rehusar la adopción de la hija del Faraón (Êrnêsato legesthai huios thygatros Pharaô: v.24b) y el arrostrar “la cólera del rey” (Ton thymon tou basileôs: v.27b). Había en Moisés, según el autor, una honda intuición de los acontecimientos que le llevaba a percibir el amparo de Dios en el épico peregrinar con el pueblo, “como si viera al Invisible” (Ton gar aoraton ôs orôn ekarterêsen: v.27b).

            De ahí habrá que decir que, en ese caso, la recompensa se hace colectiva porque es el conjunto del pueblo el que experimenta el amparo liberador de Dios y desde ahí se le llama a una vida liberadora, cosa que Israel, por su endogamia religiosa, cumplió en modos escasos. Pero estaban llamados a ser “luz para las naciones” (Phôs eis apocalypsin ethnôn) renunciando a la gloria personal de Israel[28]. Y esto ya desde los comienzos de aquel itinerario fundante del éxodo.

            En esa línea va la síntesis de los tres puntales del éxodo: pascua, paso del mar Rojo, Jericó[29]. La pascua se convierte así en una celebración de fe, lo mismo que el paso del mar y la conquista de la ciudad de Jericó. Es la misma fe liberadora que ha animado toda la epopeya exódica. No es de extrañar que estos episodios se rememoran continuamente en la historia de Israel, un pueblo que ha sufrido en sus carnes toda suerte de esclavitudes, por más que llegaran a creerse que “nunca han sido esclavos de nadie” (Oudeni dedouleukamen)[30].

            En el caso de Rajab, la prostituta, es “la amistad” (Met’eirênês: v.31) por encima de toda diferencia la que allana el camino de las relaciones. Es cierto que, según Jos 2, es una amistad interesada, pero los “peregrinos” a la tierra de Canaán encontraron en ella un punto de contacto que facilitó la conquista de la tierra, su “liberación”[31].

 

            Derivación: migraciones liberadoras

 

            Viendo las opresiones y esclavitudes que, con frecuencia, caen sobre los caminos de quienes emigran, hablar de migraciones liberadoras puede parecer una burla. Pero, en realidad, hay en esos flujos de personas unos valores de liberación indudables. Están, por un lado, las liberaciones más inmediatas, más de la historia cotidiana: a) la liberación de las garras tenaces del hambre,  la guerra, la persecución, la amenaza de lo más elemental de la vida; b) la liberación de estructuras económicas opresoras a las que, hoy por hoy, no se les ve ningún horizonte; c) la liberación de una tierra que la han vuelto improductiva, privatizada, hasta el punto de ser expulsados de ella, una tierra que, hoy por hoy, no acoge al frágil.

            Además están las liberaciones que se instalan en el más adentro de las profundidades humanas de quien emigra: a) la liberación de esa certeza que corroe el corazón con el discurso de que no hay sitio en la tierra para la persona que emigra; b) la del temor a la pérdida de dignidad, ya que, en marcos de mucha herida humana, la conciencia de dignidad permanece viva, aunque maltrecha; c) la liberación de la soledad ante el desamparo, porque en los caminos de la emigración brota, con frecuencia, el gesto amparador y la persona que, contra viento y marea, pone en pie mecanismos de amparo[32]; d) la liberación de la frialdad en la cogida, porque el hielo con el que son recibidos los migrantes pobres se derrite en el corazón de personas y organizaciones más sensibles y respetuosas en los países de acogida.

            No son nada desdeñables las liberaciones espirituales que propicia la emigración a) la liberación de la creencia tosca que considera de menos valor, e incluso de falsedad, a otra religión, hasta ver que todas ellas son, de hecho, a su manera, puertas de acceso al misterio; b) la liberación de las “idolatrías” en la manera de entender a Dios que la inmigración relativiza con la naturalidad de quien ama su religión; c) la liberación de la rigidez que suele ser habitual en las prácticas religiosas al ver que otras prácticas tienen componentes tan dudosos como las propias; d) la liberación que propicia el abrirse a otras espiritualidades hasta percibir la posibilidad de incorporar elementos valiosos a las propias.

