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FIAIZ

El Espíritu se hizo cuerpo...

EL ESPÍRITU SE HIZO CUERPO

Espiritualidad del "aquí y ahora"

 

            Hay personas que, hablando de espiritualidad, rechazan hasta el mismo término. Les parece que hace traición a una evidencia: que privar de la corporalidad a la espiritualidad es relegarla al mundo de lo teórico, de lo inapresable, de lo inservible en suma. Ser persona espiritual sería, en ese caso, andar en las nubes. Por eso, nos conviene corporalizar la espiritualidad. Para eso hay que luchar a brazo partido contra la lejanía histórica en la que, con frecuencia, se ha situado la espiritualidad; es preciso, como decimos, tener a raya su descorporalización para que no se nos convierta en hueso seco; habrá que esforzarse en ponerle rostro, ya que una espiritualidad sin rostro es un fantasma temible; tendremos que incorporarle los latidos del corazón, con todas sus contradicciones, para que no sea una espiritualidad cadáver.

            Vosotros decís que queréis "tejer" vuestra espiritualidad. Tejido viene de texo. A los tejidos, para que nos "hablen", es preciso palparlos, tocarlos comprobando su caída, su flexibilidad, su "amorosidad". Ser tejedores/as de espiritualidad implica una actitud participativa, artesanal, comprobadora, tocadora. Hacer espiritualidad sin esta implicación es, volvemos al principio, teoría de poco arraigo.

            Desde ahora puede ayudarnos la Palabra: en 1 Jn 1,1 dice que al que existía desde el principio, al verbo de vida, lo hemos "palpado". Es decir, a esa realidad que llamamos Dios, nosotros la hemos tocado, palpado, abrazado, acariciado, abrazado. En Jesús Dios se nos ha hecho tocable, carnal, abrazante, acariciado. El Espíritu que vive en él ya no es "mero viento": es rostro, sonrisa, músculos, sentimiento, pasión, amor, estructura antropológica, historia. Algo tocable. Una espiritualidad que no se toca es algo que no va con el NT.

 

1. Para una espiritualidad del aquí

 

            Vamos a describir, a grandes rasgos, la aventura del Espíritu en el aquí de la historia. De ahí podremos deducir los hilos para tejer la espiritualidad del aquí.

 

•1)      Espíritu en la tierra: No anda volando por los aires, sin implicarse, sin mezclarse, sin pringarse con esta tierra, con este barro. El Espíritu vive en este barro, en este "infierno". En Gn 2,7 se dice que Dios insufló en el barro su Espíritu. Éste se ha mezclado al barro. El barro no es barro solamente, ni el Espíritu tampoco lo es sin tierra. Una tierra con Espíritu es una tierra acompañada, con Dios dentro; una aventura que no se vive en solitario.

 

Es decisivo ir haciendo una espiritualidad de la tierra, no así en general: de la tierra propia, de la ajena. No se puede ser espiritual sin saber de la tierra, sin conocer la tierra, sin visitar la tierra, sin amar la tierra. El colmo de la espiritualidad es amar la tierra de otro (no solamente la propia) como tierra que Dios te da. Para ser espiritual en la tierra hay que comenzar por amar la tierra, por respetarla, por abrazarse a ella, por mirarla como signo de lo realmente somos.

 

¿Te importa la tierra? ¿Te conmueve? ¿Te inquietan sus problemas? ¿Te preguntas por la tierra de quienes viven contigo, de aquellos con lo que se cruzan tus caminos? ¿Cómo amas la tierra de los que están lejos de su tierra? ¿Cómo bendices la tierra que no es la tuya?

•2)      Lengua espiritual: El Espíritu habla; tiene lengua: la lengua de Jesús (en Maaloula todavía se habla arameo occidental) que "habla contigo" (Jn 4,26). Un Espíritu que habla, no en la visión, sino en la fonética común de los humanos. El Espíritu se ha mezclado a las lenguas. No para confundir (como en el viejo relato de Gen), sino para enriquecer. La persona espiritual desvela la presencia del Espíritu en las lenguas porque un Espíritu mudo no es el de Jesús.

