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FIAIZ

Juan 113

CVJ 

Domingo, 20 de mayo de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

113. Jn 16,16-23a

 

Introducción:

 

                Con razón dice el adagio popular que “dura poco la alegría en casa de los pobres”. Es que si algo hay de frágil en la vida humana es la alegría: basta una palabra hiriente, un problema cotidiano, un gesto de dureza para que la alegría se esfume. Nada digamos si tenemos un disgusto fuerte. La alegría huye inmediatamente. ¿Se puede aspirar a un estado de alegría, de “poesía”, más estable? Hay quienes dicen que no, que los nuestros son malos tiempos “para la lírica”, para el sueño, para el horizonte de la dicha. Pero no hay profecía de derrota que logre apagar el anhelo de una alegría honda, estable, duradera.

                Es que el Evangelio habla de una alegría “que nadie puede quitar”. ¿Es esto posible? Si ha de serlo, una tal alegría ha de tener que poder mezclarse con las lágrimas, con la debilidad, con la pena, con el sufrimiento. Porque si para tener esa clase de alegría tienen que desaparecer esas circunstancias, no va a ser posible. Jesús dice que la alegría que su vuelta, su estar con nosotros, va a aportar a la historia humana esa alegría inarrebatable que nadie puede quitar y que, por lo tanto, se puede mezclar a las circunstancias adversas de la vida. Una alegría que no desaparece aunque se llore, que no se esfuma aunque haya dolor, que se mantiene viva aunque los disgustos de la vida nos zarandeen. El Evangelio dice que es la presencia de Jesús en lo profundo de nuestra vida, su acompañamiento fiel, su sostenernos en nuestra debilidad lo que puede hacer que la alegría se mezcle con nuestras limitaciones y que, por lo tanto, no desaparezca en el momento en que éstas nos atosigan. Quien entiende que su vida está acompañada de verdad por Jesús, quizá logre que la alegría honda y hermosa se sobreponga a la dureza de la pena y el dolor que siempre están ahí.

 

***

 

Texto:

 

16-Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde y me volveréis a ver.        

17Comentaron entonces algunos discípulos entre ellos:

            -¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”, y eso de “me voy con el Padre”?

            18Y se preguntaban:

            -¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice.    

19Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:

            -¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho “Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”? 20Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

21La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza porque ha llegado su hora; pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. 22También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría.

 

23aEse día no me preguntaréis nada.

 

 

 

Ventana abierta:

 

                Una de las cosas que más llama la atención cuando uno visita algún país del África subsahariana es la habilidad que tienen los niños para construirse sus propios juguetes (patines, cochecitos) a base de desperdicios, latas, tapas de botella, envases de Cocacola, etc. Son verdaderas obras de “ingeniería”. Es un síntoma de que la alegría les pertenece, aunque la pobreza y el colonialismo se la haya arrebatado. ¿Cómo es posible que la alegría habite en la casa de los humillados? Es un misterio y una profecía.

                Oramos: Te alabamos, Señor, porque no se aleja del todo la alegría de la casa de los pobres; te bendecimos por quienes suscitan gozo en la vida de los humildes; te damos gracias por quienes sonríen por encima de su pena.

 

***

 

Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús promete que, con su vuelta al fondo de la vida, con su acompañamiento fiel hará que “nuestra tristeza se convierta en alegría”. Algo maravilloso, que en medio de la pena renazca la sonrisa, que cuando aún fluyen las lágrimas aparezca el sol, que cuando el dolor nos aprieta brote sin saber de dónde viene un rayo de esperanza. Es el milagro de una vida distinta, de un horizonte más despejado. Estas son las “grandes” promesas de Jesús, necesarias para que la vida tenga un sentido. Creer en ellas es el rostro de la adhesión a Él.

                Oramos: Que creamos al Jesús que nos promete que la pena se trocará en alegría; que celebremos a un Jesús que promete la dicha; que contagiemos alegría desde nuestra debilidad.

 

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Ahondamiento personal:

 

                La parábola de la mujer que da a luz dice que toda pena se olvida con la alegría de “haber dado una persona al mundo”, de haber alumbrado un camino nuevo de vida, de haber dado vida. Por eso, un modo buenísimo de acercarse al reino de la alegría es dar vida. Quien da vida a los demás (en todos los sentidos de la palabra) experimenta la alegría que nace de haber alumbrado la esperanza y la posibilidad. No hay que andar esperando a que la alegría “nos venga”. Es preciso construirla viviendo y dando vida a los demás.

                Oramos: Que demos vida para que la alegría se acerque a nuestros caminos; que vivamos con humanidad para que la alegría muestre su rostro; que amemos la vida para que la alegría se haga vecina de nuestro barrio.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                A lo largo de los años en que nos vamos conociendo más y que sabemos de nuestros caminos vitales nos alegramos con los gozos y nos condolemos con las penas. Ambas realidades se mezclan. Pero creemos que la que sale ganando es la esperanza y, con ella, su hermana la alegría. Por ello nos resultan gratos nuestros encuentros, nuestras noticias (sobre todo cuando son buenas), nuestros pequeños éxitos. Se verifica, siquiera modestamente, aquello de que la tristeza se convierte en alegría.

                Oramos: Que nuestros gozos sean compartidos para que sean mayores; que nuestras penas sean comunes para que sean menos; que nuestros caminos se mezclen para que verdee la alegría.

 

***

 

Poetización:

 

Sabía de qué hablaba

cuando prometía

una alegría viva

más allá de la mordedura

de la pena.

Él se había acercado

a esa alegría honda.

Por eso,

aunque sus ojos se llenaban de lágrimas

con el dolor de los demás,

aunque su garganta se acongojaba

ante el sufrimiento injusto,

aunque su corazón se dolía

por la herida de la pobreza,

la alegría honda no le abandonaba.

Es más,

había llegado a ver

que la alegría podía ser

inarrebatable,

siempre presente.

De ahí que,

a la hora de hacer grandes promesas

prometía la alegría perenne

que se mezcla a las lágrimas

y las sobrevive,

que nada en el océano de las penas.

Los suyos no entendían esto

porque la pena les atenazaba.

Más tarde,

cuando el dolor cedió

comprendieron que su promesa

era cierta.

 

***

 

 

 

 

Para la semana:

 

 

                Trata de vivir estos días de la manera más ecuánime posible, incluso alegre, aunque haya momentos difíciles. Contagia alegría.

 

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