            Y, finalmente, están las liberaciones que se operan en quienes acogen a los emigrados: a) liberación de una cultura centrípeta y excluyente y de la pretensión de dominio ideológico que subyace a la certeza esclerotizada de la religión verdadera;  b) la liberación de imposiciones culturales que están incrustadas en el paradigma ideológico, tales como la de que el mundo occidental sea el civilizado contrariamente a otras zonas de la tierra entendidas como realidades con déficit cultural; c) la liberación de perspectivas personales autosuficientes, autorreferenciales que llevan a creer que por no haber emigrado (en el caso, improbable, de que se haya hecho) está uno colocado en un estatus social superior; d) la liberación de la conciencia aislada que se desentiende de las situaciones de los demás, liberación que lleva a entenderse como afectado en el problema de la emigración.

 

4. La resiliencia que sostiene el sueño (Heb 11,32-40)

 

            Queriendo resumir toda la trayectoria itinerante de la historia de Israel, el autor hace como dos grupos: los que lograron éxitos, los que resistieron. El elenco de triunfos descrito en los vv.33-35 resulta evidentemente tópico y tiene por denominador común: lo portentoso. Es una manera de ensalzar la potencia de la fe que no hace justicia a los datos históricos. Por mucha épica que se le eche al asunto, los itinerarios de la emigración, incluidos los de Israel, son mucho más pobres que ese mundo de hazañas soñadas. Quizá se esté queriendo decir que con la fe se puede triunfar por encima de toda tropelía peregrinante. Es la técnica hagiográfica: ensalzar para animar. Habría sido quizá mejor poner la pobreza de los caminos y de los caminantes como posibilidad de éxito por encima de cualquier debilidad.

            Es tal vez lo que hace a continuación describiendo las penalidades de los itinerantes y su dura resiliencia[33]. Aunque son sufrimientos tópicos, los que presenta Hebreos infunden, aún hoy, la sorpresa del gran sufrimiento en quien no ha probado tales angustias. Incluso el texto apunta explícitamente la dureza de la peregrinación humana: “andaban errantes…andaban por despoblado” (Periêlthon…epi erêmiais planômenoi: vv.37b.38a). Errantes y fuera de la civilización, como los leprosos de antaño, gente que contamina, que infecta al conjunto social, gente apestada[34]. Cuando dice el texto que “el mundo no se los merecía” (Hôn ouk ên axios ho kosmos: v.38a) está refiriéndose al mundo del poder y de la conciencia aislada. Pero, por otra parte, la dura vida de los muchos peregrinos de la historia apunta al mundo del futuro. Su resistencia es semilla de un mundo nuevo[35].

            Y el texto concluye con la certeza del valor de este talante resistente que se convierte en resiliente: llevados a la “meta” (Teleiôthôsin: v.40b) que Dios prepara era “algo mejor” (Kreitton ti: v.40a). Es decir, todas las angustias sufridas en el peregrinaje humano pueden tener un sentido en la medida en que, además de generar dolor, han generado futuro. Así es, del sufrimiento ha surgido leyes, conciencia, disposiciones económicas, colaboración, humanidad que hacen más posible el sueño de una historia mejor[36]. La pregunta, inútil por cierto, de si ha merecido tanto sufrimiento el logro de algo tan pequeño ha de ser contestada con la certeza de que eso pequeño es lo que abre las puertas a un futuro distinto.

 

            Derivación: la resistencia que genera esperanza

 

            Esa es la resistencia de los migrantes que, en muchos casos, se transforma en resiliencia, en nueva fuerza para resistir al embate de lo inhumano. Así es, la emigración deja ver que la necesidad se transforma en sueño, no en derrota. Quienes emigran saben, o al menos intuyen, el alto precio que han de pagar, a veces en moneda de vidas humanas. Los saben quienes cruzan el Sáhara, el Mediterráneo o quienes atraviesan México y sus tremendas fronteras. Y, sin embargo, se lanzan a una aventura incierta y vertiginosa en la que pueden perder todo, su mejor valor, su vida. No ceden, como seguramente lo hacen muchos de sus compatriotas, a la derrota del resignado, a la muerte en los modos de una vida empobrecida y sin horizontes. En ese sentido, su resistencia es motor de esperanza.