 

Ama tu lengua; ama las lenguas de los demás. Intenta ensanchar tu campo lingüístico para ensanchar tu campo espiritual. El amor a las lenguas, al poder decir algo en la lengua de quien amas, es signo del Espíritu. El uso unívoco de una sola lengua (y más si se la pretende universal) no deja de ser un imperialismo (político, económico, técnico). Sé espiritual abriéndote a las lenguas, estando a gusto con quien habla, ama y disfruta en otra lengua.

 

¿Qué lenguas amas, aunque nos las hables? ¿Haces un esfuerzo, esfuerzo espiritual, por acoger las lenguas extrañas, por hablar algo para que el corazón de quien la escucha salte de gozo? ¿No crees que el apostolado de hablar-escuchar-acoger lenguas es un trabajo de espiritualidad? ¿Cómo acoges la lengua de los silencios que muchos/as hablan?

 

•3)      Costumbres con Espíritu: Que no nos referimos, en primera instancia, a costumbres religiosas. Muchas costumbres, en la medida en que humanizan, contienen dentro el aliento del Espíritu. Por eso, es preciso mirar a esas costumbres no como algo diferente que no me "entra" bien, sino como una posibilidad de crecimiento espiritual. Una espiritualidad que se enquista en las propias costumbres entendiéndolas como las mejores y, por ello, con pretensiones de universalidad deja de ser espiritual.

 

Valora tus costumbres y las de los otros, diferentes, desde lados no de mera interculturalidad (que no es poco), sino desde la simple espiritualidad. Hay Espíritu bajo las formas de entender la vida que humanizan, que aportan consuelo, que otorgan amparo. Lo "extraño" de una costumbre queda muchas veces diluido cuando se la enfoca desde la benignidad y desde sus posibilidades de humanización.

 

¿Vas conectando cada vez más con costumbres que no son las tuyas? ¿Desde dónde lo haces? ¿Con qué herramientas (mera convivencia, respeto, tolerancia, benignidad, aprecio, espiritualidad)?¿Percibes que tus costumbres se van impregnando de los valores y de las formas de otras?

 

•4)      ¿Religiones espirituales?: Porque religiones espiritualistas (extremistamente espirituales) abundan. Pero ¿cómo ir desvelando lo que de espiritual tiene una religión? ¿Cómo ir separando la ganga de los mecanismos religiosos de los valores de trascendencia que hay detrás? Porque, efectivamente, es ese componente de trascendencia, abrirse al Otro y lo otro, lo más valioso del mecanismo religioso. Si la religión lleva a la cerrazón, mal asunto; si empuja hacia horizontes abiertos, buena señal.

 

Lo mejor de una espiritualidad es trabajar, con profundidad, el tema de la trascendencia, ponerlo rostro a esa tendencia a esa eso que no se palpa, ni se ve, hasta poder decir que está palpando y viendo. Es la necesidad de mística, de porqués profundos, de razones en las raíces, de estremecimientos de las fibras más sensibles de dentro. No es fácil decirlo. Una religión para el temblor, para el deslumbramiento, para el gozo recóndito, más que una religión para el rito, el culto, la tradición.

 

¿Cómo va siendo tu manera de ver el hecho religioso? ¿Qué proceso se va dando en tu madurez cristiana? ¿Cómo lo vas trenzando con el imparable componente secular de nuestro hoy? ¿Qué tipo de valoración haces de las otras religiones? ¿Qué diálogos en torno a la trascendencia, a lo que no se ve, mantienes con gente que no es religiosa? Quizá ese mundo de lo-otro también les interesa.

 

•5)      Antropología con "alma": Las estructuras antropológicas de la persona, sus maneras hondas de ser (las superficiales ya se ven), sus mecanismos más suyos, su razones para moverse, todo eso puede tener "alma", espíritu, o estar deshabitado. Tender a que lo habiten porqués que contengan dosis de amor, de entrega, de visión positiva de la existencia, de acompañamiento, de fe incluso, es lo bueno. Puede uno/a mirar a esas estructuras elementales y ver si hay pasión dentro de ellas. La pasión es otra forma de nombrar al Espíritu.

