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FIAIZ

Juan 114

CVJ 

Domingo, 27 de mayo de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

114. Jn 16,23b-28

 

Introducción:

 

                La mayoría de la gente considera que pedir es una vergüenza, cuando no un gesto de egoísmo inaceptable. Hemos acuñado expresiones muy claras: “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. O aquella otra: “a la hora de dar, hasta las campanas tiemblan”. Y sin embargo, hay en nosotros una necesidad de pedir, un talante mendicante. Somos, en verdad, mendigos, unos de otros, porque todos dependemos de todos, porque nuestra debilidad es común. Es cierto que en el acto de pedir se esconde muchas veces el egoísmo y el afán de aprovecharse de los demás. Pero, tarde o temprano, todo el mundo tiene que pedir algo. No habríamos de avergonzarnos. Pedir desvela nuestra humanidad necesitada y también que estamos destinados a ayudarnos unos a otros, a socorrernos para ser personas que se amparan.

                La persona religiosa ha pedido siempre y mucho a sus dioses. La respuesta ha sido, con frecuencia, escasa. Jesús habla de “pedir en unión conmigo”. Es decir, de pedir en unión con uno que ha sido solidario con lo nuestro. Pedir desde la solidaridad, esa es la manera de pedir de Jesús. Desde la solidaridad y la confianza. Una manera hondamente humana de pedir. Así habría de ser nuestro pedir a Dios: desde la experiencia de solidaridad y de confianza entre nosotros y con él. Si no, la oración de petición se convierte en una magia, en un pedir a “papá Noel”, a Dios, lo que nos hace falta. Desde la solidaridad y el amparo, la petición a Dios se transforma en la certeza de que él mismo está de nuestro lado dándonos amor antes de que abramos la boca. 

 

***

 

Texto:

 

23b Sí, os lo aseguro: Si pedís algo al Padre en unión conmigo, os lo dará. 24 Hasta el presente no habéis pedido nada en unión conmigo; pedid y recibiréis, así estaréis col­mados de alegría. 25 De esto os he venido hablando en comparaciones. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os informaré sobre el Padre clara­mente. 26Ese día pediréis en unión conmigo; con esto no quiero decir­os que yo le voy a rogar al Padre por vosotros, 27porque el Padre mismo os quiere, ya que vosotros me queréis de verdad y creéis fir­memente que yo salí de junto a Dios. 28Salí de junto al Padre y vine a estar en el mundo; ahora dejo el mundo y voy con el Padre.

 

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Ventana abierta:

 

                Una imagen dura: un hombre derrotado pide limosna en la plaza Syntagma de Atenas. Es la viva imagen de la pobreza de pedir, de la petición de ayuda in extremis. Cubierto por la gorra de su cazadora se aísla del mundo. Es como si dijera: no soy de este mundo, me habéis echado del mundo. Su vaso de plástico está en actitud caída. Nadie le echa ya nada, nadie le socorre, es un muerto en vida. El caminante que pasa a su lado, con indiferencia, confirma la verdad del pobre: está excluido. Una petición de amparo, de vida, que cae en el olvido.

                Oramos: Que quien nos pide, encuentre en nosotros una mirada; que el discernimiento sensato ante quien pide no haga menor nuestra solidaridad; que encontremos maneras de acercarnos a quien anda en el abismo de la exclusión.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Dice Jesús que su pedir en nuestro favor casi no tiene sentido, porque “el Padre mismo os quiere”. Es decir, pedir a Dios sin contar con su amor es como pedir a un banco, que te da o no te da según sus criterios económicos. Dios da desde el amor y la confianza. Por eso mismo, de alguna manera, la petición desde esos parámetros encuentra siempre acogida. Como se suele hacer desde parámetros ideológicos, religiosos, acusamos a Dios de su tacañería. Por eso que lo que habría que aumentar no es la petición, sino la confianza y el amor. Desde ahí sabemos que podemos estar amparados por el Padre.

                Oramos: Que crezca nuestra confianza en el Padre que nos ama; que se aquilate el amor al Padre que nos ama; que nos apoyemos en el Padre que nos ama.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Todos sabemos que hay una relación directa entre el pedir y el dar. Quien pide y no da, se desautoriza y la gente huye de él. Quien da con generosidad es fácilmente escuchado cuando necesita pedir. Pretender que nuestras peticiones sean escuchadas cuando se demuestra que somos remisos a la hora de dar es pretender lo imposible. Por eso, quien quiera humanizar el pedir tiene que comenzar por hacer hincapié en el dar.

                Oramos: Que crezcamos en el dar para que sea acogido nuestro pedir; que nuestra generosidad esté siempre en activo; que nuestra vida sea casa abierta para la necesidad del otro.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                A lo largo de nuestro caminar juntos en el trabajo orante y en la relación, nos pedimos pequeñas cosas, favores, ayudas. Y nos las damos con gusto porque está activada en nosotros la confianza y brota, desde ahí, con facilidad la alegría de dar. Si esta alegría no estuviera activada, el pedir se haría muy difícil. Por eso, es un síntoma de buena vivencia comunitaria la sencillez y el modo directo en el pedir y la alegría y la abundancia en el dar, en el ayudarnos en osas pequeñas de la vida pero que hacen más humano nuestro caminar. Ambas cosas son imprescindibles.

                Oramos: Que seamos generosos en el dar para que sea fácil el pedir; que seamos acogedores en el pedir para que brote más fácilmente el dar; que nos acompañemos en nuestros caminos de vida con sencillez.

 

***

 

Poetización:

 

Su religión estaba llena

de peticiones a Dios,

de llamadas agobiantes

a las puertas del cielo,

de inagotables demandas

porque grandes eran las necesidades.

Pero él aprendió

que ese camino estaba errado,

le faltaba confianza y amor.

Y por eso él

inició una senda de amor a fondo,

de una confianza sin fisuras.

Desde ahí

y en sus noches de oración,

su petición al Padre

no era tanto sobre cosas,

sino sobre amor,

sobre confianza

y sobre solidaridad.

Así, su petición

se convirtió en amparo,

en abrazo,

en ayuda,

en interés por el otro.

Sin ningún egoísmo,

su petición era salud

para sus hermanos,

era gozo

para los heridos,

era esperanza

para los desahuciados.

Por eso decía

ente el asombro de los suyos:

no es necesario ni que yo ruegue por vosotros,

el Padre os quiere

y lo que tenéis que hacer es

confiar en él.

Ahí estaba el “secreto”:

 

***

 

Para esta semana:

 

                Trata de aumentar tu dosis de confianza en los otros para que te sea fácil escuchar la voz de quien te pide algo.

 

 

 

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