            Una resistencia de mayor calidad aún es la de aquellos que, forzados por las circunstancias sociales o políticas, tiene que emigrar como pueblo, como sociedad, a veces en cifras descomunales[37]. Es la honda resistencia de las pobrezas entendidas no solamente como destino personal, sino también social. Su resistencia a desaparecer no es mero instinto de supervivencia, sino también la certeza, siquiera difusa, de que es una injusticia imperdonable que, desde siglos, se les niegue un lugar en la tierra. Y cuando estas comunidades sociales renuncian a la vía violenta, todavía su capacidad de profecía del sueño humano es aún mayor[38]. Realmente, como lo dijo el papa Francisco en su visita a Bangladesh en 2017, habría que comenzar por pedir perdón por estas tropelías gigantescas que desencadenan migraciones de durísimas consecuencias[39]. Que sigan viviendo con conciencia de pueblo en tales circunstancias los aproxima a la situación de aquel exilio de Israel en que, según los profetas, Dios estaba presente.

            Tras lo que los migrantes sufren en su periplo peligrosísimo sería comprensible que perdieran la confianza en lo humano, que conceptuaran a todo humano como un enemigo y que reaccionaran en modos de violencia. Pero la capacidad humana para creer en el bien es inagotable y la amargura enorme acumulada en el corazón y en el cuerpo de quienes emigran no logra borrar del todo la sonrisa de sus rostros y el amor por lo bello[40]. La limpia mirada de quien sigue creyendo en la bondad del corazón es su mejor aval. Aunque caigan en el surco, triunfarán, por paradójico que parezca.

            Y un ámbito de resistencia evidente es el que desarrollan los migrantes cuando logran acceder al país que pretenden. Aunque siempre hay en tales países manos y corazones que se abren, una gran parte recibe al emigrante con el ancestral temor al diferente que es la causa de todos los miedos. De ahí que quien, tras periplos de muerte, llega a un país de acogida ha de probar la amargura de quien toca la desconfianza y el frío helador del rechazo. Que sigan tenaces en la búsqueda de un horizonte de vida más amplio no deja de ser un valor de resistencia evidente[41].

 

5. Sin apearse del sueño de lo humano (Heb 12,1-13)

 

            Ya dijimos más arriba que Hebreos es un texto que apunta a una comunidad cristiana que, a finales del siglo I, se encuentra desalentada, carente de ánimo, tendente a una desoladora rutina. Por eso, en páginas como las que siguen acentúa el autor el caudal exhortatorio para animar a que no cedan ni en la pasión por Dios ni en la pasión por la persona. La mejor manera de “sacudir todo lastre”  (Ogkon apothemenoi panta: v.1b) es, según el autor, tener “fijos los ojos en el pionero de la fe…Jesús” (Aphorôntes eis ton tês pisteôs arkhêgon…Iêsoun: v.2a). Es el gran argumento cristológico de todo el NT: si hay que hablar de sufrimientos, y la emigración es uno de los grandes, recordar la cruz y al que ha soportado “tanta oposición” (Antilogian: v.3b) puede ser un motivo para seguir manteniendo el sueño de lo humano. La entrega al otro siempre abrirá horizontes de futuro.

            Con un tono sapiencial y en un paradigma educativo que ya no podemos admitir[42], argumenta el autor de manera contundente: las pruebas es la evidencia de que “Dios os trata como a hijos”  (Hôs huiois hymin prospheretai ho Theos: v7a) porque “no hay padre que no corrija a su hijo” (Tis gar huios hon ou paideuei patêr: v.7b). De ahí podría concluirse, erróneamente, de que las duras pruebas de emigración son algo con lo que Dios nos muestra su amor de padre. Nada más erróneo: los trances horribles que acompañan las migraciones son obra de la injusticia humana. Dios se duele de ella y la compaña, pero no la utiliza como cauce de aprendizaje. Estamos en las antípodas del paradigma educativo y creyente de este tipo de reflexiones.

            Por eso mismo, tomar las adversidades históricas como elemento educador parte de Dios nos parece hoy inaceptable[43]. Si Dios educa a la persona “para que participe de su santidad” (Eis  to metalabein tês hagiotêtos autou: v.10), equivale a decir que educa para que participe en su justicia. Y, dado que las migraciones son, en muchos casos, el duro rostro de profundas injusticias, no resultan elementos educadores, de no ser, para incitar a la persona a abandonar las condiciones sociales e históricas que han motivado dichas migraciones no deseadas. En ese sentido, por vía negativa, el hecho migratorio puede ser algo de lo que aprendamos en anhelo de la justicia. Dudamos que con esta clase de exhortaciones “la pierna coja” (To khôlon: v.13b), la persona desalentada, cobre muchos ánimos.