 

Para intuir de qué va todo esto hay que huir de la superficialidad, la rutina y el individualismo (nuestros verdaderos enemigos). Ahondar para situarse en el nivel de esas estructuras (reflexionar, leer, orar, dialogar), dejar menos espacio a la turnia porque uno va tomando la vida en sus manos (hasta en los pequeños detalles), orar contemplando, que es lo mismo que decir ahondando, tratar de dar a las conversaciones un contenido iluminador para la persona. Estos son fuertes trabajos de espiritualidad.

 

¿Crees que todo esto son "pajas mentales"? ¿O hay aquí realmente algo interesante? ¿No será el problema de la espiritualidad aquí un asunto de niveles, que estamos en un vil "profundamente superficial"? ¿Qué técnicas de ahondamiento manejo habitualmente? ¿Todo este asunto resulta incompatible con el trajín diario?

 

•6)      Estructuras sociales-espirituales: Parece totalmente impropio hablar de estructuras sociales con espíritu. Nos referimos a las estructuras sociológicas, políticas o religiosas. Una sociología espiritual (que perdonen los sociólogos) sería aquella que tiene por verdadera preocupación la simple humanización del habitat y de los mecanismos de relación ciudadana; una política espiritual sería la que mira realmente al bien integral de toda persona sin hacer diferencia entre necesidades básicas y las otras necesidades (libertad, relación nueva, amor social); una religión espiritual es, lo hemos dicho, aquella que abre con facilidad al mundo de la trascendencia. Puede sonar todo esto a pura lírica barata. Pero, renunciar a ello, es ennegrecer el horizonte.

 

La inquietud por la marcha de las estructuras sociales es un síntoma de madurez humana, ciudadana y espiritual. Creer que esto, debido a mi modestia social, no me incumbe es ampliar el camino a la des-espiritualización de nuestra vida y de la sociedad. Puede parecer exagerado, pero hay que pensarlo. De cualquier manera, una sociedad espiritual es, de salida, una sociedad de más calidad que lo contrario. Estamos hablando de espiritualidad en sentido amplio, no tanto religioso (nos vamos desplazando en la reflexión del Espíritu al espíritu. Bien mirado, no es mal desplazamiento.

 

¿Contiene tu preocupación por la ciudad una cierta carga espiritual? ¿O es meramente a nivel de patio de vecinos? ¿Tus preocupaciones laborales se ven enmarcadas en la preocupación por las estructuras sociales? ¿Observas cambios en tus comportamientos ciudadanos, no solamente en tus ideas? ¿En qué dirección se desplazan esos cambios? Hay que creer que esta clase de preguntas son "espirituales".

 

•7)      Economía espiritual: Puede parecer que, a priori, son dos cosas irreconciliables. Sin embargo, no es así: una economía espiritual es aquella que está orientada a la dicha real de toda persona. Dicha real, humanizadora, plenificadora, apuntando a todo el abanico de demandas de lo humano; de toda persona: porque si se privatiza el hecho económico, automáticamente deja de ser espiritual para convertirse en una fuerte instancia de opresión. Se puede soñar en un tipo de economía así (es "el sueño de Dios" que aparece en la Biblia: leyes sabáticas, profecía, Jesús), una economía que postula la simple igualdad y un sistema no apoyado ni por la fuerza ni por la religión que la consagra. Ahora llaman a esto: economía consciente, economía universal.

 

Esto habría de tener traducciones espirituales cercanas, en el aquí en que se mueve nuestro caminar diario: control del consumo refinado, alejamiento de estructuras económicas claramente opresoras, continuo ejercicio crítico sobre los caminos diarios de nuestra economía modesta. Los grandes sueños se forjan en los pequeños diarios. La llamada espiritualidad del decrecimiento (vivir con menos para vivir mejor) puede ser un camino, una profecía de economía espiritual.

 

¿Te resulta todo esto increíble? ¿Crees que los sistemas económicos son invencibles? ¿Has hecho experiencias gratificantes, logradas de que se puede plantar cara a modos económicos de vida avasalladores? ¿Encajas con paz tus propias incoherencias económicas? ¿No te parece que aquí se encierra una posibilidad de enganche espiritual con personas que no respiran en religioso?

