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FIAIZ

Marcos 7

CVMc

Domingo, 6 diciembre de 2015

 

 

VIDA Y EVANGELIO:

UN MISMO CAMINO

Plan de oración con el Evangelio de Marcos

 

7. 1,29-31

 

Una reflexión inicial:

 

            Los humanos sufrimos de fiebres

 constantes. Y no nos referimos a fiebres que se miden con el termómetro, las calenturas. No, son otras fiebres: la fiebre del triunfo y del dinero, la de quedar siempre por encima del otro, la del dominio sin que me rechisten, la de la imposición de una ideología, las de la variada gama de violencias que se ejercen contra los demás.

                Fiebres que están ahí, que, a veces, devoran a la personas. Fiebres con frecuencia de consecuencias impredecibles. Nos envuelven esas fiebres. Vivimos enfebrecidos, febricitantes, acompañados siempre de tales fiebres.

                No se quitan con un analgésico; a veces parece que no hay medicina para ellas, porque son insaciables. No se calman ni aunque logren su propósito porque, enseguida, ya están deseando otra cosa.

                ¿Habrá posibilidad de controlar dichas fiebres, de tenerlas a raya, no decimos de hacerlas desaparecer? Sí, hay antídotos, antipiréticos para tales fiebres que tienen que ver con la generosidad, el servicio, la entrega, el amor en definitiva. Siempre ponemos el mismo tipo de remedios; pero es que no hay otros más eficaces. Hay que animarse a empelarlos. Veremos sus efectos.

 

 

 

El texto:

 

            29Al salir de la sinagoga se fue derecho a casa de Simón y Andrés, en compañía de Santiago y Juan. 30La suegra de Simón yacía en cama con fiebre. Enseguida le hablaron de ella. 31Él se le acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

  • Jesús toma al ala más conservadora del discipulado. El entorno familiar de Simón (nombre judío) y ellos mismos los discípulos están inficionados de lo que inficiona al judaísmo: el mesianismo potente, la ideología nacionalista amparada en las promesas de la religión.
  • El entorno de Simón (la suegra) está en cama “febricitante”. Siempre le acompaña la fiebre, no le abandona nunca. Fiebre y “fuego” se dicen en griego igual (pyr, de donde viene pirómano). El hombre del “fuego” es el profeta Elías que gozaba de gran reputación en tiempos de Jesús por su nacionalismo religioso. Es el fuego devastador de Elías (que jamás arregló nada) el que habita en el entorno de Simón. Están infectados de nacionalismo excluyente. Esa fiebre les devora.
  • Jesús hace una especie de nueva creación con la suegra: se acerca, la coge de la mano, la levanta. La recrea de nuevo para que produza otra cosa distinta al mesianismo político, al nacionalismo excluyente.
  • Y así es: se pone a servirles. El Evangelio pretende trasformar las fiebres de los humanos en servicio. ¿Será posible? Si no lo fuera en absoluto no lo propondría el Evangelio. De manera que tiene haber algún resquicio.

 

Para pensar un momento:

 

  1. 1.          ¿Qué fiebres crees que hay en ti?
  2. 2.          ¿Estarías dispuesto a tratar de que se convirtieran en otra cosa? ¿Qué hacer?
  3. 3.          ¿Por qué no usar el “antipirético” del servicio y de la entrega al otro?

Un valor: el servicio en lo oculto

 

            A muchos nos gustaría que nuestras fiebres no nos devorasen, que pudiéramos liberarnos de ellas. ¿Y si  aplicáramos el remedio de un servicio sencillo, en lo oculto? ¿Cómo ir construyendo un talante de servidor/a en lo oculto?

  • No quieras estar siempre en el candelero. Estar abajo no es mal sitio para quien quiera servir.
  • No quieras poner la firma a todo lo que haces. Aunque no se sepa que lo has hecho tú, lo bien hecho, bien hecho está.
  • No busques con frenesí el aplauso, el premio, el pago, el agradecimiento. Si lo hay, recíbelo con sencillez; si no lo hay, sigue entregándote sin resquemor.
  • Que tu alegría sea que el otro crezca por tu entrega, sobre todo si ese otro es una persona débil.
  • Los servicios sencillos, los poco reconocidos, son imprescindibles para que la máquina de la relación no chirríe. Por eso, no hay que desanimarse porque lo que hago sea de poca relevancia.
  • No te canses de servir en lo oculto. La perseverancia en ese camino puede dar muy buenos frutos de relación.
  • Depón cualquier actitud de poder. El ansia de poder bloquea el servicio y deriva en imposiciones febriles.

Puede ser estas algunas pistas para ir alejándose de las fiebres que nos reconcomen. Los demás saldrán ganando; nosotros/as también

 

Una imagen

 

            Este señor es Alberto Piris, un militar de alta graduación que, en su itinerario personal, ha llegado a ser una persona importante para la causa de la paz. No vamos a decir que su “fiebre militar” haya desaparecido del todo, pero ese potencial se ha orientado en otra dirección. Es un ejemplo de que lo que pretende el Evangelio con nosotros (cambiar nuestras fiebres en servicio) no es del todo imposible, al menos en parte, hay que animarse con esta personas que, dentro de lo razonable, orientan sus vidas al servicio de los demás.

 

Un pensamiento:

 

No vacilar en nuestros propósitos es la más segura manera de suprimir  

las sutilezas de la inteligencia y los matices de la sensibilidad, que son el mayor encanto de la vida. 

 

       Nicolás Gómez Dávila

 

 

 

 

 

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