 

            Derivación: beneficios por vía negativa

 

Muchas personas,  y por verdaderas razones, se han ido apeando del sueño humano[44]. La fuerza con la que los humanos nos defraudamos a nosotros mismos es, a veces, un torrente. Pero, más allá de tales negatividades los flujos migratorios nos enseñan, por vía negativa, por vía del dolor, una serie de beneficios. El primero es recordarnos que somos humanos. Porque la “solución” (?) al problema migratorio no es el control y destrucción de las mafias, sino un asunto de componente humano: ¿cómo es que unos humanos, los países poderosos, hayan abandonado a otros países, los empobrecidos, a su dura suerte? Mientras este enfoque humano no vaya siendo tratado en profundidad, las migraciones nos lanzarán incansables su pregunta. Más que un problema administrativo, las migraciones son un problema ético de proporciones gigantescas[45].

Otro beneficio es que las migraciones se convierten en un aprendizaje social ineludible[46]. Ya no se puede conformar el imaginario social como este fenómeno fuera una excrecencia, algo a olvidar, una enfermedad social pasajera, un mal sueño. Eso es cerrar los ojos a la realidad. La actitud ha de ser distinta: ¿cómo aprender humanidad de una situación con perfiles inhumanidad? ¿Cómo mezclar los paradigmas sociales diversos para que el resultado sea beneficioso para todos? En tal sentido, las migraciones proporcionan al hecho social un gran apoyo para la conformación de un nuevo imaginario.

Finalmente, y por vía negativa, las migraciones enseñan frecuentemente caminos que habría que olvidar, situaciones que no deberían repetirse, abandono de “soluciones” que nada han solucionado. Y una de las más elementales es que el cierre de fronteras no ha de detener el fenómeno. La creencia de que una frontera hermética disuade del problema es errónea. El sueño de un “perímetro tranquilo” es una vaciedad mientras todos no tengan pan para comerlo con tranquilidad[47]. De ahí que el derroche de millones que la UE emplea para el control de fronteras esté en el fondo abocado al fracaso[48]. Habría de ser otro el planteamiento: inversión real en países de origen, programas comunes, humanización del tránsito de personas en situaciones de alto riesgo, ayuda a la integración social y laboral, políticas inspiradas en el bien de las personas y no en su lucro, etc. ¿Es soñar? La dura migración de tantas personas, vivas y muertas, es la que mantiene vivo el sueño de otro estilo de humanidad.

 

Conclusión

 

            Al término de este estudio de la cuarta parte de Hebreos una serie de verificaciones se imponen al lector avisado de la Palabra:

  • La Palabra sigue siendo elocuente si se la dota de un paradigma ideológico que la avive, la parte correspondiente al padrinazgo del lector.
  • El cambio de paradigma no desposee al texto de sentido, sino que lo abre a nuevos horizontes.
  • Que la fe cristiana tenga a la base de su experiencia, según Hebreos, una realidad migratoria evidencia el sentido de la humanidad y del cosmos: ser casa común que acoge a todos los seres.
  • El texto de Hebreos viene a englobar a todos: no son solamente migraciones del AT, sino del hecho migrador de todo humano. Entenderse como migrante aminora los peligros de rechazo de las migraciones y abre a una acogida potenciadora.
  • La lectura bíblica de Hebreos consigue ahondar en la certeza de que el movimiento migratorio es positivo para el hecho humano. Los prejuicios y rechazos quedan minimizados.
  • Por eso mismo, las migraciones más que flagelo son oportunidad para mostrar que somos humanos y que a ello estamos destinados.
  • Más allá de su fragilidad enorme, la Palabra de Hebreos confirma que las migraciones, por humanas, tienen dentro la semilla del éxito.
  • Por eso mismo, los flujos migratorios no van a cejar en su su empeño, no solamente por su necesidad, sino por la conciencia, clara o difusa, de su derecho.
  • El texto bíblico de Hebreos es una andanada en la línea de flotación de una mentalidad que se lucra de la desgracia de los pueblos. Aunque sea, aún, una realidad triunfante, tiene en sus entrañas la semilla del fracaso.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 



[1] En realidad, Heb puede ser con liderado como un texto “antisacerdotal”, ya que rompe la pertenencia a la casta (7,13-14), no se confiere con ritos (5,7-10), no le exige romper con los hombres.