 

•8)      Luchas laborales con perspectiva interna: Porque las luchas laborales, inevitables, pueden ser planteadas en la mera dialéctica opresor-oprimido, amo-esclavo, dominador-dominado. Y así, ciertamente, creemos que tienen mucho sentido (por desgracia). Pero también pueden llevar dentro una espiritualidad: la del amor real, tocable, al lado más débil del hecho social; la de la cercanía en modos tocables a quien soporta más el peso de la historia; la de la solidaridad efectiva con quien menos solidario se es. Las fuertes e imprescindibles luchas laborales de nuestro inevitable aquí pueden tener alma dentro, espíritu, dinamismo humanizador.

 

Cuando un seísmo laboral sacude a una ciudad (o a una persona) es lógico que nada de esto aflore en la lucha (¿aparece en lo de Figueruelas, por ejemplo?). Pero hay luchadores laborales con alma, con planteamientos humanizadores, que miran antes a cómo queda la persona que a los números del conflicto. Los hay. Es entonces cuando esto se convierte en una plataforma de crecimiento humano y, por lo tanto, espiritual.

 

¿Cómo vivencias tus conflictos laborales? ¿Qué tipo de espiritualidad siembras ahí (si se puede, si lo haces)? ¿Cuáles son tus prioridades "inamovibles" cuando salta el conflicto laboral? ¿Cómo encaja en tu espiritualidad la situación de tus compañeros/as de trabajo?

 

•9)      Espiritualidad de la dignidad: Aunque la hemos dejado para el final, es esencial, tanto para la espiritualidad humana elemental como para la evangélica (Jn 8,1ss). La lucha por la dignidad es una de las batallas espirituales más hermosas que viene desarrollando el ser humano en toda su historia. Mantener sensible y activada la conciencia de la dignidad es prueba clara de vigor espiritual. Tener oscurecido ese dato echa una sombra de sospecha sobre cualquier pretendida espiritualidad.

 

La vivencia de la dignidad es muy rentable en los sencillos caminos del aquí personal y cotidiano. Nos salva de muchos desenfoques. Se manifiesta en cosas muy sencillas en el comportamiento personal: lenguaje valorativo, mirada al mismo nivel, tomar en serio las situaciones del otro/a (las que sean), vivencia amigable de la relación con cualquier persona sin complejos de diferencia o superioridad, ausencia de condicionalidad o menosprecio en la relación con el débil social, etc.

 

¿Por qué cuesta que la espiritualidad de la dignidad sea incorporada a los esquemas religiosos? ¿Cómo encajar las inevitables "indignidades" que uno percibe en sí mismo/a (quizá ahí se halla una de las causas de la posible dificultad para elaborar esta espiritualidad)? Estar a gusto con los "indignos sociales", tenerlos por amigos reales, compartir con ellos lo pequeño de la vida, alejar la sensación de que al hacer todo esto estamos haciendo algo "especial", son síntomas de que va entrando en nosotros/as la espiritualidad de la dignidad.

 

•10)  Utopía, necesaria y espiritual: Porque la utopía también hace parte de la vida, por mucho que se la postergue. Y ella es, generalmente y de por sí, totalmente espiritual. No es fácil ser persona espiritual en un difícil aquí como el nuestro (quizá siempre sea difícil el aquí) si no se inocula en la estructura espiritual una dosis de utopía, cuanta más, mejor. Los caminos de la utopía y de la espiritualidad son concluyentes.

 

No es la utopía sinónimo de estar en las nubes, de un terreno deseable pero inalcanzable. Es creer que el fin de las desventuras humanas es posible; es creer que la pena no podrá amargarnos si trabajamos el anhelo de la dicha; es tener por cierto que las lágrimas de los débiles y los gritos de la justicia no caen al vacío y al silencio cósmico. Utópicos correosos, eso es lo que nos hace falte.

 

¿Estás para utopías o te tienes por persona "realista? ¿No puede haber realismo con utopía? ¿Sigue vigente aquel texto de Serrat "se echó al monte la utopía", o es cosa de otra época? ¿Qué, de lo que vives diariamente, necesita una sobredosis de utopía para que no se quiebre, para que despegue?

 

2. Para una espiritualidad del ahora

 

            Puede ser que la reflexión anterior no contribuya en exceso a mezclar, a trenzar la espiritualidad con el aquí concreto de nuestra vida. Hagamos un segundo intento mirando al ahora de nuestros días comunes.

 

•1)      Hambre y sed: Porque eso hace parte del más inmediato ahora. Se trata de meter la espiritualidad en los elementos más cotidianos, en nuestros modos de mera alimentación, con lo que eso supone de: producción, mercados, venta, consumo. Y con lo que supone de cuidado de la salud, ascesis, diversión, etc. Hay que percibir cómo gestionamos nuestras necesidades básicas. Una gestión meramente economicista bloquea la mezcla de la espiritualidad con el ahora. ¿Quién produce lo que como y bebo, cómo lo venden a precio tan distinto, quién controla el mercado al que voy, en qué espiritualidad del consumo me muevo? Son preguntas espirituales, por raro que nos parezca. Cómo entiendo la ascesis (herramienta para la convivencia, acercamiento a los débiles, coparticipación en la cruz de Jesús, por raro que nos parezca, lo decía Alberdi), cómo me divierto, etc., también son preguntas espirituales.

 

Mirar el hambre y la sed propia y ajena con profundidad lleva a planteamientos espirituales. Las hambres de quien vive conmigo o se cruza en mi camino denotan nos solamente su necesidad, sino sus anhelos. Mi sed y la de quien anda a mi vera es lenguaje de anhelos, no solamente necesidad de echarse una bebida al gaznate. Espiritualizar cosa tan física es sumergirse en el ahora más elemental de la persona.

 

¿Te conmueven las hambres, todas, te fijas en ellas? ¿Te revuelven las hambres no saciadas, todas ellas? ¿Cuáles son hoy tus sed, sed de qué (se podría hacer una "lista")? ¿Qué sed de tu ahora te llega más adentro? ¿Cómo poner raíces a tu solidaridad en cuestiones de hambre-sed para que sean no solamente más eficaces, sino también más espirituales?

 

•2)      Casa y amparo: Porque cuando se quiere tener casa, no solamente se desea tener un tejado sobre la cabeza, sino que se desea también tener un amparo en el corazón que los muros de una casa visualizan (cuando dentro de esos muros hay algo de amor). No es de extrañar que haya muchas personas con problemas de casa y amparo (no solamente de vivienda, que también: una cuarta parte de la humanidad tiene este problema). Se podría meter espiritualidad en el tema de la vivienda poniendo las raíces de casa-amparo. Eso podría llevar a soluciones imaginativas de socorro y a un disfrute ahondado de lo que ya uno/a tiene, aunque no sea mucho.

 

La espiritualidad evangélica lleva a intentar modelos de casa-amparo que tienen, todos, por denominador común la generosidad, la apertura y el acompañamiento. Hay personas que lo intentan continuamente en la medida de sus posibilidades. Ponen carne a una espiritualidad de un ahora imprescindible. Es bueno percatarse (en el Evangelio de Marcos, por ejemplo) de un Jesús que, sin tener casa (excepto quizá en 2,15) engendra casa-amparo en las casas de los otros.

 

¿Cómo vives, extiendes, ofreces tus relaciones de casa-amparo?¿En qué modelo de casa encuentras solaz? ¿Cómo se va a poner espiritualidad, humana y evangélica, en el ahora de la casa sin intentos de apertura, de flexibilidad, de ofrenda?

 

•3)      Salud y cuidado: Porque esta necesidad del ahora es imprescindible. Ya lo decía el viejo Job: "¡Piel por piel! Todo lo da la persona por su salud" (Job 2,4). Tecnificar la salud, hacerla más eficiente, son las metas de los gobiernos. Humanizarla la de muchas entidades y profesionales que incorporan a la salud la espiritualidad del cuidado. Éste, dice Boff, no es un acto puntual sino una actitud esencial: aquella que entiende que la vida es una aventura hermosa pero delicada y comprende como una vocación real el anhelo de cuidar los días de todo lo que vive con el único fin de lograr, en la medida en que se pueda, su felicidad.