[2] NUEVO TESTAMENTO, J. MATEOS (ed.), Cristiandad, Madrid 1987, 1043.

[3] Papa FRANCISCO, “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz” (Mensaje del santo padre Francisco para la celebración de la 51 jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2018): http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/papa-francesco_20171113_messaggio-51giornatamondiale-pace2018.html.

[4] En este momento se contabilizan 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados.

[5] Papa FRANCISCO, “Migrantes…”.

[6] La lectura que hace de la meta de la fe la patria celestial nos parece excesiva, una lectura que lleva implícita una interpretación espiritualizante: Cf. H. KÖSTER, Introducción al NT,  Sígueme, Salamanca 1988, 801.

[7] NUEVO TESTAMENTO (Ed. J. MATEOS), 1073.

[8] “Desde la tierra la sangre de tu hermano sigue clamando” (Gén 4,1-15).

[9] La prestancia de la figura bíblica de Henoc queda clara en la realidad del Libro de Henoc, no canónico para la Iglesia Católica, sí para la Iglesia Ortodoxa Etíope. Enoc no fue llevado al cielo, sino que, tal vez como en el caso de Moisés, se creyera que Dios hizo desaparecer su cuerpo, de manera que “no fue hallado en ningún lugar”. (Dt 34:5, 6; Jud 9).

[10] Un “derecho” que Jesús ha ganado para nosotros: Filp 3,12.

[11] Se calcula que son más de 20.000 las muertes en el mar. Otro tanto en los desiertos que conducen a Libia y Etiopía: http://legalteam.es/lt/ese-gran-cementerio-que-es-el-mediterraneo-mas-de-20-mil-muertos-en-los-ultimos-anos/.

[12] “Torture, rape and slavery in Libya: why migrants must be able to leave this hell”: https://www.oxfam.org/en/pressroom/pressreleases/2017-08-09/torture-rape-and-slavery-libya-why-migrants-must-be-able-leave.

[13] S. AGRELO MARTÍNEZ, Desacato al silencio, Ed. PS, Madrid 2017,  280.

[14]  Ibid., 100.

[15] Papa FRANCISCO, “Migrantes y refugiados…”.

[16] S. AGRELO, Op.cit., 88.

[17] Cf Ef 1,10; Col 1,20.

[18] “En el marco de la Revelación sabemos que el «cielo» o la «bienaventuranza» en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo”. Catequesis del Papa sobre el cielo. Miércoles 21 de julio 1998.

[19] De esta manera el relato de Gen 22, cuestionado muchas veces por la sospecha de fomentar los sacrificios de niños, es justamente lo contrario: la censura de tales sacrificios confrontándolos con una banalización de la vida de la persona que cree en un Dios que necesita vidas humanas.

[20] Cf Gen 47,31.

[21] Cf Gen 50,25.

[22] Z. BAUMAN, El arte de vivir,  Ed. Paidós, Barcelona 2008, 11.

[23] LS’ 152.

[24] Ver la fotografía que acompaña al artículo de L. ABELLÁN, “Asilo para Puigdemont, expulsión para los sudaneses”, en El País 9 de enero de 2018, 7.

[25] Cf papa FRANCISCO: “Migrantes y refugiados”.

[26] Cf H. GÓMEZ BRUERA, “10 beneficios de la migración”, en: http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/hernan-gomez-bruera/nacion/2017/02/24/10-beneficios-de-la-migracion.

[27] Cf Heb 2,2; 10,35.

[28] Cf Is 49,1-6; Lc 2,32.

[29] Jos 6,1-27 atribuye la caída de los muros de Jericó a Josué.

[30] Jn 8,33.

[31] Según la mentalidad imperialista israelita que viene de lejos.