 

El cuidado es el rostro de la espiritualidad de la salud. Elaborar una espiritualidad del cuidado puede ser una estupenda opción para mejorar la relación, comunitaria y social. Cuidarse de supone: acercarse, interesarse, compartir (dolor y alegría), colaborar, caminar juntos, soñar a la vez. El otro/a s sus avatares nos hacen sujetos morales. Se equivocaba Sastre cuando decía que el infierno eran los otros; son el único posible paraíso, aunque sea un "paraíso al final", es decir, después de haber hecho, trabajosa e ilusionadamente, una obra de trabajo.

 

¿Cómo te cuidas, cómo cuidas? ¿Qué entiendes cuando dices, cuando te dices "cuídate"? ¿Qué crees que en tu casa, en la de las personas con las que te relacionas, en tu trabajo, en tu ciudad, tiene que ser más cuidado? ¿Cómo mantener una espiritualidad del cuidado en un estilo de vida social que, a veces, entiende el cuidado en modos de mero narcisismo personal?

 

•4)      Relaciones y soledad: Otro elemento componente del caminar humano, ya que la persona, digamos lo que queramos, se construye en la relación. Las soledades adheridas a nuestro proceso histórico (no hablamos de la soledad esencial, constituyente) solamente se curan a base de relación humanizadora. El invento está descubierto hace mucho tiempo, aunque ponerlo en pie es siempre una tarea de cada día. No es, por supuesto, la única meta de la relación (la de atajar las soledades), también lo es el mero disfrute. Pero espiritualizar la soledad impuesta por la vida es una tarea urgente del hecho social moderno (el denominador común de las megalópolis es, a decir de los expertos, la soledad: no hace falta ser sociólogo...).

 

Sin trabajar cada día, en el más sencillo de los "ahora", la relación es condición totalmente imprescindible para generar una espiritualidad creíble. Lo sabemos todos/as. Pero es preciso recordarlo a cada paso. Más aún: una manera hermosa, aunque algo paradójica, de decir lo que es la buena relación es aquella que se da cuando aprendemos a acompañarnos en nuestra radical soledad, a luchar por las soledades adquiridas y a disfrutar el simple hecho de ser uno mismo/a ante el otro sin necesidad de muchas explicaciones.

 

¿Qué poso va dejando en el fondo del corazón tu vida relacional? ¿Qué "descubrimientos" vas haciendo en el camino de la relación? ¿Cómo vas encajando el interrogante de la soledad, de las soledades? ¿Qué disfrutes vas acumulando en tu ahora de esta época en cuestiones de relación? ¿Cómo ser un incondicional del valor de la relación, ahondada, por encima de todo?

 

•5)      Compañía y acompañamiento: Un componente muy importante del caminar humano, aunque hayamos rebajado los contenidos del término acompañar. Acompañar un momento es valioso, pero relativamente fácil. Hacer de la vida una opción de acompañamiento es otra cosa. Es "la cosa que te falta" según Mc 10,21. El "vender y darlo a los pobres" podría entenderse como ir empeñando lo propio (es un proceso) para acompañar el caminar humano del otro. Ahí radica la honda espiritualidad del acompañamiento según el Evangelio.

 

Acompañar es mirar siempre en la dirección del otro/a, ponerlo en el horizonte de las propias preocupaciones vitales (andar con sus zapatos), tener un interés constructivo por los intereses ajenos. Todo un vaciarse que, al fin, es llenarse porque cuando más centro es el otro del propio interior, más se encuentra uno a sí mismo, por paradójico que resulte. En el acompañamiento están muchas de las claves de la correcta comprensión de la vida. Las claves y el éxito.

 

¿Qué elementos cotidianos, del ahora, tendría una espiritualidad del acompañamiento? ¿Cómo el acompañar trasforma el ahora?¿Te sientes personas acompañante y acompañada? ¿Pueden ir ambas realidades disociadas?

 

•6)      Recuerdos y nostalgia: No es mera "saudade", simple melancolía. Es algo de más cuerpo. Sin recuerdos, dejado al olvido, el sentido de la vida se difumina. Por eso son imprescindibles los recuerdos. Alimentan el espíritu; por eso son espirituales. Como dice R. Mate, es preciso abdicar de la herencia del olvido. Incluso la nostalgia puede ser espiritual porque, aunque tiene peligro de parálisis, hace que interior de la persona se mantenga sensible, humano, recordante, solidario. La espiritualidad del recuerdo es importantísima en este ahora de frágil memoria; la de la nostalgia también, en este hoy que está amenazado de sequedad.

 

Hemos de ayudarnos a mantener vivos los recuerdos como memorial, como ánimo para la lucha diaria, no para inhibirse del momento presente. Hemos de saber encajar una dosis saludable de nostalgia para que el interior se mantenga despierto, aun con el riesgo de situarse en la intemporalidad. Quizá la mejor manera sea valorar los recuerdos de los demás, acoger como nuestras las nostalgias ajenas. ¿Es esto posible? Lo es, en la medida en que hay sintonía de fondo, cercanía de caminantes, abrazo de cariño real.

 

¿Qué lugar tienen los recuerdos en nuestra convivencia, en nuestras relaciones? ¿Cuándo ponemos sobre la mesa de la comunidad nuestras nostalgias más queridas para compartirlas con quienes las entienden? ¿Qué nos sugieren los recuerdos que no son nuestros y las nostalgias que vienen de tierras en las que no hemos nacido, de familias que no llevan nuestros apellidos?

 

•7)      Diálogo y escucha: Tan necesaria es la espiritualidad del diálogo que, sin ella, no hay comunión y sin ésta no puede haber vida cristiana en grupo. Tan necesaria es la espiritualidad de la escucha, sin ella, hacer propuestas de trascendencia se convierte en una prédica que poca gente escucha. La evidencia de que se está asimilando la espiritualidad del diálogo es que, más allá de los inevitables fracasos, se sigue confiando ciegamente en él. La evidencia de que también la escucha va haciendo parte de la espiritualidad es que cada vez cuesta menos escuchar, que cada vez se escucha más tiempo, que cada vez se escucha más a quien no se entiende en su discurso herido. Es como Jesús que enseña con calma, que espera por la noche a Nicodemo, que está a la puerta y llama sin cansarse (Ap 3,20).

 

Sin diálogo, imposible vivir con un mínimo de gozo cualquier relación, cualquier intento de comunidad. Se podría medir el vigor de un grupo por su nivel de diálogo, por la profundidad de las palabras con que se acogen, se perdonan, se animan, se escuchan. Cuando el diálogo mengua, el nivel comunitario se debilita. Y lo mismo podría decirse de la escucha. Necesaria para la comunidad, imprescindible para asomarse al abismo del corazón de la persona

 

¿Cuánto y, sobre todo, cómo dialogas? ¿Cuánto, y sobre todo, cómo escuchas? ¿Cómo hablar con quienes casi nadie habla; cómo escuchar a quienes casi nadie escucha? ¿Cómo dialogar con el Dios en lo profundo y con el hermano en la cercanía? ¿Cómo escuchar al Dios de lo profundo que no habla y a la persona en dureza de vida que se bloquea y tampoco habla?

 

•8)      Música y canto: Un elemento importante en el ahora del vivir humano. No es mero adorno o pasatiempo. Es un elemento de hondo consuelo, de fuerte impacto emocional. Por eso los pobres cantan siempre (aunque sus cantos sean "raros"). Un pobre que canta se hace fuerte. El canto es un elemento de alto voltaje espiritual. La mística de la comunidad, de la relación está demandando el canto. Una persona no puede ser espiritual sin canto; se pierde un filón.

 

Creer que el canto es portador de Espíritu ha de llevar a valorar cuidadosamente la música cuando tiene enganche en la persona. Sobre todo esa música, la que sea y por lo que sea, que alimenta el lado espiritual de la persona, que le suscita amor, que le reconforta en sus fibras más personales, que genera mística comunitaria. La espiritualidad del canto no es una espiritualidad menor; cada comunidad habría de tener un "cantoral", una serie de músicas que desvelan los momentos de gran vivencia de su caminar en el aquí y ahora.

 

¿Te parece que esto es lírica barata?¿Podrís hablar de tu experiencia "mística" en torno al canto? ¿Es mera emoción superficial o algo más, es mera moda disquera o algo más, es mero "estar al día" o algo más? ¿Cuál y por qué es el archivo de tus músicas? ¿Cómo vas incorporando a ese archivo las músicas de otros hasta hacerlas tuyas?