[32] Ejemplo prototípico es el caso de Helena Maleno, activista apoyada por Cáritas y Oxfam, que pone su teléfono al servicio de rescates de náufragos en el Mediterráneo. Ha sido demandada por la justicia española y marroquí. Un sector de la ciudadanía marroquí y la misma policía desearía que no hubiera este tipo de defensores de los migrantes pobres. Ver: http://www.elmundo.es/espana/2014/08/16/53eed50e268e3e39558b456b.html.

[33] Resuenan aquí pasajes paulinos como 1 Cor 4,8-12. Más desde el lado literario, vienen a la memoria las páginas que J. SARAMAGO, El evangelio según Jesucristo,  Ed. Punto de lectura, Madrid 2010,  417ss hablan de “una historia interminable de hierro y sangre, de fuego y de cenizas, un mar infinito de sufrimientos y lágrimas” (p.420).

[34] Gente que es tratada con menos consideración que los animales: "Una moral políticamente correcta, halagada para dar una seguridad engañosa, ha hecho que nuestra sensibilidad ponga el grito en el cielo por un gato atrapado en un árbol o en un tejado, y duerma sueños tranquilos ante miles de hombres y mujeres concentrados sin piedad en el horror de los caminos de una emigración forzada y no regulada”: S. AGRELO, Carta de Navidad, 27 de diciembre de 2017.

[35] “No podemos olvidar que en estos viejos tiempos, ya gastados en sus valores, hay quienes nada creen, pero hay también multitud de seres humanos que trabajan y siguen en la espera, como centinelas”: E. SÁBATO, La resistencia,  Ed. Seix Barral, Buenos Aires 2000, 120.

[36] Cf M. A. VILLENA, España solidaria, E. Gestión/Planeta, Madrid 2017.

[37] Por ejemplo la etnia musulmana de los rohinya que ha tenido que huir de Birmania, donde son perseguidos, a Bangladesh donde no son bienvenidos en número cercano a los 400.000.

[38] Los rohinya que, a veces han usado la violencia, básicamente hoy es una comunidad pacífica. Lo mismo ocurre con la renuncia básica a la violencia del pueblo saharaui, exilado en el desierto de Argelia ante la impotencia o la incuria internacional.

[39] “Vuestra tragedia es muy dura y grande. […]. En nombre de los que os persiguen, que os han hecho el mal, sobre todo en nombre de la indiferencia del mundo, os pido perdón, perdón”: papa Francisco, 1 de diciembre de 2017.

[40] Cf S. AGRELO, Op.cit., 60.

[41] La reticencia de la UE a cumplir con las cuotas de emigración está indicando lo duro que se presenta el camino a quien logre entrar. En septiembre de 2015, la UE se comprometió a reubicar a 160.000 solicitantes de asilo en 24 meses, siguiendo un esquema de cuotas por países. Según el informe presentado en marzo de 2017 por la CE, hasta el 27 de febrero de 2017 se habían producido 13.546 reubicaciones de demandantes de asilo: 3.936 desde Italia y 9.610 desde Grecia. El país que más personas había acogido era Francia (2.758), seguida de Alemania (2.626) y Holanda (1.486).

[42] Aquel del que “la letra con sangre entra”.

[43] Se suele citar la anécdota atribuida a santa Teresa de Jesús que le sucedió cuando iba montada en una mula y al cruzar un arroyo, la mula se puso terca y Teresa terminó en el arroyo, completamente mojada y cubierta de barro. En tal situación, exclamó: “Señor, no me extraña que tengas tan pocos amigos si así tratas a los que tienes”.

[44] Hizo época aquel aforismo atribuido a Groucho Marx: “¡Paren el mundo que me bajo!”.

[45] Son las tesis de la prensa oficial: las mafias son las causantes de las migraciones, contra ellas habrá que luchar e incluso contra las ONG que les “hacen el juego” (?) cuando salvan a náufragos. Ver: G. ABRIL, “La batalla del mediterráneo”, en El País semanal  nº 2155, 14 de enero de 2018, 30-43.

[46] La teoría de los aprendizajes sociales de A. Bandura, Teoría del aprendizaje social, Ed. Espasa Calpe, Madrid 1982 viene a decir: «La teoría del aprendizaje social explica la conducta humana en términos de

una interacción recíproca y continua entre los determinantes cognoscitivos, los comportamentales y los ambientales»: Ibid., 10.

[47] S. AGRELO, Ibid.,  127.

[48] 13.000 millones en 2015.

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