 

•9)      Mística y raíces: La mística tiene que ver con las raíces, con el subsuelo de la persona. Es aquello que hace que el interior vibre des dentro, se estremezca ante ciertas realidades, palpite con el gozo de lo inesperado. Es preciso espiritualizar esas raíces de la persona porque desde ahí arrancan las decisiones más cotidianas del ahora. ¿Cómo hacerlo? Sembrando a raudales humanidad, entendiendo la vida y entendiéndose como una hermosa aventura, mezclando a esas raíces los anhelos más vivos del Evangelio, apuntando en maneras conscientes hacia la propia profundidad. No resulta fácil decirlo, pero ahí se halla el verdadero origen de lo que uno es y vive. Por eso es interesante ponerlo sobre la mesa del discernimiento.

 

Siempre nos ha amenazado, lo hemos dicho, el peligro de vivir sin mística. Es fácil, pero eso nos hace muy vulnerables. La mística mezclada a una práctica alternativa es un obús, algo imparable. Por eso es por lo que aguantan los profetas/isas, por lo que encajan mil golpes los débiles y aún se mantienen a flote, por lo que un plan de vida avanza y se abre camino. Sin mística, sin raíces cultivadas, transidas de espiritualidad, muchas opciones se tambalean y son arrastradas por la impetuosa corriente de los días.

 

¿Sabrías decirnos esto de manera más sencilla y clara? ¿Puedes, aunque sea modestamente, colocarte en el bando de "los místicos"? ¿Sabrías desvelar alguna de las raíces que dan sentido a tu manera de actuar? ¿Has descubierto gente mística en los colectivos sociales frágiles (existen)? ¿Se puede construir una relación social apuntando a las raíces?

 

•10)  Sueños y referencias: Porque no se nos puede impedir soñar; al menos eso. Porque sin sueños (no ensoñaciones: estar en las nubes) la vida se vuelve sosa, "realista", sin alicientes. Los sueños son los anhelos en el horizonte, la tendencia profunda aunque los obstáculos reales sean en este ahora muchos; las vivencias más nuestras, aunque estén muy mediatizadas, aunque quizá no las consigamos nunca. Los sueños son para gente viva; los "difuntos" no tienen sueños. Estos se convierten en referencia, en espoleo para el actuar, en punto que tiene entre ceja y ceja. Merece la pena sembrar ahí los sueños del Padre (una sociedad fraterna e igualitaria), de Jesús (una comunidad de iguales en los que débiles sean algo "más iguales"), de personas que han sido el humus de la vida.

 

No habríamos de avergonzarnos de nuestros sueños (aunque estén, por su propia naturaleza, incumplidos). Lo contrario nos debería contrariar. No habría que menospreciar los sueños de los pequeños, de los débiles, de los excluidos tachándolos, sin más, de fantasías. Para ellos son sus referencias y sus enganches vitales (no es meramente agarrarse a un clavo ardiendo). Colaborar a una sociedad que sueña es una buena colaboración, aunque suene irreal.

 

¿Te parece que soñar es un acto de espiritualidad? ¿Crees que poner sueños en el ahora es algo imposible? ¿Qué sueño más querido albergas como un tesoro en tu vida? ¿Has admirado el sueño de alguna persona frágil con la que te hayas topado alguna vez.

 

Conclusión:

 

            Muchas de estas reflexiones son balbuceos. No hay que temer reconocerlo. Pero quizá sean estos los balbuceos del Espíritu que habla "con gemidos sin palabras" (Rom 8,26). ¿Cómo escuchar esos balbuceos del Espíritu en nuestro aquí y ahora? Eso es lo que puede interesarnos.

            De cualquier modo, la espiritualidad ha de mezclarse al aquí y al hora para que sea válida. Es estéril situarla fuera de ese marco. Cuanta más carne se le ponga, mejor. Quizá podamos ayudarnos con el silencio, la reflexión, el orar, el compartir. El éxito de la espiritualidad tal vez sea un éxito común.

            En 1 Cor 13,12 se dice que, al final del proceso, llegaremos a comprender "como Dios me ha comprendido", es decir, desde una perspectiva de puro amor. Esa es la perspectiva deseable para la realidad. La más espiritual.

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